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Morea, Barbara

El Camino de Santiago / Barbara Morea. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2019.

100 p. ; 21 x 15 cm.


ISBN 978-987-87-0264-3


1. Narrativa Argentina. 2. Novela. I. Título.

CDD A863



Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail: info@autoresdeargentina.com




Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

A mis amigas

Prólogo

Madrid

30 de abril de 2019

—¡Me cortaste el teléfono!

—No te corté, pero no me faltaron ganas.

—Estabas tan enojada conmigo.

—Enojadísima, decretaste la fecha del viaje, sola, sin consultar a ninguna de las tres.

Así empezó nuestro viaje, esta discusión tuvo lugar durante nuestro primer encuentro en Madrid, en casa de Pía, una amiga de Clara de la infancia, que es psicóloga.

Titi escuchaba en silencio, yo intervine.

—Estábamos entre mayo y septiembre, yo pensé que nos íbamos a ir en septiembre después del cumpleaños de tu nieta. Para mí mayo era complicado.

—Lo que pasa es que si alguna no ponía la fecha seguíamos con la indefinición para siempre.


Clara dijo esto último, la discusión seguía hasta que Pía interrumpió:

—Si ustedes se siguen peleando así, no llegan ni a tomar el autobús a Pamplona.

Nos reímos las cuatro, con las broncas expuestas y resueltas decidimos hacer un brindis poscatarsis con vino tinto y nos lanzamos sobre la fabulosa picada que nos había preparado Pía. En la pequeña intimidad de su living comedor, sobre la mesa un despliegue de manjares, paté de foie, tostaditas con arándanos y pasas de uva, generosas lonjas de pan chapata, vino catalán, tomate azul, queso manchego curado, jamón de jabugo, chorizo extremeño y unas aceitunas espejadas y brillantes alineadas con anchoa.

Un banquete.

Ya nos habíamos comido la torta de Santiago, una delicia hecha de almendras y sin harina, que le habíamos llevado de regalo a Pía y nos devoramos antes de que ella llegue de su trabajo.

A eso de las 23 horas decidimos volver con Titina al hotel, caminando por el ya dormido barrio de Las Ventas, hacia la larga y viva calle de Alcalá. Al día siguiente viajaríamos temprano y nos faltaba organizar las mochilas. Deb y Clara quedaron en lo de Pía, que las alojaba esa noche.

Era el último día de abril y estaba por empezar nuestro Camino de Santiago.

¿Pero cuándo empieza realmente el Camino?

Empieza cuando uno lo nombra por primera vez, al mencionarlo ya se hace carne y se instala en la mente. Es. Existe. Está más cerca.

Un compañero de colegio de Javier le había hablado de hacer el Camino juntos, hacía unos cuantos años

Después le regaló una guía en inglés A Pilgrim’s Guide to the Camino de Santiago, St-Jean-Roncesvalles-Santiago. The ancient pilgrim path also known as Camino francés, de John Brierley.

Por supuesto que la hojeamos con Javier y la dejamos como un viaje para hacer en el futuro, pero como dije antes, el Camino ya había sido nombrado.

Tengo tres mejores amigas, dos de ellas primas hermanas por parte de madre, Deborah y Clara, y la tercera, Titina, amiga nuestra desde los 17 años.

Desde que tenemos recuerdo planeamos hacer un viaje juntas. De alguna manera, con Deborah y Titina lo habíamos logrado cuando fuimos a Medjugorje, en 2001, pero ese fue un viaje netamente religioso, en un grupo ya formado al que nos sumamos. Y esa vez no fue Clara.

Mis amigas son mis amigas porque nos parecemos en muchas cosas, esto es una obviedad. Creo que jamás hubiéramos pensado en un viaje solo turístico.

Nuestro viaje era EL viaje, tenía que tener un sentido mayor. Sobre todo porque era difícil hacer coincidir los tiempos de las cuatro con tanta familia, trabajos y estudios.

Alguna vez en nuestras “sesiones” surgieron las palabras: el Camino de Santiago.

¡Eso! Vamos a hacer el Camino de Santiago.

De ahí en adelante en todos nuestros encuentros fue apareciendo el Camino como un proyecto, como un destino, como EL VIAJE. Lo fuimos armando con una mezcla de excitación, risas, miedos y espíritu de aventura.

—¡Y vamos a cruzar los Pirineos!

—¿Te parece? ¿Y si salimos de Sarria y hacemos los últimos cien km hasta Santiago?

—No, no, no. Vamos a salir de St-Jean-Pied-de-Port y cruzamos los Pirineos.

—¿Pero de cuánto tiempo estamos hablando?

—No sé, no sé, ya veremos.

—Tenemos que tomarnos 30 días si queremos hacer el trayecto entero.

—¿Treinta días? ¡Imposible!

Estaba claro que el tiempo es un factor clave a la hora de decidir el trazado del Camino. Se decide primero el tiempo, después los km para recorrer por día y, por último, las etapas.

Toda esta ecuación nos llevó días, meses, algo más de un año.

De Madrid a St-Jean-Pied-de-Port

1 de mayo

A las 6.30 h nos buscaron Clara y Deborah en un taxi por el hotel. De ahí nos fuimos al Intercambiador de avenida América desde donde saldría nuestro autobús Alsa a las 7.00 h.

Si bien yo ya había visto llegar a Madrid a Deborah y Titi con sus mochilas, cuando nos bajamos del taxi en la parada de colectivos fue toda una imagen vernos a las cuatro ya vestidas de peregrinas, cargando nuestras mochilas, que nos acompañarían el resto del viaje.

Para mí ya había sido raro llegar a Ezeiza solo con una mochila de 30 litros y otra mochila chica, que uso en mi vida diaria en Buenos Aires. Como primer aprendizaje del Camino, llevar poco, viajar liviano, aprender a no cargar el cuerpo con cosas de más.

Así partimos en nuestro primer bus rumbo a Zaragoza, con mucha excitación y una rara sensación de que estábamos realmente empezando nuestro viaje tan diseñado, tan artesanalmente planeado. Con discusiones de días, horarios y hasta la ubicación en los colectivos. No, esos asientos están demasiado cerca del baño, cambiémoslos. Tratemos de salir más temprano, será difícil en Pamplona llegar corriendo a tomar el bus a St-Jean.

Así eran nuestros planes, llenos de marchas y contramarchas, anotando quién pagaba cada cosa en una libreta, te debo veintidós euros del bondi y yo te debo treinta y seis que pagaste con PayPal el albergue de Francia.

En Zaragoza cambiamos de bus y cuarenta y cinco minutos después partimos para Pamplona, donde hicimos el último cambio, que nos tenía preocupadas porque no teníamos tickets ni asientos asignados y el bus a St-Jean iba repleto de peregrinos.

Qué momento fabuloso, qué sensación de aventura fue guardar nuestras mochilas junto a decenas de otras mochilas de peregrinos, todos tan ansiosos como nosotras. Solo quedaban los últimos asientos vacíos, atrás de todo y allá fuimos. Enseguida se nos unió un señor que fue conversando casi todo el viaje con Titina.

Se me hizo largo este último tramo, tantas eran las ganas de llegar. Cuando pasamos por Roncesvalles, me latió fuerte el corazón cuando reconocí la posada y el monasterio. El día estaba radiante y se veía un tumulto de peregrinos y de turistas en la terraza de la Posada de Roncesvalles, que teníamos vista en la película The Way, cuando Martin Sheen se hospeda ahí y la hospedera es esa actriz española cuyo nombre no recuerdo. Googleo y sí, ¡Ángela Molina!

Estábamos empezando a poner forma y dimensión a las ciudades y pueblos que recorreríamos, Roncesvalles es diminuto, la iglesia, el monasterio, la posada, Casa Sabina y poco más. En 2017 su población era de 21 personas. Pueblos cargados de historia, rutas de ejércitos como el de Carlomagno y el de Napoleón, senderos transitados por peregrinos durante siglos, y ahora, era nuestro turno.

Mi emoción era la de estar pasando a Francia sin darnos cuenta, de repente los carteles empezaban a estar escritos en francés y en euskera, como antes los habíamos visto en español y euskera, en Navarra, tierra de mis antepasados Morea. Estaba en el País Vasco, esta vez muy cerca de Garaioa, tierra de don Ciriaco Morea, desde donde partió, casi niño, un día hacia la Argentina.

Y por fin, St-Jean-Pied-de-Port. Después de haber viajado todo el día bajamos un poco entumecidas a buscar nuestras mochilas y a cargarlas en la espalda, atravesando todo el pueblo, medieval dentro de las murallas y más moderno afuera. Después de unas cuadras llegamos a nuestro albergue, Villa Esponda, una casa antigua renovada y transformada en hostel en 9 Place du Trinquet.


—Bonjour, vous êtes le groupe de quatre dames?

—Oui, madame. Vous êtes Panxita?

—Oui, oui. Bienvenues. Votre chambre est la A1, dans le premier étage, la clé est là.

Y que, por favor, mañana a la mañana cuando nos fuéramos dejemos las llaves en la puerta.

Encontramos la llave en la puerta tal como nos había dicho la amable hospitalera. Nuestro cuarto parecía pensado para una familia, una cama matrimonial y una cama cucheta. ¡Una pequeña kitchenette y baño privado!

Deborah y yo compartiríamos la cama doble, Titina la cama de abajo y Clara arriba.

El tema del baño privado era todo un tema para mí. Desde el vamos, desde la primera planificación del viaje yo había dejado claro que yo sí o sí necesitaba baño privado, por lo que en varios puntos del viaje dormiríamos separadas, Clara y Deb en los albergues con baño compartido y Titi y yo en posadas que tuvieran habitaciones con baños privados.

Esa era la idea original, que fue mutando a lo largo del viaje.


Dejamos las mochilas sobre las camas y después de descansar unos minutos salimos a recorrer el pueblo y a buscar la Oficina del Peregrino para retirar nuestros pasaportes. La rutina del caminante empieza ahí.

El pasaporte del peregrino está dividido en cuadros que deben ser sellados en distintos albergues, iglesias, bares o incluso en puestos callejeros, esto lleva un registro de todos los lugares por donde se caminó y se entrega finalmente en Santiago de Compostela para obtener, justamente, la compostela.

Entramos a la ciudad vieja, la citadelle, por la Porte St-Jacques, y fue como caer en un momento medieval, en una atmósfera de siglos anteriores de esta que alguna vez fue la capital de la región vasca, sus calles angostas, sus escaleras de piedras, sus puentes sobre el río Nive.

Y ese hormigueo de peregrinos ansiosos y expectantes, ya mezclando sus lenguas y sus diferentes acentos, con la emoción de encontrarse al principio de la aventura. Mañana se camina, se camina mucho, subiendo y subiendo esos Pirineos en cuyo valle nos encontramos.

Felices con nuestros pasaportes que ya tienen estampado el sello de salida con la fecha, nos dirigimos a la oficina de envío de mochilas. Nuestra idea es enviar las mochilas grandes y caminar con menos peso.