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Del chontal al ladino

Hispanización de los indios de Antioquia según la visita de Francisco de Herrera Campuzano, 1614-1616

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Gómez Gómez, Mauricio Alejandro

Del chontal al ladino : hispanización de los indios de Antioquia según la visita de Francisco de Herrera Campuzano, 1614-1616 / Mauricio Alejandro Gómez Gómez. -- Medellín : Universidad de Antioquia. Facultad de Ciencias Humanas y Humanas, 2015.

192 páginas : ilustraciones, fotos, tablas ; 23 cm. -- (Fondo Editorial FCSH. Investigación)

ISBN 978-958-8890-8-14

ISBN E-book: 978-958-8890-86-9

1. Herrera Campuzano, Francisco de 2. Colonialismo - Historia 3. Indígenas - Historia - Antioquia (Colombia) 4. Colombia - Historia - Colonia, 1550-1810 I. Tít. II. Serie.

980.986 cd 21 ed.

A1497675

CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango

El presente libro se publica gracias a la cofinanciación
del Banco Universitario de Programas y Proyectos (BUPPE) de la Vicerrectoría de Extensión de la Universidad de Antioquia.


Contenido

AGRADECIMIENTOS

INTRODUCCIÓN

Mejor un cacique ladino que uno chontal

La visita a la tierra como fuente de la historia social

La provincia de Antioquia a principios del siglo XVII

Las visitas a la tierra en la historiografía hispanoamericana

1. “TODOS LOS INDIOS, INDIAS Y MUCHACHOS, CHICOS Y GRANDES”. DEMOGRAFÍA Y FAMILIA INDIA EN LA PROVINCIA DE ANTIOQUIA, 1614-1616

1.1 Encomiendas y encomenderos: el itinerario de la visita

1.2 Descripción de la población indígena de Antioquia

1.3 La familia indígena

2. TRABAJO Y DOCTRINA: DOMINIO DEL CUERPO Y DEL ALMA

2.1 Oro y maíz. “Por ser como lo son buenos mineros y labradores”

2.2 La doctrina. “Conocimiento de la verdadera y católica religión”

3. CASTIGOS, SALUD Y ALIMENTACIÓN: INDIOS TRATADOS COMO BESTIAS

3.1 Formas de curación. “Sin creer al demonio ni pedirle remedios para tener salud”

3.2 “Beber y comer templadamente”. Hambre entre la abundancia

4. “TAN LADINOS COMO LOS ESPAÑOLES”. INDIOS QUE DEJARON DE SERLO PARA HUIR DE LA ENCOMIENDA

4.1 Pablos Sastre: “Trabaja y tiene tienda en su casa en esta ciudad”

4.2 Don Alonso y Beatriz: “Los dos indios marido y mujer”

4.3 Los indios de Juan de Valdés: “Bastante bien vestidos y aprovechados”

CONCLUSIONES

BIBLIOGRAFÍA

LISTA DE TABLAS

LISTA DE MAPAS

LISTA DE GRÁFICOS

 

A Bernardo y Marina,

mis padres

 

Introducción

Mejor un cacique ladino que uno chontal

En febrero de 1616 Juan Burgueño del Castillo, defensor y protector general de los naturales de la ciudad de Antioquia, solicitó al oidor Francisco de Herrera Campuzano que reemplazara al indio Jerónimo Sagua en el cacicazgo de los indios guaracúes, por el indio Diego Numarra. La razón era que Sagua no sabía mandar a los indios, quienes no le obedecían ni respetaban por ser “chontal”. Según el protector, los indios querían que su capitán fuera Diego Numarra, pues era principal y “ladino”, los indios lo respetaban y querían mucho, por tanto tendría mayor capacidad para mandarlos y “estarán muy contentos y gozosos tendrán quién los gobierne y mande”.1

La alta mortalidad indígena obligaba a reagrupar los sobrevivientes de varias encomiendas, por ello al repartimiento de los indios guaracúes, encomendados en Francisco Martínez Vibancos, habían llegado los catías y los taitaes, sumando en total 128 indios. Eso provocó que allí llegaran a convivir tres caciques: Jerónimo Sagua, de cincuenta y ocho años, casado con Constanza, cacique de los guaracúes; don Pedro, de cuarenta y cuatro años, cacique de los catías, casado con Juana con quien tenía una hija de diez años llamada Ana; el cacique de los taitaes era Diego Numarra de cuarenta años, con su esposa Isabel eran padres de Juana, de diez años, Salvador, de seis, y Gonzalo, de tres.

Tres caciques eran demasiados para tan pocos indios. Tal vez pensando en una supremacía sobre los otros dos, don Pedro se afirmaba en su estirpe de caciques, reconocida por españoles y encomenderos, pues era hijo de don Diego Ajaragu de quien había heredado el lugar hacía dieciocho años. Acerca de Diego Numarra, ponía en duda su casta de cacique, porque apenas era sobrino de Queregama y, según don Pedro, en aquella tierra los cacicazgos se heredaban de padres a hijos. De Jerónimo Sagua le constaba ser de casta de caciques.2

Otro que estaba inconforme con el cacicazgo de Diego Numarra sobre los taitaes era el indio Juan Toné, pues era hijo del cacique Toné, que había muerto sin cristianizarse cuando era señor de los taitaes. El propio Juan Toné argüía que por derecho él debía ser el cacique, pero los indios no le obedecían y su puesto como mandador lo ocupaba Diego Numarra, elegido por Martínez Vibancos. Tampoco don Jerónimo Sagua era de casta de caciques y su lugar le pertenecía a Francisco, indio guaracú, por ser hijo de Ycona, antiguo cacique de los guaracúes.3

Diego Numarra debió ser puesto en el cargo de cacique por la petición de los indios guaracúes. Prevaleció por tanto su carácter de ladino sobre la dudosa línea hereditaria de su cacicazgo.

Inicialmente, el nombre ladino designaba el romance o castellano antiguo. Esta lengua, escrita por los judíos de la Península (castellano con caracteres hebreos), con el tiempo pasó a designarlos a ellos mismos. Luego de la llegada de los españoles a América, este término fue empleado para nombrar a aquellos que aprendían castellano como segunda lengua. En el Nuevo Reino de Granada se empleó con los indios y pocas veces se aplicó a los esclavos y negros libres. Con el avance de la cristianización, desde mediados del siglo XVII era claro que al decir “ladino” se está designando a un indio cristiano que hablaba español. En última instancia, pasó a significar “solapado” y “malicioso”.4

De acuerdo con Joanne Rappaport, el ladino era un camaleón, un ser que era imposible de catalogar.5 La autora recoge este término de Juan Esteban Lewin, para quien esta capacidad camaleónica de los ladinos para comportarse como blancos, indios o mestizos, según conviniera, logró desestabilizar la estructura de la sociedad.6 En opinión de Stuart Schwartz y Frank Salomon, la intervención española en la alfabetización, cristianización e imposición de costumbres hispánicas, produjo miles de personas llamadas “ladinos” o “nativos biculturales”. Los ladinos como “jugadores de juegos” culturales provocaban la desconfianza de las élites españolas y de los otros nativos, pues el uso de la palabra en el contexto de la época connotaba un feo tipo de astucia, así como una valiosa capacidad. Pese a ello, de la movilidad laboral de los indios ladinos dependían los españoles de las ciudades y las élites indígenas.7

Por el contrario, el término chontal, que le costó a Jerónimo Sagua la pérdida del cacicazgo de los indios guaracués, designaba al indio que aún no había aprendido el castellano o no lo hablaba muy bien y, por lo tanto, no era cristiano. Para ser un cristiano a cabalidad, había que expresarse en una lengua cristiana de manera aceptable. Esto era decisivo, debido a que para poder jurar y obtener garantía del testimonio era imprescindible conocer el castellano, de lo contrario no se podía prestar juramento. Existía el caso de indios que conocían medianamente el español y estaban bautizados, y por la primera razón, no se les tomaba juramento y solo se les hacía prometer que “dirán verdad”, so pena de incurrir en un grave pecado, lo cual no tenía el mismo significado ni el mismo valor. En ocasiones se usaba el término gandul como sinónimo de chontal.8

Esta anécdota muestra un avanzado proceso de hispanización de los indios de la provincia de Antioquia a principios del siglo XVII, en donde se aprecia que la ladinización no solo formaba parte de una política de la Corona española por hispanizar los indios, sino que también fue un proceso voluntario.

El objetivo de este libro es analizar aspectos de la vida indígena en los cuales la ladinización o hispanización de sus costumbres jugó un papel esencial en su supervivencia dentro de la sociedad antioqueña. Asimismo, manifestará partes de la cultura indígena que se resistieron a desaparecer y que fueron asumidas por los españoles, es decir, la asimilación de la cultura española no implicó la pérdida total de las tradiciones indígenas. Las razones para que se diera ese proceso de hispanización, ya fuera forzado o espontáneo, y las actividades que muestran sus matices, incluso del lado de los españoles, están incluidas en los cuatro capítulos que componen este trabajo.

Siguiendo a Jaime Valenzuela, las nociones de “ladino” y de “ladinización”, se toman aquí como propuesta de lectura de las formas culturales adaptativas asumidas por los indios de Antioquia de principios del siglo XVII, como sujetos subalternos, en sus formas de movilidad social. De acuerdo con este autor, la ladinización, dentro de la lógica de la hispanización y occidentalización, se entenderá en este texto como el proceso vivido por los pueblos indígenas desde la Conquista española para incorporar elementos europeos en sus formas de ser y entender el mundo. Así que, más que una imposición de las formas de cultura de los invasores, se aprecia la existencia, por parte de los indígenas, de una actitud proactiva que les permitió transformar culturalmente esos elementos y utilizarlos de forma consciente para adaptarse, movilizarse y obtener mejores condiciones de vida en los nuevos contextos de dominación española.9

En concordancia con Carmen Bernand y Serge Gruzinski, las formas de asimilar y emplear los elementos culturales españoles en la vida diaria de los indígenas, se entienden aquí dentro de la lógica de los mestizajes culturales. El encuentro de los europeos y las sociedades indias provocó una transformación de los modos de vida. Estos mestizajes culturales ya fueran espontáneos o forzados, nacieron de los choques surgidos por la Conquista, el temor, la incomprensión, el simple contacto o la curiosidad. De acuerdo con estos autores, luego del desorden inicial, con el tiempo se establecieron nuevas prácticas y creencias. Esas formas de mestizaje, ligadas a las necesidades de adaptación y de supervivencia, conformaron las culturas que aparecieron en el siglo XVII en el continente americano.10

Con esto tenemos que los mestizajes americanos fueron procesos irreversibles. Dentro de su dinámica no existía ya la opción de retornar al pasado indígena previo a la invasión española. Los aportes materiales de los europeos transformaron las sociedades indígenas, pues no solo involucraban lo material, sino que conllevaban nuevos valores por las ideas y efectos que significaban. Los animales domésticos europeos invadieron el medio natural y reemplazaron los hábitos de caza por la ganadería. Al dominar la abstracción del dinero, algunos indios prefirieron el trabajo asalariado que permanecer bajo el dominio del tributo y de la mita.11

Como vemos, los mestizajes más allá de sus implicaciones biológicas, como resultado de la yuxtaposición, aleación o fusión, abarcan procesos diversos. Cada quien interpreta la cultura del otro de acuerdo con su conocimiento previo, creencias y necesidades. Esos mestizajes culturales se desencadenan por la búsqueda de analogías, pues se tiene la convicción, con frecuencia equivocada, de encontrar el reflejo de sí mismo. Por constituir procesos individuales, los mestizajes culturales no son uniformadores, pues dependen de diversas variantes y evolucionan de manera compleja.12

Los españoles del Nuevo Mundo también se indianizaron. Según lo afirma Solange Alberro, el proceso de mestizaje cultural no solo involucró a la población indígena. Aunque se tiene la idea de que solo el dominador desempeñó un papel dinámico, consistente en conducir al vencido hacia lo que se concibe como el progreso unívoco del género humano, ese vencedor en determinadas circunstancias sufrió la influencia efectiva del dominado.13 A este proceso contribuyó el que los españoles que integraron la migración al continente americano tuvieran diferente procedencia geográfica y que la mayoría de ellos fueran analfabetos y buscadores de fortunas, pertenecientes a las culturas populares de la península.14

La visita a la tierra como fuente de la historia social

Dada la importancia de las visitas a la tierra como una fuente para la historia social, los expedientes de la visita del oidor Francisco de Herrera Campuzano constituyeron la fuente primordial para esta investigación.

Poco tiempo después de la conquista del Nuevo Mundo, la Corona española se preocupó por controlar y limitar el poder adquirido por los conquistadores, muchos de los cuales pasaron a ser encomenderos de indios en el territorio americano. Para la monarquía, era difícil tener un sometimiento efectivo de los oficiales reales, pues la lejanía entre la metrópoli y sus dominios hacía las comunicaciones lentas, difíciles y esporádicas. Esto conllevaba a una ausencia de control y al gozo de amplias atribuciones por parte de dichos oficiales. Los reyes católicos fundaron en las Indias tres instituciones jurídicas, aplicadas en los reinos ibéricos desde la Edad Media, encaminadas a fiscalizar la actuación de los organismos gubernativos y oficiales de la corona: la residencia, la pesquisa y la visita.15

Las visitas producían un gran acervo de información manuscrita que era archivada en las audiencias americanas y otras veces enviada a España. A través de los cientos de folios, las visitas dan cuenta de las vicisitudes acaecidas durante el desarrollo de la inspección, por lo que son una fuente inapreciable de la historia social: informan sobre la vida de la sociedad indígena (demografía, cargas tributarias, condiciones y contribuciones laborales, administración local, relación con otros grupos sociales, vida cotidiana, el papel de la mujer, religiosidad, educación), así como sobre la economía de un territorio rural (productos, rendimientos agrícolas, cabezas de ganado, límites de las propiedades, vías de comunicación.)16

En la visita a la tierra, el oidor debía recorrer los pueblos de indios para delimitar los linderos de las tierras. Según la Recopilación de las Leyes de los Reynos de Indias de 1680, los fines de estas visitas eran informar a los indios de la doctrina, de las tasas de tributos que debían pagar, del buen trato que debían recibir de sus encomenderos, pues ellos eran vasallos del rey, por tanto personas libres que podían disponer de los bienes de comunidad. En cada lugar, según las necesidades, estos objetivos eran desglosados en cuestionarios, que servían de guía al visitador durante los interrogatorios a indios y españoles.17

El cuestionario empleado estaba encaminado a recoger la información suficiente para tomar las medidas adecuadas. En cuanto a lo espiritual, el visitador preguntaba sobre la existencia de iglesia, la presencia de doctrinero y del cumplimiento de sus obligaciones pastorales y de su abstención de cobrar dinero o exigir servicios personales por la administración de sacramentos o por la enseñanza de la doctrina. También indagaba sobre la persistencia de idolatrías o “mohanerías” y sobre las molestias causadas a los naturales por el cobro de diezmos. Respecto a lo temporal, el visitador investigaba si el repartimiento estaba poblado en tierras suficientes y fértiles, y si los indios eran protegidos de quienes atentaban contra sus personas y bienes. Verificaba que vivieran separados de otros grupos étnicos que pudieran agraviarlos, moderaba los tributos exigidos y garantizaba el pago por sus trabajos. Por último, el oidor impartía castigos contra corregidores, encomenderos, capataces o mayordomos que maltrataran a los indios.18

La visita a la tierra era una institución protectora pero vigilante de la población indígena y sus encomenderos. En las pláticas que el oidor entablaba con los naturales, se advertía su preocupación por los avances del repartimiento en la cristianización y por su bienestar material. El visitador describía los predios del repartimiento y registraba el número de almas, divididas en tributarios o “útiles”, reservados (por enfermedad, edad o dignidad como los caciques), ausentes (en otras encomiendas o regiones) y “chusma” o “gente” (mujeres y menores de dieciocho años de uno y otro sexo.)19

En la historia administrativa del Nuevo Reino de Granada se destacan tres ciclos de visitas a la tierra. El primero se presenta a partir de la fundación de la Real Audiencia de Santafé (1550-1600). El segundo, a comienzos del siglo XVII y el tercero, en la segunda mitad del siglo XVIII III, dentro de las disposiciones de las reformas borbónicas. En su visita a Antioquia efectuada entre 1614 y 1616 durante el segundo ciclo, Francisco de Herrera Campuzano diligenció el reconocimiento de la provincia en tiempos en que el control administrativo era precario y se pretendía poner fin al ilimitado poder adquirido por algunos conquistadores vueltos encomenderos.20

La visita de Antioquia se realizó tardíamente con respecto a otros territorios de la Audiencia de Santafé: Tomás López visitó las jurisdicciones de Tunja y Sogamoso en 1560, Juan López de Cepeda realizó una visita a Tunja entre 1571 y 1572, y Francisco Guillén Chaparro visitó la provincia de Muzo en 1584. Los pueblos de indios de las provincias de Tunja y Santafé se organizaron en las visitas efectuadas por los oidores Miguel de Ibarra en 1593-1595 (Santafé), Andrés Egas de Guzmán en 1596 (Tunja) y Luis Henríquez de 1599 a 1602 (Tunja y parte de Santafé.)21

Entre las disposiciones del visitador estaba el establecimiento de pueblos de indios,22 para que estos vivieran separados de los españoles, quienes, en teoría, eran los habitantes exclusivos de ciudades y villas; así como de los mestizos y negros, pues se les tenía por corruptores de las costumbres indígenas. Sin embargo, en la visita a los repartimientos de la provincia de Antioquia, se puede ver que tal separación no estaba delimitada estrictamente: los españoles empleaban a los indios en oficios agrícolas, mineros, domésticos y en otros tipos de artes manuales. También existían uniones conyugales con mestizos y negros. Por otra parte, se les imponía la hispanización de sus costumbres, aprendizaje del español, doctrina cristiana y vivir en asentamientos permanentes.23

El visitador Francisco de Herrera Campuzano es probable que haya nacido en la villa de Hita del Arzobispado de Toledo, pues allí poseía grandes propiedades, entre ellas varias casas principales, una en la plaza de la villa, además de tierras, huertas, viñas y olivares. Sus padres fueron Antonio de Herrera Campuzano y Juana Espinosa y Castillo. Estudió derecho en la Universidad de Salamanca, fue caballero de la Orden de Santiago, consultor del Santo Oficio de la Inquisición y teniente corregidor en la villa de Madrid.24

Herrera Campuzano pasó a América al ser nombrado oidor de la Real Audiencia de Santafé en el Nuevo Reino de Granada, a donde llegó en junio de 1609, acompañado por un corto séquito que incluía a su primo Diego Calderón y su sobrino Antonio de Herrera. Antes de llegar a Santafé estuvo diez meses en Cartagena, en una visita a Francisco de Santander, “capitán y sargento mayor de ella y castellano del fuerte de San Matías”, a quien condenó a muerte. Su decisión fue revocada por una cédula real.25

En enero de 1611, el oidor acompañó al presidente de la Real Audiencia, don Juan de Borja, a tomar asiento en las minas de oro y plata de la ciudad de Mariquita. Allí realizó la visita a los indios de mina, para desagraviarlos de sus encomenderos e imponerles su carga tributaria. Para entonces iban siete años de guerra contra los indios pijaos que dificultaban la comunicación entre el Nuevo Reino y Popayán, pues habitaban una vasta extensión aledaña al río Magdalena.26

El oidor estuvo en la provincia de Antioquia por provisión de la Audiencia, entre julio de 1614 y mayo de 1616, encargado de visitar a sus naturales, de quienes hizo la correspondiente descripción. En su carácter de visitador tenía facultades de mando.

En 1622 visitó las ciudades de La Palma y de Muzo, en busca de dinero para las arcas reales. Durante su estadía en Santafé formó parte del cuerpo de oficiales reales que acompañó al presidente Juan de Borja en su gobierno (1605-1628), entre los cuales estaba Juan de Villabona Zubiaurre, Antonio Villa Real y Leiva, Alonso Vázquez de Cisneros y Lesmes de Espinosa Saravia. Después de dieciséis años en la Audiencia de Santafé, en mayo de 1624 regresó a España con licencia del rey.27

El oidor dejó en Santafé dos hijos naturales llamados Manuel Antonio y Francisca María, a quienes engendró con la viuda encomendera doña Antonia de Chaves, hija de Juan de Chaves y doña Eufrasia de Santiago. Doña Antonia, nacida en 1584, era hermana de Juan Clemente Chaves, alcalde ordinario de Santafé y alférez mayor y gobernador de la provincia de Antioquia. Fue la tercera esposa de Lope de Céspedes, quien al morir sin hijos le heredó las encomiendas de indios de Ubaque y Cáqueza. Antonia murió el 18 de octubre de 1660 en el convento de Villa de Leiva, del que fue benefactora.

La hija, doña Francisca María de Herrera se casó el 28 de abril de 1648 con don Nicolás Osorio Nieto de Paz (hijo de Francisco Osorio Nieto de Paz), teniente de corregidor en la ciudad de Los Remedios y en Santafé, y alcalde ordinario de esta ciudad entre 1664 y 1672. Herrera Campuzano dejó como herencia a su hija Francisca y a sus descendientes 450 ducados de renta al año en dos juros de Almojarifazgo Mayor de Indias.

El oidor se casó en Madrid en 1626 con doña Mariana de Frías y Ayala, hija del licenciado don Juan Frías, consejero de Felipe IV, y miembro de los Consejos de Guerra y de la Inquisición, y de doña Catalina Alemán y Ayala. Este hidalgo alcarreño acumuló una gran fortuna, representada en algunas casas y tierras en Hita y Guadalajara, rentas cuantiosas provenientes de juros y alcabalas; cuadros, tapices, vestidos, una notable biblioteca, objetos de plata y una enorme cantidad de joyas de oro y plata engastadas con perlas, diamantes y esmeraldas de las minas del Nuevo Reino.28 Según Juan Flórez de Ocáriz no se llevó bien con su mujer y no tuvo hijos legítimos. Volvió como oidor a México en 1627 y allí murió el 27 de diciembre de 1630.29

Por su parte de Rodrigo Zapata de Lobera, escribano de la visita, se conocen menos datos. Se sabe que era natural de la villa de Zalamea de la Serena, de la orden de Alcántara en Extremadura, hijo legítimo de Diego y de Juana de Aldana Zapata. Escribano real y de las visitas de Indios del Nuevo Reino de Granada y en su Real Cancillería, escribano de cámara y gobernación. Estuvo casado con doña María de Mendoza y Arteaga. Sus hijos fueron Juan, doña Juana, fray Diego, fray Alonso y don Rodrigo Zapata, sucesor de su padre en el oficio de escribano de visitas.30

La provincia de Antioquia a principios del sigloXVII

El espacio geográfico de este trabajo corresponde a la delimitación que tenía la provincia de Antioquia a principios del siglo XVII y las principales ciudades y villas que habían resistido las adversidades y estaban de pie. Ellas eran las ciudades de Santafé de Antioquia, Cáceres, Zaragoza y San Francisco de Guamocó, y la villa de San Jerónimo del Monte.31

Desde mediados del siglo XVI, la provincia de Antioquia se constituyó como frontera por su lejanía de los centros de poder y por la confrontación territorial de las gobernaciones de Popayán y Cartagena.32 Según Fernando Operé, la integración de los indios a los conquistadores españoles fue un lento proceso de asimilación, en especial en los territorios de fronteras, lugares donde se enfrentaron culturas distintas y el medio natural hizo más lento el proceso de conquista.33

Para Antioquia son válidas las características de las provincias de frontera en Hispanoamérica propuestas por Clarence H. Haring. Los españoles que ocuparon provincias ubicadas en fronteras obtuvieron amplios beneficios consistentes en tierras, indios y poderes locales, donde lograron vivir como grandes barones feudales al disponer del patrimonio real, y tan alejados en espacio y tiempo de los centros de poder monárquico que no temían una interferencia efectiva.34

En el MAPA 1 están consignados los asentamientos urbanos y la delimitación geográfica que tenía la provincia al momento de la visita de Francisco de Herrera Campuzano, así como los pueblos de indios mandados a conformar por este oidor.

El siguiente es un breve relato cronológico sobre las fundaciones españolas en el territorio estudiado. Jorge Robledo fundó la ciudad de Antioquia el 4 de diciembre de 1541 en la provincia de Ebéjico y en 1546, al tratar de consolidar el dominio español a orillas del Cauca, fundó la villa de Santafé. La ciudad de Antioquia y la villa de Santafé sirvieron de puntos de partida para conquistar la región. Las fundaciones de Robledo integraron el territorio conquistado a la jurisdicción de la Gobernación de Popayán. Luego de la muerte de Robledo, Gaspar de Rodas como teniente de gobernador se propuso el sometimiento militar de los indios de la región. Esto coadyuvó a la consolidación de una administración y gobierno que fue, por medio siglo, prácticamente autónoma.35

En 1571 llegó Andrés de Valdivia a la ciudad de Antioquia y tomó posesión de la disposición de Felipe II, fechada el 24 de agosto de 1569, que ordenaba la primera delimitación geográfica, política y administrativa de la recién creada provincia “de entre los dos ríos”, segregada del territorio de la provincia de Popayán.36 Como primer gobernador de Antioquia, Valdivia conquistó y pobló el territorio comprendido entre los ríos Cauca y Nechí. Para ello debió enfrentarse a los indios que habían resistido el sometimiento español.37

MAPA 1

Provincia de Antioquia a principios del siglo XVII

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Fuente: Adaptado a partir de Juan David Montoya Guzmán y José Manuel González Jaramillo, Visita a la provincia de Antioquia por Francisco de Herrera Campuzano, 1614-1616 (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 2010), 32.

Valdivia y más de sesenta de sus soldados murieron en esta guerra contra los indios en 1574. Gaspar de Rodas fue ratificado en el cargo de gobernador en 1578. Durante los primeros años de su gobierno, se intensificó la reducción de los indios y la fundación de ciudades como forma de sometimiento de estos y de colonizar los territorios que para entonces permanecían sin descubrir. Algunas ciudades desaparecieron por los continuos ataques de los indios, la escasez de oro y la dificultad para llevar bastimentos. Entre ellas figuran San Juan de Rodas, fundada por Rodas en 1570; y San Juan de Ubeda, fundación de Valdivia de 1574. Más adelante Rodas fundó Cáceres (1576) y Zaragoza (1581), ciudades que pervivieron en parte debido al efectivo control militar logrado sobre el territorio en la década de 1580.38

El origen de la villa de San Jerónimo del Monte se remonta a septiembre de 1570 cuando Gaspar de Rodas fundó la ciudad de San Juan de Rodas a dos leguas del río Cauca cerca del Nudo de Paramillo. En 1583, esta ciudad fue reedificada por el capitán Alonso de Rodas Carvajal. Después de ser asediada por los indios se fundó nuevamente en 1584 en otro lugar con el nombre de villa de San Jerónimo del Monte. Este emplazamiento estaba ubicado a dos días de camino del río Cauca y a cuatro de la ciudad de Cáceres. Debió ser reconstruida en 1600, cuando se la llamó “de la Limpia Concepción”, para finalmente desaparecer en el siglo XVII.39

La ciudad de Antioquia, que había sido excluida de la gobernación, adscrita a Popayán por estar afuera de los dos ríos, fue incorporada en 1584 a la provincia.40 Con ello se logró integrar la jurisdicción alrededor de una ciudad importante. Sin embargo, la decadencia minera y la hostilidad de los naturales, obligaron a sus vecinos a abandonarla e irse a vivir en la villa de Santafé. Para la década de 1590, los títulos de la ciudad se trasladaron a la villa, que pasó a ser conocida como la ciudad de Santafé de Antioquia. Unas tres décadas después se la llamó simplemente ciudad de Antioquia.41 Este traslado parece haber sido de hecho, pues no ha sido encontrado un documento en que se haga traslado de los títulos y escudo.42

A finales del siglo XVII, los asentamientos españoles eran pocos. Consistían en ciudades mineras aledañas a los ríos Cauca y Nechí. La riqueza aurífera encontrada en Santafé de Antioquia, Cáceres y Zaragoza contribuyó a que la población se concentrara en esas tres ciudades. No obstante, para esos años el proceso de expansión de la frontera seguía en auge, solo que las expediciones fracasaban y las ciudades fundadas desaparecían rápidamente. En la segunda década del siglo XVII, auspiciado la política expansionista del gobernador Bartolomé de Alarcón (1606-1614), Juan Pérez Garavito fundó en la provincia de Guamocó la ciudad de San Francisco de la Antigua, cuya población permaneció vigente casi todo el siglo.43 Por fuera de estos centros mineros no hubo hasta mediados del siglo XVII ninguna concentración de población articulada al sistema político monárquico.44

Las visitas a la tierra en la historiografía hispanoamericana

El primer estudio sobre las visitas a la tierra lo realizó el americanista Guillermo Céspedes del Castillo, quien en 1946 publicó en el Anuario de Estudios Americanos el artículo “La visita como institución indiana”.45

Allí definió los conceptos de residencia, visita y pesquisa, que hasta el siglo XVII eran empleados indistintamente en documentos y textos legales. La residencia era un juicio público hecho a un oficial real al finalizar su período en el cargo. La visita tenía carácter de inspección. Era colectiva pues afectaba a organismos jurídicos con todo el personal que los integrara, no tenía periodicidad ni limitaciones de tiempo. Con la pesquisa se esclarecían presuntos actos delictivos de oficiales sobre quienes había quejas.

Céspedes clasificó las visitas en generales y específicas. Las generales abarcaban un virreinato, una capitanía general o una audiencia, el visitador tenía poder para intervenir en la administración y el gobierno. El virrey era la única autoridad que escapaba al poder del visitador general. Las visitas específicas se limitaban a una menor extensión territorial: personal de las armadas y flotas de Indias, castillos y fortalezas militares, universidades, estancias, obrajes e ingenios, cajas reales y las visitas a la tierra. Estas últimas eran realizadas por un oidor en una parte del territorio de su audiencia, en compañía de un escribano y algunos criados. El visitador no podía ir acompañado por soldados pues el viaje era de paz, ni llevar su familia para no ocasionar gastos a la hacienda.

En 1946 Leopoldo Zumalacárregui publicó un artículo que ejemplificaba la arbitrariedad en el uso de los términos visita y residencia en el siglo XVI. En 1543 el licenciado Gregorio López fue comisionado para verificar las acciones de Juan Gutiérrez Calderón, escribano de la Casa de Contratación. El escribano, descontento con la sentencia, intentó aminorar los efectos al argumentar que se le había practicado una residencia y no una visita, pues la residencia no afectaba el prestigio de ninguna autoridad.46

Años después, en 1975 Julián Bautista Ruiz Rivera resaltó la importancia de las visitas a la tierra como una fuente clave para el estudio de la historia social en Hispanoamérica en el siglo XVII. Según este historiador, la documentación de las visitas a la tierra además se había estudiado en su parte cuantitativa (demografía y tributo), mientras que la parte más importante de esta fuente, es decir su aspecto social, había sido el menos atendido por los historiadores.47

En 2002 Fernando Mayorga García publicó un artículo que tenía por fin difundir la idea de que la visita a la tierra era una institución que protegía al indígena. Este punto de vista contrasta con el de otros autores que han considerado la visita a la tierra como una forma de afianzar el sometimiento, por medio de la tasación y la doctrina.48

Los anteriores estudios fueron llamados de atención para sobre las posibilidades ofrecidas por esta fuente. Un tipo de publicación común en el estudio de las visitas a la tierra es el que presenta la transcripción total o parcial del documento, con una introducción donde se explica la visita y su contexto, por lo regular con una reseña biográfica del oidor que la realizó.

Berta Ares Queija publicó dos obras sobre la visita a la tierra efectuada por el oidor Tomás López Medel en la gobernación de Popayán entre 1558 y 1559. Inicialmente hizo un estudio del personaje de López Medel y una transcripción de la visita. El segundo libro estuvo más enfocado en la persona de este visitador como representante del Imperio Español.49 En la colección Relaciones y visitas a los Andes, que empezó a publicar en 1992, Hermes Tovar Pinzón siguió el esquema de hacer una introducción y a continuación publicar las transcripciones. El cuarto tomo está dedicado a las visitas del a región del alto Magdalena, contiene las visitas de la Provincia de Mariquita (1559), Natagaima (1562) y Chapayma (1563).50

Otro libro que sigue este modelo fue publicado en México en 2000. Consta de tres visitas a la tierra hechas a los indios de Nueva Galicia entre 1606 y 1616. Thomas Calvo trabajó la visita de Juan de Paz Vallecillo en 1606. Jean-Pierre Berthe estudió la visita de Gaspar de la Fuente entre 1608 y 1609. Y Águeda Jiménez Pelayo, la visita del oidor Juan Dávalos y Toledo en 1616. Cada autor hizo un esbozo biográfico del oidor y una reseña de la visita como preámbulo de cada transcripción.51

En 1993 Luis Fernando Molina Londoño transcribió la síntesis de la visita de Francisco de Herrera Campuzano a Antioquia, hecha por el escribano Rodrigo Zapata de Lobera, donde registró los beneficios de la visita a petición de la Real Audiencia de Santafé consolidados en número de encomiendas, indios y pago de tributos. El documento está precedido por una reseña biográfica del oidor y la definición de las visitas a la tierra o de indios.52

En 2010, los historiadores Juan David Montoya y José Manuel González publicaron una selección de los documentos más relevantes de los expedientes disponibles de la visita de Herrera Campuzano. La primera parte de su libro contiene una descripción de la conformación del territorio antioqueño, su sociedad y su geografía, así como una reseña biográfica del oidor.53

El aspecto cuantitativo de las visitas a la tierra ha sido uno de los más estudiados, en especial por los historiadores económicos. En Colombia la primera obra que utilizó las visitas a la tierra como fuente fue la de Germán Colmenares La Provincia de Tunja en el Nuevo Reino de Granada. Ensayo de historia social (1539-1800), escrita a finales de la década de 1960. Luego de haberse instalado la Audiencia en el territorio del Nuevo Reino de Granada, la primera visita de la tierra se hizo en la provincia de Tunja, dada su importante población. A partir de entonces, las visitas fueron frecuentes. Colmenares contó con un importante acervo documental que le permitió, por un lado, estudiar los cambios de la organización social indígena a lo largo del tiempo y, por el otro lado, analizar la disminución poblacional, las formas de dominación y los conflictos por las tierras de los indios.54

Antoinette da Prato-Perelli realizó en 1990 un estudio demográfico de las encomiendas del oriente de Venezuela, visitadas en 1688 por el oidor Fernando de la Riva Agüero a las encomiendas del oriente venezolano.55 De igual forma, en 2004 Mariángeles Mingarro Arnandis analizó la demografía de las encomiendas de Tunja de acuerdo con los informes de visitadores y evidenció la destrucción de la familia y la catástrofe demográfica de los indios de Tunja.56 Por su parte, Montserrat Domínguez Ortega estudió la producción agraria de las encomiendas de Tunja a finales del siglo XVIII, cuando se llegaba a la desaparición de los pueblos de indios y la ocupación de sus territorios por parte de españoles y blancos.57

De acuerdo con el llamado de Ruiz Rivera, la visita también ha sido empleada como fuente para la historia social y cultural de los grupos indígenas. Para el caso colombiano existen dos trabajos de la década de 1980. María del Carmen Borrego Plá empleó la visita de Martín Camacho a los indios bogas de la gobernación de Santa Marta entre 1597 y 1598. La autora realizó una detallada descripción de la situación laboral de los indios como bogas en el río Magdalena y de la legislación sobre su trabajo.58 Carl Henrik Langebaek utilizó las visitas tempranas del Nuevo Reino de Granada para mostrar, en los indios conquistados por los españoles, las permanencias culturales de sus antepasados, entre ellas el carácter autosuficiente de la economía muisca y su patrón de poblamiento disperso y móvil.59

En 1990, la antropóloga Martha B. Anders estudió a los indígenas mitimaes, quienes en el Imperio Inca eran enviados a lugares lejanos para cumplir una tarea específica. El estudio lo hizo a partir de tres visitas a la tierra en la región de Huánuco en el Perú. En este caso la visita a la tierra (las visitas de Juan de Mori y Hernando Alonso Malpartida en 1549, Diego Álvarez en 1557 e Íñigo Ortiz de Zúñiga en 1562) es una valiosa fuente de información etnográfica e histórica sobre los pueblos andinos del siglo XVI. Anders analizó en la estructura de las visitas aspectos como el cuestionario y los intereses que movían a los visitadores. Así, pudo estudiar la jerarquía sociopolítica, organización económica, tributos, redes sociales y de parentesco de los mitimaes. Las tres visitas permitieron a la autora analizar la evolución de la institución de los mitimaes en esos años.60

En 1993 María Rostworowski de Díez Canseco estudió el mundo andino peruano en los siglos XVI y XVII. La autora llamó la atención sobre la importancia de las visitas como fuente histórica que, dado su volumen y contenido, constituyen importantes “minas de información”. Sobre estos registros del ejercicio burocrático español, la autora arroja una sombra de duda sobre la veracidad de los testimonios, pues los jefes étnicos de mayor edad ya habían fallecido y los jóvenes no podían o no querían contestar ciertas preguntas para no perjudicarse.61

Patricio Hidalgo Nuchera, en su trabajo de 2001, explica las particularidades de las visitas a la tierra en las islas Filipinas. Entre sus conclusiones afirma que las visitas solo fueron eficaces durante el tiempo de su realización, mientras los oficiales reales estaban presentes, pues una vez terminada la visita los opresores de los indios permanecían en el lugar, por lo que su resultado a largo plazo era muy cuestionable.62

NOTAS
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