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Esther Gimeno Ugalde

La identidad nacional catalana.
Ideologías lingüísticas entre 1833 y 1932

Lengua y Sociedad en el Mundo Hispánico
Language and Society in the Hispanic World

Editado por / Edited by
Julio Calvo Pérez (Universitat de València)
Luis Fernando Lara (El Colegio de México)
Matthias Perl (Universität Mainz)
Armin Schwegler (University of California, Irvine)
Klaus Zimmermann (Universität Bremen)

Vol. 26

Esther Gimeno Ugalde

La identidad nacional catalana.
Ideologías lingüísticas
entre 1833 y 1932

Vervuert · Iberoamericana · 2010

Libro impreso con la ayuda de la Asociación Austríaca de Investigación (Österreichische Forschungsgemeinschaft)

© Iberoamericana, 2010

Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid

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ISBN 978-84-8489-540-4 (Iberoamericana)

ISBN 978-3-86527-577-6 (Vervuert)

Depósito Legal:

Diseño de la cubierta: Michael Ackermann
Fotografía de la portada: © Fototeca.cat - G.Serra; Ref. 81063 - Prat de la Riba, president de la Mancomunitat, al mig de la fotografia amb els seus consellers

Impreso en España

Este libro está impreso integramente en papel ecológico blanqueado sin cloro

ÍNDICE

Agradecimientos

Introducción

Cuestiones preliminares

1.Definición de conceptos

1.1.Diglosia y conflicto lingüístico

1.2.Estatus, prestigio y valor comunicativo de las lenguas

1.3.Ideología, actitud y discursos lingüísticos

1.4.Lengua nacional

2.Marco teórico: identidades y nacionalismos

2.1.Identidades individuales y colectivas

2.2.Nación, nacionalismo e identidad nacional

2.3.Lengua: ¿elemento definidor de la identidad nacional?

3.Orígenes y evolución del catalanisme (1833-1932)

3.1.Primera etapa: de 1833 a 1873

3.2.Segunda etapa: desde el inicio de la Restauración (1875) hasta el Gran Desastre (1898)

3.3.Tercera etapa: de 1899 a 1932

3.4.Conclusiones

4.Evolución de la identidad catalana: siglo XIX y principios del XX

4.1.Introducción: lengua e identidad catalanas

4.2.Recuperación de la lengua e identidad catalanas

4.2.1.El catalán en el siglo XIX: una sociedad diglósica

4.2.2.Los antecedentes del debate sobre la cuestión de lengua: siglo XVIII y principios del XIX

4.2.2.1.El discurso de la modernidad lingüística

4.2.2.2.Antoni de Capmany

4.2.3.Primera gramática en lengua catalana

4.2.4.Renaixença y generación floralesca: debates en torno a la lengua

4.2.4.1.Los Jocs Florals y el catalán

4.2.4.2.Cuestión onomástica: llemosí y català

4.2.4.3.¿Lengua viva o lengua muerta?

4.2.4.4.Concepciones sobre el català literari

4.2.4.5.La cuestión ortográfica: Consistori y Reial Acadèmia de Bones Lletres

4.2.5.Contradiscurso y autojustificación (Renaixença y Jocs Florals)

4.2.6.Análisis y conclusiones

4.3.Reivindicación y defensa del catalán como lengua nacional

4.3.1.Defensa política del catalán

4.3.1.1.Década de los 80

4.3.1.2.Década de los 90

4.3.1.3.Contradiscurso y autojustificación

4.3.1.4.Análisis y conclusiones

4.3.2.Construcción de una lengua moderna cultural y nacional

4.3.2.1.Lletra de convit de Alcover

4.3.2.2.Primer Congrés Internacional de la Llengua Catalana: camino hacia la norma composicional y otros debates lingüísticos de actualidad

4.3.2.3.“Restauración” de la lengua catalana: la normativa composicional de Fabra

4.3.2.4.Contradiscurso y autojustificación

4.3.2.5.Análisis y conclusiones

4.4.Balance provisional (estadios de la reivindicación lingüística)

4.5.¿La lengua ante todo?: Ideologías lingüísticas en el catalanisme

4.5.1.Joan Cortada (1805-1868)

4.5.2.Manuel Milà i Fontanals (1818-1884)

4.5.3.Francesc Pi i Margall (1824-1901)

4.5.4.Víctor Balaguer (1824-1901)

4.5.5.Valentí Almirall (1841-1904)

4.5.6.Josep Torras i Bages (1846-1916)

4.5.7.Pompeu Fabra (1868-1948)

4.5.8.Enric Prat de la Riba (1870-1917)

4.5.9.Antoni Rovira i Virgili (1882-1949)

4.5.10.Análisis y conclusiones

5.Conclusiones finales

6.Bibliografía

AGRADECIMIENTOS

Quiero dar las gracias, en primer lugar y sobre todo, a los tutores de mi tesis doctoral: Peter Cichon y Georg Kremnitz. A Peter Cichon quisiera agradecerle muy especialmente sus valiosas e innumerables propuestas, su orientación académica y su amable disponibilidad para ofrecerme ayuda cuando la he necesitado. Asimismo, quiero expresar mi gratitud a Georg Kremnitz por sus útiles comentarios y propuestas, por las múltiples referencias bibliográficas y por sus valiosas puntualizaciones acerca de la temática catalanística que han contribuido, sin duda, a enriquecer este trabajo. Debo también agradecerle su apoyo para hacer posible la publicación del mismo.

Doy las gracias además a toda mi familia y amigos por su interés y ánimos constantes y, muy en especial, a mis padres, quienes siempre me han apoyado en todo. Quisiera también agradecer a Sven Dietz sus valiosos consejos y sobre todo su confianza y sentido del humor.

No quisiera terminar este apartado sin agradecer a la Asociación Austríaca de Investigación (Österreichische Forschungsgemeinschaft) la financiación de esta publicación y a Paula Herrera la lectura del manuscrito.

INTRODUCCIÓN

Desde sus orígenes, el discurso catalanista ha conferido un valor destacado a la lengua catalana, convirtiéndola en uno de los principales elementos de la identidad nacional no solo asumido por los propios catalanes sino también desde una perspectiva exógena.

La Renaixença, como movimiento literario y cultural, supuso la recuperación de una lengua que, desde la monarquía de Felipe V, se había visto alejada de los ámbitos de uso formales, siendo sustituida por una nueva lengua dominante, el castellano. Desde ese periodo, en Cataluña se fue generalizando una situación diglósica en la que el dominio formal e institucional había quedado reservado a la única lengua de prestigio, el castellano. Mientras tanto, el catalán –gracias a la fidelidad de sus hablantes– siguió manteniendo su viveza en los ámbitos de uso informales, donde continuó siendo el idioma de uso común, pero perdió su vitalidad como lengua de cultura y de prestigio. La pregunta que en 1864 se planteaba Antoni de Bofarull no solo pone de manifiesto la situación de desprestigio que vivía el catalán a mediados del siglo XIX, sino también una voluntad de recuperación, común en toda la generación renaixentista: “¿Cómo es posible que la lengua que tan bien expresa los nobles sentimientos del corazon [sic] humano, se la deba considerar como vulgar y despreciable?”.

Como en todas las sociedades donde se dan contactos lingüísticos y especialmente en aquellas sociedades donde una de las lenguas o variedades está reservada al dominio público y formal, es decir, allí donde, en términos lingüísticos, encontramos situaciones diglósicas, es habitual que aparezcan prejuicios y actitudes lingüísticas negativas hacia las lenguas (o variedades lingüísticas) que se encuentran en posición discriminada. Estas actitudes no solo las encontramos en los hablantes de las lenguas dominantes y en los grupos que imponen su lengua o variedad sobre el resto, sino que se extienden a los hablantes de las lenguas dominadas que tienden también a estigmatizarla y a mostrar ciertas actitudes de prejuicio hacia su propia lengua. El carácter oficial y el prestigio de las lenguas son factores fundamentales para la configuración de las distintas actitudes lingüísticas y, en consecuencia, para determinar comportamientos lingüísticos. El caso del catalán no supone una excepción, pero tampoco el del castellano, como bien nos demuestra el “Manifiesto por la lengua común” que en junio de 2008 suscribían algunas personalidades destacadas del ámbito español1.

La recuperación del catalán, fomentada por la restauración de los Jocs Florals (1859), empezó a suscitar los primeros debates en torno a la lengua en los círculos más minoritarios. Entre las cuestiones iniciales que se plantearon los primeros renaixentistas estaban los debates acerca de si el catalán era una lengua románica propia, cómo debía llamarse (onomástica), si seguía siendo una lengua apropiada para la literatura y los usos formales (lengua “viva”/lengua “muerta”), cuál era su relación con el castellano (lengua dominante) y, sobre todo, cómo debía escribirse (ortografía y codificación gramatical), pues como lengua escrita (formal) había caído en desuso, siendo sustituida por el castellano. Poco a poco y de manera paralela a la Renaixença, el catalán comenzó a recuperar cierto prestigio y a ser reivindicado desde una vertiente cultural y literaria. Sin embargo, no fue hasta la década de los ochenta del siglo XIX cuando ocurrió un cambio importante cuyas consecuencias fueron decisivas para el desarrollo de la lengua. La consolidación del catalanisme como movimiento político y su apuesta definitiva por el catalán como elemento cohesionador de la sociedad catalana y de su identidad hizo que la lengua fuera vista cada vez más como el emblema de Cataluña y que su defensa se convirtiera en un objetivo común para todas las corrientes catalanistas. El alto valor simbólico que siempre había tenido la lengua catalana, incluso entre las clases más populares, empezó a adquirir una dimensión política y a transformarse en un instrumento eficaz al servicio de los catalanistas. Paralelamente a los debates internos sobre la lengua (centrados fundamentalmente en el modelo literario a seguir, en la ortografía y en la codificación), a partir de la década mencionada empezaron a generalizarse las reivindicaciones externas, sobre todo en cuanto a la necesidad de extender su uso social (valor comunicativo) y de oficializarla (estatus jurídico). El Diari Català nos ofrece ejemplos muy significativos, pues ya en su primera edición de 1879 se presentaba como “lo primer amich que’ns parlará cada dia, […] en la nostra llengua […] d’avuy en avant comensarem lo dia baix la impressió de ideas purament catalanas”, y en 1881, a propósito de la constitución de la Acadèmia de la Llengua Catalana, exhortaba que “¡Tant de bó que, declarada cooficial del Estat, com desitxem tots los catalans, contribuheixi a que la nostra bonica y enérgica llengua sigui respectada y considerada com se mereix!”.

Durante las dos últimas décadas del siglo XIX estas demandas comenzaron a crear malestar entre las fuerzas políticas y ciertos círculos intelectuales españoles y a originar las primeras tensiones significativas entre España y Cataluña. El periodo que abarca desde finales del siglo XIX hasta el establecimiento del primer Estatut se caracterizó, por un lado, por la sucesión de diversos acontecimientos políticos que repercutieron en la lengua catalana y, por otro, por la acentuación de las tensiones entre España y Cataluña, cuyo punto álgido fueron los debates en las Cortes originados por el proyecto estatutario catalán. El discurso catalanista de esta época tomó un nuevo rumbo: las reivindicaciones lingüísticas eran cada vez más fuertes, pues el catalán no solo había recuperado prestigio y ámbitos de uso sino que, como elemento constitutivo de la incipiente identidad nacional, también pretendía recuperar el papel de lengua propia, lengua nacional y lengua oficial. En este contexto, la codificación del catalán se volvía cada vez más urgente y era a la vez un requisito para conseguir los objetivos mencionados. La coincidencia de un marco político e institucional propicio y, sobre todo, la capacidad de Pompeu Fabra como “ordenador” de la lengua catalana posibilitaron que la codificación definitiva se hiciera realidad en un momento histórico tan decisivo como el que precedió a la Guerra Civil y a la larga dictadura franquista.

Esta investigación analiza los principales debates relacionados con la lengua, tanto a nivel interno como externo, que fueron ocurriendo en Cataluña a lo largo del periodo seleccionado (1833-1932), es decir, desde el inicio de la Renaixença y la recuperación del catalán como lengua literaria hasta la instauración del Estatut d’Autonomia republicano que, tras más de dos siglos, devolvía al catalán la oficialidad (por primera vez como lengua cooficial). El tiempo que separa estas dos fechas tan señaladas se singulariza por ser un periodo sumamente relevante dentro de la historia de la lengua catalana y que además se vio profundamente influenciado por los acontecimientos histórico-políticos que han marcado las relaciones entre España y Cataluña. La historia del catalán, pues, tanto en su evolución interna como externa, no puede desligarse de los acontecimientos históricos y políticos de Cataluña ni de ciertos desarrollos de la historia de España, menos aún cuando el desarrollo de la propia lengua (su historia interna) se ve condicionado de manera explícita por el surgimiento y la evolución del catalanisme político, que a su vez incidió directamente en la historia externa del idioma.

Este libro abordará la evolución del discurso catalanista entre 1833 y 1932. Para ello se aplicará un modelo en tres fases propuesto por Miroslav Hroch que servirá para estudiar el desarrollo de los movimientos nacionalistas de base lingüística. Este modelo trifásico, muy útil por su flexibilidad en cuanto a los contextos y a la cronología, permitirá observar la evolución discursiva del catalanisme y, lo que es más importante, la evolución del discurso metalingüístico. El objeto principal del presente trabajo es el análisis de la evolución discursiva sobre la lengua (discurso metalingüístico), es decir, por qué se desarrolla y cómo tiene lugar el cambio progresivo en las ideologías y actitudes lingüísticas hacia la lengua propia, el catalán, y también hacia el castellano, partiendo de la base de que esas transformaciones están sujetas a los cambios que se producen en el contexto histórico-político. El centro de este estudio será, entonces, la perspectiva catalana, pero para comprender mejor la evolución del discurso catalanista acerca de la lengua también es preciso tener en cuenta la evolución del discurso exógeno y las tensiones que se generan entre lo que se suele denominar “centro” y “periferia”. Así pues, además de figuras catalanas se estudiarán, a modo de ilustración, las ideologías y actitudes lingüísticas de diversos autores españoles en relación con el catalán y el discurso catalanista; entre otros, nos ocuparemos de Gaspar Núñez de Arce, Américo Castro, Salvador de Madariaga, Marcelino Menéndez Pelayo y Miguel de Unamuno.

Si bien es obvio que siempre se dan excepciones y que toda generalización y aplicación de un modelo (y en este sentido el nuestro no será una excepción) es solo un intento de comprender, mediante la sistematización, una realidad siempre mucho más compleja, este libro, fundamentado en una extensa bibliografía de fuentes primarias, trata de establecer las características básicas de las actitudes y reivindicaciones lingüísticas en cada una de las fases propuestas:

Fase A (1833-1879): dignificación y glorificación de la lengua.

Fase B (1880-1900): establecimiento como una lengua de cultura y extensión del uso social.

Fase C (1901-1932): consolidación como lengua nacional.

Además de un análisis de tipo más general, en el que se pretende verificar la validez del modelo de Hroch y aplicarlo al catalán, se tomará un corpus de nueve autores representativos de su época para ejemplificar la evolución discursiva a lo largo de casi un siglo, poniendo especial énfasis en el discurso metalingüístico. Los autores que conforman el corpus son Joan Cortada, Manuel Milà i Fontanals, Francesc Pi i Margall, Víctor Balaguer, Valentí Almirall, Josep Torras i Bages, Pompeu Fabra, Enric Prat de la Riba y Antoni Rovira i Virgili.

Durante los últimos años, una gran parte del debate político en España ha estado focalizado en los diversos proyectos de renovación autonómica. En el caso de Cataluña, este debate ha protagonizado numerosas disputas acerca de cómo debía ser el nuevo Estatut (2006) y qué grado de autonomía debía conferirse a esta Comunidad, aspectos que siguen sin estar resueltos, tal y como demuestra el recurso del Partido Popular (PP) ante el Tribunal Constitucional y la falta de sentencia definitiva todavía a fines de diciembre de 2009. Salta a la vista que el nuevo régimen lingüístico que ofrece el actual texto estatutario no ha quedado exento de debates y que la actualidad de estas polémicas merece sin duda un análisis profundo y exhaustivo. Ante la presente coyuntura, quizás sorprende que un libro como este se centre en una vertiente exclusivamente histórica. Estando convencidos de que el debate actual tiene sus raíces en el pasado y de que, por tanto, puede comprenderse mejor profundizando en el análisis desde una perspectiva diacrónica, creemos que el campo de estudio de esta investigación no es irrelevante desde el punto de vista actual, sino que incluso puede arrojar luz sobre la situación política que hoy marca las relaciones entre Cataluña y España. De hecho, si observamos con detalle algunos de los debates políticos y lingüísticos de la actualidad, nos daremos cuenta de que guardan una sorprendente similitud con las polémicas que tuvieron lugar a lo largo del marco temporal que se abordará en este trabajo.

CUESTIONES PRELIMINARES

Nuestro campo de estudio se limitará exclusivamente a Cataluña, dejando de lado el resto del dominio lingüístico catalán a pesar de que será inevitable referirse al resto de territorios de habla catalana. A esta decisión nos han llevado los siguientes motivos:

1)En primer lugar, el catalanisme es un tema muy amplio y complejo. En el análisis se harán alusiones constantes a la situación política de Cataluña y a la de España, puesto que ambas están íntimamente relacionadas y, en lo que a nuestro campo de estudio se refiere, existe una influencia recíproca. La evolución del catalanisme en Valencia y en las Islas Baleares difiere del desarrollo de Cataluña y correspondería a un análisis, a nuestro entender, individualizado.

2)En segundo lugar, la Renaixença, uno de los periodos estudiados en esta investigación, surge como movimiento literario y cultural en el Principado de Cataluña.

3)El catalanisme, como movimiento político, nace también en el Principado, aunque, como bien es sabido, abarca a veces todo el dominio lingüístico catalán (Països Catalans).

4)En cuarto lugar, los debates sobre las cuestiones y reformas lingüísticas son abordados desde Cataluña (véase Jocs Florals o campaña de L’Avenç), si bien es cierto que fuera del Principado también se dan muchos intentos de reforma de la lengua escrita y que las discusiones lingüísticas del marco temporal que analizamos también están representadas por personalidades del resto del dominio lingüístico (por ejemplo, el mallorquín Marià Aguiló).

5)Por último, la codificación de la lengua escrita fue impulsada por una institución de Cataluña. Aunque esta norma refleja las diferentes variedades dialectales de la lengua, predomina la influencia del catalán del Principado, sobre todo del dialecto central.

Por todos estos motivos y, lógicamente, por la necesidad de acotar el campo de estudio, que de por sí es suficientemente extenso y complejo, consideramos que la opción de centrarnos en Cataluña queda justificada1. No obstante, como hemos advertido, las referencias al resto del dominio lingüístico son prácticamente obligadas y serán también, aunque en menor medida, objeto de análisis de esta investigación.

En lo que a la terminología se refiere, se constata una preferencia catalana por el uso del término catalanisme, aunque en el ámbito historiográfico (tanto catalán como español) no suele distinguirse entre catalanisme o nacionalismo catalán. Así pues, a diferencia de Balcells (2004), optaremos por el término catalanisme por ser el de preferencia entre los propios catalanistas y el más extendido en el dominio lingüístico catalán, y porque además fue el de mayor difusión desde el nacimiento de este movimiento, surgido primero con carácter cultural y luego como doctrina política.

En este contexto, parece conveniente ofrecer una definición aproximada de a qué nos referiremos en este trabajo al hablar de catalanisme. Por este concepto se entiende la afirmación de una identidad catalana propia, que reivindica el reconocimiento cultural y político de Cataluña o de los Països Catalans y que engloba también diferentes proyectos políticos que pueden ir desde el federalismo hasta la autonomía (dentro del Estado español) o la independencia (formando un Estado propio). Podemos decir que se trata de un término doblemente polisémico pues, por una parte, puede englobar un ámbito territorial con una extensión diferente y, por otra, puede abarcar diferentes proyectos políticos que incluyen desde propuestas regionalistas hasta independentistas pasando por proyectos federalistas. En consecuencia, se hablará de figuras catalanistas en un sentido amplio para referirnos, entre otros, tanto a federalistas (como Almirall), a nacionalistas conservadores (como Prat) o a nacionalistas liberales (como Rovira i Virgili). Si bien antes se habían constatado ciertas reivindicaciones que expresaban una conciencia colectiva catalana, desde el punto de vista histórico el catalanisme político se remonta a la década de los ochenta del siglo XIX cuando Almirall y sus partidarios rompieron con el republicanismo federal español de Pi i Margall. A partir de ese momento, Almirall empezó a formular un proyecto político y doctrinal (federalcatalanista) basado en el ideal de España como un Estado compuesto en el que se reconociera la realidad diferenciada de Cataluña mediante un federalismo asimétrico.

Nota

Para las citas se han utilizado las fuentes primarias siempre que haya sido posible acceder a ellas. Así pues, solo se ha recurrido a la cita secundaria en los casos puntuales en los que no hemos podido tener acceso a la fuente original y cuando su referencia nos parecía imprescindible.

En lo que concierne a la ortografía, se ha respetado la grafía original en las citas de las fuentes primarias. Se han mantenido en catalán los nombres originales de instituciones, partidos, conceptos, etc. (Renaixença, Jocs Florals, catalanisme, Institut d’Estudis Catalans, Mancomunitat de Catalunya), los cuales se señalarán en cursiva; así como las referencias a los antropónimos catalanes. Los nombres de figuras catalanas pertenecientes al periodo de análisis han sido adoptados a la grafía catalana actual (por ejemplo, Milà i Fontanals; no Milà y Fontanals).

Abreviaciones

DC Diari Català (04.05.1879-30.06.1881)
ERC Esquerra Republicana de Catalunya
IEC Institut d’Estudis Catalans (creado en 1907)
JF Jocs Florals de Barcelona (instaurados en 1859)
M.F. Joan Mañé i Flaquer (1823-1901)
N.A. Gaspar Núñez de Arce (1834-1903)
PCC Primer Congrés Catalanista (1880)
V.A. Valentí Almirall (1841-1904)

1.DEFINICIÓN DE CONCEPTOS

1.1.Diglosia y conflicto lingüístico

El término “diglosia” fue introducido por primera vez en 1885 por el escribano griego Emmanuel Roidis (1831-1904) para describir la situación lingüística del griego en la que coexistían dos variedades completamente diferenciadas: la lengua literaria escrita (katharevousa) y la lengua oral (demotike) (cf. Kremnitz 1987: 209 y 1995: 42 y ss.; Cichon/Kremnitz 1996: 118; Doppelbauer 2006: 23). Después fue retomado por Jean Psichari (1854-1929), el gran defensor de la oficialización del demotike, y otros investigadores, pero no fue hasta 1959 cuando el término cobró relevancia gracias a un artículo del lingüista norteamericano Charles A. Ferguson (cf. Kremnitz 1987: 210 y 1995: 42 y ss.; Cichon/Kremnitz 1996: 118). La definición más extendida del término “diglosia” en sociolingüística proviene del nuevo planteamiento de Ferguson:

Diglossia is a relatively stable language situation in which, in addition to the primary dialects of the language (which may include a standard or regional standards), there is a very divergent, highly codified (often grammatically more complex) superposed variety, the vehicle of a large and respected body of written literature, either of an earlier period or in another speech community, which is learned largely by formal education and is used for most written and formal spoken purposes but is not used by any sector of the community for ordinary conversation (Ferguson 1959: 336).

Este autor basa su definición en las situaciones del griego, del árabe, del francés, del criollo (en Haití) y del binomio alemán estándar/alemán suizo (Hochdeutsch/ Schwyzerdütsch) en Suiza; y distingue entre una variedad literaria, codificada (H, “high”), y una variedad hablada (L, “low”). Según este estudioso, existe una clara delimitación entre los ámbitos de uso de cada una de las variedades y una aceptación generalizada de las reglas de uso que permite hablar de una relativa estabilidad. Esta definición encajaría perfectamente para describir la situación del llamado Hochdeutsch y el Schwyzerdütsch en la Suiza actual (cf. Doppelbauer 2006: 24).

Para Ferguson la estabilidad se mantiene hasta el momento en que en el seno de una sociedad se producen los siguientes cambios: 1) extensión de la alfabetización; 2) intensificación de la comunicación en un espacio más amplio; y 3) crecimiento de una conciencia nacional que se traduce en un deseo de tener una lengua nacional común (cf. Kremnitz 1987: 210 y 1995: 43-44). Como destaca Kremnitz, la definición de Ferguson, además de ser mucho más restrictiva y estática que la de sus predecesores, no tiene en cuenta los aspectos sociales del fenómeno; la crítica que se hace a este autor se basa sobre todo en su falta de atención respecto a la dimensión social. El lingüista norteamericano Joshua A. Fishman trató de ampliar el término intentando establecer una diferenciación entre “bilingüismo”, referido a un fenómeno únicamente individual y perteneciente al ámbito de la psicolingüística, y “diglosia”, como un fenómeno social perteneciente a la sociolingüística (cf. Kremnitz 1987: 210 y 1995: 44; Cichon/Kremnitz 1996: 119). Conviene señalar, como lo hacen Cichon y Kremnitz (1996: 119), que todas las definiciones propuestas dejan al margen la problemática de la dominación de lenguas y que solo logran establecer, de modo parcial, un punto de contacto entre los fenómenos sociales y los individuales. En otras palabras, tanto las de Ferguson como las de Fishman son concepciones que no consideran los desarrollos históricos en una medida apropiada.

En este libro se empleará el término “diglosia” para referirnos a dos lenguas que tienen funciones comunicativas distintas dentro una misma sociedad, presuponiendo, pues, que existe una jerarquía entre estas que viene determinada por factores extralingüísticos o históricos, como la hegemonía política o económica de un grupo social sobre otro, etc. Esta definición será útil para describir la marcada diferenciación de funciones comunicativas entre el catalán y el castellano en el periodo que abarcamos, es decir, entre 1833 y 1932. Durante buena parte de ese periodo el castellano fue la lengua del dominio público, especialmente en los contextos formales, y la que gozaba de un verdadero “prestigio social”, mientras que el catalán quedaba reservado al dominio privado, empleándose en el ámbito público solo en contextos más informales. No obstante, a lo largo de nuestra investigación observaremos con detalle que esta situación presentará cambios importantes relacionados con el “prestigio” y el “estatus” de ambas lenguas (véase epígrafe 1.2), hecho que permite relativizar la afirmación de Ferguson según la cual la diglosia es una situación lingüística relativamente estable.

Como advierte Kremnitz, la coexistencia simétrica de dos lenguas en una sociedad bilingüe o multilingüe es prácticamente una utopía (cf. 1994: 24; 1995: 47 y ss.1), de ahí que el fenómeno de la diglosia conlleve casi de manera lógica un “conflicto lingüístico”:

Einer der Aspekte eines Sprachenkonflikts (der niemals nur sprachlicher Natur ist, sondern zumindest Elemente eines sozialen Konflikts enthält) ist die Diglossie, der Gebrauch von zwei (oder mehr als zwei) Sprachformen nach weitgehend strategischen Kriterien. Die globale Diglossie zeigt sich in der Gesamtheit der diglossischen Funktionsweisen, die in jedem Kommunikationsakt aktualisiert werden. Es ist angebracht, einmal mehr daran zu erinnern: was man Diglossie nennt, ist nur die Resultate von konkreten Situationen, die im Einzelnen sehr wiedersprüchlich sein können, vor allem dort, wo es sich um einen offenen Konflikt handelt. (Kremnitz 1995: 48)

Así pues, la coexistencia de diferentes lenguas en una misma sociedad desemboca en un conflicto lingüístico que, de acuerdo con Kremnitz y siguiendo los postulados de Ninyoles, pone de manifiesto un conflicto social. Esto significa que tras todo conflicto lingüístico se esconde otro más amplio de carácter social.

En este contexto, según la teoría de Ninyoles (1971: 47 y ss.), en una sociedad donde existe contacto de lenguas solo son posibles dos vías: la normalización o la sustitución de la lengua dominada (lengua B). En sus propias palabras:

La diglòssia comporta una dualitat valorativa. Però també un desequilibri real. I aquest desequilibri assenyala dues direccions possibles: 1) la normalització social de l’idioma B, o 2) la substitució lingüística total i definitiva. No hi ha un tertium quid. Les úniques situacions viables són aquestes dues, i encara que poden coexistir o competir en el transcurs d’un temps, constitueixen els termes reals i últims del conflicte (Ninyoles 1971: 47).

Ninyoles (1975)2 parte pues de la base de que, en situaciones de contacto de lenguas, la lengua minorizada/dominada se normalizará3 definitivamente con el tiempo o bien será sustituida por la lengua hegemónica. En el peor de los casos, según este sociolingüista valenciano, la sustitución podría conllevar la extinción definitiva de la lengua dominada. En consonancia con esto, a su entender, las ideologías diglósicas (y más concretamente el bilingüismo) son aquellas que intentan estabilizar una situación descompensada (insostenible, en su opinión), ignorando o negando el problema real que es la sustitución o la normalización.

Puesto que, en general, el idioma dominante es la lengua de los grupos social y políticamente hegemónicos, la normalización va unida a un cambio o, como mínimo, a una modificación sustancial de la distribución de poderes en la sociedad en cuestión (cf. Kremnitz 1987: 213). Por el contrario, la sustitución se entiende como una asimilación al grupo (lingüístico) dominante. Si observamos el decurso de la historia europea, no es difícil constatar que desde la Edad Media se han dado tendencias normalizadoras como, por ejemplo, el caso del húngaro o del checo con respecto al alemán, y movimientos de sustitución, como la del córnico por el inglés (ibid.). De una manera más general, se puede decir que los movimientos nacionalistas del siglo XIX consiguieron normalizar sus respectivas lenguas, sobre todo, en el Este y el Centro de Europa, mientras que el modelo de sustitución dominó en el contexto de la Europa Occidental como ilustran los casos de Francia e Inglaterra (cf. Kremnitz 2003: 9).

El concepto de “conflicto lingüístico”, que se adscribe al ámbito de la sociolingüística catalana, fue acuñado por Lluís V. Aracil (1965)4. Sin embargo, fue Rafael Ll. Ninyoles quien realizó una definición que ha tenido amplia difusión en la sociolingüística catalana e internacional5:

Hi ha un conflicte lingüístic quan dues llengües clarament diferenciades s’enfronten l’una com a políticament dominant (ús oficial, ús públic) i l’altra com a políticament dominada. Les formes de dominació són variades: […] Un conflicte lingüístic pot ser latent o agut, segons les condicions socials, culturals i polítiques en què es presenta (Congrés de Cultura Catalana 1978, I, 13, citado en Kremnitz 1987: 212).

Aunque no se explicite, conviene no perder de vista que la definición de Ninyoles hace referencia a la situación sociolingüística de la época postfranquista y que, sin duda, el conflicto lingüístico se entiende aquí como evidencia de un conflicto social más extenso. Kremnitz (cf. 1995: 48) puntualiza en este sentido que todas las situaciones deben inscribirse dentro de un contexto geográfico, cronológico y social determinado y que variarán en función de estos parámetros. Desde nuestro punto de vista, esto evidencia no solo que el análisis de las situaciones sociolingüísticas requiere una contextualización más amplia, sino también la dependencia de la sociolingüística con respecto a otras disciplinas como la historia y las ciencias sociales y políticas. En consecuencia, podemos decir que la definición de conflicto lingüístico que ofrece Ninyoles no será válida para todos los casos y contextos.

Por otro lado, cabe precisar que la definición de Ninyoles equipara, en cierto modo, la diglosia con el conflicto lingüístico, pues presupone la existencia de conflictos en todas las situaciones donde hay una división funcional entre lenguas. Con respecto a cuándo se puede hablar de diglosia dentro de un conflicto lingüístico, las opiniones son bien dispares (cf. Kremnitz 1987: 212). En realidad, una de las faltas de consenso –dice Kremnitz– existe porque, entre otras cuestiones, los enfoques se reducen a situaciones de contacto típicamente europeas entre grupos autóctonos y no contemplan escenarios de migración. Asimismo, el sociolingüista alemán asevera que las dos salidas que prevé Ninyoles (normalización o sustitución) no pueden ser las únicas vías de culminación de un conflicto lingüístico, pues el caso de la desaparición completa de una lengua (sustitución), tal y como confirma la evolución de la historia, es más la excepción que la regla:

Le conflit se laisse alors décrire comme la somme des changements de positions et d’emplois des langues selon les critères énumérés, avec l’avantage que, d’une part, le nombre des langues prises en considération peut être bien plus élevé que deux seulement, de l’autre, la disparition complète d’une langue d’un territoire (la substitution ou la normalisation) n’est plus la fin plus ou moins normale d’un conflit, mais une situation exceptionnelle, car nous savons tous, par ce que nous enseigne la linguistique historique, à quel point ces processus de disparition sont lents, tant qu’il ne s’agit pas de génocide. La disparition complète d’une langue, qui selon la conception initiale marquait l’issue normale d’un conflit, devient ainsi une situation communicative exceptionnelle, la perte malheureuse de tout un ensemble de possibilités communicatives et en même temps une défaite de l’écologie linguistique. Car chaque disparition d’une langue est une perte sur la plan des diversités comunicative et creative (Kremnitz 2003: 19)6.

Por otro lado, Kremnitz también destaca que la “normalización” no puede entenderse como el monopolio de una única lengua, sino como la posibilidad de emplear una determinada lengua en todos los ámbitos de comunicación (cf. 2003: 18).

Volviendo a las posibilidades de manifestación del conflicto lingüístico, Ninyoles y Kremnitz coinciden en que este puede ser “latente” o “agudo”. Es latente cuando las reglas de uso de cada lengua están codificadas y son relativamente estables, es decir, cuando apenas se dan contradicciones. Por el contrario, puede ser “agudo” cuando el consenso sobre las reglas de juego ya no funciona en el seno de una sociedad compleja. Si observamos la realidad española actual, podemos afirmar que el conflicto entre las distintas lenguas reconocidas oficialmente (entre el castellano y el resto de lenguas cooficiales) es latente a pesar de que, a nuestro modo de ver, diversos grupos se esfuerzan en presentarlo como un conflicto agudo recurriendo a un discurso “apocalíptico”7 y desestabilizando el consenso que se había establecido en las últimas décadas del siglo XX.

Desde el punto de vista actual y refiriéndonos siempre a grupos autóctonos, si bien su manifestación puede ser latente y no percibirse como tal, en las sociedades donde conviven varias lenguas, es casi imposible que no exista algún tipo de conflicto lingüístico dado que gran parte de los estados actuales se han formado a partir de la imposición de una comunidad lingüística sobre otra(s). En este sentido, siguiendo los postulados de Kremnitz, sostenemos que la coexistencia simétrica de dos o más lenguas en una sociedad es prácticamente imposible (cf. 1994: 24 y 1995: 47 y ss.) y que será, por tanto, origen de tensiones que pueden resolverse de diferentes modos. En nuestro ámbito de investigación, esto se manifiesta en las constantes tensiones que caracterizan las relaciones (pasadas y presentes) entre Cataluña y España. Antes de concluir este epígrafe, cabe mencionar que ambos conceptos, tanto el de diglosia como el de conflicto lingüístico, hacen referencia a realidades cambiantes o, en otras palabras, que aluden a fenómenos dinámicos.

1.2.Estatus, prestigio y valor comunicativo de las lenguas

El contacto de lenguas puede presentar situaciones complejas como la “diglosia” o el “conflicto lingüístico”. Además de los fenómenos citados, existen otros elementos importantes que afectan a las situaciones de contacto lingüístico y que también se encuentran en estrecha relación con los fenómenos estudiados en el epígrafe 1.1. En este apartado, se abordarán los conceptos de “estatus”, “prestigio lingüístico” y “valor comunicativo”. Mientras que los dos primeros, estrechamente relacionados entre sí, forman parte de los conocimientos básicos de la sociolingüística, Georg Kremnitz (cf. 2002; 2003) introduce un tercer elemento para referirse al valor real del uso social de una lengua al que denomina “valor comunicativo”.

El “estatus” de una lengua, el concepto más objetivo desde el punto de vista del análisis, no es otra cosa que el nivel de reconocimiento y protección legal de un idioma que permite regular su uso dentro de una sociedad. No cabe duda de que el grado de reconocimiento y protección de las lenguas incide, en gran medida, en su desarrollo y en su prestigio, así como en las actitudes y comportamientos lingüísticos de sus hablantes (véase epígrafe 1.3).

Kremnitz comenta que existen tres tipos de reconocimiento jurídico (2002: 122)8:

a)la oficialidad exclusiva, como venía siendo el caso del francés en Francia desde la Revolución Francesa9;

b)la cooficialidad, como encontramos en las comunidades autónomas con lengua propia en España;

c)el estatus de lengua minoritaria reconocida, como sería el caso de algunas lenguas como el croata o el esloveno en Austria, consideradas propias de las minorías autóctonas del país.

Mientras los modelos a) y c) son asimétricos por definición10, el modelo de doble oficialidad parte de la simetría, si bien en el caso de España, al basarse en un estricto principio de territorialidad, presenta también cierta asimetría11. El principio de territorialidad implica que la oficialidad compartida solo es válida en un territorio concreto y no en el conjunto del territorio nacional. En España, la cooficialidad del catalán, del euskera y del gallego solo es aplicable en las comunidades autónomas donde se hablan estas lenguas, es decir, en Cataluña, la Comunidad Valenciana y las Baleares para el catalán, en el País Vasco y parte de Navarra para el euskera y en Galicia para el gallego12.

A estos tres modelos, que toman claramente como punto de partida los estados, podrían añadirse otros tipos de reconocimiento que surgen con la aparición de nuevas estructuras de organización política. Nos referimos concretamente a la creación de la Unión Europea (UE), una entidad supranacional que genera nuevas jerarquías en el reconocimiento jurídico de las lenguas13. La UE tiene actualmente 23 lenguas oficiales que suelen definirse como las lenguas nacionales de los 30 estados miembros, esto es, las lenguas que son oficiales en todo el territorio nacional de dichos estados. De este modo, el resto de lenguas que en ellos gozan de reconocimiento legal (sea en términos de cooficialidad o de lengua minoritaria reconocida) no se encuentran representadas a nivel supraestatal, perdiendo así parte de su estatus jurídico (solo válido dentro de las estructuras estatales y regionales).

En general, cada vez son más los países que tienden a reconocer las diversas lenguas autóctonas como lenguas oficiales o bien a otorgarles cierto grado de reconocimiento jurídico. Como países pioneros podríamos mencionar Suiza, cuya Constitución de 1874 establecía la oficialidad del francés, alemán, italiano y romanche (art. 116), e Irlanda que, en la Constitución del Estado Libre Irlandés, creado en 1922, establecía la doble oficialidad del inglés y del irlandés (gaélico). Si bien la cooficialidad o el reconocimiento legal de una lengua es la base para regular su uso social, tampoco debe ignorarse que, en algunas ocasiones, el reconocimiento oficial de un idioma no conlleva necesariamente la adopción de medidas reales para su protección. Este es el caso de algunos países como Colombia, Ecuador o Perú (y algunos otros estados de Latinoamérica) que, a pesar de reconocer oficialmente sus respectivas lenguas indígenas, no introducen medidas para la realización de este derecho, de modo que la situación de iure de estas lenguas no se corresponde con las respectivas prácticas reales.

El estatus del catalán en Cataluña ha ido variando a lo largo de los siglos. Antes de la Monarquía borbónica fue la lengua de un estado. A partir del siglo XVIII vivió varias etapas de prohibición y represión que se fueron repitiendo hasta el último tercio del siglo XX (véanse epígrafes 4.1 y 4.2). Durante la II República española, con la aprobación del Estatut d’Autonomia de 1932, se estableció como lengua cooficial, estatus que le fue arrebatado con la implantación de la dictadura franquista. Finalmente, en 1979, el Estatut de Sau le devolvía el rango de cooficialidad del que sigue gozando hasta la actualidad.

De mayor complejidad que el anterior, pues depende de desarrollos históricos y políticos que ocurren en el seno de una sociedad, el concepto de “prestigio”, conocido también bajo el nombre de “estatus ficticio”, se refiere a la aceptación social de una lengua. En el ámbito de la sociolingüística catalana, suele distinguirse –como recuerda Kremnitz (2002: 123)14– entre prestigio interno y prestigio externo. El primero se refiere a la reputación de una lengua entre sus propios hablantes y el segundo a la reputación que los no hablantes confieren a la misma. Es pertinente puntualizar que incluso en situaciones en las que dos lenguas tienen un mismo estatus jurídico (cooficialidad) el prestigio puede ser distinto. En el caso actual de Cataluña, el prestigio interno y externo que se otorga a la lengua catalana es muy alto, si bien no puede afirmarse lo mismo del catalán/valenciano en la Comunidad Valenciana, donde tanto el prestigio interno como el externo son mucho menores. Este ejemplo sirve para ilustrar que, a pesar de que ambas comunidades autónomas tienen en común el estatus jurídico de la cooficialidad, un mismo idioma puede gozar de un prestigio muy diferente según el contexto en el que nos hallemos. En otras palabras, el prestigio de una lengua, más allá de su estatus, varía en función de las coordenadas histórico-políticas. Esta diferenciación de prestigio se refleja también en la funcionalidad de las lenguas: así pues, el catalán en la Comunidad Valenciana se reduce mucho más a los ámbitos de uso privados, mientras que el castellano es la lengua predominante de la esfera pública y formal15; en Cataluña, en cambio, el catalán está muy presente en los ámbitos públicos y oficiales, aunque también en los usos privados16. Si observamos el prestigio del catalán en Cataluña desde una perspectiva diacrónica, tomando como referencia el periodo seleccionado para nuestra investigación, podemos percatarnos de que fue aumentando progresivamente desde 1833 a 1932. Mientras que a inicios de la Renaixença todavía se constataba un bajo prestigio de la lengua, aducible a su desplazamiento de los usos formales, a finales del siglo XIX y durante las tres primeras décadas del XX el catalán fue ganando prestigio, a la vez que recuperaba dominios de uso que antes estaban reservados al castellano. El aumento de prestigio del catalán también tuvo repercusiones en su reconocimiento jurídico (estatus), ya que tras décadas de reivindicación logró establecerse la oficialidad en 1932.

En situaciones de contacto lingüístico y partiendo de la base de que en todas las sociedades existe una cierta desigualdad de grupos, el prestigio de una lengua está relacionado con el de los diferentes grupos sociales. Al mismo tiempo, los grupos sociales dominantes son los que determinan cuál es la lengua o lenguas de prestigio. En consecuencia, se puede afirmar, por un lado, que los hablantes tienden a usar la lengua de mayor prestigio para aumentar su prestigio social y que, por el otro, el grado de prestigio de un idioma dependerá de su necesidad de uso en los ámbitos públicos y formales. En general, es posible decir que la necesidad de uso de una lengua variará en función de cuál o cuáles sean los grupos sociales que impongan sus criterios dentro una sociedad (cf. Diccionari de Sociolingüística 2001: 232). En este contexto es conveniente retomar el tercer concepto que añade Kremnitz (2002: 126): el valor comunicativo o, siguiendo la terminología de Roberto Bein, el “valor de uso” de una lengua. El primero define este valor como la suma de todos los contactos lingüísticos en un espacio y lugar determinados y apunta que entre el estatus, el prestigio y el valor comunicativo existen grandes divergencias. En otras palabras, para este sociolingüista alemán, el valor comunicativo se explica en términos de si una determinada lengua es útil en una función comunicativa concreta o no. Asimismo, sugiere que este valor tendrá un mayor peso en las decisiones político-lingüísticas del futuro tanto a nivel de los diferentes estados como a nivel europeo.

Para ilustrar los distintos conceptos que se han venido comentando, Max Doppelbauer (2006: 56-57) se sirve del ejemplo de Senegal: en este país africano, antigua colonia francesa, la única lengua oficial es el francés, idioma que además goza de un gran prestigio y se asocia al ascenso social, siendo, por ejemplo, la lengua vehicular de toda la enseñanza (incluida la universitaria). Sin embargo, según las estadísticas, solo alrededor del 12% de la población sabe hablarlo y únicamente un 0,2% lo tiene como lengua materna. El 80% de la población habla bien wolof/volofo, una lengua autóctona que cerca de la mitad de la población tiene como idioma materno (ibid.). Esto significa, pues, que, a pesar de que el francés goza de un alto estatus jurídico (única lengua oficial) y de un gran prestigio social, su valor comunicativo es prácticamente nulo, al ser un idioma apenas usado en la vida cotidiana de la mayoría de la población. El volofo, por el contrario, tiene un estatus jurídico más bajo comparado con el francés, siendo descrito en la constitución como una langue nationale (sin especificar la definición del término); goza de un prestigio mucho menor que el francés pero su valor comunicativo es muy elevado si se compara con esta lengua, pues gran parte de la población lo entiende y sabe hablarlo. Una situación similar la encontraríamos en Mozambique, donde el portugués –lengua de prestigio– es la lengua oficial del país según el artículo 10 de la Constitución del 2004, aunque menos de un 6% la tiene como lengua materna y menos de la mitad de la población sabe hablarla. El resto de lenguas, sin determinarse cuáles, son consideradas línguas nacionais (art. 9).

Volviendo a nuestro ámbito de investigación, desde una perspectiva diacrónica, el catalán a principios del siglo XIX en Cataluña tenía un prestigio reducido y carecía de estatus jurídico, pero gozaba de un gran valor comunicativo: era el idioma más extendido en los ámbitos de uso privados e informales y, en muchas ocasiones, seguía siendo extraoficialmente lengua vehicular de la enseñanza. A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y durante las tres primeras décadas del XXlingua franca17