Ilustración de portada

INTRODUCCIÓN

Este libro propone observar el desarrollo del fútbol en el Uruguay desde sus inicios y difusión, en la última década del siglo XIX, hasta su consolidación como deporte y espectáculo de masas, veinte años después. Los límites cronológicos, sin ser impermeables, están dados por el entorno de las primeras expresiones deportivas: el surgimiento del Monte Video Cricket Club en 1861 y la consolidación de Peñarol en 1913 como algo distinto de la empresa de ferrocarriles de capitales británicos, reconocimiento formal de una realidad que hacía años se había dado de hecho.

La presentación extensa del fútbol británico y del argentino se justifica como introducción y referente por diferentes causas. El primero es, naturalmente, el paradigma de los equipos uruguayos; la formación de sus clubes e instituciones inspiró a los que nacieron en el Uruguay. Algunos de estos surgieron de los colegios, como es el caso del English High School y el British School —origen del Albion—, y de los jugadores de las clases altas. Otros nacieron en empresas de ferrocarriles o en frigoríficos, como el CURCC y el Liebig's.

En el caso del fútbol argentino, su proximidad llevaba también a la imitación y a la competencia. Equipos como el Alumni eran ejemplos no solo en Buenos Aires, sino también entre los jóvenes de esta orilla. En la República Argentina el fútbol tuvo un desarrollo similar al de Uruguay; por eso se reseñarán sus estrechos vínculos, su papel y función en una sociedad que se estaba modernizando a grandes pasos e incorporando a un mercado mundial. Se señalan también las características peculiares del fútbol en la frontera con Brasil.

En los conjuntos humanos crecientemente modelados por la industria y el capital eran cada vez más necesarios la disciplina y el autocontrol. Se tratará de indagar en esa sociedad de inicios del siglo XX e identificar las particularidades que explican en buena medida la explosiva difusión del fútbol entre la juventud criolla. El deporte en general y el fútbol en particular fueron una válvula de escape para liberar las tensiones de la vida cotidiana. En momentos de cambios importantes dejaron de ser una moda de las elites para ser practicados por jóvenes de todos los sectores sociales y de todo el país, facilitados por las numerosas concentraciones urbanas. Progresivamente transformado en espectáculo, el fútbol convocaba, como actores o como espectadores, a cientos, miles, decenas de miles de compatriotas.

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I


GRAN BRETAÑA,
LA CUNA DEL FÚTBOL MODERNO

Origen del deporte

Desde las primeras décadas del siglo XIX Gran Bretaña era la potencia hegemónica del mundo, y como tal señalaba rumbos en lo ideológico, en lo económico, en lo social. También lo hacía en la gastronomía, las costumbres y las modas, entre ellas las deportivas.

Gran Bretaña fue el paradigma de las elites del mundo en el siglo XIX. En su territorio las formas de producción del capitalismo se afirmaron y se extendieron por todo el planeta. La ciencia se transformó en tecnología y dejó de ser un pasatiempo de los ilustrados del siglo XVIII para convertirse en una herramienta de desarrollo económico. Al mismo tiempo se procesaron grandes cambios sociales. Miles y miles de campesinos se alejaban del medio rural, donde no encontraban ocupación, y atiborraban las ciudades. Necesitados de trabajo, constituían mano de obra abundante y barata. Ese proceso llevó a que algunos acumularan grandes fortunas con sus industrias, mientras muchos otros vivían en condiciones muy precarias. La clase alta británica se destacaba por su pragmatismo y utilitarismo. En sus ratos de ocio se interesó por el deporte y lo promovió entre su juventud.

Uno de los primeros antecedentes del deporte tal como lo conocemos hoy fue la caza del zorro, que se reglamentó en el siglo XVIII e inicios del XIX. Es un ejemplo de cómo la actividad se fue alejando de su origen, la cacería en sí misma, para convertirse en una competencia. Pero, además, la práctica del deporte de la caza por la burguesía ha sido una forma de autoafirmación como clase, signo de pertenencia a un sector social. La burguesía trocó la sangre azul de los nobles en un cuerpo con buena salud y una sexualidad sana; asimiló las pautas de comportamiento de la aristocracia y debió reproducir esa visión de sí misma. La educación fue uno de los medios elegidos.

Fueron los juegos de equipo los que más fácilmente se implantaron en toda la sociedad a partir del ejemplo de las clases altas. El remo se difundía gracias al prestigio de las competencias entre Oxford y Cambridge. El críquet, que alternaba el protagonismo individual con el colectivo, se propagó desde la metrópoli a todas las colonias con numerosa población británica —Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica—, así como a la India y el Caribe, aunque tenía como inconveniente que un partido podía llevar mucho tiempo en determinados trámites. El rugby tuvo éxito similar en los primeros países mencionados. Deporte rudo y exigente en cuanto a condiciones físicas, se lo ha definido como un juego de patanes jugado por caballeros.

No obstante, el que acaparó la atención de buena parte de las sociedades del mundo fue el fútbol. Apareció como un deporte que demandaba menos fortaleza física que el rugby, por lo cual resultaba menos selectivo. Además, no necesitaba corrientes de agua como el remo y se resolvía en un par de horas. A principios del siglo XIX se mantenían en Gran Bretaña los rudimentos de una actividad heredada de la Edad Media que tenía cierta similitud con el fútbol actual.

El fútbol era un juego popular y había sido adoptado por las public schools, que de hecho, pese a su nombre (‘escuelas públicas’), eran instituciones privadas, desde que los sectores medios y altos reconocieron a la educación como un medio de acompañar la Revolución industrial. El fútbol se jugaba en los colegios secundarios y en las universidades. El marco educativo disminuía un poco su brutalidad y planteaba la necesidad de reglamentar la práctica.

Más allá de lo lúdico, el fútbol fue racionalizado como algo utilitario, funcional al ser humano en lo que hace a su capacidad de competir, y más tarde se lo consideró el mejor medio para encauzar en el deporte el fervor de las clases populares.

Fue en los colegios de Eton, Harrow, Charterhouse, Winchester y Rugby, así como en las tradicionales universidades de Oxford y Cambridge, donde el juego empezó a reglamentarse. En estas instituciones, más allá de la educación formal, se procuraba promover el espíritu de camaradería, la caballerosidad y la capacidad de conducción. Inicialmente extendidos entre la clase alta, estos valores se propagaron a otros sectores sociales, primero los medios y después los más humildes.

La expansión del ferrocarril como medio de transporte de pasajeros facilitó que los estudiantes y sus teams se visitaran unos a otros. Ello permitió ver las variedades de fútbol que se jugaban e hizo evidente la necesidad de unificar las reglas. Competencias y campeonatos convirtieron en formativa una actividad que había sido solo lúdica, y posteriormente, ya en la etapa de su difusión masiva, en un espectáculo lucrativo.

Vale la pena señalar que algunos autores interpretan el deporte en general y el fútbol en particular como una expresión más de las relaciones de clase, y por ello funcional a los intereses de los sectores dominantes.

Evolución de las reglas y de los equipos

Uno de los primeros temas que hubo de dilucidar en el fútbol fue el uso de las manos. Existe la leyenda, hoy muy discutida, de que en un encuentro en 1823 un estudiante de la ciudad de Rugby, William Webb-Ellis, tomó el balón entre sus manos y corrió hacia la meta contraria. Esa propuesta de juego encontró eco en algunos colegios y fue el embrión del deporte que con el tiempo tomaría el nombre de la ciudad de origen. Al mismo tiempo, en otras universidades y colegios, como el prestigioso Trinity College de Cambridge, se entendía que el fútbol debía jugarse con los pies, opinión compartida por Eton y Harrow. Curiosamente, el empleo de vallas y su denominación como arcos son reminiscencias del tiempo en que el fútbol se jugaba sobre todo en los patios de los colegios, habitualmente rodeados de galerías con arcadas.

En Cambridge se hizo costumbre efectuar el saque lateral del campo de juego como lo conocemos hoy, mientras que en Eton se impuso el fuera de juego y el cambio de arco en el entretiempo. Por todo esto, en 1846 se reunieron en el Trinity College representantes de diversos institutos de enseñanza que confeccionaron el primer reglamento de fútbol, en el que se especificaba el uso de los pies y también el tiro libre luego de una falta. En 1851, gracias a Williams Gilbert y los curtidores de Workshire, se confeccionaron las primeras pelotas similares a las que predominarían durante la mayor parte del siglo XX. Muchos se sintieron tan atraídos por el fútbol que habían jugado en los colegios que continuaron practicándolo después, incluso de adultos. El ámbito más apropiado para ello eran los grupos de amigos o vecinos atraídos por las mismas aficiones, que en Gran Bretaña se conocían como clubes. En 1857 se fundó la primera entidad no universitaria para practicar el fútbol, el Sheffield Club, que respetaba el marco reglamentario propiciado por los centros de estudio.

En 1859 se formó el Forest en Leytonstone, y en 1862, el Notts County en Nottingham. La práctica de fútbol se extendía como reguero de pólvora. A instancias de Ebenezer Cobb Morley, un puñado de clubes se reunió en la taberna del Freemason’s de Londres el 26 de octubre de 1863, con el objetivo de unificar las reglas y constituir una autoridad para el cada vez más popular sport. Así se formó la Football Association. Se sucedieron seis reuniones hasta el 8 de diciembre, cuando se concretó un código común de juego.

En 1864, luego de deambular en Londres, el Forest cambió su nombre por el de Wanderers (‘vagabundos’). Estaba formado por exalumnos de varios colegios y su capitán era un antiguo estudiante de Harrow: Charles William Alcock.

Desde la creación de la Football Association la práctica de este deporte se fue perfeccionando año tras año, y a fines del siglo XIX sus reglas se habían consolidado. En aquellas reuniones de 1863 los postes de los arcos se habían ubicado en su posición actual y se había prohibido definitivamente tomar la pelota con las manos. Como única excepción a esta restricción, en 1870 se creó la figura del cuidavallas, al mismo tiempo que quitar el balón por la línea de arco se penalizó con un tiro de esquina o corner. Mientras tanto, en los partidos se afirmaba el papel del árbitro, que desde 1872 acostumbraba a utilizar un silbato para indicar sus decisiones. Por lo general se ubicaba fuera del field.

Al principio, quien transportaba el balón no podía enviarlo a un compañero ubicado más adelante, como sucede en el rugby, pero en 1866 se decidió habilitar esta jugada mientras frente al jugador atacante propio hubiera un mínimo de tres adversarios. Si esto no sucedía, el player se consideraba en off side, es decir, fuera de juego. En 1891 se creó la sanción del penalty contra faltas en las cercanías de la meta, y al año siguiente se decidió el uso de red de mallas en el arco. Las competiciones se hacían cada vez más frecuentes en Gran Bretaña, al compás de la proliferación de clubes de fútbol en todo el país y en todo el espectro social.

Los primeros equipos fueron conformados en su mayoría por antiguos alumnos de colegios secundarios, reductos de la clase alta, pero la instauración del descanso del sábado favoreció la participación de la clase media. Algunos clubes nacieron en torno a las actividades parroquiales, como muchos de las midlands y el noroeste; es el caso del Aston Villa, el Blackpool y el Bolton Wanderers. Otros surgieron en los clubes de críquet o en el seno de una empresa, como el West Ham, fundado por el propietario de la siderúrgica Thames Ironworks. Algunos fueron creados por propia iniciativa de los obreros y con la tolerancia de las empresas ferroviarias; es el caso de los trabajadores del Lancashire and Yorkshire Railway, quienes comenzaron a practicar fútbol en los patios de los talleres y en 1878 formaron el Newton Heath LYR. Los partidos se jugaban entre los diferentes departamentos de la compañía y con otros equipos ferroviarios. En 1892 el Newton Heath LYR se afilió a la League.

La Football Association y la Challenge Cup

Rápidamente se unieron nuevos clubes a la Football Association: para 1870 eran ya 39. A instancias de su secretario, Charles Alcock, que además era player de Wanderers, en 1871 se propuso celebrar la primera competición entre varios teams. Estos se eliminarían sucesivamente en la Challenge Cup y el trofeo para el vencedor sería una copa adquirida en veinte libras. Aceptaron participar catorce equipos ingleses y uno escocés, el Queen’s Park Football Club, invitado directamente a las semifinales con el Wanderers Football Club, que terminaron 0 a 0 el 4 de mayo de 1872. Por razones económicas, los escoceses no pudieron viajar para jugar el partido de desempate; el Wanderers accedió a las finales y venció 1 a 0 al Royal Engineers, un equipo vinculado a los militares, con un marco sugestivo de público: dos mil espectadores.

Ese mismo año se jugó el primer partido que puede considerarse internacional: Inglaterra frente a Escocia, que terminó con un empate a cero. Los escoceses vistieron las blusas azules usadas en ese momento por el team base de su combinado: el Queen’s Park; los ingleses, las ubicuas casacas blancas. Las asociaciones de fútbol se extendieron por Gran Bretaña: en 1873 se creó la de Escocia, en 1876 la de Gales y en 1879 la de Irlanda. Paralelamente, las clases populares se introducían en el deporte. En 1882 había un millar de clubes afiliados a la Football Association.

En 1887 se estableció la divisional de ascenso o segunda división. Al año siguiente se jugó la primera competición entre clubes: la Football League, con doce de ellos, muchos de los cuales subsisten en la actualidad. El triunfo correspondió al Preston, que contaba en sus filas con seis jugadores escoceses.

Clases sociales y profesionalización del deporte

Al comienzo el fútbol era practicado por estudiantes que lo tomaban como un reto, como un elevador moral —cuerpo sano, mente sana— y que, por supuesto, no pretendían cobrar por divertirse. No obstante, muchos de aquellos antiguos estudiantes, convertidos en acaudalados comerciantes e industriales, formaron equipos a los que quisieron reforzar con jugadores hábiles, incluso pagando por su concurso.

La participación de nuevos y más amplios sectores sociales en la práctica del fútbol empezó por Lancashire, en la década de 1870, y trajo consigo también los primeros intentos de profesionalización. No obstante, los finalistas de la copa hasta 1880 eran equipos de exalumnos de public schools. El primer símbolo de los cambios, en la final de 1883, fue la derrota de los exalumnos de la aristocrática escuela de Eton —los Old Etonians— a manos del Blackburn Olympic, un equipo en el que jugaban trabajadores textiles, metalúrgicos y un plomero. El capitán de los Etonians era un aristócrata: Arthur Fitzgerald Kinnaird, alumno de Cambridge, un player que destacaba por su versatilidad y vehemencia. Corpulento y con una larga barba pelirroja, resultaba inconfundible. Posteriormente Lord Kinnaird sería presidente de la Football Association.

Los crecientes niveles de competencia hicieron necesarias las prácticas y el concurso de los mejores jugadores. Estos surgían también de los sectores populares, a los que no les sobraba el dinero para cambiar una tarde de trabajo por una de fútbol ni contaban con los medios para ir a competir de un lado a otro. La profesionalización llegaba de la mano de quienes debían trabajar para vivir.

Al principio fue un viático, después un monto que equivalía a los jornales perdidos, finalmente un sueldo. Así, en la década del ochenta los equipos británicos estaban plagados de los hábiles escoceses, la mayoría provenientes de teams obreros o mineros de Escocia. Para 1885 la Football Association, ante la realidad que se imponía, aceptó a los profesionales. Para ser considerado profesional de un club el jugador debía haberse iniciado en este o residir en un radio de seis millas desde dos años atrás. Si más tarde quisiera prestar su servicio a un nuevo club, este debería comprar su transferencia al club original.

Antes de 1880 los valores del sport —esto es, el deporte por sí mismo— eran comunes a todos los clubes, la mayoría formados en los sectores de clase alta, pero esa percepción fue variando. La aparición de jugadores de clase media y obrera en el fútbol y en el rugby, junto con los signos crecientes de profesionalización desde el norte y las midlands de Inglaterra, fueron advertidos por las elites de las public schools, que además de jugar por divertirse lo hacían por el triunfo y la fama. Para ellos no era lo mismo ser derrotados por equipos similares de aficionados que por equipos de profesionales surgidos de las clases populares, que hacían valer la diferencia de entrenamiento, disciplina y condiciones. Muchos se recluyeron en sus clubes de elite.

El pago a los players llevó naturalmente al cobro de entradas a los espectadores y promovió la necesidad de organizar un calendario de matches que asegurara la financiación de las remuneraciones. En ese escenario surgió en 1888 la Football League, en cuya primera competición se enfrentaron doce equipos. Se jugaría una vez como local y otra como visitante. Se definiría al club campeón adjudicando dos puntos por un triunfo y uno por un empate.

En la década del noventa del siglo XIX el fútbol se había convertido en un espectáculo de masas, con hasta diez mil espectadores que pagaban por ver los encuentros. Por lo tanto, era un negocio que en muchos sentidos podía manejarse como una empresa. Consecuentemente, los asalariados comenzaron a organizarse. La primera agremiación, la Unión de Jugadores Británicos, se formó en Londres en 1898.

Muchos clubes afrontaron la disyuntiva de la profesionalización. Uno de ellos fue el Newton Heath, cuyos graves problemas económicos en los últimos años del siglo prácticamente anunciaban su desaparición como equipo competitivo en la Liga, hasta que encontró la salvación en un mecenas. Se cuenta que John Henry Davies, propietario de una cervecería local, se enteró de las dificultades económicas del club cuando se encontró en la calle con el capitán del Newton Heath, Harry Stafford. En 1902, a instancias del propio Davies, el club cambió su nombre por el de Manchester United.

Los últimos caballeros

Una excepción emblemática a la tendencia a la profesionalización fue el Corinthians Football Club. Lo había creado en 1882 Nicholas Lane Jackson, secretario de la Football Association, con la intención de desafiar la superioridad de los equipos escoceses. En sus estatutos originales establecía que no competiría por copas ni premios de ningún tipo, sino que jugaría partidos amistosos con otros conjuntos amateurs. En algún sentido continuó la propuesta que destacaba a Wanderers, el cual desaparecería en 1883.

El Corinthians se conformó como una especie de equipo por invitación. Muchos de sus miembros provenían de colegios privados y de las universidades de Oxford y Cambridge. En los ochenta y parte de los noventa, con un nombre que evoca los valores clásicos de la cultura griega, los corintios fueron la espina dorsal de la selección inglesa que enfrentó a escoceses y galeses. Se habían constituido para celebrar y conservar el ideal de los aficionados frente a los equipos profesionales comportándose como caballeros, o sea, jugar por el sport.

De la calidad de sus jugadores habla el hecho de que derrotó por el expresivo score de 8 a 1 al Blackburn Rovers, campeón de 1884, poco después de que este venciera en la final al Queen’s Park. Unos años más tarde incursionó en la League, donde compitió contra equipos profesionales.

Pese a sus intenciones, el ansia de triunfo y la espiral competitiva propia de quienes gustaban medirse en los campos de juego llevaron al Corinthians a desvirtuar sus principios buscando a sus players en el ámbito nacional —aunque elegía, eso sí, a los de su propia clase social—. Después de integrarse en la Amateur Football Association, donde mantuvo en alto los principios del sport, el club hizo varias giras alrededor del mundo, en las que difundió el fútbol y sus valores. Su camiseta alba y sus pantalones oscuros se hicieron famosos y fueron referentes para el Madrid Football Club (desde 1920, Real Madrid), que adoptó el blanco en su blusa, y para el equipo que tomó su nombre en la ciudad brasileña de San Pablo.

Otro club que continuó una práctica amateur fue el legendario Queen’s Park de Glasgow, que alternó empeñosamente los torneos de clubes de aficionados y los de las ligas escocesas profesionales de las divisionales de ascenso. El Queen’s tiene una divisa en su blasón que es una declaración de principios: ludere causa ludendi, o sea, ‘el juego por el juego mismo’.

Estrategias y estilos de juego

Inicialmente el fútbol se jugaba sin ningún criterio táctico: los once jugadores se desplazaban en el campo de un lado para otro. Se buscaba patear la pelota hacia adelante, controlándola y a la vez intentando superar a los defensores oponentes, ya que, como se vio, no se podía pasarla a un compañero más adelantado. Por lo tanto, en aquellos primeros momentos del fútbol se destacaba la actuación personal, la de los jugadores más fuertes y hábiles para superar a los contrarios y vulnerar su arco.

Este estilo de juego se practicó hasta la década de 1870. A principios de 1880, ya definido el papel del cuidavallas, el Bolton Wanderers puso en práctica una distribución en el campo de 1-1-1-8 —o sea, un arquero, un defensa, un medio y ocho atacantes—, distribución que fue seguida por otros equipos. Pocos años más tarde, en 1884, el Aston Villa comenzó a presentar una disposición 1-1-2-7. No obstante, fue el Blackburn Rovers el que desplegó un esquema que devendría clásico: el 1-2-3-5. De los tres medios, el central debía contener al director de ataque o centre forward adversario.

En estos años de consolidación del deporte nacieron dos estilos distintos: el británico y el escocés. El primero, heredero de los colegios, era más simple. Se basaba en pases largos a espacios abiertos, aprovechando la velocidad de los atacantes para hacerse de la pelota, disparos al arco desde cualquier posición medianamente favorable y balón al centro del área rival, para habilitar a los cabeceadores que entraban por sorpresa. Este estilo favorecía el lucimiento individual en desmedro de la búsqueda de resultados. Se conoce como el dribbling game.

Los escoceses practicaron un estilo más colectivo, basado en la combinación en triangulación, el pase a corta distancia y rasante, y más orientado a eludir al adversario que a superarlo en fuerza al llevar la pelota al pie. Los pioneros en esta forma de encarar el juego fueron los players del Queen’s Park. Además, comenzaron a ensayar con regularidad las posibilidades del pase hacia adelante a un compañero que no estuviese fuera de juego. Era el passing game.

La extensión del fútbol: Europa, América, Asia, el Pacífico

El predominio político y económico de Gran Bretaña en las últimas décadas del siglo XIX facilitó naturalmente la difusión mundial del fútbol. Para la St. James Gazette, la reina Victoria ejercía su autoridad sobre «un continente, cien penínsulas, quinientos promontorios, mil lagos, dos mil ríos y diez mil islas». Pero la extensión del imperio no solo era geográfica: se manifestaba también en su poderío financiero —en la práctica era el banquero del mundo— y en sus inversiones.

El fútbol se difundió en todo el orbe a través de sus profetas británicos. Estos eran desde profesores y alumnos de las selectas escuelas secundarias hasta marineros que tras largas jornadas de navegación aprovechaban los momentos en tierra para divertirse con el sport que hacía furor en las islas. Estudiantes ingleses pupilos en colegios de Suiza llevaron el fútbol a ese país, donde en las últimas décadas del siglo XIX se formaron instituciones deportivas históricas, como el Servette y el Grasshoppers. Desde Suiza se extendió a través de Europa; en Austria se creó el First de Viena; en Alemania el TSV 1860 München; en Hungría el Újpest Dózsa y el Ferencváros; en Bélgica Le Gantoise, el Royal Antwerp y el Ligeois; en Suecia el Norrköping.

En Francia el fútbol se introdujo a través del puerto de El Havre. En esta ciudad se fundó en 1872 el club del mismo nombre, mientras en España nacía el Huelva Recreation Club, formado por técnicos y obreros mineros británicos, que daría origen al Recreativo Huelva en 1889; el Athletic de Bilbao se creó en 1898 y al año siguiente el Barcelona. Al mismo tiempo surgían en Italia tres instituciones particularmente prestigiosas: el Juventus de Turín, el Genoa y el Milan.

En América, Asia y África el fútbol llegó también de la mano de los súbditos de la reina Victoria. Mientras que en Asia y África su inserción fue más tardía, como forma de recreación y como espectáculo, en el continente sudamericano el sport, y en particular el fútbol, arraigaron rápidamente. En parte ello se debió a la existencia de fuertes clases altas nativas que admiraban las ideas, las costumbres y los logros anglosajones. Además, en América Latina se ubicaba el veinte por ciento de las inversiones británicas.

Las primeras ligas y asociaciones se formaron en puertos y capitales, donde la presencia de las colectividades británicas era más importante: el 21 de febrero de 1893 en Argentina, el 19 de junio de 1895 en Chile y el 30 de marzo de 1900 en Uruguay.

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