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LECTURAS


Serie dirigida por Fausto Hernández Trillo

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RESPUESTAS PROPIAS

LECTURAS

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Respuestas propias
80 años de El Trimestre

Selección de textos y prólogo
GUSTAVO A. DEL ÁNGEL MOBARA
GRACIELA MÁRQUEZ

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FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
MÉXICO

Primera edición, 2014
Primera edición electrónica, 2014

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PRÓLOGO
La búsqueda de respuestas propias a los problemas económicos de la América Latina

Gustavo A. Del Ángel*
Graciela Márquez**

Con una trayectoria ininterrumpida de 80 años, El Trimestre Económico tiene un lugar propio en las revistas científicas especializadas en el mundo de la lengua española. Pocas revistas científicas en el mundo han logrado semejante permanencia en el tiempo. A lo largo de esas décadas, la revista ha cumplido sus propósitos iniciales con creces al erigirse como un referente indispensable para estudiantes, investigadores y gestores de la economía pública y privada. Para mantener su destacado papel, ha sido indispensable estar al tanto de la evolución de las ideas y perspectivas económicas.

El Trimestre se ha caracterizado por presentar en nuestra lengua discusiones universales de la economía y las ciencias sociales, y al mismo tiempo buscar respuestas a los problemas económicos de la América Latina. Por ello, además de poner en nuestro contexto el conocimiento económico que se genera en diversas latitudes, se ha constituido como un referente del pensamiento económico latinoamericano, en la lengua propia.

Este volumen muestra una colección de artículos representativos de cada época de la revista. Con ocasión de los 80 años, le damos al lector una herramienta para conocer la historia de El Trimestre, y en consecuencia, los caminos que han tomado la reflexión y el análisis de nuestra vida económica.

Una revisión de la colección completa de El Trimestre muestra giros temáticos y transformaciones en las perspectivas de los autores, clara señal de la capacidad de adaptación de la revista y la pericia de sus directores para seguir la trayectoria de la disciplina. En el caso de la recopilación que se presenta en este volumen, todos son artículos que se seleccionaron por tener cierta representatividad de las ideas económicas y de las discusiones plasmadas en El Trimestre y de los tiempos en que se publicaron. La revisión de los trabajos publicados a lo largo de ocho decenios tiene una cobertura temática muy amplia, pues abarca artículos de carácter teórico, análisis empíricos de la realidad económica mexicana y latinoamericana, así como estudios de corte histórico y del pensamiento económico. Además, tomados en conjunto, los artículos muestran un crisol muy amplio de la producción de economistas y otros científicos sociales, con diversidad de enfoques y propósitos. Lo mismo encontramos la traducción de autores de reconocido prestigio internacional que documentos pro ducidos por agencias o funcionarios públicos como también resultados de investigación académica, sin embargo destaca la calidad y pertinencia del contenido de cada número. Hay múltiples artículos que re presentan las ideas y preocupaciones de cada momento. Además muchos de los artículos muestran las enormes similitudes que hay entre la situación actual y problemáticas pretéritas, así como la persistencia de fenómenos que tienen sus orígenes en el pasado y continúan siendo vigentes para entender nuestra realidad.

Pero toda selección tiene por fuerza un grado de arbitrariedad. En la tarea de elegir un artículo por cada una de las décadas de El Trimestre, los compiladores de este volumen nos hemos enfrentado a un enorme reto. A pesar del gran interés que despiertan los estudios publicados en la revista, las restricciones de espacio conducen a elegir unos y tener que descartar otros que podrían ser de igual interés. La selección, así como la discusión de los artículos para los primeros 40 años estuvo a cargo de Graciela Márquez, y la de las cuatro décadas subsecuentes a cargo de Gustavo A. Del Ángel.

En las páginas siguientes comentamos los artículos que constituyen esta colección, y las distintas etapas históricas de El Trimestre. Para ello, hemos dividido este texto en dos partes: la primera comprende de 1934 al fin de los años sesenta; la segunda parte va de los años setenta a nuestros días.

UNA MIRADA A “EL TRIMESTRE ECONÓMICO”, 1934-1970

Aun sin existir los estudios formales de economía en México, en los años veinte del siglo pasado, se conformó un grupo de profesionales interesados en entender mejor los asuntos económicos.1 Su estímulo provino principalmente del nuevo papel asignado al Estado en la promoción del desarrollo porque con la restructuración financiera, fiscal y monetaria de los gobiernos posrevolucionarios creció la burocracia y la demanda por personal especializado. Abogados y contadores fueron adquiriendo en la práctica conocimientos sobre el funcionamiento de los mercados y la inter-acción de la economía pública con la privada. Para este grupo, su bagaje conceptual se limitaba a cursos introductorios enseñados en las carreras de leyes, contabilidad e ingeniería. No debe olvidarse a los autodidactas, quienes sin cursar estudios universitarios diseñaron y aplicaron medidas de política económica tan sólo con lo aprendido en sus lecturas y la experiencia laboral. A los poquísimos economistas formados en el exterior se sumaron otros profesionales que estudiaron posgrados o cursos en esa disciplina. Pero sin duda lo que prevaleció mayoritariamente entre los funcionarios de la época fue la carencia de estudios formales en materia económica. Como se multiplicaba la demanda de estudios técnicos en materia de impuestos, tipo de cambio, deuda externa, finanzas y banca, se hizo cada vez más evidente la exigencia de formar expertos en esas temáticas.2 Surgieron así distintas iniciativas encaminadas a promover el estudio y la discusión de temas económicos con la finalidad de enriquecer y fortalecer a to dos aquellos practicantes de la disciplina. Una de las primeras revistas especializadas fue Examen de la Situación Económica de México, auspiciada por el Banco Nacional de México. Tres años después siguió la formación del Instituto Mexicano de Investigaciones Económicas a raíz de la convocatoria lanzada por Jesús Silva Herzog, aunque con la activa participación de Antonio Espinosa de los Monteros y Alfons Goldschmidt. Además de organizar algunas conferencias, el instituto promovió la publicación de la Revista Mexicana de Economía, cuyo primer número apareció en septiem bre de 1928, publicándose un total de cuatro. En ese mismo año la Asociación de Banqueros lanzó la publicación Economía con Daniel Cosío Villegas como su primer director y Eduardo Villaseñor su sucesor. Cuando Villaseñor se incorporó a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público como jefe del Departamento de Prensa y Propaganda se encargó de la publicación de El Economista, cuya vida apenas se extendió algu nos meses.3 Otras instancias de la administración pública federal tam bién alentaron la creación de órganos desde donde difundir temas económicos, tal fue el caso de la Revista de Economía y Estadística, auspiciada por la Secretaría de la Economía Nacional. En conjunto, todos estos emprendimientos eran muestras del creciente interés por intercambiar ideas y profundizar sus conocimientos en una disciplina enseñada en las aulas universitarias como accesoria a otras carreras.

Fue a principios de los años treinta del siglo pasado cuando la enseñanza de la economía en las aulas de la Universidad Nacional se separó de otras disciplinas para convertirse en una licenciatura independiente. Este paso fue apoyado por un grupo de entusiastas profesores, quienes apostaron a la formación de profesionales especializados en teoría y análisis económico. La nueva carrera fue un factor de impulso para proyectos editoriales destinados a la discusión y difusión de ideas económicas de un gremio cada vez más amplio. En este contexto, Cosío Villegas y Villaseñor se propusieron impulsar una nueva publicación capaz de convertirse en una revista especializada que integrara artículos de corte empírico donde primara el análisis de la coyuntura económica nacional e internacional, así como ensayos o contribuciones de carácter analítico o empírico. A pesar de que tanto Cosío Villegas como Villaseñor contaban con experiencia previa, los retos de esta nueva empresa eran mayúsculos. En primer lugar, el proyecto no contaba con un respaldo institucional y por lo tanto había que asegurar mecanismos de autofinanciamiento además de un sello editorial. En segundo lugar, para cumplir los objetivos y dar continuidad a la revista era indispensable contar con artículos de calidad en forma continua. El editor mexicano Alberto Misrachi aceptó publicar la revista y financiar los costos de arranque.4 En septiembre de 1934 salió de la imprenta el primer número de El Trimestre Económico bajo el sello editorial de Central de Publicaciones, figurando como codirectores Cosío Villegas y Villaseñor. El nombre elegido emulaba el de la revista en inglés Quarterly Journal of Economics, publicada por el departamento de economía de la Universidad de Harvard y con la cual se familiarizó Cosío Villegas durante su estancia en esa casa de estudios.5

El contenido del primer número merece una mención especial por tratarse del primer eslabón de una larga cadena cuya octava década aquí celebramos. El número abrió con la sección “Notas Editoriales”, donde se trató la importancia de las negociaciones económicas internacionales para países como México. Siguieron los artículos, componente central del número inaugural, con un artículo de Manuel Gómez Morin titulado “La organización econó mica de las naciones”; sin embargo, como lo reveló el propio Cosío Villegas en sus memorias, se trataba de un texto de su autoría. A pesar de haberse comprometido a entregar una colaboración, Gómez Morin no entregó nada pero figuró como autor del artículo inaugural de El Trimestre Económico por obra de Cosío Villegas, quien aseguró el anonimato de la siguiente manera: “Le llevé un ejemplar de la revista y le dije que una de dos, o se aguantaba, o yo hacía en el próximo número una historia de su incumplimiento”.6 Otros dos artículos completaban el contenido del primer número de la revista: “Un órgano eficaz para intervenir la economía”, de Roberto López, y “Teoría de la deflación de la deuda de las grandes depresiones”, de Irving Fisher, con la autorización expresa del autor para su publicación en El Trimestre. Este primer número no alcanzó el centenar de páginas, e incluyó publicidad de Cementos Tolteca y de las publicaciones de la Liga de las Naciones. La suscripción anual se fijó en cinco pesos y el número suelto en 1.50 pesos. Se encuadernó en cartón, con el nombre entre franjas color verde, el número en el margen superior derecho con el mismo color y “México 1934” en el margen inferior derecho.

Cosío Villegas y Villaseñor debieron sentir un gran orgullo de ver materializado un proyecto dirigido a promover el intercambio de ideas entre la creciente comunidad de economistas. Sabían que no estaban solos en esa empresa, pues en el primer número se listaron 60 colaboradores, entre quienes se contaban funcionarios públicos (Emilio Alanís Patiño, Ramón Beteta), profesores universitarios (Francisco Zamora, Gilberto Loyo, Enrique González Aparicio), académicos extranjeros (Abbot P. Usher, Clarence H. Hearing, Frank Tannenbaum), entre otros. No obstante, el entusiasmo y convicción de sus fundadores fue crucial para la aparición de esta publicación, así como las colaboraciones de los autores en los primeros números. Inició así una trayectoria ininterrumpida de una revista que dio cabida a análisis de los avances recientes de la teoría y los problemas empíricos de las economías en desarrollo. Con una declarada vocación por encontrar soluciones a los problemas económicos de la realidad mexicana y latinoamericana, generación tras generación de economistas han encontrado en El Trimestre —como pronto se le conoció— un foro para promover el estudio riguroso de las múltiples dimensiones de la economía.

Inicialmente la dirección de El Trimestre quedó a cargo de los dos fundadores, quienes para 1937 incorporaron a Manuel Mesa Andraca, que sólo se mantuvo durante un año en esa posición. Al año siguiente la dirección siguió compartida por Cosío Villegas y Villaseñor, equipo al que se sumó Emigdio Martínez Adame. En 1943 los directores aumentaron a cuatro con la llegada de Víctor L. Urquidi. Luego de haber permanecido casi tres lustros al frente, en 1948 la dirección de El Trimestre se renovó completamente, quedando a cargo de Jesús Silva Herzog y como secretario Jorge Espinosa de los Reyes. Tras un breve periodo del nuevo director, en 1949 Víctor L. Urquidi regresó a la dirección, y el puesto de se cretario lo ocupó Julián Calvo en 1950. En 1953, cuando El Tri mes tre cumplía su vigésimo aniversario, Javier Márquez se incorporó como director de la revista al lado de Urquidi y se nombró como secretario a Enrique González Pedrero. Entre 1958 y 1959 volvió a la dirección Emigdio Martínez Adame y como secretario Óscar Soberón. Este último ocupó la dirección a partir de 1959 y hasta 1985. Como puede notarse en este recuento, la cabeza fue siempre un trabajo compartido, ya sea bajo la codirección o con un secretario. Ningún cambio implicó desandar el camino sino más bien un enriquecimiento con las ideas e iniciativas de profesionales que entendieron el importante papel desempeñado por el director de El Trimestre Económico. Tal vez la mejor descripción de esa labor la dejó escrita Víctor L. Urquidi:

Desempeñando en forma callada esa tarea que requiere imaginación, buen instinto, capacidad analítica, espíritu crítico, responsabilidad y perseverancia (para obtener como recompensa) la satisfacción íntima de crear, luchando por la permanencia de la publicación de una revista de este género –a labour of love.7

En la elección del artículo de la primera década hemos querido reconocer la labor de uno de sus fundadores y primer director (crédito que compartió con Eduardo Villaseñor), Daniel Cosío Villegas. Como ya hemos señalado, la fundación de El Trimestre se enmarca en varias iniciativas dirigidas a impulsar el estudio y la formación de economistas en el país, una meta compartida con un grupo de profesionistas mexicanos desde los años veinte del siglo pasado. Abogado de profesión, las inquietudes intelectuales de Cosío Villegas lo llevaron a cursar estudios —como alumno regular u oyente— en las universidades de Harvard, Wisconsin, Cornel y la London School of Economics. De regreso en México, aprovechó todas las oportunidades que tuvo al alcance para formalizar los estudios de economía: participando en diversas publica cio nes especializadas, impartiendo cátedra en la Universidad Nacional, primero en la sección de economía de la Escuela de Ju risprudencia y a partir de 1935 en la Escuela Nacional de Economía. Sus esfuerzos editoriales se vieron magnificados con la fundación del Fondo de Cultura Económica, empresa editorial responsable de una de las colecciones de economía y ciencias sociales más importantes en lengua española. Con el tiempo, Cosío Villegas emprendería otro proyecto no menos destacado: la fundación de El Colegio de México, del cual fue director entre 1959 y 1962. Su investigación lo llevó a explorar con detalle el pasado del país y bajo su coordinación se publicó Historia moderna de México, obra de varios volúmenes que examina la vida social, política y económica de la República Restaurada y el Porfiriato. Hacia el final de su vida Cosío Villegas se convirtió en un agudo observador y crítico de la realidad política mexicana.

Los artículos de Cosío Villegas publicados en El Trimestre fueron cinco, todos ellos esparcidos entre los números 2 y 21, sin contar al ya referido artículo aparecido con la firma de Gómez Morin. Cuatro de estos artículos fueron escritos ex profeso para la revista: “La importancia de nuestra agricultura”, “La plata y Estados Unidos”, “El fascismo japonés” y “La riqueza le gen daria de México”, publicados en los números 2, 8, 21 y 22, respectiva men te. En cambio, “El comercio del azúcar en el siglo XVI” —aparecido en el número 20— fue la traducción de un ensayo presentado para el curso Historia Económica Mundial, impartido por el profesor Abbott P. Usher en la Universidad de Harvard.8 Para la selección del octogésimo aniversario de El Trimestre hemos decidido reproducir “La riqueza legendaria de México”, artículo de Cosío Villegas donde se exploró la idea de si los recursos naturales del país eran tan abundantes como solía afirmarse desde el periodo novohispano, incluyendo las crónicas de Bernal Díaz del Castillo así como las observaciones del viajero alemán Alexander von Humboldt. Cosío Villegas partía de una posición mucho menos optimista: sin negar el potencial de la agricultura o la industria tampoco omitió sus límites productivos, destacando la persistencia de la desigualdad. Vale la pena destacar aquí la conclusión del capítulo: “en lo natural somos pobres; económicamente, somos pobres, si bien podemos serlo menos; socialmente también somos pobres, aun cuando podríamos serlo bastante menos de lo que somos hoy”.9

La segunda década de El Trimestre mostraba ya la solidez de una revista que aparecía con regularidad y en sus páginas encontramos traducciones, artículos con temas de coyuntura, así como análisis de la realidad latinoamericana, con especialénfasis en los problemas de desarrollo de la región. Y es precisamente este último tema al que pertenecieron las colaboraciones de Raúl Prebisch, economista argentino con una destacadísima trayectoria como uno de los impulsores de políticas económicas fundamentadas en la teoría estructuralista del desarrollo. En su país fue funcionario del banco central y del Ministerio de Hacienda, pero sin duda el aspecto más reconocido de su trayectoria profesional fue el nombramiento de secretario general de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) en 1948, puesto que desempeñó hasta 1963. Prebisch publicó un total de ocho artículos,10 dos de los cuales fueron publicados en la década de los años cuarenta, uno en cada uno de los decenios siguientes, mientras que en los años setenta y ochenta aparecieron sus últimas dos colaboraciones en las páginas de El Trimestre.

El trabajo que reproducimos en esta compilación es “El desarrollo económico de la América Latina y algunos de sus principales problemas”, publicado en el volumen 16, número 63, de 1948. Se trataba de un extenso documento de más de 80 páginas y correspondía a uno de los primeros informes de la Comisión Económica para América Latina. Visto en perspectiva, se trataba de una hoja de ruta para el trabajo de un organismo internacional creado para promover el desarrollo económico. En este documento se expuso ampliamente la tesis del deterioro de los términos de intercambio entre los países industrializados de Europa norocci-dental y los Estados Unidos y la del deterioro de los de la periferia, según la cual el cambio tecnológico no había producido un abaratamiento de los bienes manufacturados comparable al comportamiento de los precios de las materias primas y los alimentos. A la larga esta división del comercio internacional basada en las ventajas comparativas no hacía sino ampliar la brecha de desarrollo entre los dos tipos de economía. Prebisch vislumbró un cambio de paradigma económico para alentar el desarrollo de la región latinoamericana a través del fomento de la producción de bienes industriales. No obstante, conviene aquí hacer notar que el informe de 1949 advertía la necesidad de un desarrollo equilibrado tal que

La industrialización de América Latina no es incompatible con el desarrollo eficaz de la producción primaria. Por el contrario, una de las condiciones esenciales para que el desarrollo de la industria pueda ir cumpliendo el fin social de elevar el nivel de vida, es disponer de los mejores equipos de maquinaria e instrumentos y aprovechar prontamente el progreso de la técnica, en su renovación.11

La reproducción de este documento evidenció cómo los editores de El Trimestre estaban atentos a las propuestas analíticas y de política económica en América Latina. Además, durante los años siguientes el artículo de Prebisch fue ampliamente citado en las páginas de la revista hasta llegar a convertirse en un clásico de la literatura sobre desarrollo económico.

En los años cincuenta la vitalidad de la revista se manifestó en el interés despertado por una amplia comunidad de lectores dentro y fuera de México. En esa década se alcanzaron el vigésimo y vigésimo quinto aniversarios de la publicación, en cuyos recuentos de los logros alcanzados se destacó el papel de El Trimestre como referente indispensable de la discusión de problemáticas económicas, tanto enfoques analíticos diversos como estudios de política económica. Al seleccionar un artículo de esta década nos inclinamos por el artículo “La estructura bancaria y el desarrollo económico de México”, de Eduardo Villaseñor, fundador, junto con Cosío Villegas, y director de El Trimestre entre 1934 y 1948. Formado como ingeniero y con estudios informales de filosofía, derecho y economía, pero sin ningún título universitario, tuvo una larga trayectoria como funcionario público, ocupando puestos de alto nivel en la gestión económica del gobierno mexicano, entre los que destacan el puesto de subsecretario en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (1938-1940) así como director del Banco de México (1940-1946).

En las páginas de El Trimestre aparecieron un total de seis artículos de Villaseñor, además de dos textos conmemorando el vigésimo y vigésimo quinto aniversarios y el obituario de Daniel Cosío Villegas.12 El rasgo común de las colaboraciones de Villaseñor fue la reflexión sobre la economía mexicana tanto en momentos de la coyuntura de la segunda Guerra Mundial o aspectos puntuales de su estructura productiva. También trató temas financieros entre México y los Estados Unidos, y el funcionamiento del Banco Interamericano de Desarrollo. Aquí nos detendremos a señalar sus planteamientos en torno al sistema bancario nacional, artículo aparecido en 1953. Luego de repasar el papel y las funciones de los principales agentes bancarios del país, el autor reflexionó en torno a la combinación de las acciones de la banca pública con la privada para estimular el crecimiento económico. Hacia mediados del siglo pasado Villaseñor enunció con gran claridad por qué la estabilidad monetaria debería ser una prioridad del sistema financiero:

El desarrollo económico de México debe ser llevado a cabo tanto por el Estado como por la iniciativa privada, en coordinación con la acción del Estado, y condición primera, sine qua non, de este desarrollo —lo repetimos— es la estabilidad monetaria, sin la cual no hay ahorro, no hay inversión privada, no hay mercado de valores, no hay industrialización ni, a la larga, desarrollo económico en general.13

Villaseñor atinadamente señaló la importancia del sistema financiero en su conjunto para mejorar el desempeño económico de largo plazo. Además, en un contexto de fuerte intervencionismo del gobierno en la economía, el llamado de atención a buscar una colaboración entre los intermediarios financieros públicos y privados representó una de las virtudes del artículo de uno de los fundadores de El Trimestre.

En 1953 se cumplió el primer cuarto de siglo del esfuerzo editorial impulsado por Daniel Cosío Villegas y Eduardo Villaseñor. La propia revista abrió un espacio para reflexionar acerca de los logros alcanzados y los retos a futuro. Fue el propio Villaseñor quien se encargó de rememorar los primeros años de la revista. Asimismo, puso énfasis en los cambios experimentados dentro del gremio de los economistas y en la difusión de las ideas económicas y expresó con satisfacción que en ambos El Trimestre cumplía una labor más que satisfactoria. Por su parte, Felipe Pazos destacó cómo El Trimestre se había convertido en un foro para confrontar y dar a conocer los planteamientos analíticos con una raíz propia. Le correspondió a Aníbal Pinto Santa Cruz dar cuenta de la relevancia de la revista más allá de las fronteras mexicanas, pues además de dar a conocer aspectos comunes pero desconocidos de otros países de América Latina, El Trimestre cumplió con la función de proveer los cimientos para “contrastar las bases generales de la ciencia económica con la estructura, funcionamiento y problemas de nuestros países”.14 Finalmente, Víctor Urquidi y Javier Márquez, a la postre directores de la revista, señalaron la importancia de la continuidad del trabajo editorial a lo largo de dos décadas, pero sobre todo insistieron en la necesidad de recibir un mayor número de originales de calidad. Esta dificultad quedó atrás en las siguientes décadas.

Al entrar en la década de los años sesenta, el contenido de cada número de El Trimestre confirmaba su vocación por el estudio de los problemas de desarrollo. Al iniciar ese decenio se ofreció a los lectores la traducción del artículo “Desarrollo económico con oferta ilimitada de mano de obra”, escrito por el economista nacido en la isla de Santa Lucía, en el Caribe, W. Arthur Lewis. En 1979 fue galardonado con el Premio Nobel de Economía por sus aportes a la teoría del desarrollo, en buena medida derivada del marco analítico expuesto en ese artículo. Publicado en 1954 en The Manchester School of Economic and Social Studies, su importancia radicó en que a través de un modelo relativamente simple Lewis modificó la teoría de crecimiento para transformarla en una que explicaba las fases y subfases del desarrollo.15 A pesar de su relativa simpleza, este modelo introdujo la noción de dualidad para explicar el desarrollo económico de las entonces llamadas economías del Tercer Mundo. Su relevancia sigue vigente y ahora se reproduce en este volumen como un ejemplo de todas aquellas traducciones de trabajos seminales que los directores de El Trimestre han puesto al alcance de los lectores de la revista.

En 1965 el historiador económico Fernando Rosenzweig publicó “El desarrollo económico de México de 1877 a 1911”, siendo ésta la cuarta de un total de cinco colaboraciones para El Trimestre.16 La historia económica ha sido uno de los ejes temáticos conpresencia constante en la revista. El ejemplo que reproducimos recoge la investigación del autor sobre el Porfiriato, que había quedado reducido a una leyenda negra de explotación promovida por la historia oficial producida en la posrevolución. Rosenzweig destaca la articulación de distintos sectores y el impulso de la demanda externa para la generación de un proceso económico sin precedentes en las décadas posteriores a la Independencia. Este texto fue producto del Seminario de Historia Moderna de México, dirigido por Cosío Villegas y que culminó con la obra en varios volúmenes del mismo nombre. La vocación de El Trimestre por cubrir los aspectos centrales del desarrollo económico quedaría incompleta sin la dimensión histórica. Así lo han entendido todos sus directores y el texto de Rosenzweig confirma la importancia del estudio del pasado para estimular preguntas sobre la trayectoria de largo plazo de la economía.

“EL TRIMESTREDE 1970 A 2014

En México, el periodo de fines de los años sesenta y principios de la década subsecuente reflejó un cuestionamiento de las nociones de desarrollo económico previamente aceptadas como inmutables. Un artículo de Felipe Pazos, publicado en 1983 con ocasión de los 50 años de la revista, discute esto a la luz del pensamiento económico latinoamericano que se articulaba a través de El Trimestre.17 Pazos argumenta que en América Latina, desde los años sesenta, se presentaron críticas al modelo de desarrollo que se había seguido hasta entonces. Estas críticas provinieron de la perspectivaliberal, o neoliberal (como se llamó popularmente a esta corriente de pensamiento económico que emergía en esos años), así como de otras perspectivas diversas que veían favorable la intervención del Estado en la economía, a las cuales este autor llama “la crítica interna”. En sus palabras, El Trimestre no fue un foro importante para “la crítica neoliberal”; pero fue un canal importante de transmisión de la “crítica interna”. A pesar de que Pazos identifica la tendencia más representativa de los estudios que aparecían en la revista, se observa cierta pluralidad. De hecho, los años setenta muestran un espíritu exploratorio en la búsqueda de respuestas a los problemas económicos de la región. Es un hecho patente que la revista plasmaba preocupaciones no sólo de México, sino de toda la América Latina.

Otro elemento que sobresale es la conformación de un lenguaje, así como el uso de herramientas técnicas, tópicos y preguntas propios de la profesionalización de una disciplina. A diferencia de unos años atrás, en los cuales muchos de los estudios tenían un carácter empírico, en la medida que pasan los años setenta y ochenta se percibe una mayor consolidación de la disciplina. Esto independientemente del enfoque, ya fueran estudios de corte neoclásico, o bien dependentista-estructuralista.

Desde el arranque de los años setenta, los artículos en la revista dejan ver un cuestionamiento de las perspectivas sobre el desarrollo económico, y no se da por sentado el conocimiento previo. Esto lleva a que la temática y la metodología de los artículos tengan un carácter exploratorio y diverso. Hay artículos con métodos y lenguaje técnicos y hay otros en los que la narrativa analítica es preponderante. Del mismo modo, parten de diversas escuelas de pensamiento. Sin embargo, en la medida que transcurre la década, hay una inclinación a la perspectiva de la CEPAL sobre la economía. Esto caracterizará a El Trimestre hasta mediados de los años ochenta.

Los artículos que podríamos llamar de carácter técnico provenían de distintas escuelas y usaban diferentes supuestos. No existía entonces una relación obvia entre el uso de herramientas estadísticas y matemáticas con la corriente neoclásica. En muchos casos, el uso de herramientas matemáticas buscaba reforzar una idea novedosa, que podía ser “ortodoxa”, “heterodoxa”, de la escuela estructuralista o de economía marxista. En algunos casos se buscaba proveer herramientas de medición. Pero conforme transcurre este periodo, el vínculo entre la corriente neoclásica, sea ortodoxa o no, y el uso de herramientas matemáticas se afianza de forma más evidente en los estudios publicados en la revista.

Entre ese tipo de estudios se encuentran, por citar un breve ejemplo de lo que entonces se publicó, “Un modelo econométrico sobre la inflación estructural”, de Camilo Dagum (1970); “Recursos y crecimiento del sector agropecuario en México, 1930-1967”, de Jesús Puente Leyva (1971); “Una nota sobre la estática comparativa de los modelos de dinero activo y pasivo”, de Juan Carlos de Pablo (1972); “Hacia una mayor eficiencia en la asignación de las inversiones en los países subdesarrollados”, de Jimena Carretero y Leopoldo Solís M. (1972); “Ejercicio econométrico en torno a los problemas de multicolinealidad y autocorrelación”, de Héctor Diéguez (1972); “El cálculo de índices de precios a través de programación matemática”, de Javier Márquez Díez-Canedo (1974); “Teoría de balanza de pagos: enfoques monetaristas y estructurales”, de Ricardo French-Davis (1978), y “La teoría mineral del crecimiento: la experiencia latinoamericana”, de Markos Mama-lakis (1978).

En la década siguiente algunos ejemplos son: “Economías externas y el proceso de concentración regional en la industria en México”, de Enrique Hernández Laos (1980); “El petróleo como instrumento de desarrollo y negociación internacional”, de René Villareal (1981); “Las experiencias de México en la industria farmacéutica internacional: los futuros problemas de la investigación y el desarrollo experimental”, de Miguel Wionczek (1981); “El mercado común centroamericano en una época de turbulencia”, de Eduardo Lizano (1983), y “Una síntesis racional de las propuestas heterodoxas sobre el problema de la deuda externa”, de Ernesto Zedillo (1985).

A su vez, también hay artículos que buscaban nuevas respuestas a los problemas económicos de la región, principalmente basados en la teoría de la dependencia y el estructuralismo, ideas que tuvieron una amplia divulgación en su momento.18 Entre ellos encontramos: “Dependencia externa y teoría económica”, de Celso Furtado (1970); “México. El marco económico de la política de industrialización. Ensayo en honor de Michal Kalecki”, de Horacio Flores de la Peña (1971); “La condición imperial”, de Helio Jaguaribe (1978); “La dependencia y la heterogeneidad estructural”, de Osvaldo Sunkel (1978); “Desarrollo y pobreza en la Amé-rica Latina: un enfoque histórico-estructural”, de Aníbal Pinto y Armando di Filippo (1979), y la “Introducción al estudio de la crisis del capitalismo periférico”, de Raúl Prebisch (1979), el cual posteriormente sería publicado en una colección de ensayos, por el Fondo de Cultura Económica. En la primera mitad de los ochenta abundan más estudios con ese perfil, tales como: “Acumulación originaria y la nación capitalista en México: ensayo de interpretación”, de Sergio de la Peña (1983); “La filosofía de El Capital: en el centenario de Marx”, de Wenceslao Roces (1983), y “El precio de la ortodoxia”, de Ricardo Lagos (1985).

Para quien escribe estas líneas es difícil establecer esta dicotomía en la cual se encajonaron algunos de estos trabajos. No obstante, tal separación ha sido recurrentemente usada (el propio Felipe Pazos, reconocido economista de esa época, sigue este planteamiento en el ensayo que se cita). Una mirada al pensamiento económico latinoamericano que se plasma en El Trimestre muestra que la dicotomía se hace más evidente a medida que transcurre el tiempo y nos acercamos a la segunda mitad de los años ochenta. Pero a pesar de ello, hay un espectro analítico más complejo en la búsqueda de respuestas por parte de los economistas autores en la revista.

Además de estudios originales, el contenido de El Trimestre también incluía constantemente traducciones de artículos de economistas de fuera de México y que podían resultar de interés, ya fuera por tratar un problema de la región, o bien porque se consideraban atractivos para su público lector. En las décadas de los años setenta y ochenta sobresalen traducciones de estudios de Nathaniel Leff y Albert O. Hirschman. Las traducciones han desempeñado un papel muy importante en la vida de El Trimestre, como se comentará más adelante.

Otro tipo de trabajos publicados constantemente en esas décadas eran documentos oficiales de política económica de México, como la “Exposición de motivos a la Ley de Impuesto al Valor Agregado”, la cual apareció en la revista en 1979. También los documentos normativos que siguieron a la expropiación bancaria de 1982, y la “Carta de intención al Fondo Monetario Internacional”, en 1983.

Asimismo, se publicaban informes y estudios realizados por organismos regionales, como la CEPAL. Tal fue el caso del reporte “Cuba: notas para el estudio económico de América Latina: 1978”, documento de la CEPAL publicado en 1980. De igual forma, el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, en 1980.

El Trimestre, a través del Fondo de Cultura Económica, inició entonces la tarea de editar libros. Así, en 1974 se inició la serie de libros “Lecturas de El Trimestre Económico”, como una forma de “poner al alcance de estudiantes textos y estudios fundamentales sobre asuntos económicos de los países de América Latina”. A lo largo del tiempo, la colección (a la cual pertenece este volumen) ha sido un espacio importante para el tratamiento de los problemas económicos de México y América Latina.

De los años setenta, en esta compilación incluimos el artículo “Por qué el ‘desarrollo estabilizador’ de México fue en realidad desestabilizador”, de Clark W. Reynolds, publicado en 1977. Reynolds, un economista de la Universidad de Stanford, hace una réplica a los argumentos del ex secretario de Hacienda de México, Antonio Ortiz Mena, plasmados en el artículo “El desarrollo estabilizador: una década de estrategia económica en México”, publicado también por El Trimestre en 1970, generando un debate interesante para la época sobre la conducción de la política económica de México.

La importancia tanto coyuntural como histórica del artículo de Ortiz Mena es indiscutible, ya que ha sido muy importante para documentar la historia económica de México. El artículo “El desarrollo estabilizador: una década de estrategia económica en México” explica las principales características de la política económica de esa época, en particular la macroeconómica, y tiene un propósito, así como una clara retórica oficialista. El mensaje central es cómo la política de desarrollo estabilizador logró elevar la tasa real de crecimiento y reducir significativamente la inflación, y en el artículo se detalla la estrategia. Ortiz Mena enfatiza que la política descartó a priori la generación de ahorro inflacionario forzoso: era necesario actuar sobre los elementos determinantes del ahorro voluntario. La estrategia consistió en actuar sobre los factores económicos que determinan el ahorro y acoplar las medidas de política para colocar el ahorro de donde se genera a donde se utiliza. Para elevar al máximo la nueva inversión se decidió aprovechar también la capacidad de endeudamiento externo; es decir, la transferencia de ahorro del exterior. Durante el periodo no sólo hubo un incremento del ahorro inter-no, sino que también una proporción cada vez más alta se canalizó al sistema bancario. A través del Banco de México, mediante el mecanismo del encaje legal, el gobierno obtendría una proporción de los ahorros canalizados al sistema. La reducción de la inflación determinó, como era de esperarse, bajas en las tendencias al incremento de los precios en todos los sectores. Esto incluyó los precios relativos de los energéticos y de los servicios proporcionados por el sector público. La sustitución de importaciones era un elemento importante en la estrategia, para acelerar la tasa de crecimiento.

Sin duda, esos años han sido los de mayor crecimiento sostenido en la economía mexicana, convirtiéndose en un periodo de prosperidad sin equivalente en México. No obstante, fue también un periodo en el que se gestaron desequilibrios en la economía. Reynolds argumenta en su artículo que la capacidad productiva instalada durante los decenios de 1940 y 1950 de alta inflación permitió el crecimiento en los años sesenta con mayor estabilidad de precios. A pesar de que el sector privado continuaba respondiendo a los incentivos del gobierno, el patrón de crecimiento no se adecuaba a las crecientes necesidades sociales del país, ni las políticas que lo promovían eran capaces de asegurar el mantenimiento de las mismas condiciones de las que dependía su éxito. La política de “desarrollo estabilizador” no estaba resolviendo los problemas afrontados por México. Una respuesta eficaz habría requerido grandes cambios de la política tributaria y de gasto público, y un equilibrio a largo plazo del sector externo. La apariencia de estabilidad hizo que los gobernantes pospusieran las reformas necesarias de la política fiscal y del tipo de cambio, pues sus beneficios parecían inciertos y los gobernantes temían alterar el statu quo, y en particular sembrar desconfianza en el sector privado, nacional y extranjero, lo que acabaría con el “milagro”. Reynolds concluye que el periodo 1971-1976 podía considerarse de “desarrollo desestabilizador”, más que de “desarrollo compartido”. Pero el gobierno de Echeverría había heredado muchos problemas de sus antecesores. Uno de los aspectos importantes del artículo de Reynolds, más allá de que debate una retórica oficial, era que cuestionaba con un fundamento académico e informado algunos de los mitos que se fueron formando y que aún subsisten sobre la economía de aquellos años.19

En abril de 1985 falleció Óscar Soberón Martínez, quien había sido director de El Trimestre desde 1959. A Soberón lo relevó Carlos Bazdresch Parada, un economista que había estudiado en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey y posteriormente en la Universidad de Harvard. Bazdresch había sido funcionario público en el Banco de México y en la Secretaría de Hacienda, y fungió como director del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE); en 1994, cuando se le designó titular del Conacyt, dejó la dirección de El Trimestre.

Este cambio en la dirección fue importante porque representó una transformación en la revista. Previamente, los contenidos en su mayoría eran comisionados directamente por el director y el comité editorial, ya fueran números especiales o artículos individuales. Esto llevaba a que los contenidos representaran las preferencias de las personas en el comité. Carlos Bazdresch modificó las reglas de publicación, ya que introdujo un proceso de dictamen por pares. Esto cambió la naturaleza de las contribuciones, ya que abrió los contenidos a corrientes académicas más habituadas al proceso de dictamen.20 Para poder llevar a cabo esto, también fue cambiando paulatinamente la composición del comité editorial. A pesar de que hubo reacciones de sorpresa por esos cambios, la comunidad de economistas vio con buenos ojos que la revista incorporara mecanismos similares a los de otras revistas científicas. También en esos años se empezó a catalogar en índices internacionales.

A partir de la crisis de la deuda, la década de los años ochenta fue un capítulo traumático para las economías latinoamericanas. El peso inminente de los problemas se reflejaba en las páginas de El Trimestre. Hubo múltiples artículos, así como números especiales sobre el tema de la deuda externa, planes de ajuste estructural y sobre los planes antiinflacionarios. Entre ellos se publicó un número especial sobre planes antiinflacionarios en septiembre de 1987, y un número especial sobre programas de ajuste y crecimiento en julio de 1989.

De esa década, en esta recopilación se incluye el artículo “Los subsidios a la exportación y la balanza comercial”, de Santiago Levy, publicado en 1988. El artículo busca responder si los subsidios a las exportaciones mejoran la balanza comercial de un país. Esta pregunta resultaba importante dado que una característica central de las economías latinoamericanas durante los ochenta había sido la necesidad de atender la deuda externa. Esto llevaba a buscar mecanismos de política económica que disminuyeran el déficit comercial al menor costo económico para el país; uno de los mecanismos eran los subsidios a las exportaciones. Los resultados del estudio mostraban que cuando algunos precios responden al aumento de las exportaciones, a medida que se alcanzan restricciones de capacidad, o cuando las exportaciones tienen una elasticidad baja, los subsidios a la exportación gene-ran un déficit de comercio exterior mayor y, potencialmente, un salario real menor. En cambio, si la introducción de subsidios a la exportación es acompañada de una reducción del gasto público de valor igual al costo de los subsidios, se observan mayores niveles de producción y menor déficit comercial. Los resultados eran importantes desde el punto de vista de la política. Esto porque se encontraba que los subsidios a la exportación producen mayores exportaciones, pero el aumento de las exportaciones no se correlaciona necesariamente con reducción de los déficit comerciales.

De esa misma época, el artículo “Fuga de capitales y juegos distributivos”, de Aarón Tornell y Andrés Velasco, publicado en 1990, se incluye en esta recopilación. El trabajo plantea que las salidas de capital son resultado de un “juego dinámico distributivo” entre los grupos de interés en una economía nacional pobre. El trabajo busca responder a la problemática que enfrentaban muchos países por fugas de capitales. En la economía mundial se observaba una aparente contradicción con el modelo neoclásico de crecimiento: el capital parecía fluir de los países pobres a los ricos. La teoría neoclásica argumentaba que dado que los países pobres tienen una menor razón capital-trabajo, y por tanto un mayor producto marginal de capital, deberían experimentar entradas de capital; sin embargo, había salidas de capital de los países pobres, “fugas de capitales”, como ya se les llamaba.

Tornell y Velasco utilizan un modelo en el cual los agentes son grupos de interés, participantes en un juego dinámico, que pueden apropiarse de los activos internos de los demás. Cada grupo tiene “acceso abierto” a los acervos de capital nacional de otros grupos, lo cual permite apropiarse de los frutos de su inversión. El modelo plantea que el capital puede fluir de los países pobres a los ricos, aunque el rendimiento esperado sea mayor en el país pobre. La razón es que los grupos no pueden apropiarse de los activos de los demás en los países ricos —por lo menos no en la misma medida que en los países pobres—. En consecuencia, el rendimiento del capital, tras su apropiación por otros, no es necesariamente mayor que en el exterior, aunque el rendimiento esperado sí lo sea cuando no se toma en cuenta la economía política de la apropiación. Por lo tanto, la fuga de capitales puede surgir como un intento por colocar la riqueza propia fuera del alcance de los grupos de intereses rivales.21

Estos artículos muestran las implicaciones de una economía abierta, pero lo hacen incorporando nuevas herramientas de economía neoclásica, lo cual se hacía patente en la investigación publicada en la revista. En esa misma dirección se encuentra el artículo “Economías de escala y alcance en las exportaciones mexicanas más dinámicas”, de Kurt Unger y Luz Consuelo Saldaña (1989), que parte de la noción de Paul Krugman sobre economías de escala y comercio internacional (plasmadas en un artículo publicado en American Economic Review, en 1980). El artículo demuestra la necesidad de que se incorporaran elementos de teoría de organización industrial al análisis del comercio internacional para entender cómo se desarrolla una capacidad para exportar; ello a diferencia de enfoques, previamente comunes, que veían este problema como consecuencia de precios relativos. En esta misma línea, se publicó “Orientación del comercio exterior, deformaciones y crecimiento en los países en desarrollo”, de Sebastian Edwards (1992), en un número especial sobre crecimiento, política comercial y economía política del ajuste, coordinado por el propio Edwards y Edmar Bacha.

En 1995, con la salida de Carlos Bazdresch, el nuevo director de la revista sería Rodolfo de la Torre, un economista que había estudiado en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y en la Universidad de Oxford. En ese entonces De la Torre era académico en el ITAM; se observa en la revista un mayor nivel de especialización en las preguntas y el tratamiento de los problemas, así como un lenguaje y herramientas técnicos más estandarizados. Asimismo, se continuó con una tradición importante de traducción de artículos publicados en revistas internacionales.

En la década de los años noventa se notaba un empuje por incorporar nuevos métodos para estudiar los problemas. Ejemplos de ello son los artículos “El sistema económico mexicano, 1940-1988: un planteamiento de teoría de juegos”, de Gonzalo Castañeda (1992), y “La banca comercial y el sector agrícola: nuevos mecanismos para resolver un viejo problema”, de Pablo Cotler (1997).