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Agradecimiento para todas las personas que confiaron en mi
y dedicado a todos mis seres queridos, la familia es el bien de mayor valor.

Prólogo

Este trabajo está dividido en tres partes tituladas el Origen, la Experiencia y el Conocimiento. Contando mi historia personal basada en hechos reales donde expresaré todo el conocimiento adquirido durante toda mi vida.

Comenzando en el Origen donde me remonto al pasado para saber de dónde vengo, quién soy, mis bases. Contando desde mis abuelos. Siguiendo con la Experiencia me explayaré en mis vivencias desde mi niñez hasta la actualidad.

Culminando con el Conocimiento donde quiero motivarte y ayudar con consejos útiles. Así también puedas superar tu situación actual para que tengas libertad económica.

En el contenido de este trabajo hay ciertas palabras claves, solo tendrás que saber captar el mensaje, así, el fin de este libro estará cumplido, pues la intención es que progreses.

El origen

Corría el año 1904 en la Argentina se celebraban elecciones para determinar al sucesor de Julio A. Roca. En estas elecciones resultó ganador Emanuel Quintana, quien fue electo por amplia mayoría derrotando al actual presidente José Evaristo de Uriburu. Mientras tanto en un paraje alejado del Paraguay, mi tatarabuela, doña Eulalia Gómez de González, prominente hacendada, despedía a su hijo Saturnino González, niño de 10 años diciéndole: “Hijo, ve en paz, recuerda que tu casa está aquí”.

Mi tatarabuela, una gran luchadora que combatió junto a sus hermanos en el año 1865 en la guerra del Paraguay con tan solo 12 años, estaba al tanto del peligro que esto conllevaba, no quería que ese gurisito corriera la misma suerte que tuvo que soportar de niña. Mi abuelo, siendo el menor de sus hermanos, era la preocupación de su madre, con tan corta edad, tener que irse de su hogar.

No dudó en suplicar y pagar a un maestro argentino que viajaba una vez por mes de Formosa al Paraguay para enseñar letras a los niños de los lugares más aislados, su pedido fue la entrega de mi abuelo al cuidado del docente para que lo trajera a la Argentina por miedo que termine de soldado en la futura guerra civil que se avecinaba.

Aclaro que Formosa antes de la guerra del Paraguay pertenecía a dicho país, por lo consiguiente mucha gente queda del lado argentino, pero con trabajo en el otro territorio, con más razón un profesor, que ya de por sí era un oficio raro para esa época.

Nunca supe el nombre del maestro, pero este señor lo trajo a Formosa, más precisamente al Colorado, pueblito pequeño, donde durante 6 años crio e instruyó en la lectura, escritura y los pocos conocimientos que resumían la educación de ese momento (las escuelas eran inferior de 1 a 3 grado y superior de 4 a 7 grado).

Al cumplir los 16 años su carácter era definido, curioso y atrevido. Aún recuerdo el relato de mi tata que solía contar que estaba en un baile en el festejo a Santa Catalina, a la luz del candil y éste se enamoró de la dama del comisario, luego de unas miradas cruzadas, endulzamiento inmediato, unas señas logró que la mujer se alejara de la concurrencia, para conversar y aprovechando el momento la “roba” literalmente.

El comisario enfurecido designa una comitiva para que lo capturen, lo lleven al monte y lo maten. Así sucedió, ya en medio de la maleza lo arrodillan y en posición tortuosa, el tata Dios apiada el corazón de los milicos y le dicen: “levántate, ándate lejos y nunca más vuelvas, diremos que te hemos matado, pero si regresas tendremos que cumplir la orden”. (Acotación: en aquellos años cuando la población empezaba a aumentar aparecieron los conflictos de convivencia y había que implementar un orden policial. Se sacaba un par de milicianos de los fortines, se les impartía instrucciones y se los ponía a cumplir funciones de policía de territorio, por eso a la autoridad aun hoy le decimos milico, porque era de la milicia).

Continuando el relato se le volvió el alma al cuerpo a mi joven abuelo que ya se había resignado a morir. En su peregrinar por el monte rumbo al Chaco tuvo que dormir en donde lo agarrara la noche. Dice que una noche le tocó pasarla en un cementerio, cuenta que es la mayor paz que ha experimentado. (Aclaro que un norteño no le teme a la muerte, lo vemos como un paso fundamental, pero seguimos vivos junto a nuestros seres queridos, por tal motivo en el día de los muertos vamos, comemos asado y tomamos vino con nuestros difuntos. El cementerio se convierte en un lugar de fiesta).

Al tiempo ya en el Chaco a orillas del río Bermejo se asienta en una colonia llamada La 200, cerca de La Unida y Laguna Limpia, departamento General San Martin, en el año 1921 por esos entonces mientras a nivel nacional el gobierno mandaba al ejército a reprimir una huelga en la Patagonia en la otra punta del país mi abuelo conocía a mi abuela doña Aurora Maidana, hija de españoles, con quien al poco tiempo se casan.

Mi nona solía recordar que mi abuelo una vez con su caballo cruzó por el medio de un baile, llegó a la barra del almacén, pidió una caña, se la tomó sin bajarse, luego volvió por entre medio de toda la gente, al retirarse pegó unos gritos, sacó su 38 lustre blanco, tiró un par de tiro al aire y se fue. Era tan temido que nadie se le atrevía a decir nada, es común este tipo de personalidad en el norte (la cultura litoral que es el Chaco, es muy particular, son personas con idiosincrasia, porque el chaqueño es chaqueño en Buenos Aires, en Ushuaia, donde fuese, hasta que se muere es una mezcla del español con el guaraní y se le nota en el hablar, tiene un acento muy singular. Es agresivamente orgulloso y si alguien le ponía en discusión su honor lo apuñalaba enseguida, aparte sabe dominar muy bien el cuchillo). Eso se debe a la pelea cuerpo a cuerpo, fierro contra fierro, costumbre del paraguayo, por eso mi abuelo tenía cicatrices por todos lados, se agarraba con cualquiera, pero también por el trabajo de arrear hacienda, por lugares inhóspitos. En sus comienzos viven en una tapera de paja al costado de un camino en una zona inhabitada, mi abuelo consigue trabajo de puestero en una gran estancia llamada Santa Rita, la cual pertenecía a la compañía Hiring. Santa Rita está compuesta por 4 estancias sumando un total de 32 leguas, supo ser 38 leguas, pero el presidente Perón les confiscó 6 leguas para repartir los terrenos y poblar las colonias, eran de militares, por esos motivos ellos querían sacar al general.

Otra anécdota sobre mi abuelo: una vez jugando al truco con sus compañeros iba perdiendo, sacó su 38 y tiró como 5 tiros al techo como para alejar la mala racha, suerte que al otro día se vio truncada pues el patrón le descontó las chapas que agujereó la noche anterior. En dicha estancia su primera comisión fue en el puesto tacuruzal al límite norte con Salta y el impenetrable en el cual aislados al sonido de la naturaleza cuenta que viven tres años, cuidando animales, arreglando alambrado, cazando y demás tareas. Ahí nacen sus primeros dos hijos, Darío y Feliciano, obviamente a la fuerza tuvo que hacer de partero, una vez al mes iba su capataz, llevaba el sueldo y las provisiones de alimentos, como harina, aceite, etc., con lo cual el sueldo restante al descontar la mercadería era ínfimo, pero se ahorraba.

Un día de tormenta que mi abuelo se había ido a buscar un ternero para encerrarlo por temor del clima, ya de noche y sola mi abuela con sus hijitos pequeños, estaba amamantando a uno de ellos, cuando vio que salía de la esquina de un horcón una luz brillante blanca y subía por este hasta el techo, para luego bajar en el otro extremo. Aterrada mi abuela no hacía más que abrazar a sus gurisitos y persignarse. (Explico: la casa está hecha de paja entretejida y revocada de barro, blanqueada con cal, los horcones se dicen a las que hoy llamamos columnas que eran del noble quebracho madera que nunca muere, el techo de paja brava una especie bien permeable el piso era de ladrillos entrecruzados). Al volver mi abuelo, ella le cuenta dicha experiencia y le ruega irse, este accede, pasados tres días renuncia, se van a un pueblo llamado Presidencia Roca al límite con Formosa (según contaba mi nona otro matrimonio fue a vivir en el puesto que dejaron ellos, sucedió lo mismo pero este hombre escarbó la esquina del horcón y encontró mucho oro, se compró un campo en Ciervo Petiso, pueblo del Chaco).

Continuando con el relato, corría el año 1924, luego de unos días de su llegada al pueblo se entera que en colonia Alcalá había campos aun sin dueño, pero era zonas peligrosas por estar habitada por los aborígenes llamados Talonyoahi, los cuales tenían fama de ser muy hostiles. (estos aborígenes cuentan que eran de costumbres aparentemente caníbales y no tenían dedos en los pies, sino doble talón, adelante y atrás, esto les permitía treparse con mucha ligereza a los árboles).

En esos tiempos si uno alambraba una superficie sin dueño luego se acercaba al pueblo más cercano y decía que en tal lugar había alambrado tanta cantidad de tierra le daban el título de propiedad y con lo que habían ahorrado, mi abuelo compraba alambre San Martín, especial para esa tarea, y cercó 2800 hectáreas. Así se asientan en su campo, cuenta que los primeros años fueron duros por tener que frecuentemente lidiar con los Talonyoahi.

Ya en los años de fundación del pueblo a orillas del río se levantó un fuerte y en la entrada del pueblo aun hoy está el mangrullo, el cual es el símbolo del escudo de la presidencia Roca como referencia de vigilia del avenimiento indiano al poblado.

Mi abuelo después de mucho renegar y pelear logró una especie de pacto, él los curaba, por ejemplo, los dientes y mi abuela el empacho, a cambio ellos traían como recompensa potrillos alazanes, pampas, gateados y de la raza más arisca posible, también le regalaban la gran bestia (se le dice así a un animal en peligro de extinción y es el tapir), con el tiempo la colonia se pobló expulsando a los Talonyoahi al Impenetrable, lugar donde si entrás no salís más.

Construyeron su casa a la orilla de la laguna, una enorme casona de ladrillo, revocada de barro, techo del mismo material con madera mezclado con espartillo (planta pequeña que crece en zonas cálidas) y barro. Pintada de blanco con cal y rojo con la fruta del tutiá, que tiñe todo lo que toca, si no supiera su original forma creerías que es material como las de ahora. Tenían una quinta de más de 50 frutales, naranja, mandarina, limón, guayaba, palmeras, durazno, mango, higo, su huerta era de tomate, zapallo coreano, sandías, melones, papas, batata, todo lo que imagines y un parral que hacía la función de galería, había gallinas, gansos, pavos, patos, pavos reales con esos plumajes tan bellos (que si los mirabas con el cuerpo cansado del trabajo lo ojeabas), guineas, charatas y los ostentosos ñandúes tan dañinos que dos por tres cobraban por atrevidos que comían de todo lo que te pudieran robar.

También había un corral hermoso, con terneros atado para poder atraer alas lecheras (vacas madres) tan útiles en esa vida. Ovejas, carnero, chivos reyes, cebúes tan bellos y perezosos, la caballada que corría a campo traviesa como en una danza de múltiples especies, los vacunos más hermosos que he visto: criollos, Hollando, Hertford, Bradford, además había una cerca llena de calchas, donde los burros y mulas rondaban. El campo también tenía monte de pastoreo o caza y campo limpio, el cual se trabajaba con un arado de mancera que, según mi abuelo, le había regalado Perón en el año 1954 (mentira, era un plan donde el gobierno le daba al colono herramientas para fomentar la agricultura), se sembraba algodón, maíz esos hermosos sorgales, mandioca y tabaco. La casa de mi abuela era de 7 habitaciones, un salón grande, una galería extensa, tenía una habitación con una enorme cocina de fundición a leña, la heladera de querosén que ganó en una rifa. Un poco retirado de la casa está el horno de barro, algo más lejos otro de leña para hacer carbón que hoy solo quedan sus ruinas, los arados de dos hojas, el rastillo, el mortero y los montados, todo en un contexto hermoso en el cual vivieron mis abuelos llegando a tener 14 hijos, dentro de los cuales está mi santa madre, que Dios la cuide en la gloria.

Las tareas eran simples, mi abuela se levantaba a las cinco de la mañana a ordeñar las vacas, ahí se acercaban mi madre, mis tíos con su jarrita de lata y canela a tomar la leche calentita recién ordeñada, luego lo restante era para el queso, entre tanto se atizaba el fogón, se ponía la pava para el mate tipo nueve de la mañana y se repartían las tareas, unos a romper el maíz para las gallinas, otros al campo con mi abuelo desde temprano a traer la caballada, arar la chacra, carpir, cosechar, sembrar, algunas niñas con la latona de chapa a la orilla del río a lavar ropa y toda tarea del lugar. Eran tiempos duros por la realidad militar del país que no tenías que ser peronista sí o sí, por tal motivo mi abuelo a sus hijos varones les puso una reliquia en la piel (es una gema de un santo colocado dentro de la piel y rezado el cual te protege del peligro), en el año 1956 solicitan un terreno en el pueblo para construir una casa.

Una vez me contó mi abuela que Polico, el hijo menor, cazando tatú en medio del monte su perro se mete en una madriguera y se pierde, al rato a lo lejos escucha el ladrido. Busca el lugar, escarba, saca al perro que había cazado al tatú y encuentra una lata de sardina oxidada aún se veía la fecha en la lata decía 1895 al abrirla encuentra un San La Muerte de bronce y se lo lleva a mi abuela. Ella lo pone en una capillita de la casa del pueblo, un día viene una vecina, le pide permiso para encender una vela al santo, al retirarse la vecina mi abuela descubre que al santo lo robaron, entonces ella pidió que la persona que lo robó sea castigada, que se seque en vida, al poco tiempo esa señora muere piel y hueso, eso es creer o reventar.

Haciendo referencia diré que el San La Muerte más allá de ser un santo de creencias paganas es muy adorado por el credo católico, es considerado como un santo más del catolicismo. En el norte hasta lo llevan a la iglesia para que el párroco le tire agua bendita.

En el año1967 mientras Onganía ponía de ministro a Adalbert Krieger Vasena e impone una devaluación del 40 % que en el campo impactó en forma grave a tal punto que surgieron unos gauchos bandoleros consecuencia de la situación. Una tarde mi abuelo estaba trenzando un lazo de 6 tientos bajo un urunday en la casona del campo y ve salir del monte a dos personas de inmediato les chumba los perros, manotea su Remington Coli calibre 14, a lo lejos se escucha “don González, que Dios me castigue si interrumpo su paz, solo pedimos permiso de paso”. Mi abuelo con un chiflido calma los yagua, acercándose a él se presentan, le dicen “buenas y santas, caímos en desgracia, mi amigo, solo deseamos comprar alimento”.

Mi abuelo los recibe, deja que pasen la noche, los aprovisiona, ellos contaban historias; una de ellas era de un gaucho malvado asesino que escapaba de las cárceles, llegaba a las casas, mataba hasta los bebés en el vientre materno y que según ellos vivía en la copa de un gran árbol. Un día lograron por el lado de Pampa del Indio, capturarlo, cuando lo llevaban trato de escapar y lo mataron con más de cien tiros, era duro de morir, seguía gimiendo hasta que le cortaron la cabeza. Por tal motivo en las noches de tormenta aún se escucha en ese campo los gemidos de ese gaucho. Al día siguiente al retirarse le dejan bastante plata y la promesa de que en las malas lo ayudarían, sus nombres eran Isidro Velázquez, el otro Vicente Gauna, dos bandoleros con pedidos de capturas. (Estos gauchos malevos que hoy en día son santos populares).

En el año 1974, un 20 de junio, cumpleaños de mi abuela, se festejaba con una yerra, se le llama así a una fiesta campera en donde se realizan marcada de terneros, novillos, capada de toro, así como doma, no pueden faltar las achuras a la parrilla, las mujeres haciendo empanadas, pan casero y ensaladas, los hombres el asado a la estaca con cuero.