El colportor evangélico

y

Ayuda en la vida cotidiana

Elena G. de White

Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.

El colportor evangélico

Elena G. de White

Dirección: Aldo D. Orrego

Diseño: Carlos Schefer

Ilustración de tapa: Shutterstock (Banco de imágenes)

Libro de edición argentina

IMPRESO EN LA ARGENTINA

Printed in Argentina

Primera edición, e–Book

MMXX

Es propiedad. © Asociación Casa Editora Sudamericana (2001).

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.

ISBN 978-987-798-079-0

Publicado el 23 de enero de 2020 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).

Tel. (54-11) 5544-4848 (Opción 1) / Fax (54) 0800-122-ACES (2237)

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Prefacio

Respondiendo a una comisión divina, los adventistas del séptimo día han emprendido entusiastamente la obra de pregonar por medio de la página impresa las verdades del sábado y del segundo advenimiento de Cristo. En más de un siglo de actividad evangelizadora, nuestra obra de Publicaciones ha sido un instrumento poderoso para difundir el mensaje del tercer ángel en todo el mundo.

A través de los años se ha recibido, por medio de la pluma de Elena de White, dirección especial con respecto a la tarea de publicar y hacer circular nuestros impresos. En estos consejos, la venta de nuestros libros y periódicos con la verdad es elevada a la categoría de una obra comparable con la del ministerio evangélico, y quien se dedica a la venta de estos libros es considerado un colportor evangélico.

En 1902 se reunió una cantidad de declaraciones de Elena de White relativas al ministerio del colportaje, las que fueron publicadas bajo el título de Manual for Canvassers [Manual para colportores]. Consejos subsiguientes de la Hna. White sobre el ministerio de las Publicaciones indujeron a hacer una ampliación de esa obra, y en 1920 apareció el precioso tomo denominado Colporteur Evangelist [El colportor evangélico]. La obrita, publicada en varios idiomas, incluso en español, circuló ampliamente.

El deseo de eliminar la repetición de temas, de colocar los consejos en un orden temático bien organizado y de incluir unas pocas declaraciones adicionales escogidas de libros, artículos periodísticos y manuscritos de la Hna. White, dio como resultado el libro Colporteur Ministry, que fue preparado en armonía con la provisión hecha por ella para la publicación póstuma de sus escritos. Con excepción de algo de material que fue eliminado por ser meras repeticiones, todo el contenido de Colporteur Ministry está en El colportor evangélico [en español conservó el título anterior]. Esta obra incorporó varias particularidades: los compiladores pusieron la referencia de cada cita y el año en que se publicara por primera vez; incluyeron subtítulos, que le servirían al lector para encontrar las declaraciones que deseara; y utilizaron cursivas al comienzo de un párrafo o más para destacar el pensamiento central de la(s) cita(s). Por último, todas las referencias se hicieron con respecto a las fuentes originales y no al Colporteur Evangelist, pues este se compiló después de la muerte de la Hna. White.

La presente edición, nuevamente ampliada, fue pensada teniendo en cuenta muy especialmente a usted, querido colportor. Porque además de los inspirados consejos de El colportor evangélico, ahora podrá beneficiarse con la orientación oportuna, práctica, de Ayuda en la vida cotidiana, un librito del Espíritu de Profecía que socorrió a miles de personas al inspirarlas para vivir una vida cristiana exitosa. Cada uno de sus cuatro capítulos le serán una mina valiosa de ricos tesoros, que bien valdrá la pena repasar mientras haga frente a las realidades cotidianas en el trato con los demás y con Dios, y en la comprensión de sí mismo.

Que los consejos relativos al evangelismo por medio de las Publicaciones, bajo esta nueva ampliación, pueda guiar e inspirar a un ministerio más rico y eficiente para el Maestro, es el sincero deseo de los editores y de

Los Fideicomisarios de los Escritos de Elena G. de White

SECCIÓN I

LA EVANGELIZACIÓN POR MEDIO DEL COLPORTAJE

1

Nuestras publicaciones y su misión

“Tienes que empezar a imprimir”

En una reunión celebrada en Dorchester, Massachusetts, en noviembre de 1848, recibí una visión acerca de la proclamación del mensaje del sellamiento y del deber de los hermanos de publicar la luz que brillaba sobre nuestro sendero.

Después de salir de la visión le dije a mi esposo: “Tengo un mensaje para ti. Tienes que empezar a imprimir un pequeño periódico y enviarlo a la gente. Será pequeño al comienzo; pero a medida que la gente lo lea, te enviará medios con los cuales imprimir; y será un éxito desde el mismo principio. Se me ha mostrado que de este modesto comienzo brotarán como raudales de luz que han de circuir el mundo” (Life Sketches, pág. 125. Año 1915).

Hacer que la verdad sea clara y sencilla

Nuestras publicaciones tienen que realizar una obra muy sagrada y presentar en forma clara, sencilla y simple la base espiritual de nuestra fe. Por doquiera la gente hace sus decisiones; todos están tomando posiciones, o bajo el estandarte de la verdad y la justicia, o bajo el estandarte de las potencias apóstatas que están contendiendo por la supremacía. En este tiempo se ha de dar al mundo el mensaje de Dios con tanto énfasis y poder que la gente se vea frente a frente con la verdad, y deba decidir con su mente y su corazón. Debe ser inducida a ver la superioridad de la verdad sobre los múltiples errores que procuran atraer la atención y suplantar, si fuese posible, la Palabra de Dios para este tiempo solemne.

El gran objetivo de nuestras publicaciones es ensalzar a Dios, llamar la atención de los hombres a las verdades vivientes de su Palabra. Dios nos invita a enarbolar, no nuestro propio estandarte, no el estandarte de este mundo, sino el de la verdad (Joyas de los testimonios, t. 3, págs. 151, 152. Año 1902).

Publicar la luz y la verdad

En la noche del 2 de marzo de 1907, muchas cosas me fueron reveladas en cuanto al valor de nuestras publicaciones que contienen la verdad presente, y la poca diligencia de nuestros hermanos y hermanas en asegurarles una amplia difusión.

Me fue mostrado en repetidas ocasiones que nuestras prensas debieran estar continuamente ocupadas en publicar la luz y la verdad. El tiempo actual es un tiempo de tinieblas espirituales para las iglesias del mundo. La ignorancia de las cosas divinas ha encubierto a Dios y la verdad de la vista de los hombres. Las fuerzas del mal se congregan y fortalecen. Satanás promete a sus asociados que hará una obra que seducirá al mundo entero. Mientras que la actividad de la iglesia es sólo parcial, Satanás y sus ejércitos están desplegando una actividad intensa. Las iglesias seudocristianas están muy lejos de haber convertido al mundo, pues ellas mismas se han dejado corromper por el egoísmo y el orgullo; y necesitan experimentar el poder regenerador de Dios en su seno antes de poder guiar a otros hacia un ideal más elevado y más puro (Ibíd., pág. 315. Año 1909).

Para dar el mensaje con rapidez

La obra de producir libros debiera ser el medio de presentar rápidamente la verdad presente al mundo. Las publicaciones que salen de nuestras prensas en la actualidad debieran ser de tal naturaleza que fortalezcan cada clavija y cada columna de nuestra fe, la cual fue establecida por la palabra de Dios y las revelaciones de su Espíritu.

La verdad que Dios dio a su pueblo en estos últimos días debiera mantenerlo firme cuando lleguen a la iglesia personas que presentan falsas teorías. La verdad que permaneció firme contra los ataques del enemigo durante más de medio siglo, todavía debe ser la confianza y el consuelo del pueblo de Dios.

La evidencia que presentemos ante los incrédulos de que poseemos la verdad de la Palabra de Dios, debe consistir en una vida de estricta abnegación. No hagamos de nuestra fe un objeto de burla; mantengamos siempre ante nosotros el ejemplo del Ser que, aunque era el Príncipe del cielo, se humilló para vivir una vida de abnegación y sacrificio con el fin de vindicar la justicia de la palabra de su Padre. Que cada uno resuelva hacer todo lo posible para que la luz de sus buenas obras brille en el mundo [Mat. 5:16] (Testimonios para la iglesia, t. 9, pág. 57. Año 1909).

Preparar a un pueblo para encontrarse con Dios

Las páginas impresas que salen de nuestras casas publicadoras deben preparar a un pueblo para ir al encuentro de su Dios. En el mundo entero, estas instituciones deben realizar la misma obra que hizo Juan el Bautista en favor de la nación judaica. Mediante solemnes mensajes de amonestación, el profeta de Dios arrancaba a los hombres de sus sueños mundanos. Por su medio, Dios llamó al arrepentimiento al apóstata Israel. Por la presentación de la verdad desenmascaraba los errores populares. En contraste con las falsas teorías de su tiempo, la verdad resaltaba de sus enseñanzas con certidumbre eterna. “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mat. 3:2). Tal era el mensaje de Juan. El mismo mensaje debe ser anunciado al mundo hoy por las páginas impresas que salen de nuestras casas editoriales...

En gran medida, es por medio de nuestras imprentas como debe cumplirse la obra de ese otro ángel que baja del cielo con gran potencia e ilumina la Tierra con su gloria [Apoc. 18:1] (Joyas de los testimonios, t. 3, págs. 140, 142. Año 1902).

Deben ir a todas partes

Nuestros impresos debieran ir a todo lugar. Publíquense en muchos idiomas. El mensaje del tercer ángel debe darse por este medio tanto como por la predicación de viva voz. Despierten, ustedes que creen en la verdad para este tiempo. Les incumbe el deber actual de proveer todos los medios posibles para sostener a quienes comprenden la verdad, para que la proclamen. Una parte de los ingresos provenientes de la venta de nuestras publicaciones debiera servir para aumentar nuestro equipo de herramientas, con el fin de así poder producir una mayor cantidad de impresos destinados a abrir los ojos de los ciegos y a enternecer los corazones (Ibíd., pág. 312. Año 1902).

Hay muchos lugares en los cuales no puede oírse la voz del predicador, lugares que pueden ser alcanzados únicamente por nuestras publicaciones: los libros, periódicos y folletos que contienen las verdades bíblicas que el pueblo necesita. Nuestras publicaciones han de ser distribuidas por todas partes. La verdad ha de ser sembrada junto a todas las aguas [Isa. 32:20]; pues no sabemos cuál ha de prosperar, si esto o lo otro. En nuestro juicio falible podemos pensar que no es aconsejable dar las publicaciones precisamente a las personas que más rápidamente aceptarían la verdad. No sabemos cuáles pueden ser los resultados de entregar un solo folleto que contiene la verdad presente (Manuscrito 127. Año 1909).

Nos acercamos rápidamente al fin. La impresión y circulación de libros y periódicos que contengan la verdad para este tiempo ha de ser nuestra tarea (Testimonies, t. 8, pág. 89. Año 1904).

A todo país y clima

Las publicaciones han de multiplicarse y esparcirse como las hojas de otoño. Los silenciosos mensajeros están iluminando y modelando las mentes de miles de personas en todos los países y climas (Review and Herald, 21-11-1878).

En todos los idiomas

De ciudad en ciudad y de país en país ellos [los colportores] han de llevar las publicaciones que contienen la promesa del pronto regreso del Salvador. Estas publicaciones deben traducirse a todos los idiomas, porque el evangelio ha de predicarse en todo el mundo. Cristo promete a cada obrero la eficiencia divina que dará éxito a su trabajo (Testimonios para la iglesia, t. 9, pág. 28. Año 1909).

Para iluminar todo el mundo

El mundo debe recibir la luz de la verdad por medio del ministerio evangelizador de la Palabra, efectuado por nuestros libros y periódicos (Joyas de los testimonios, t. 3, pág. 311. Año 1909).

De nuestros libros y periódicos han de emanar brillantes rayos de luz que han de iluminar al mundo con respecto a la verdad presente (Testimonies, t. 8, pág. 87. Año 1904).

2

Una obra de primera importancia

Un ministerio exitoso para salvar a las personas

La obra del colportaje, debidamente practicada, es obra misionera del más alto orden, y es un método tan bueno y de tanto éxito como cualquiera que se pueda emplear para presentar a la gente las verdades importantes para este tiempo. La importancia de la obra del ministerio es indudable; pero muchos que tienen hambre del pan de vida no han tenido oportunidad de oír una palabra de los predicadores delegados por Dios. Por esta razón es esencial que nuestras publicaciones reciban amplia circulación. Así el mensaje irá donde el predicador no puede ir, y la atención de muchos será atraída a los acontecimientos importantes relacionados con las escenas finales de la historia de este mundo.

Una obra ordenada por Dios.-Dios ha ordenado el colportaje como un medio de presentar a la gente la luz contenida en nuestros libros, y los colportores deben comprender cuán indispensable es presentar al mundo tan pronto como sea posible los libros necesarios para su educación e ilustración espirituales. Esta es en verdad la obra que el Señor quiere que su pueblo haga en este tiempo. Todos los que se consagran a Dios para trabajar como colportores están ayudando a dar el último mensaje de amonestación al mundo. No podemos estimar demasiado altamente esta obra; porque si no fuese por los esfuerzos del colportor, muchos no oirían nunca la amonestación (Joyas de los testimonios, t. 2, pág. 532. Año 1900).

Una obra de la mayor importancia

Si hay una obra más importante que otra, es la de presentar al público nuestras publicaciones, induciéndolo así a escudriñar las Escrituras. La obra misionera -que consiste en introducir nuestras publicaciones en el seno de las familias, conversar y orar con ellas-, es una obra buena que instruirá a los hombres y las mujeres acerca de cómo realizar la labor pastoral (Testimonies, t. 4, pág. 390. Año 1880).

Cuando los miembros de iglesia se den cuenta de la importancia de la circulación de nuestras publicaciones, dedicarán más tiempo a esta obra. Las revistas, los folletos y los libros serán colocados en los hogares de la gente, para predicar el evangelio en sus diversos aspectos... La iglesia debe prestar atención a la obra del colportaje. Esta es una de las formas en que debe brillar en el mundo. Entonces será “hermosa como la luna, radiante como el sol, imponente como ejércitos en orden” [Cant. 6:10] (Manuscrito 113, 1901).

Un llamado a revivir el interés

Se me recuerda constantemente la importancia del colportaje. Últimamente no se le infunde a esta obra la vida que le dieron una vez los seres que hicieron de ella su especialidad. Se sacó a los colportores de su obra evangelizadora para dedicarlos a otros trabajos. Esto no es como debe ser. Muchos de nuestros colportores, si estuviesen verdaderamente convertidos y consagrados, podrían hacer más en este ramo que en cualquier otro en cuanto a presentar a la gente la verdad para este tiempo.

La Palabra de Dios nos muestra que el fin se acerca. Hay que amonestar al mundo, y como nunca antes debemos trabajar para Cristo. Se nos ha confiado la obra de amonestación. Debemos ser conductos de luz para el mundo e impartir a otros la luz que recibimos del gran Portaluz. Serán probadas las palabras y las obras de todos los hombres. No nos rezaguemos ahora. Lo que debe hacerse para amonestar al mundo se ha de hacer sin dilación. No se deje languidecer la obra del colportaje. Preséntense a tantas personas como se pueda los libros que contienen la luz sobre la verdad presente (Joyas de los testimonios, t. 2, pág. 545. Año 1900).

Iguala en importancia al ministerio pastoral

Los colportores deben salir a hacer su obra en las diversas partes del país. La importancia de esta obra se equipara plenamente a la del ministerio pastoral. El predicador viviente y el mensajero silencioso se necesitan por igual para realizar la gran tarea que afrontamos (Review and Herald, 1-4-1880).

El trabajo de colportar con nuestras publicaciones constituye una rama muy importante y provechosa de la obra evangélica. Nuestras publicaciones pueden ir a lugares donde no se pueden realizar reuniones. En tales sitios el fiel colportor evangélico ocupa el lugar del predicador viviente. Por medio de la obra del colportaje se presenta la verdad a miles de personas que de otra manera nunca la podrían oír (Ibíd., 7-10-1902).

No tenemos tiempo que perder. Hay una obra importante delante de nosotros, y si somos siervos perezosos perderemos ciertamente la recompensa celestial. Pero pocos son los que tienen una visión amplia y extensa de lo que puede realizarse para alcanzar a la gente por medio de esfuerzos personales e interesados en una sabia distribución de nuestras publicaciones. Muchos que no serían inducidos a escuchar la verdad presentada por el predicador vivo, aceptarán un folleto o una revista y lo leerán con cuidado; como muchas de las cosas que lean concordarán exactamente con sus ideas, se interesarán en leer todo lo que contiene (Ibíd., 19-12-1878).

Comprender nuestra responsabilidad

Existe el peligro de que nos dejemos invadir por un espíritu de mercantilismo y absorber tanto en los negocios terrenales, que las verdades de la Palabra de Dios no se manifiesten en nuestra vida. El amor por hacer negocios y obtener ganancias se vuelve siempre más dominante. Hermanos míos, sean vuestras vidas realmente convertidas. Si hubo alguna vez un tiempo en que fuese necesario comprender nuestra responsabilidad, es ahora, cuando la verdad está caída en la calle y la rectitud no puede entrar [Isa. 59:14]. Satanás ha bajado teniendo gran poder, para obrar con todas las seducciones de injusticia en aquellos que perecen [Apoc. 12:12; 2 Tes. 2:10]; y todo lo que es susceptible de ser removido lo será [Heb. 12:27]; sólo subsistirán las cosas que no puedan serlo.

El Señor vendrá; estamos entrando en escenas de calamidades. Los agentes de Satanás, aunque invisibles, se esfuerzan por destruir las vidas humanas. Pero si nuestra vida está escondida con Cristo en Dios [Col. 3:3], contemplaremos su gracia y su salvación. El Señor viene para establecer su reino sobre la Tierra. Que nuestras lenguas sean santificadas y empleadas para su gloria. Trabajemos ahora como no lo hicimos nunca. Somos exhortados a instar “a tiempo y fuera de tiempo” (2 Tim. 4:2). Debemos crear oportunidades para la presentación de la verdad, y aprovechar toda ocasión que se nos presente para atraer a las personas al Salvador.

Como pueblo, debemos reconvertirnos, de manera que nuestra vida santificada anuncie la verdad tal cual es en Jesús. Al mismo tiempo que repartimos nuestras publicaciones, podemos, con el corazón ardiente y palpitante, hablar del amor del Salvador. Sólo Dios puede perdonar los pecados; si no comunicamos este mensaje a los inconversos, nuestra negligencia puede implicar su perdición... El Señor nos pide a todos que nos esforcemos para salvar a los seres humanos que perecen. Satanás está obrando; procura seducir aun a los mismos escogidos [Mat. 24:24]; ahora es el momento de trabajar con vigilancia. Debe darse publicidad a nuestros libros y periódicos; el evangelio de la verdad presente debe ser dado sin tardanza a nuestras ciudades. ¿Cumpliremos con nuestro deber? (Joyas de los testimonios, t. 3, págs. 312, 313. Año 1909).

La obra de Dios

Recuerde el colportor que tiene la oportunidad de sembrar junto a todas las aguas [Isa. 32:20]. Recuerde, mientras vende los libros que dan el conocimiento de la verdad, que está haciendo la obra de Dios, y que todo talento debe ser empleado para gloria de su nombre. Dios estará con todo aquel que trata de conocer la verdad para poder presentarla a otros claramente. Dios ha hablado con sencillez y claridad: “Y el espíritu y la Esposa dicen: ‘¡Ven!’ El que oye, diga: ‘¡Ven!’ Y el que tiene sed, venga” (Apoc. 22:17). Sin tardanza debemos instruir a quienes lo necesitan, con el fin de que sean llevados al conocimiento de la verdad tal como es en Jesús (Ibíd., t. 2, pág. 533. Año 1900).

Atalayas y mensajeros

Ha llegado el tiempo en que los colportores deben hacer una gran obra. El mundo está dormido y, como atalayas [Eze. 3:17], ellos han de hacer repercutir la amonestación para despertar a los que duermen con el fin de que conozcan su peligro. Las iglesias no conocen el tiempo de su visitación. Con frecuencia, la mejor manera en que pueden aprender la verdad es por medio de los esfuerzos del colportor. Los que salen en nombre del Señor son sus mensajeros para dar a las multitudes que están en las tinieblas y el error las gratas nuevas de la salvación en Cristo en obediencia a la ley de Dios (Ibíd., pág. 534. Año 1900).

Verán personas convertidas

Salgan los colportores con la Palabra del Señor, recordando que los que obedecen los mandamientos y enseñan a otros a obedecerlos serán recompensados al ver a las personas convertirse; y una persona verdaderamente convertida traerá otras a Cristo. Así entrará la obra en nuevos territorios (Ibíd.).

Mientras dure el tiempo de gracia

Mientras dure el tiempo de gracia, habrá oportunidad para que el colportor trabaje. Cuando las denominaciones religiosas se unan con el papado para oprimir al pueblo de Dios, el colportaje evangélico abrirá lugares en que exista libertad religiosa. Si en un lugar la persecución se hace severa, procedan los obreros como Cristo enseñó. “Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra”. Si la persecución llega allí, vayan a otro lugar. Dios guiará a sus hijos, convirtiéndolos en una bendición en muchos lugares. Si no fuera por la persecución no estarían tan ampliamente esparcidos para proclamar la verdad. Y Cristo declara: “No acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del hombre” (Mat. 10:23). Hasta que en los cielos se proclame el decreto, “Hecho está” [Apoc. 16:17], siempre habrá lugares para trabajar y corazones que reciban el mensaje (Testimonies, t. 6, pág. 478. Año 1900).

Hay una gran obra que hacer, y debe realizarse todo esfuerzo posible para revelar a Cristo como el Salvador que perdona el pecado, Cristo como el que carga con el pecado, Cristo como la brillante estrella matutina; y el Señor nos dará favor ante el mundo hasta que la obra esté terminada (Ibíd., págs. 20, 21. Año 1900).

No existe obra superior

No hay obra superior a la del colportaje evangélico, porque entraña el cumplimiento de los deberes morales más elevados. Los que se dedican a esta obra necesitan estar siempre bajo el control del Espíritu de Dios. No deben ensalzarse a sí mismos. ¿Qué tiene cualquiera de nosotros que no haya recibido de Cristo? Debemos amarnos como hermanos y revelar nuestro amor ayudándonos unos a otros. Debemos ser compasivos y corteses. Debemos avanzar juntos y trabajar unidos. Únicamente los que vivan de acuerdo con la oración de Cristo y la cumplan en la vida práctica resistirán la prueba que ha de sobrevenir a todo el mundo. Los que ensalzan al yo, se colocan bajo el poder de Satanás y se preparan para recibir sus engaños. La orden del Señor a su pueblo es que elevemos cada vez más el estandarte. Si obedecemos a su voz, él obrará con nosotros, y nuestros esfuerzos serán coronados de éxito. Obtendremos en nuestra obra ricas bendiciones de lo alto y nos haremos tesoros junto al trono de Dios.

Si tan sólo supiéramos lo que nos espera, no seríamos tan morosos en la obra del Señor.

Somos responsables de la obra que debiéramos haber hecho.-Estamos en el tiempo del zarandeo, en el tiempo en que todo lo que pueda ser sacudido será sacudido [Heb. 12:27]. El Señor no disculpará a los que conocen la verdad y no obedecen sus órdenes en palabras y acciones. Si no hacemos esfuerzos para ganar a las personas para Cristo, seremos tenidos por responsables de la obra que podríamos haber hecho pero no hicimos por nuestra indolencia espiritual. Los que pertenecen al reino del Señor deben obrar fervientemente para la salvación de los seres humanos. Deben hacer su parte para atar la ley y sellarla entre los discípulos [Isa. 8:16].

¿Quién irá?—El Señor quiere que la luz que derramó sobre las Escrituras resplandezca en rayos claros y brillantes; y es deber de nuestros colportores hacer un esfuerzo enérgico y concertado para que se cumpla el designio de Dios. Nos espera una obra grande e importante. El enemigo de los hombres lo comprende y está empleando todo medio de que dispone para inducir al colportor a emprender algún otro ramo de trabajo. Debe cambiarse este orden de cosas.

Dios invita a los colportores a que vuelvan a su trabajo. Pide voluntarios que dediquen todas sus energías y entendimiento a la obra y ayuden dondequiera que haya oportunidad. El Maestro invita a cada uno a hacer según su capacidad la parte que le ha sido confiada. ¿Quiénes responderán al llamamiento? ¿Quiénes saldrán, henchidos de sabiduría, gracia y amor por Cristo, a trabajar a favor de los que están cerca y lejos? ¿Quiénes sacrificarán la comodidad y el placer, y penetrarán en los lugares donde reina el error, la superstición y las tinieblas, para obrar con fervor y perseverancia, presentar la verdad con sencillez, orar con fe y trabajar de casa en casa? ¿Quiénes saldrán en este tiempo fuera del campamento, dotados del poder del Espíritu Santo, para soportar oprobio por amor a Cristo, explicar las Escrituras a la gente y llamarla al arrepentimiento?

Dios tiene obreros en toda época. Satisface la demanda de la hora con la llegada del hombre apropiado. Cuando clame la voz divina: “¿A quién enviaré y quien irá por nosotros?”, llegará la respuesta: “Heme aquí, envíame a mí” (Isa. 6:8). Todos los que trabajan eficazmente en el colportaje deben sentir en su corazón que están haciendo la obra de Dios al ministrar a las personas que no conocen la verdad para este tiempo. Están proclamando la nota de advertencia en los caminos y los vallados, con el fin de preparar a un pueblo para el gran día del Señor, que pronto ha de sobrecoger al mundo.

No tenemos tiempo que perder. Debemos alentar esta obra. ¿Quiénes saldrán hoy con nuestras publicaciones? El Señor imparte idoneidad para la obra a todo hombre y mujer que quiera cooperar con el poder divino. Cuando se pongan la armadura, obtendrán todo el talento, el valor, la perseverancia, la fe y el tacto que se requiera. Debe hacerse una gran obra en nuestro mundo, y los agentes humanos responderán ciertamente a la demanda. El mundo debe oír la amonestación. Cuando llegue la invitación: “¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?”, contesten en forma clara y distinta: “Heme aquí, envíame a mí” (Joyas de los testimonios, t. 2, págs. 547-549. Año 1900).

Comentarios de espectadores negligentes

Los espectadores negligentes no aprecian tal vez nuestro trabajo ni ven su importancia. Quizá piensen que es un negocio que reporta pérdidas, una vida de labor ingrata y sacrificio propio. Pero el siervo de Jesús la ve de acuerdo con la luz que brilla de la cruz. Su sacrificio le parece pequeño en comparación con el de su bendito Maestro, y se alegra de seguir en sus pisadas. El éxito de su labor le proporciona el gozo más puro, y es la más rica recompensa de una vida de trabajo paciente (Ibíd., pág. 556. Año 1900).

No hay tiempo para perder

La obra del colportaje es una obra de gran responsabilidad, y significa mucho para los hombres y las mujeres que se ocupan de ella. Vivimos en un tiempo en que hay una gran obra que hacer, ¿y qué mejor oportunidad podremos tener de proclamar la invitación a la cena que Cristo ha preparado? Los que en este tiempo emprendan la obra del colportaje con fervor y consagración, serán grandemente bendecidos. No tienen tiempo que perder. Conságrense voluntaria y abnegadamente a la realización de esta obra. Recuerden que es evangélica en su naturaleza, y que ayuda a dar la amonestación que se necesita grandemente (Manuscrito 113, 1901).