TU FUTURO TRABAJO


CLAVES Y DESAFÍOS DEL NUEVO PARADIGMA LABORAL

BORJA CASTELAR

Castelar, Borja

Tu futuro trabajo / Borja Castelar. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Galerna, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga

ISBN 978-950-556-871-0

1. Mercado de Trabajo. I. Título.

CDD 338.064

©2022, RCP S.A.

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ISBN 978-950-556-871-0

Digitalización: Proyecto 451

Hecho el depósito que marca la ley 11.723

Ilustración de tapa: Adobe stock - Nuthawut






Dedico este libro a todos los amigos que he tenido la suerte de cruzarme en la vida y que tanto me han aportado e influenciado para llegar a dónde estoy ahora. Nada es casualidad y nadie consigue el éxito solo, porque nadie es una isla.


Es especial a mis padres, Joaquín y Lina, a quienes no “solo” les debo el estar vivo, sino el haberme inculcado fuertes valores de integridad y ética, eso que comúnmente se llama “ser una buena persona”, y que, al final, es una de las cosas más importantes en la vida. Por haberse desvivido tanto por darme la mejor educación posible y la paciencia en criar a ese niño fantasioso, distraído, hiperactivo e irritantemente curioso. Algunas cosas nunca cambian…


Y por último, te lo dedico a ti, lector, que has decidido adquirir este libro y poner lo más valioso que hay en este mundo y que nunca vas a recuperar, tu tiempo. Espero que esta lectura te aporte mucho valor tanto a nivel profesional como personal.

INTRODUCCIÓN

En la actualidad, estamos inmersos en una auténtica revolución que pone en jaque la propia de lo que significa trabajar, en la que aparece el gran miedo de que los robots acaben con un valor esencial para la especie humana: el trabajo.

Nuestros ancestros que vivían en el continente africano hace aproximadamente dos millones de años evolucionaron de una forma que les permitió crear herramientas tan poderosas como el fuego. Esto permitió el crecimiento exponencial de nuestro cerebro ya que implicó comer de forma más segura y con una energía mucho menor en la digestión, generando más socialización y, por tanto, mayor capacidad lingüística. Algunos dicen que fue la principal razón detrás de la evolución tan rápida de nuestra inteligencia.

En el libro Trabajo, que recomiendo muchas veces en mis charlas, su autor James Suzman cuenta cómo el fuego inauguró mayor tiempo de ocio, jugando un papel directo en el desarrollo de nuestras capacidades comunicativas. Y una vez que pudimos comunicarnos, comenzamos a cuidarnos entre nosotros y a conectarnos de formas más profundas. De hecho, los homínidos comenzaron a enterrar a sus muertos hace unos treinta mil años.

Antes de la llegada del fuego, no existía realmente un “tiempo de ocio”. El fuego fue un poderoso detonante que nos ayudó a delimitar, por primera vez, el tiempo entre el trabajo y el ocio. En este viaje estamos todavía hoy, donde la línea de separación será cada vez más y más delgada en el futuro.

Mucho más tarde del fuego surgió la agricultura y, como consecuencia de esta, surgieron las primeras ideas de valor monetario. Esto también originó el surgimiento de las ciudades, forzando a la gente a decidir cómo y con quién trabajaban. La evolución de esas ciudades, el aumento de la producción agrícola y el superávit de alimentos acabó ocasionando la famosa revolución industrial, que puso en jaque por completo el significado del trabajo agrícola y artesano preexistente.

Según Suzman, esta revolución dio comienzo a una era de desigualdad sin precedentes en la historia de la humanidad. Pero poco a poco la situación fue mejorando, y los trabajadores contaron con mejores salarios y condiciones, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Esto produjo un cambio de mentalidad, hizo que los trabajadores empezaran a ver su trabajo como un medio para ganar dinero que les permitiera comprar cosas, más que como un medio para producir cosas, lo que contribuyó a reducir la desigualdad y a la creación de una clase media más sólida.

Este fue un fenómeno que se extendió durante buena parte del siglo XX, ya que los salarios crecieron junto con la productividad, la producción y el producto interno bruto. Pero en la década de 1980, todo eso cambió: los salarios se estancaron, ya que los otros tres elementos continuaron aumentando.

Actualmente la desigualdad de la riqueza se está deteriorando a niveles muy preocupantes. Algunas personas han entrado en un círculo materialista y autocentrado en trabajar cada vez más, pensando que todo es meritocracia, guiadas por el precepto material según el cual “cuanto más trabaje, más podré acceder a una vida mejor”. Al servicio de este sueño, los límites entre la vida personal y la profesional prácticamente se han esfumado.

Por eso, si no reestructuramos drásticamente nuestra economía para valorar los empleos y la mano de obra de manera diferente, nos espera un futuro sombrío de desigualdad radical y de apocalipsis climático.

Este libro que tienes en tus manos y estás por comenzar a leer busca aportar su granito de arena a esa “reestructuración” con la idea de iniciar un viaje juntos para que tu “futuro trabajo” sea brillante.

PRIMERA PARTE

TENDENCIAS QUE ESTÁN CAMBIANDO TU TRABAJO

CAPÍTULO 1

CAMBIO DE PARADIGMA

MIEDO AL CAMBIO

En la actualidad transitamos un cambio de paradigma sin precedentes en la comprensión de los conceptos de “trabajo” y “empleado”, hecho que, en definitiva, pone en marcha una genuina revolución del mercado laboral.

Este libro trata precisamente de esto, de lo que significa tener un trabajo ahora y, sobre todo, en los próximos años. De entender qué tendencias ocurren en este mismo momento transformando de arriba abajo el mercado del trabajo y, por lo tanto, tu futuro trabajo.

Durante estos años dando charlas y conferencias sobre el futuro del trabajo y habilidades blandas, siempre he percibido que este tema genera mucho miedo: miedo a perder el trabajo por la famosa Inteligencia Artificial, miedo a que tal o cual profesión deje de existir, seguido de un largo etcétera.

En general, tememos al cambio cuando sentimos que perdemos el control. Y a cambios más profundos, más intensa la sensación de miedo. Es en el ámbito del trabajo, donde el efecto del cambio se visibiliza con mayor claridad.

¿Por qué sucede esto? Entre otras razones porque es donde confluyen emociones relacionadas con nuestra valor como personas productivas, es decir, impacta de lleno en nuestra autoestima. De aquí que aparezca el famoso “síndrome del impostor” cuándo cambiamos de empleo, haciéndonos dudar si estamos a la altura de la nueva tarea o si todo ha sido obra de un golpe de suerte.

Por esto es importante detenerse también en el “cómo”, es decir, en aquello que está bajo nuestro control. ¿Cómo podemos hacer para que los próximos cambios que ocurran no se conviertan en grandes amenazas ni generen incertidumbre? ¿Cómo podemos hacer para que los próximos cambios sean grandes oportunidades para reinventarnos y para florecer en un futuro que (desde mi humilde opinión) será brillante y liberador?

¡Nuestro desafío es lograr que el futuro del trabajo nos beneficie!

LA NUEVA ERA DEL CONOCIMIENTO DIGITAL

Los cambios que estamos viviendo y los que están por llegar, son iguales o más potentes que los que implicó la revolución industrial del siglo XIX, que hizo que millones de agricultores analfabetos que vivían en el campo tuvieran que trasladarse a las grandes ciudades y capitales en busca de trabajo en las fábricas (el famoso éxodo a la ciudad).

El mercado laboral de la época valoraba al “sujeto que trabaja” principalmente como mera máquina o como un simple número en una cadena de montaje. Ese fue un proceso necesario para llegar a dónde estamos hoy en día. Por ese motivo, surgieron los primeros sindicatos con el objetivo de luchar por los derechos laborales de esos trabajadores industriales.

En cierta medida, nosotros somos una generación de “paso”, somos esos campesinos de la primera revolución industrial. Vivimos un trascendente cambio de paradigma, en el que el mercado laboral ha quedado obsoleto y en el que asistimos a la reinvención del significado del trabajo y de nosotros mismos en tanto “trabajadores”.

Hoy estamos en la era del conocimiento y de la economía digital, llamada por algunos “cuarta revolución industrial”, y que según los expertos comenzó a principios de este siglo XXI con la llegada de la mejora de las telecomunicaciones e internet y sus consecuencias radicales en lo económico, social y laboral.

Mientras que la economía tradicional estaba basada en lo físico, es decir, en una tienda física, en bienes físicos y en el efectivo, hoy vemos cómo todo esto pierde progresivamente su valor para dar espacio a la nueva materia prima cada vez más inmaterial. En más de una oportunidad, durante mis viajes por diversos países de Latinoamérica, me han dicho: “No entiendo cómo estamos así, si este país es muy rico y está lleno de recursos naturales!”. Pero, lo cierto es que esto ya poco importa para la prosperidad de un país. Expresiones como esa reflejan la mentalidad tradicional, la del bien físico, de la explotación de los recursos naturales como indicador económico.

En este nuevo tiempo, el valor y la generación de riqueza y empleo ya no van de la mano de los recursos físicos, sino de la calidad del talento que hay en un país. Y es el ese factor el que hará que una empresa triunfe, ¡el talento que hay dentro de una organización! Basta con asomarse apenas para descubrir historias de países “ricos” en recursos en los que se dispara la pobreza y la desigualdad social. Solo por citar, países como Perú y Chile, concentran las principales reservas de cobre del mundo, y al mismo tiempo son sociedades en las que alrededor del 30 % de la población, es decir, más de tres millones de personas, no llega a tener un ingreso de cien dólares al mes.

En esta era del conocimiento y del bien “inmaterial”, la educación es uno de los elementos más importantes. Por ejemplo, algo que determinará la vitalidad de la economía y de los empleos será la capacidad de emprender de una población. Por lo tanto, el Estado tendrá que agilizar y facilitar al máximo la creación de empresas e incentivar la innovación tecnológica, reduciendo drásticamente todo tipo de burocracias. Desafortunadamente, muchos políticos no consiguen ver esta realidad y siguen viviendo en el estigma y la mentalidad que regía la economía tradicional, alejados de la posibilidad de generar empleo y trabajos de calidad. Si echamos un vistazo a las empresas más valoradas del mundo, notaremos que todas son de tecnología, muchas de ellas con elevados márgenes gracias a la venta de software, es decir, de productos inmateriales.

La revolución que estamos viviendo es vertiginosa y mucho más impactante que las anteriores, debido a la hiperconectividad, permitiendo que la velocidad no sea lineal como en la revolución industrial, sino exponencial. Sólo hay que observar ese aparato que llevamos todo el día en nuestros bolsillos, el smartphone. En tan solo siete u ocho años el cambio ha sido drástico, y esto se traslada con la misma potencia al mercado del trabajo.

Y no sólo se trata de velocidad, es también por rendimientos a escala sin precedentes que permiten a las empresas producir el mismo valor con muchísimo menor costo (y, de hecho, con menor cantidad de empleados). Detrás de todo esto está la famosa “digitalización” que escuchamos nombrar en todas partes.

Entonces, para poder adaptarnos a todos estos cambios disruptivos, hace falta entender cómo la digitalización y las nuevas tecnologías están impactando de lleno en el mercado del trabajo.

DIGITALIZACIÓN: EL ACTOR PRINCIPAL

La digitalización está transformando todos los trabajos existentes, acabando con algunos empleos y exigiendo nuevas habilidades para realizar nuevas tareas, que pueden implicar que la fuerza de trabajo actual tenga que ser entrenada, lo que se conoce como reskilling. Pero la digitalización no sólo está dejando obsoletos algunos empleos, sino que también está dando lugar al surgimiento de nuevos puestos de trabajo. Esto ya ocurrió en la revolución industrial, con la incorporación de nuevas tecnologías, como las máquinas a vapor, causando inicialmente una contracción de los empleos para más tarde aumentar la demanda de nuevos puestos de trabajo que hasta ese momento no existían.

La gran cuestión que se plantea actualmente es si esta revolución será igual, es decir, si acabará por crear más empleos en el largo plazo. Como respuesta a este dilema, hay estudios para todos los gustos: algunos auspician un efecto positivo en el aumento del mercado de trabajo, mientras que otros pronostican un resultado totalmente catastrófico.

Lo que sí muchos estudios dan como bastante probable es que la digitalización contribuya a la polarización del mercado laboral ya que los trabajadores con más riesgo de perder su empleo en los próximos años, en esta era digital, son precisamente los de baja y media cualificación, con trabajos mucho más fácilmente “automatizables”. Es por ello que es tan importante, como veremos en la última sección de este libro, invertir en habilidades blandas y habilidades digitales de alta demanda.

Como mencionamos antes, en esta nueva era digital, la clave para la generación de valor o riqueza ya no es tanto el capital, los recursos naturales de un país, o cualquier activo físico, sino el conocimiento y el dominio de ciertas habilidades blandas como la creatividad y la inteligencia emocional. Los recursos naturales de un país ya no son tan importantes como sí lo son la educación y las habilidades digitales de una población. De aquí surge el concepto de “trabajadores del conocimiento” o knowmads.

Raquel Roca, en su libro Knowmads, los trabajadores del futuro desarrolla en detalle este nuevo grupo de trabajadores e incluso habla de la “actitud knowmad”, que reúne los siguientes rasgos:

1. Ser creativo e innovador: todos tenemos estas actitudes, pero a veces están “dormidas”.

2. Aprender de los mejores: de ahí la importancia de contar con mentores que hayan pasado por situaciones parecidas a las nuestras y puedan aconsejarnos.

3. Desarrollar la marca personal: para tener una presencia impecable en las redes sociales y así aumentar nuestra visibilidad.

4. Saber colaborar: aquí habla de la importancia de establecer relaciones laborales con personas que puedan complementarse.

5. Adaptabilidad: este es un elemento esencial para una actitud knowmad. Ser adaptables y flexibles para poder adaptarnos a nuevos proyectos y a nuevas realidades que van surgiendo.

Por lo tanto, hace falta empezar a crear nuestra propia profesión basada en nuestros talentos, ya sea en una modalidad autónoma como parte de proyectos para una empresa corporativa.

FRAGMENTACIÓN DEL TRABAJO

El concepto “fragmentación del trabajo” se relaciona con la organización del tiempo, ya no regida por un horario predeterminado sino por nuestras prioridades e intereses. Los “trabajadores del conocimiento” son personas que pueden trabajar en el horario que más les convenga y desde cualquier lugar del mundo. Esto pone fin al clásico horario 9.00 a 17.00, que no es más que una reminiscencia del pasado industrial del siglo XIX y buena parte del XX, en la que el control del tiempo por el empleador era esencial para la evaluación del trabajo; un modelo perfecto para una cadena de montaje, pero verdaderamente sin sentido en estos nuevos tiempos. En mi caso, funciono mucho mejor de noche, por lo cual mi horario para estar más concentrado es hacia el final del día. De hecho, mientras escribo este capítulo son las diez de la noche.

Afortunadamente, cada vez son más las empresas del mundo corporativo que se han dado cuenta de esto y empiezan a basar su jornada laboral mucho más en el cumplimiento de objetivos y no basado en el “calentar la silla” con un horario preestablecido. Además, la pandemia por todos conocida, ha acelerado aún más el fenómeno de la fragmentación, acarreando mayor flexibilidad y una mejor división de nuestra vida personal y profesional, también llamado “equilibrio trabajo-vida”.

De este apasionante tema y de muchos otros más hablaremos en las siguientes páginas para que puedas descubrir tu próximo trabajo y así ser protagonistas de esta sorprendente transformación. ¡Abróchate el cinturón que despegamos!

CAPÍTULO 2

NO ES LO QUE MERECES. MENOS “TITULITIS” Y MÁS VALOR

Me encontraba sentado leyendo un libro en el avión, en uno de los múltiples vuelos de Sao Paulo para Ciudad de México. Para variar leía un libro de historia, la mejor biografía de Napoleón que he leído hasta ahora del genial Andrew Roberts. Me encanta leer libros de historia y en particular biografías de grandes personajes de la historia universal, son para mí una manera de acceder a los mentores más inspiracionales de la historia de la humanidad. En esa ocasión, estaba sentado a mi lado un joven, probablemente de entre unos 25 o 30 años, un mexicano establecido en Sao Paulo que estaba yendo a visitar a su familia en Monterrey.

Nunca es fácil comenzar una conversación con un desconocido, sobre todo en espacios cerrados como en aviones o ascensores, donde curiosamente nos sentimos incómodos, incluso las personas más extrovertidas. Pero siempre digo que vale la pena el esfuerzo de abrirse a conversaciones con personas que no conocemos, ¡nos puede aportar tanto! Diferentes puntos de vista, vidas únicas y, quién sabe, un potencial socio o amigo.

En este caso la conversación se inició por mi remera de LinkedIn; el joven me preguntó si trabajaba ahí. Luego de responderle que sí, siguió el comentario típico: “Ah, he intentado buscar empleo por ahí, pero no me ha funcionado muy bien, ¿qué me aconsejas?”. No me dio tiempo ni a responder a su pregunta cuando ya comenzó a contarme que lo estaban explotando, que no le pagaban lo suficiente, que siempre estaba abierto a nuevas oportunidades laborales y un largo etcétera. Acto seguido, hizo una lista detallada de todo lo que había estudiado:

Lo escuché con atención, y sin poder evitar ponerme en el papel de un mentor, la conversación siguió así:

[Borja] ¡Ah, wow! Qué interesante todos esos estudios, pero déjame preguntarte algo: ¿qué valor das al mercado? ¿por qué crees que deberían pagarte esa cantidad de dólares?

[Extraño] ¡Por todo lo que he invertido en mi educación!

Ese es el problema. Esta es la mentalidad de la economía tradicional e industrial, donde todo es nuestro propio interés y egoísmo. Puro egocentrismo. La gente miraba y todavía mira al mercado laboral pensando, “¿cómo me puede dar beneficio? ¿cómo me puede dar el retorno de la inversión de mis estudios?”.

La línea de pensamiento es la siguiente: “he estudiado esta carrera y este máster que me da muchas salidas profesionales, lo cual me permitirá tener un trabajo estable y bien pagado”. Si nos detenemos a pensarlo es un pensamiento extremadamente egoísta y egocéntrico, que constantemente gira en torno a lo que “YO” quiero y lo que “YO” merezco. En ese escenario, muchos acudían a los portales de empleo para ver qué ofertas había para ellos.

En el viejo paradigma el objetivo, y aunque muchos no lo digan directamente, es simplemente hacer dinero: “estoy haciendo lo que hago y he estudiado esto porque quiero ganar dinero”, “estoy aguantando un trabajo que no soporto por dinero, por el sueño dorado de ir creciendo en la empresa y llegar a un tipo de paraíso donde tendré la posición y el estatus soñado”. Muchos, cuando llegan a esa posición por la que han luchado años se sienten completamente vacíos y acechados por todo tipo de cuestiones existenciales. Creo que precisamente es esta mentalidad la que hace surgir muchos de los problemas actuales de la sociedad. En esta nueva era, esto es simplemente irrelevante. Tenemos que adoptar una mentalidad que busque el bien común, ayudar a las personas, aportar valor a los demás; recién entonces, y como resultado, el dinero vendrá como consecuencia, generando riqueza y valor en la sociedad. Esta es la mentalidad que genera abundancia y propósito en tu vida.

El éxito verdadero no radica en una posición o en hacer mucho dinero, simplemente se trata de ser feliz y sentirte completo en lo que haces. Tú tienes una singularidad y puedes aportar un valor único, solo tienes que buscarlos.

Por lo tanto, es importante formularnos preguntas como:

¡Lo sé, es un cambio de paradigma brutal!

En lo personal, el haber estudiado una carrera universitaria no me aportó mucho. ¿Y a ti? ¿Realmente te sirvió para algo o fue la experiencia en el mercado laboral la que te permitió realmente aprender?

Soy muy escéptico con la educación actual. Desde hace décadas, las carreras universitarias, fuera de una economía digital, rápida y dinámica, han ido perdiendo sentido. Se quedarán refugiadas para unas pocas carreras vocacionales. Hoy, todavía, muchos de los jóvenes que entran en el mercado laboral han sido educados según esa perspectiva antigua, desde el ángulo de una economía tradicional que está dejando de existir a pasos agigantados. Esto tampoco significa que la formación y la capacitación están muertas, para nada, de hecho, todo lo contrario. Pero van a ser mucho más concretas y sobre un tema que queremos potenciar. Que nos aporten valor inmediato, práctico y muchas veces de forma autodidacta. ¡Una formación que verdaderamente te empodere!

Cada vez va servirá menos la carta de presentación “soy licenciado en…”. ¡Al mercado ya no le importa eso! De hecho, las empresas de tecnología más deseadas para trabajar, como por ejemplo Google, han deshecho esa cultura del “titulitis” y desde hace tiempo ya no piden como requisito tener una carrera universitaria, sino que evalúan a los postulantes por sus capacidades.(1) Buscan personas con claras habilidades interpersonales o soft skills (ya sabes, esas cosas que nunca nos enseñaron en la escuela o en la universidad como la inteligencia emocional), que sepan qué problema resuelven y entender qué valor han aportado en otras empresas que trabajaron.

En resumen, las organizaciones se preguntarán cada vez más: ¿qué valor vas a dar a la empresa si te contrato?

Ya no se trata de buscar las ofertas laborales disponibles para cada uno en función de los estudios, sino de pensar en cuál será el valor que podemos aportar en una empresa o proyecto. Urge empezar a crear y a hacernos responsables de nuestra profesión, de nuestro futuro laboral, tanto si somos freelance como empleados para una empresa. Tomar el toro por las astas, como dice el refrán popular, y pensar cada vez más cuál es ese valor que puedo aportar.

Estoy muy emocionado de poder estar viviendo en esta era que a pesar de todos los desafíos que presenta, va a producir un cambio de valores profundos, valores mucho más humanísticos.

EL FIN DEL EMPLEO DE TODA LA VIDA

Muchas veces las crisis como las que estamos viviendo en estos últimos años nos hacen salir de nuestra zona de confort y nos obligan a reinventarnos. Esto en cierta medida es bueno ya que vamos a tener que acostumbrarnos a vivir con un grado mayor de incertidumbre; hoy entrar a trabajar en una empresa y jubilarse es imposible de imaginar.

Mi padre es un claro ejemplo de lo que no volverá a ocurrir y no era extraño de ver hace pocas décadas atrás. Empezó a trabajar a los 17 años en una empresa y más tarde, después de 47 años trabajando, se jubiló en el mismo lugar donde comenzó su carrera profesional. Por cierto, ¡tuve la suerte de poder ir a su fiesta de jubilación en el 2020! En esta nueva era que estamos entrando ya no existirá la estabilidad que vivieron nuestros padres y abuelos. Es importante que aprendamos a vivir con la inseguridad, porque lo único permanente es el cambio. Antes, buscábamos ese nivel de seguridad y de zona de confort mediante un contrato indefinido y un horario estable y rutinario para trabajar en un cubículo haciendo todos los días lo mismo. Millones de horas administrativas y cientos de papeles (sí, no había internet).

Si aprendemos a abrazar el cambio permanente y el aprendizaje continuo, vamos a prosperar en este nuevo entorno, además de contar con una mayor felicidad y propósito en nuestras vidas, y dejaremos de ser unas meras máquinas en una oficina. Los cómodos y los que tengan miedo a los cambios se quedarán atrás. Soy un ferviente defensor de que, con todas las tecnologías y formas tan fáciles de emprender, hoy más que nunca vamos a poder conectar más fácilmente lo que nos apasiona con nuestro trabajo y así crear un propósito de vida personal y profesional.

1. https://www.cnbc.com/2018/08/16/15-companies-that-no-longer-require-employees-to-have-a-college-degree.htm