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Primera edición digital: noviembre 2015
Colección Investigación

Fotografía de la portada: Archivo familiar Luis de Oteyza
Composición de la portada: Juan Cruz Ortiz de Landázuri
Diseño de la colección: Jorge Chamorro
Edición: Juan Fernández Rivero
Revisión: José Cabrera y Juan Francisco Gordo

Versión digital realizada por Libros.com

© 2015 Antonio Rubio
© 2015 Libros.com

info@libros.com

ISBN digital: 978-84-16616-07-7

Antonio Rubio

Luis de Oteyza y el oficio de investigar

«Soy un periodista, fundamentalmente. Toda la vida he sido un periodista. Mis libros son libros de periodista aunque se vea poco. Pero esos libros tienen una cantidad de investigación y de comprobación de datos y de rigor histórico, de fidelidad a los hechos, que en el fondo son grandes reportajes novelados o fantásticos, pero el método de investigación y de manejo de la información y los hechos son de periodista».

Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura

 

«El tiempo es igual a la verdad. Es decir, no hay una verdad acerca de todo, pero hay muchos hechos objetivos. Cuanto más hechos puedas obtener, más cerca estás de la verdad, y entonces es cuando te sientas para interpretarlos. En los periódicos nunca tuve tiempo suficiente para encontrar todos los hechos. Juré, cuando empecé a escribir libros, que nunca escribiría hasta que no hubiera explorado todas las vías».

Robert Allan Caro, premio Pulitzer

Índice

 

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Título y autor
  4. Cita
  5. Introducción
  6. Prólogo
  7. Capítulo I: Luis de Oteyza
  8. Luis de Oteyza, periodista de investigación
  9. Kapuscinski español
  10. El primer equipo de «investigación español»
  11. Las pruebas del encuentro: un escrito y un documento gráfico
  12. Carta de Abd el-Krim sobre el rescate de los prisioneros
  13. ‘Alfonsito’, historia de una fotografía
  14. Teresa Escoriaza, corresponsal de guerra y amiga de Oteyza
  15. Riotinto y La Libertad
  16. El diputado Oteyza
  17. Al Senegal en avión
  18. Las crónicas se convierten en libro
  19. Oteyza diplomático: septiembre 1933 – agosto 1936
  20. Conversaciones con la familia. Carlos Oteyza: historiador, documentalista, director de cine y nieto
  21. Conversaciones con la familia. Guillermo Betancourt Oteyza, el nietísimo
  22. Cronología de Luis Oteyza
  23. Capítulo II: Tres pioneros del periodismo de investigación
  24. El desastre de Annual: la censura y la prensa
  25. Manuel Aznar Zubigaray
  26. Rafael López Rienda
  27. Víctor Ruiz Albéniz
  28.  
  29. Anexo
  30. Mecenas
  31. Contraportada

Introducción

 

Cuando decidí hacer mi tesis doctoral, en el año 2000, me puse a buscar un tema que fuera nuevo, diferente y que además tuviera que ver con mi profesión, periodista; mi especialidad, investigación; y con mi lugar de origen, Melilla. Tras un tiempo de estudio, de escudriñar la hemeroteca y buscar libros y estudios relacionados con mi tierra, llegué a la conclusión de que tenía que indagar sobre el Rif, la zona del Protectorado español que tantos problemas y muertos había ocasionado a este país, hasta tal punto que algunos historiadores llamaron «La guerra del Rif» al periodo que va de 1909 a 1923.

Y para hablar de aquella guerra tenía que saber cómo y de qué forma se habían cubierto, periodísticamente, los hechos, y cómo y por qué ocurrieron aquellos sucesos, especialmente el desastre de Annual, donde a finales de julio de 1921 murieron más de 8.000 soldados porque el general Fernández Silvestre, jefe de la Comandancia Militar de Melilla, se había empecinado en ocupar la bahía de Alhucemas antes del 25 de julio, día de Santiago. El general, que dirigía las tropas, cometió todo un cúmulo de errores como estratega militar. Para esa acción recibió el apoyo y ánimo de un íntimo amigo suyo, el rey Alfonso XIII.

Tras el desastre de Annual el líder rifeño Abd el-Krim hizo prisioneros a 491 españoles entre militares y civiles, y el Gobierno español, después de que el periodista Luis de Oteyza denunciara la situación que estaban viviendo, accedió a pagar un rescate de cuatro millones de pesetas de aquella época que se materializaron a través del empresario vasco Horacio Echevarrieta.

A la hora de estudiar, profundizar e investigar qué es lo que pasó durante aquellos días, meses y años y saber por qué murieron miles de españoles, me planteé hacerlo como lo que era, un periodista de investigación. Recopilé, trabajé y me documenté a través de los medios de la época y las crónicas y reportajes de los periodistas que estuvieron en el lugar y que fueron enviados al Protectorado español por sus respectivos medios. También recuperé los libros publicados por aquellos periodistas que no se callaron ante las presiones y censuras del poder político, militar y de la Monarquía, y denunciaron, con nombre y apellidos, todas las negligencias, que plasmaron luego en auténticas obras de «investigación». Aquellos periodistas fueron cuatro: Rafael López Rienda, Manuel Aznar Zubigaray, Víctor Ruiz Albéniz y Luis de Oteyza. Y estos son algunos de los trabajos que llevaron a cabo en sus medios.

Rafael López Rienda se dirige a los diputados y senadores:

El escándalo del millón de Larache

Cuando la hacienda española está más resentida; cuando todo el país se lamenta dolorido del desangre que Marruecos supone para toda España —gracias a los fracasos de todos—, surge el escándalo de la Intendencia de Larache, por un chantaje frustrado, con todas sus inmoralidades y todas sus vergüenzas, descubriendo la podredumbre existente en uno de los sectores de la administración española. Testimonio de ello es este libro, que en nombre del país adolorido os dedico, por si, cumpliendo nuestra verdadera finalidad como representantes suyos, podéis conseguir que el dinero no se administre en una orgía de ambiciones insaciables… El país, el Ejército, sano y limpio de culpa, os lo pide, y debéis hacer esa obra de verdadero patriotismo.

Manuel Aznar Zubigaray denuncia el 24 de julio de 1921 en el diario El Sol:

Un tema de investigación: ¿Quién manda la jarka?

Ante los ojos de nuestras autoridades en Marruecos se ha estado preparando la guerra santa contra las tropas de Lyautey [Residente General del Protectorado francés en Marruecos]… Ante nuestras autoridades se ha practicado el espionaje y se han procurado medios a los moros sospechosos.

Los moros han atacado a la europea, siguiendo los más clásicos preceptos de los generales franceses y europeos… Ante este hecho, verdaderamente singular, cabe preguntarse, ¿quién manda la jarka? Toca al ministro de la Guerra y al ministro del Estado (sobre todo al ministro del Estado) enterarse.

Debajo de la línea del río Kert, entre las posiciones españolas y la zona de la frontera francesa, se mueve el famoso rebelde Abd el-Krim… Sabemos (y brindamos la información segurísima al ministro de la Guerra) que Abd-el-Malek dispone de 5.000 fusiles para emplearlos bien contra España, bien contra Francia.

Insistimos: ¿quién o quiénes mandan a los moros y los han enseñado a emplear una táctica clásicamente europea frente a las posiciones españolas? Se trata de un tema que merece la pena ser detenidamente investigado…

Víctor Ruiz Albéniz levanta la voz y va a la cárcel:

Ecce Homo, las responsabilidades del desastre, prueba documental y aportes inéditos sobre las causas del derrumbamiento

Al pueblo hay que decirle todo, porque, al fin, suya es la sangre que se derrama en las conmociones bélicas, y suyo el dinero que en guerra y en paz se emplea para la obra de destrucción o reconstrucción.

En Annual, donde murió parte de nuestra juventud por la bigotada del general Silvestre. Si en España tenemos doce millones de analfabetos, no es, a buen seguro, porque el pueblo español los produce con su indolencia y falta de amor a la sabiduría, sino porque criminalmente se le ha negado el pan espiritual, quizás porque con ello era más fácil a los de arriba comer el pan candeal de la dirección del país.

Aquella campaña, una de las más justas que he emprendido en mi vida, me valió que el general Primo de Rivera me metiera en la cárcel. Doce días y medio estuve encerrado.

Luis de Oteyza y el líder de los rifeños:

Abd el-Krim y los prisioneros

Deseo informar a los lectores de La Libertad —los más numerosos y los más comprensivos de España— de cuanto a los propósitos se refiere. Creo sinceramente que la pugna entre ustedes y nosotros es un problema de desconocimiento, y que el conocernos unos y otros sería la paz. Le ofrezco, pues, con tan buena finalidad, la ocasión de presentarse ante el público español.

«Nosotros no queremos la guerra (dice Abd el-Krim), pero estamos dispuestos a defender nuestro honor, es decir, nuestra independencia, porque yo juzgo, y todos los míos lo creen así, que la independencia es el honor de los pueblos, mientras sea preciso».

Hay que recordar que la guerra del Rif era un conflicto bélico entre un estado, el español, y unos indígenas que reivindicaban la gestión de sus tierras, la administración de sus riquezas y libertad para gobernarse a sí mismos. Para informar sobre aquella movilización había que estar allí. Y para ello me propuse reconstruir, estudiar ese episodio histórico de España desde fuentes primarias, los corresponsales de guerra y los enviados especiales de los principales diarios nacionales, pero utilizando fuentes secundarias, sus crónicas y reportajes sobre los acontecimientos.

Tras cinco años de trabajo e indagación defendí mi tesis Periodistas españoles en la guerra del Rif (Marruecos): 1921-1923. Origen del Periodismo de Investigación en España. El resultado final fue una tesis doctoral nueva, diferente, donde pude acreditar documentalmente que todos los estudios que se habían realizado hasta aquel momento sobre los orígenes del periodismo de investigación en España son asertos que tienen que ser matizados.

La catedrática Montserrat Quesada, en su obra Periodismo de investigación o el derecho a denunciar (1997), coloca el origen de esa especialidad periodística en 1983 y se basa en un trabajo del equipo de investigación del diario El País sobre el atentado llevado a cabo por ETA el 20 de diciembre de 1973 contra el almirante Carrero Blanco. Este trabajo académico-periodístico sobre los periodistas españoles en la guerra del Rif sitúa los orígenes del periodismo de investigación español en los acontecimientos ocurridos en el desastre de Annual (1921-1923), y analiza y documenta los porqués de aquel drama.

En esos años, 1921-1923, fueron cuatro los periodistas españoles que trabajaron, indagaron y documentaron sus reportajes y libros con el mismo esquema y sistema que se utiliza hoy día para definir qué es el periodismo de investigación. Ellos fueron Manuel Aznar Zubigaray, secretario general y director del diario El Sol, que fue el primer medio que utilizó el concepto investigación como género y lo llevó a su portada; Aznar Zubigaray es el abuelo del expresidente José María Aznar. Víctor Ruiz Albéniz, más conocido por El Tebib Arrumi (el médico cristiano), fue corresponsal y enviado de El Universal, El Liberal y, más tarde, director del diario Informaciones; además, fue abuelo del exministro de Justicia Alberto Ruiz Gallardón. Rafael López Rienda, director del Diario Marroquí, reveló cómo y quiénes se llevaron el dinero de Intendencia y fue uno de los primeros reporteros audiovisuales. Y Luis de Oteyza, director del periódico La Libertad y el único que llegó hasta territorio enemigo para entrevistar, en plena guerra, al líder rifeño Mohamed Abd el-Krim El Jattabi y a los prisioneros españoles que estaban en Axdir y sobrevivieron al desastre de Annual.

Luis de Oteyza fue el más prolífico de todos ellos. Periodista, escritor, diputado por el Partido Liberal, embajador de la II República en Venezuela y aventurero que se atrevió a dar la vuelta al mundo en avión y a reportajear cada uno de sus viajes. La similitud, coincidencia, pensamiento y obras de Luis de Oteyza y Manuel Chaves Nogales, dos grandes del periodismo español, van parejas en aquellos años y los dos terminan su trayectoria profesional y personal con el exilio.

Prólogo

Mirando atrás y adelante

El maestro Luis de Oteyza no es un hombre, un periodista de ayer, es un personaje del presente y está más vivo que nunca. Sus denuncias, sus trabajos, sus reportajes de investigación, su compromiso y su actitud política —militante radical y antimonárquico—, son los de un hombre de hoy.

Si el periodista, director, político, intelectual, embajador, poeta, novelista y aventurero Luis de Oteyza estuviera vivo veríamos llegar su firma desde Venezuela o en tierras africanas o asiáticas como enviado especial. Estaría cubriendo los últimos acontecimientos o movimientos del Estado Islámico, denunciando las irregularidades o la falta de libertad de expresión que sufre aquel país sudamericano o habría puesto camino a Egipto navegando por las aguas del Canal de Suez, el Mar Rojo, el Océano Índico, Filipinas y China hasta llegar al país de los cerezos, tal y como narra en su libro de viajes De España al Japón (1927). Por último, se encontraría con Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito, en Cabo-Juny tras culminar su viaje Al Senegal en avión (1928).

Y muy posiblemente, a su vuelta de esas andanzas periodísticas, donde denuncia el colonialismo imperante en todas aquellas tierras, estaría cubriendo las manifestaciones en la Puerta del Sol y levantando algún caso de corrupción de los políticos de la época. No hay que olvidar que él fue el único periodista español que en 1922 fue capaz de atravesar las líneas enemigas y llegar hasta Axdir, cerca de Alhucemas (hoy Marruecos, ayer Protectorado español), donde tenía montado su campamento Mohamed Abd el-Krim El Jattabi, jefe de los rebeldes rifeños.

Como ya hemos explicado, este líder rifeño había matado a más de 8.000 soldados del Ejército español en el desastre de Annual (21 julio 1921) y hecho prisionero a 491 militares, de los cuales 147 murieron durante el cautiverio. Por esos que aún estaban vivos Abd el-Krim exigió al Gobierno un rescate de cuatro millones de pesetas de aquella época y la liberación de varios encarcelados rifeños. Se pagó el rescate y los prisioneros, enfermos y malnutridos, volvieron a casa el 28 de enero de 1923 (18 meses y 9 días después de Annual), pero el rey Alfonso XIII no fue a recibirlos ni a darle las gracias por su lucha y esfuerzo por España. El monarca tenía obligaciones más importantes en aquellos días: estaba cazando con un grupo de amigos.

También como ministro plenipotenciario en Venezuela (1933) Luis de Oteyza supo levantar la voz, como le había pedido su amigo y presidente de la República Niceto Alcalá Zamora, contra la dictadura del general Juan Vicente Gómez. General que era venerado por un sector del pueblo venezolano por su actitud patriarcal y despreciado por los otros por su brutalidad, corrupción y terror.

Tampoco se quedó atrás el periodista cuando en 1925 renunció a la dirección del diario La Libertad —hay que recordar que había sido elegido democráticamente por sus compañeros de redacción— cuando el banquero Juan March, que había comprado el periódico, intentó cambiar la política editorial. Dos años antes, en 1923, Oteyza había sido elegido diputado a Cortes por el distrito de Huelva en representación del Partido Liberal por denunciar las condiciones de miseria y esclavitud en las que vivían los mineros de Riotinto. Y en 1924 apostó por un nuevo medio, la radio, y se convirtió en director de Telegrafía sin hilos. Después, presionado y perseguido por la dictadura del general Primo de Rivera, Oteyza dejó España y se fue a Filipinas a conocer y recorrer mundo. A su vuelta, escribió:

Todo está igual

parece que fue ayer

el día en que partí…

Hechos, actos, noticias de ayer que vivió en primera persona el maestro Oteyza y que hoy serían crónicas y portadas de cualquier periódico de tirada nacional. La Historia, tan caprichosa y cíclica, nos ha devuelto aquellos hechos con otros personajes y protagonistas, pero con las mismas actitudes y comportamientos: muertos, incomprensión, religión, dictadura, corrupción política, capital o Ibex 35 que intenta amordazar a la prensa y un rey que prefiere irse de caza, como ya lo hizo su abuelo en enero de 1923, ante situaciones y momentos delicados por los que pasa el país que regenta. Perdón, que regentaba.

Luis de Oteyza es uno de los grandes periodistas que quedan por recuperar de aquella primera mitad del siglo XX español y que dio a la profesión y a la información un nivel que hasta entonces no tenía, lo que hoy conocemos como «valor añadido». Padre del reporterismo y uno de los pioneros del periodismo de investigación, tal como lo entendemos y practicamos en la actualidad, supo estar, documentar, acreditar y verificar cada una de sus informaciones.

Junto a Manuel Chaves Nogales, ya recuperado como escritor y para la historia del periodismo español, se convirtió en uno de los primeros periodistas que utilizó el avión para desplazarse a los lugares donde se producía la noticia y recorrer el mundo. De España al Japón y Al Senegal en avión fueron dos de sus grandes obras periodísticas. Luis de Oteyza y Manuel Chaves Nogales, los dos grandes escritores, periodistas, aventureros, republicanos y comprometidos con la libertad, coincidieron en su lucha por la República y en su amistad con el presidente Niceto Alcalá Zamora, y fomentaron el género del reporterismo o periodismo de viaje, que años más tarde también utilizó y cultivó el maestro Ryszard Kapuściński.

Además, la obra Juan Belmonte de Manuel Chaves Nogales y El diablo Blanco de Luis de Oteyza fueron dos libros que se tradujeron al inglés y que se utilizaron en diferentes universidades extranjeras como manuales para el aprendizaje del español. En marzo de 2009 tuve la oportunidad de reivindicar, académicamente, a Luis de Oteyza por segunda vez —la primera, como ya he sugerido, fue en septiembre de 2006 en la Universidad Complutense de Madrid con motivo de la defensa de mi tesis doctoral Periodistas españoles en la guerra del Rif (Marruecos) 1921-1923. Origen del Periodismo de Investigación en España—. Fue en la Universidad del Norte de Barranquilla, en Colombia —país en el que Oteyza también tuvo un interesante recorrido profesional—, cuando dicté la conferencia inaugural de la Cátedra Europa: Medios de comunicación en Europa y América Latina. Heródoto, Luis de Oteyza, Ksawery Pruszynski, Albert Camus y Ryszard Kapuściński>: Periodismo «intencional» y «valor añadido».

Tanto en la Complutense como en la Universidad del Norte mantuve y mantengo que Luis de Oteyza es nuestro Ryszard Kapuściński, que ha sido considerado el mejor reportero del siglo XX. El polaco y el español aportaban un «valor añadido» a sus informaciones y los dos utilizaron en sus trabajos y reportajes las técnicas de Heródoto y de Pruszynski.

Allí, en Barranquilla y en marzo de 2009, recordé ante los embajadores europeos en Colombia, el rector de la Universidad y los futuros periodistas, que los medios de comunicación, tanto en Europa como en América Latina, se encontraban en crisis, y que los empresarios y editores buscaban y buscan un «valor añadido» para sus medios.

La historia nos ha demostrado que Heródoto, Luis de Oteyza, Ksawery Pruszynski y Ryszard Kapuściński sabían dar ese «valor añadido» a sus crónicas y reportajes y que, además, eran auténticos periodistas intencionales: buscaban un cambio a través de sus informaciones, investigaciones y revelaciones. Ellos dieron dignidad y calidad a la profesión, especialmente Oteyza y Kapuściński. Los dos son europeos y los dos terminaron su carrera personal y profesional bañándose de la sabiduría y el conocimiento de otro continente: América, y de esa América se quedaron con América Latina. Los dos son mis maestros, a los dos los estudio y los dos, antes que nada, eran reporteros y buscaron la verdad en cada una de sus informaciones y en cada pueblo que visitaron.

Luis de Oteyza, que fue director del diario español La Libertad (1919-1925), tuvo que exiliarse de España en dos ocasiones porque dictadores como Primo de Rivera (1923) y Francisco Franco (1936) no le permitieron ejercer su oficio en su país. Por eso el maestro Oteyza emigró a otras tierras: Filipinas, Estados Unidos y América Latina, donde vivió durante un tiempo, en Colombia.

Tras un largo periplo en el extranjero, Oteyza volvió a España en 1931, cuando se restableció la República. Dos años después, en 1933, se trasladó a Caracas como ministro plenipotenciario del Gobierno de la República española en Venezuela. Allí desempeñó ese cargo durante tres años.

En 1936, en pleno nacimiento de la democracia en Venezuela, Oteyza volvió a Madrid, pero por poco tiempo. Había estallado el levantamiento franquista y el periodista tuvo que abandonar, de nuevo, su país para ya nunca más regresar. Oteyza puso rumbo a América (Nueva York, La Habana, Bogotá, Buenos Aires…) y realizó trabajos especiales para El Excelsior de México, Crítica de Buenos Aires, La Esfera de Caracas y el Diario de la Marina de La Habana. El reportero y escritor colaboró con los periódicos más prestigiosos de América Latina y, en 1943, comenzó a trabajar en el semanario colombiano Sábado, cuando era su director Plinio Mendoza. Más tarde regresó a Venezuela y allí murió en 1961, a los 77 años.

Oteyza fue un adelantado del periodismo informativo europeo y uno de los primeros periodistas de investigación de España. Demostró, además, durante su quehacer profesional, que la teoría de «los cincos sentidos» («estar, ver, oír, compartir y pensar») que Ryszard Kapuściński desarrollaba en sus reportajes, él ya la utilizaba y aplicaba en sus crónicas y en sus investigaciones periodísticas. La historiadora María Rosa de Madariaga incluyó en la reedición de su libro España y el Rif (2000) una certera crítica sobre el director de La Libertad. Madariaga reflejaba lo importante que fue el periodista en su época y el valor histórico de sus informaciones, que sirvieron para saber cómo y por qué ocurrió el desastre de Annual:

Luis de Oteyza reflejó testimonios vivos, directos y sinceros. Cuando se propuso decir al público español las cuatro verdades exponiendo con valentía y honestidad, la realidad de unos hechos que cuidadosamente se ocultaban o se presentaban deformados. Por eso arrastró la hostilidad de la mayoría de sus colegas de la prensa.

Madariaga, especialista en temas del antiguo Protectorado de España en Marruecos, se refiere al magnífico trabajo periodístico que realizó Oteyza sobre Mohamed Abd el-Krim poco después del desastre de Annual (21 de julio de 1921). Ese conjunto de reportajes y entrevistas, que se publicó en el periódico La Libertad durante todo el mes de agosto de 1922, fue editado posteriormente en forma de libro con el título Abd el-Krim y los prisioneros[1]. Pero Oteyza no sólo fue un adelantado de la técnica narrativo-descriptiva y narrativo-explicativa, sino que también se convirtió en un muckraker —como definió en 1906 el presidente Theodore Rooselvet a los periodistas norteamericanos que denunciaron su política económica— y siempre buscó el cómo y el porqué de las informaciones con las que trabajaba.

El maestro Ryszard Kapuściński siempre nos decía que «el buen y el mal periodismo se diferencian fácilmente: en el buen periodismo, además de la descripción de un acontecimiento, tenéis también la explicación de por qué ha sucedido». A Luis de Oteyza ya no le dejaban explicar el porqué de las cosas y por eso tuvo que emigrar a América Latina, primero en 1925 y después en 1936.

Oteyza pasó sus últimos años impartiendo sus conocimientos, ejerciendo su profesión y llevando a la práctica los consejos que años más tarde dio Kapuściński: «El verdadero periodismo es el del contacto vivo con la gente y con las situaciones. Ese conocimiento directo constituye la base del reportaje serio y con ambiciones literarias».

Para finalizar quiero recuperar unas reflexiones que hizo la gran Soledad Gallego, exsubdirectora del diario El País, sobre Chaves Nogales en el prólogo del libro El hombre que estaba allí, de los periodistas Daniel Suberviola y Luis Felipe Torrente y editado, como este, por Libros.com:

Mi generación recuperó muy tarde a Chaves Nogales […]. Conseguir que la memoria de Manuel Chaves Nogales esté viva para todos quienes pretendan, hoy y mañana, incorporarse al oficio de periodista, es fundamental, porque difícilmente se les puede ofrecer un mejor ejemplo y un mejor maestro […]. Cómo es posible que un periodista como él fuera prácticamente desconocido para mi generación […]. Acabamos nuestra carrera sin haber leído sus reportajes, sin haber estudiado su manera de observar y de narrar las cosas.

Todas y cada una de esas apreciaciones sobre Chaves Nogales son aplicables perfectamente a Luis de Oteyza y queremos recuperar su figura, sus trabajos de investigación, su forma de narrar y de hacer periodismo para que no se pierda y llevarlo a las facultades y másteres de periodismo para que los futuros periodistas aprendan del pionero del periodismo de investigación en España.

Si tuviéramos que resumir qué es y cómo representaríamos al maestro Luis de Oteyza en el mundo actual —en la redes—, diríamos que su hashtag, su llamada, su reclamo, su identificación, sería #PeriodismoVivo.

Capítulo I: Luis de Oteyza

Luis de Oteyza, periodista de investigación

 

La noche del 20 de julio de 1921, los periodistas madrileños discutían en corrillos animados en la Central de Teléfonos, que estaba a la entrada de la calle de Alcalá. Pronto, muchas tertulias que se prolongaban hasta la madrugada en los cafés vecinos se animaron con el tema de la guerra de Melilla. Unos centenares de metros más abajo, en el Ministerio de la Guerra, instalado en el palacio de Buenavista, la agitación rivalizaba con el estupor. La posición de Igueriben, conquistada días antes, estaba a punto de caer: Fernández Silvestre, comandante general de toda la zona, obseso por la idea de llegar hasta Alhucemas, se encontraba a pocos kilómetros, en Annual, posición clave de esta punta de lanza tan precipitadamente esgrimida contra las regiones controladas por los rifeños bajo el mando de Mohamed Abd el-Krim el-Jatabi.

De esta forma tan clara y directa describe el historiador Manuel Tuñón de Lara la situación que se vivía en Madrid pocas horas antes del desastre de Annual, donde el general Fernández Silvestre, desobedeciendo las órdenes del general Dámaso Berenguer, Alto Comisario Español en el Protectorado de Marruecos, y con el apoyo del monarca Alfonso XIII, llevó a la muerte a más de 8.000 soldados españoles. Y continúa el historiador narrando los hechos posteriores a aquella noche, el 21 y 22 de julio, cuando los rumores se convirtieron en realidad y, más tarde, en noticia:

Durante cuarenta y ocho horas aumentaron los rumores y el Gobierno enmudecía. La tarde del día 22 (se refiere al 22 de julio de 1921), todo Madrid, toda España supo que la zona oriental del Protectorado se había hundido estrepitosamente y que los marroquíes marchaban sobre Melilla. Las reacciones pasaban de la consternación a la cólera. Tan sólo el día 23 habló el ministro de la Guerra a los periodistas para decirles que las pérdidas «no han sido aún determinadas, pero son numerosas». Aguardó aún veinticuatro horas para anunciarles la muerte —¿desaparición?, ¿suicidio?— del general Fernández Silvestre.

Tuñón de Lara, en ese segundo tiempo, cuando el rumor ya es noticia, desastre, masacre y escabechina, se pregunta qué había ocurrido en Annual y qué pasaba en Melilla. Es decir, el historiador se plantea el «antes» y el «después» de aquellos sucesos (Annual, 21 de julio de 1921): «Retrocedamos ahora para ver cómo se habían desarrollado los acontecimientos que llevaron a semejante situación en el Protectorado».

Partiendo de aquellos hechos y haciendo de historiador, o de periodista de investigación —los dos investigan y exploran la historia—, he retrocedido hasta julio de 1921 y he buscado a través de los periodistas que se encontraban delante de la Central de Teléfonos de Madrid, de los que estaban en el Protectorado de Marruecos y de los que después fueron a investigar, qué ocurrió realmente en Annual, por qué ocurrió, quiénes fueron los causantes y qué repercusiones tuvieron después en la historia de España.

De todos aquellos periodistas, muchos y muy buenos, he elegido cuatro que dieron a sus crónicas y reportajes un punto de profundidad, precisión, datos, documentación e investigación que no tenía el resto. Esos cuatro son Manuel Aznar Zubigaray (El Sol), Víctor Ruiz Albéniz (Diario Universal), Rafael López Rienda (Diario Marroquí) y Luis de Oteyza (La Libertad). El último, Oteyza, el más reportero de todos ellos, se atrevió a cruzar las líneas enemigas y presentarse delante del líder de la cabila de Beniurraguel y de los rifeños, causante de aquella matanza, Mohamed Abd el-Krim El Jattabi, y preguntar: ¿por qué? La respuesta del que más tarde sería el presidente de la República del Rif (1923-1926) fue clara y contundente:

El Rif no ha combatido a los españoles, sino al partido imperialista que quiso avasallarle […]. El Protectorado que un día creímos aceptable, hoy sabemos que no lo es. Ni una posición, ni un soldado.

Y en ese mano a mano entre el director de La Libertad y el guía espiritual y político de la República del Rif, el periodista aclara y puntualiza: «Pero reconocer vuestra independencia sería inútil. Otras naciones intervendrían». Abd el-Krim El Jattabi responde con contundencia y desafío:

¡Que lo hagan! Con quien sea lucharemos hasta el exterminio… ¡Con quien sea! El Rif ha vivido siempre independiente, sin reconocer dominación ninguna. Y así sigue, y así seguirá.

Luis de Oteyza, como un auténtico reportero y periodista de investigación, convirtió aquel encuentro y aquellas crónicas en el campamento de prisioneros que los rifeños habían montado en Axdir, a siete kilómetros de Alhucemas y ciento veintitrés de Melilla, en una extraordinaria serie que fue publicando en el diario La Libertad y, después, como hacen los auténticos periodistas de investigación, plasmó en un libro todo lo que no pudo incluir en el serial, con documentos y manuscritos del propio Abd el-Krim y unas excelentes fotos del joven y brillante fotógrafo Alfonso Sánchez, ‘Alfonsito’.

Cómo y de qué manera afronta Luis de Oteyza la entrevista con Abd el-Krim, en territorio enemigo y con una pistola cerca de su cabeza, es una auténtica clase de periodismo que debería estar en los manuales de las facultades de esta disciplina y en los másteres de Investigación.

Hoy se puede decir y sostener que fueron ellos —Manuel Aznar Zubigaray, Víctor Ruiz Albéniz, Rafael López Rienda y Luis de Oteyza— los primeros periodistas que practicaron en España, de manera formal, el periodismo de investigación y que, además, «provocaron algún tipo de cambio» o lo que el maestro Ryzard Kapuściński calificaba como periodismo intencional.

Esos cuatro periodistas investigaron, descubrieron y revelaron qué ocurrió entre 1921 y 1923, y supieron aplicar la teoría o filosofía del maestro norteamericano Robert Allan Caro cuando dice que «el tiempo es igual a la verdad, cuanto más tiempo le dedique uno a una historia, más cerca estará de la verdad».

Todos ellos aplicaron esas técnicas antes de que el mejor reportero del siglo XX las pusiera por escrito:

[…] Todo periodista es un historiador. Lo que él hace es investigar, explorar, describir la historia en su desarrollo. Tener una sabiduría y una intuición de historiador es una cualidad fundamental para todo periodista.

El Kapuściński español

 

Esta es la introducción que hace en el año 2000 Sergio Dahbar, editor del diario El Nacional de Venezuela, con motivo de la recopilación de los trabajos y publicaciones de Luis de Oteyza, Obras selectas, por la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas:

Hubo un tiempo en que el periodismo mordía el polvo de la aventura. Ese tiempo estuvo marcado por periodistas como Luis de Oteyza, que comenzaron a cambiarle el rostro a los medios de comunicación a principios del siglo y no cesaron en su empeño. Crearon diarios y semanarios, dieron la vuelta al mundo, enfrentaron peligros, revelaron informaciones desconocidas, pelearon por acabar con las injusticias que unos hombres les hacen a otros hombres. Cabe recordarlos como lo mejor que ha reunido una profesión que nunca pareciera tener tiempo para homenajear a sus propios héroes.

Luis de Oteyza García fue periodista, diputado, novelista, aventurero, poeta, fundador y director de La Libertad y embajador de la II República española en Venezuela. Pero Oteyza, ante todo, fue un reportero que nunca dudó en poner en peligro su vida por una buena información, estuviera donde estuviera la noticia. Prueba de ello es que el director de La Libertad cruzara las líneas enemigas para entrevistarse en territorio enemigo con el líder de los rifeños, realizando un trabajo periodístico que sirvió para que el Gobierno cambiara su actitud con respecto a los 491 prisioneros españoles que estaban en manos de Abd el-Krim y pagara cuatro millones de pesetas por su libertad (en el momento de su liberación sólo quedaban 331, el resto fue muriendo durante su cautiverio).

Fue uno de los pocos periodistas españoles que en aquellos momentos buscó respuestas a las preguntas que llegó a hacerse el historiador Tuñón de Lara cuando describía los corrillos y reuniones que montaron los periodistas el 21 de julio de 1921 junto a la Central de Teléfonos de la calle Alcalá de Madrid. Oteyza, tras contactar y entrevistar a Mohamed Abd el-Krim, uno de los causantes de aquella masacre, explica por qué decidió ir hasta Axdir, donde el líder de los rifeños tenía su cuartel general y retenía a los militares españoles:

Era que dirigía yo La Libertad cuando Abd el-Krim se alzó en el Rif contra la soberanía española, conquistando las plazas de nuestra ocupación y aprisionando las tropas que las guarnecían. Y pensé que había de darse a los lectores de mi periódico una información hecha en el campo enemigo, recogiendo las declaraciones del afortunado caudillo de los beniurriagueles y de las quejas de sus prisioneros.

La historiadora María Rosa de Madariaga, en la reedición de su libro España y el Rif[2] (2000), tuvo que incluir, en reconocimiento al director de La Libertad, una página donde refleja lo importante que fue el periodista en su época y el valor histórico de sus informaciones:

Quiero dejar constancia de que la desconfianza o los recelos de los investigadores hacia las informaciones periodísticas como fuentes fidedignas y la cautela con que se las tiene en cuenta, excepto cuando se trata, por supuesto, de estudios sobre la opinión pública, no están siempre justificados, máxime cuando se trata de testimonios vivos, directos y sinceros como el de Luis de Oteyza quien, arrastrando la hostilidad de la mayoría de sus colegas de la prensa, se propuso decir al público español las cuatro verdades, exponiendo con valentía y honestidad, la realidad de unos hechos que cuidadosamente se ocultaban o se presentaban deformados.

Madariaga, especialista en temas del Rif, se refiere al magnífico trabajo periodístico que realizó Oteyza sobre Mohamed Abd el-Krim. Tras los sucesos de Monte Arruit y Annual el director de La Libertad, sin dudarlo un momento, dejó su despacho en Madrid y en compañía del fotógrafo ‘Alfonsito’ Sánchez Portela, hijo del famoso Alfonso, y de Pepe Díaz, fotógrafo de Prensa Gráfica, se dirigió hacia Marruecos y entró en tierras enemigas para localizar, primero, y entrevistar, después, al líder rifeño. Madariaga reconoce el valor histórico-documental de los trabajos periodísticos de Oteyza en el estudio introductorio del libro cuando afirma que «las declaraciones de Mohamed ben Abd el-Krim y su hermano Hammed (Mahomed) a Luis de Oteyza confirman en gran parte lo que revelan otros documentos de archivo».

Antes de adentrarme más en la aportación periodística de Oteyza en la historia del Rif y demostrar que fue uno de los creadores o pioneros del periodismo de investigación en España, quiero aportar unos breves apuntes biográficos sobre su persona y sus inicios profesionales.

Luis de Oteyza nació en Zafra (Badajoz) el 30 de junio de 1883 «en el seno de una familia distinguida, oriunda de las provincias norteñas del País Vasco, aunque establecida por varios años en Madrid»[3]. A los pocos días del nacimiento la familia volvió a su ciudad de residencia, Madrid, donde Oteyza cursó sus estudios. Seducido por la idea de viajar, el joven inició el curso preparatorio para ingresar en la Escuela Naval, pero el desastre de la Marina Española en Cuba y Filipinas le obligó a cambiar de idea y se matriculó en la Escuela de Ingeniería de La Moncloa, carrera que abandonó poco después.

Su trayectoria periodística comenzó en 1905. Oteyza realizó sus primeros trabajos en la revista El Globo, que dirigía Pío Baroja. Allí hizo de redactor de noticias deportivas. Un año más tarde ya colaboró en La Nación y en Madrid Cómico.

En 1907 Luis de Oteyza se casó con María Hernández de Tejada y se trasladó a Oviedo, donde consiguió un empleo en un banco. En ese nuevo oficio de administrativo estuvo muy poco tiempo.

Con posterioridad entró a formar parte del equipo de redactores de la revista La Tierra de Cartagena. Después pasó a El Liberal de Murcia, periódico del que se convirtió en su director en poco tiempo. De 1909 a 1912 trabajó como redactor de El Liberal de Barcelona, rotativo que dirigió desde 1912 hasta 1914. Más tarde volvió a Madrid para colaborar en El Liberal y El Imparcial.

En 1919 los compañeros de Oteyza en El Liberal de Madrid lo eligieron por unanimidad como director, pero la empresa, sorprendentemente, nombró a Enrique Gómez Carrillo, escritor guatemalteco. Esas discrepancias entre empresa y periodistas provocaron que gran parte de ellos abandonara el periódico, con Oteyza a la cabeza, y fundara uno nuevo que se llamó La Libertad.

Ese periódico siempre estuvo asociado al político liberal Santiago Alba, que en 1917 fundó el partido Izquierda Liberal y que llegó a ser ministro de Estado en el gobierno de García Prieto. Alba estaba relacionado con el empresario vasco Horacio Echevarrieta, quien hizo llegar al líder rifeño Abd el-Krim los cuatro millones de pesetas que costó rescatar a los prisioneros de Annual y Monte Arruit.

La Libertad salió a la calle el 13 de diciembre de 1919, pero una demanda por competencia ilícita de El Liberal provocó que el primero tuviera que cambiar de nombre por un tiempo y adoptara el de El Popular. La demanda se resolvió rápidamente y el 1 de enero de 1920 La Libertad volvió a los lectores con Oteyza como director.

En 1920 La Libertad se posicionó apoyando a los mineros de carbón de Riotinto, que se habían declarado en huelga. La valiente actitud del diario, que denunció las inhumanas condiciones de vida que soportaban aquellos trabajadores y sus familias, enfrentó al periódico con la derecha más tradicional. Entre julio y agosto de 1921, como consecuencia del desastre de Annual, La Libertad alcanzó récord de ventas en España: entre 200.000 y 230.000 ejemplares. Se da la circunstancia, de que más de la mitad de la tirada del periódico se vendía en Madrid.

La Libertad siempre mantuvo una política crítica con las informaciones gubernamentales que el Gobierno facilitaba sobre la campaña en África, y Oteyza, desde su puesto de director, llevó a cabo varias iniciativas periodísticas contra el control informativo que ejercía el Ejecutivo y en febrero de 1922 desarrolló una «campaña de opinión» sobre la actuación española en Marruecos y recogió en el periódico las posturas de personas relevantes del mundo de la política, la religión y lo social. Participaron, entre otros, Indalecio Prieto, Alejandro Lerroux y Amós Salvador. En la cobertura informativa de la campaña de Marruecos, La Libertad también contó con firmas ilustres, como la de Eduardo Ortega y Gasset.

Especialmente polémica fue la publicación el 16 de noviembre de 1921 de una carta de Abd el-Krim dirigida al redactor de La Libertad Rafael Hernández, en la que el líder rifeño fijaba las condiciones de entrega de los prisioneros españoles que estaban en su poder desde el desastre de Annual (cuatro millones de pesetas y la devolución de todos los musulmanes recluidos en cárceles españolas). El ministro de la Guerra, Juan de la Cierva, consideraba que la publicación de esas cartas elevaba a Abd el-Krim a la categoría de jefe único de los rifeños y lo igualaba al jefe del Estado español, circunstancia que consideraba humillante.

El tratamiento que dio el periódico a la guerra de África no sólo le granjeó la enemistad de la clase política, sino que también se ganó el enfrentamiento de muchos de los periódicos de la época, entre ellos ABC, que lo tildó de «antipatriota y traidor».

Los reportajes de Oteyza en Marruecos, con entrevista incluida a Abd el-Krim, y el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923, fueron los momentos informativos más importantes del periódico. Hay que recordar, desde el punto de vista histórico, que Oteyza y La Libertad apoyaban el pago del rescate de los prisioneros que estaban en manos del líder rifeño. El empresario vasco Horacio Echevarrieta, mentor del periódico madrileño, participó activamente ante Abd el-Krim y el Gobierno español para que finalmente se llegara a un acuerdo en el tema de los prisioneros y en el pago del rescate.

Como muchos otros periodistas de la época, Luis de Oteyza también hizo sus pinitos en política. Animado por Alba, se presentó a las elecciones de 1923 y fue elegido diputado por Huelva, aunque su mandato duró tan sólo tres meses, de junio a septiembre, debido al golpe militar de Primo de Rivera (13 de septiembre de 1923).

En 1925 Oteyza abandonó La Libertad, entre otras cosas porque el empresario Juan March adquirió el diario. El periodista se marchó a recorrer mundo, empezando por Filipinas, donde residía su hermano Carlos. De esa época son sus obras de ficción y sus libros de viajes más famosos: El diablo blanco (1928), De España al Japón y En el remoto Cipango (1927).

Una vez que se restableció la República, en 1931, el periodista regresó a España y estuvo aquí durante cuatro años. Posteriormente, en 1933, se trasladó a Caracas como ministro plenipotenciario del Gobierno de la República española en Venezuela. Desempeñó ese cargo durante tres años. En ese período publicó en La Esfera una serie de columnas que luego recopiló en libros: Las mujeres de la literatura y Los dioses que se fueron.

En 1936, en pleno nacimiento de la democracia en Venezuela, Oteyza volvió a Madrid, pero por poco tiempo. Había estallado el levantamiento franquista y el periodista tuvo que abandonar de nuevo un país al que nunca más regresó.

Oteyza se dirigió a Nueva York, y allí realizó trabajos especiales para El Excelsior de México, Crítica de Buenos Aires, La Esfera de Caracas y el Diario de la Marina, de José Ignacio Rivero ‘Pepín’, que invitó al periodista a trabajar para él en La Habana. Al mismo tiempo, Oteyza colaboró con los periódicos más prestigiosos del continente.

En 1943 el periodista volvió a Venezuela, donde murió el 10 de marzo de 1961, después de una breve estancia en Bogotá para colaborar con la revista Sábado.