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Dedicatoria

Presentación. Una obra ineludible para entender el mundo de la prisión (Máximo Sozzo)

Introducción a la edición clásica de Princeton. Bruce Western

Prefacio

Introducción

1. La prisión y su contexto

2. El régimen de los custodios

3. Los defectos del poder absoluto

4. Los sufrimientos del encarcelamiento

5. Roles del argot

6. Crisis y equilibrio

7. Post scriptum para reformadores

Epílogo. La perspectiva estructural-funcionalista de la prisión

Apéndice A. Una nota sobre el método

Apéndice B. La rutina del encarcelamiento

Gresham Sykes

LA SOCIEDAD DE LOS CAUTIVOS

Estudio de una cárcel de máxima seguridad

Traducción de
Sebastián Pacilio y Ramiro Gual

Traducción de la introducción de
Bruce Western

Traducción del epílogo de
Elena Odriozola

Colección
Nueva criminología
Dirigida por Máximo Sozzo

Sykes, Gresham

© 1958, 2017, Princeton University Press. Edición castellana publicada por mediación de International Editors Co.

© 1956, Random House, por tramos del análisis sobre la corrupción de los guardias

© 2003, Walter de Gruyter, Inc., por material incluido en el epílogo

© 2017, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

Este libro está dedicado al hombre en prisión.

Tanto al prisionero como a su guardia.

Presentación

Una obra ineludible para entender el mundo de la prisión

Máximo Sozzo[1]

A mediados de los años setenta, Siglo Veintiuno Editores lanzó en México la serie Nueva Criminología, que publicó textos fundacionales del pensamiento crítico sobre la cuestión criminal, entre ellos Cárcel y fábrica de Dario Melossi y Massimo Pavarini y Criminología crítica y crítica del derecho penal de Alessandro Baratta. Y desde luego, Vigilar y castigar de Michel Foucault. Esos libros han sido leídos y consultados durante décadas como referencia ineludible por investigadores de las ciencias sociales en el mundo hispanohablante, para poder dar cuenta de lo que sucede en este campo de problemas. Con este libro también fundacional de Gresham Sykes, La sociedad de los cautivos, publicado originariamente hace sesenta años, nos proponemos inaugurar una suerte de “segunda época” de esa colección histórica del catálogo de Siglo Veintiuno, tendiendo un puente con un corpus de materiales muy valiosos con los que consideramos necesario generar un diálogo para comprender mejor el presente.

Sociólogo estadounidense nacido en 1922 en Plainfield, Nueva Jersey, Sykes desarrolló durante los años cincuenta y sesenta una serie de exploraciones significativas sobre el delito y el castigo. Entre ellas, su fecunda colaboración con David Matza para analizar –siguiendo los pasos de Edwin Sutherland– los procesos de aprendizaje que hacen posible que los jóvenes cometan actos delictivos. Durante esa indagación, los autores prestaron especial atención tanto al desarrollo de técnicas argumentativas que permiten neutralizar el peso de los sistemas normativos dominantes como al despliegue de valores que subyacen, apenas ocultos, a esos sistemas.[2] Mientras avanzaba con estos trabajos sobre delincuencia juvenil –y en relación con ellos–, Sykes comenzó una investigación empírica detallada sobre el funcionamiento de una prisión de máxima seguridad del estado de Nueva Jersey. La relación personal del autor con el director de esa cárcel posibilitó el acceso a los presos y a los guardias, y también a múltiples fuentes documentales. A partir de esta experiencia concibió La sociedad de los cautivos.

Sin duda, la obra constituye un clásico, en el sentido de un pilar que ha sostenido el trabajo de muchísimos investigadores que intentaron dar cuenta del mundo carcelario durante más de medio siglo, debido a que aporta conceptos y argumentos cruciales con los que es necesario confrontar, tanto para afirmarlos como para negarlos. De este modo, se ubica en un plano similar al de otros libros centrales en la materia ya traducidos a nuestro idioma, como Internados. Ensayo sobre la situación social de los enfermos mentales, de Erving Goffman, publicado originariamente en inglés en 1961 –y en castellano en 1970–, que ofrece una de las más osadas exploraciones sociológicas de los manicomios en el siglo XX. El libro de Goffman permitió pensar contextos de encierro más allá del mundo de la salud mental, incluyendo a la prisión. En cierta medida, el libro de Sykes hizo lo mismo. De hecho, a lo largo de su obra, Goffman entabla un diálogo con los conceptos y argumentos de La sociedad de los cautivos.[3] Ambos autores parten de una indagación profunda del funcionamiento de una institución de encierro concreta, aunque sus libros en cierto modo apuntan a la generalización. Así y todo, hay tensiones y divergencias entre ellos. Una, por demás elocuente, resulta del sentido que cada autor atribuye al adjetivo “total”: Goffman lo utiliza para calificar el tipo de institución analizada, como un término capaz de sintetizar sus principales rasgos (véase “Sobre las características de las instituciones totales”); Sykes, en cambio, lo emplea para evidenciar una retórica que esconde múltiples limitaciones y defectos en el ejercicio del poder por parte de directores y guardiacárceles (véase “Los defectos del poder total”, capítulo 3 de este libro).[4]

La influencia del libro de Sykes ha sido –y continúa siendo– muy importante para los estudios sociales sobre la prisión, en tanto logró estructurar todo un conjunto de problemas de investigación que han orientado a otros especialistas en el tema y que definen en gran medida líneas de trabajo hasta la actualidad.[5]

En primer lugar, la cuestión de las relaciones de poder y la construcción y resistencia del orden en la prisión. Para Sykes, a pesar de la retórica oficial, ese orden no se estructura a partir de un control total por parte del director y los guardias sobre los presos, puesto que esa estrategia es sencillamente impracticable. En este marco, la violencia no es un recurso al que pueda apelarse constantemente para gobernar a los presos ya que suele provocar respuestas igualmente violentas, mutiplicando conflictos e inestabilidades. Se genera entonces un mecanismo de negociación y compromiso constante entre las autoridades y guardias y los líderes de los presos –conforme a una jerarquía que organiza al grupo de internos–, que implica tolerancia a ciertas infracciones y distribución de premios informales a cambio de asegurar una relativa estabilidad.

En segundo lugar, la cuestión de la cultura de los presos y su vínculo con el afuera. Para Sykes, el “código de los internos” –en tanto conjunto de prescripciones que establecen lo que está bien y lo que está mal en la sociedad de los cautivos– es una respuesta a la experiencia de los “dolores del encarcelamiento” –privaciones que afectan la libertad, la autonomía, el acceso a bienes materiales, etc.– y al impacto de esta situación en la “autoimagen” de los internos, en tanto les permite construir relaciones interpersonales que contribuyen a mitigar los problemas psicológicos y prácticos del encierro. Este “código” es un ideal no necesariamente acatado por todos los presos, pero resulta útil para construir una jerarquía que se refleja en el argot de la prisión y las caracterizaciones de los distintos tipos de internos –entre quienes se destaca el “hombre verdadero” como modelo de aquel que cumple con sus reglas–. Sykes sostiene que la cultura de los presos se gesta dentro de la prisión –aunque existan algunas referencias pasajeras al impacto del “afuera”– y afirma que, aun cuando exhiba un tono “antiinstitucional”, es funcional al orden.

En tercer lugar, la cuestión de la adaptación a la prisión y las relaciones sociales en la vida cotidiana de los presos. Sykes plantea que la relación que estos entablan con el “código de los internos” admite diversas posibilidades, vinculadas con las descripciones de los distintos tipos de presos en el argot de la prisión. Incluso reconoce, aunque sin explorar en detalle este aspecto, que a lo largo del encarcelamiento la forma de adaptarse a la prisión puede cambiar, lo cual implica moverse de una posición a otra. En el mismo sentido, constata que las relaciones entre los presos no siempre están marcadas por la solidaridad y la orientación colectiva, aunque el “código de los internos” así lo proclame. Pero su análisis explora sólo de modo incipiente las divisiones, tensiones y conflictos en el mundo carcelario, que permanece representado sobre unas bases comunes.

Las ideas de Sykes sobre cada una de estas cuestiones han sido simultáneamente sostenidas y cuestionadas en los estudios sociales sobre la prisión de las últimas últimas décadas. ¿En qué medida el control total por parte de las autoridades, cuya existencia Sykes claramente desmentía, no se efectiviza en prisiones contemporáneas como las “supermax” en los Estados Unidos, donde se ha limitado en forma extrema el contacto directo entre guardias y presos y se ha generalizado el asilamiento solitario? ¿La violencia ejercida por los guardias no es acaso un recurso rutinario en ciertas prisiones, donde se lo practica con regularidad, lo que genera una actitud de resistencia fuertemente difundida entre los presos, y así suscita altos niveles de conflictividad? ¿La existencia de un orden negociado en la prisión no depende de la presencia y la difusión de representaciones acerca de la legitimidad de las autoridades y guardias entre los presos, que pueden tener distintos niveles en prisiones diferentes? ¿Los premios y castigos “formales” no cumplen acaso un rol más importante en la estructuración de las trayectorias de al menos ciertos presos en determinadas prisiones? ¿En qué medida la cultura de los internos puede considerarse homogénea cuando atraviesa instituciones tan diferentes entre sí como las prisiones de varones y de mujeres?

Estas y otras muchas preguntas que llenan las páginas de la sociología del encarcelamiento tienen los conceptos y argumentos del libro de Sykes en el centro de su formulación. En este sentido, a pesar de haber sido publicado hace sesenta años, el texto tiene una presencia activa en el debate actual sobre la prisión en las ciencias sociales. De hecho, recientemente se han hecho varios esfuerzos por pensar el legado de La sociedad de los cautivos en el contexto del encarcelamiento masivo gestado en los Estados Unidos de los años setenta en adelante, tan diferente en muchos sentidos de aquel dentro de cuyo marco se realizó la investigación en que se fundamenta.[6]

Resulta interesante que esto sea así a pesar de que el libro fue concebido dentro de un marco teórico específico, ligado al estructural-funcionalismo de Parsons y Merton –que el autor explicita en el Epílogo, un texto publicado originariamente en 1995– y que lo lleva a definir la prisión como un sistema social en sí mismo. Como otras piezas “clásicas” en el terreno de las ciencias sociales, La sociedad de los cautivos tiene también la capacidad de ir más allá de las fronteras teóricas que lo delimitaron, dando lugar a procesos de apropiación y adaptación en producciones intelectuales diversas, muchas de las cuales se mueven en horizontes radicalmente diferentes al del autor.

En esta misma dirección, y aunque lleva las marcas de su contexto de producción,[7] el libro tiene además la capacidad de trascender las fronteras culturales en las que fue gestado. En América Latina se ha asistido en las últimas tres décadas a un dramático giro punitivo, que se evidencia en el marcado crecimiento de las tasas de encarcelamiento. En el inicio de la década de 1990 muchos países latinoamericanos tenían tasas “escandinavas”, que oscilaban entre 50 y 80 presos cada 100.000 habitantes. Esto ha cambiado radicalmente en los últimos años, dado que hay países con más de 300 presos cada 100.000 habitantes (como Brasil, Costa Rica y El Salvador) y ningún país de la región tiene menos de 100 presos cada 100.000 habitantes. La presencia extraordinaria de la prisión en la vida social comenzó a atraer la atención de los investigadores sociales en los últimos años. Se están desarrollando estudios que abordan el tema tanto “desde fuera” de los muros carcelarios, en torno a las preguntas sobre las distintas condiciones que la generan y sobre sus efectos plurales, como “desde dentro”, indagando las transformaciones del mundo de la prisión en contextos de giro punitivo. Esta segunda línea de trabajo posee fértiles terrenos de diálogo con el libro de Sykes.

Por ejemplo, uno de los ejes que concentra parte de los esfuerzos de los investigadores sociales en esta dirección refiere a la cuestión del poder y el orden en la prisión. Así, hay aproximaciones de carácter empírico que analizan diversos escenarios, desde prisiones autogobernadas por bandas en el marco de una jerarquía estricta del grupo de presos hasta pabellones “evangélicos” en ciertas prisiones, donde determinados presos ejercen cuotas importantes de poder desde el momento en que el Estado reconoce estas organizaciones religiosas, pasando por aquellas prisiones donde el uso de la violencia por los guardias es un recurso rutinario en un contexto de fuertes tensiones y conflictos.[8]

En este sentido, confrontar con las ideas de Sykes acerca de la construcción y resistencia del orden de la prisión –y con la bibliografía posterior producida en otros contextos culturales– parece una tarea fructífera para avanzar en nuestra comprensión de los diferentes esquemas de gobierno y orden en las prisiones latinoamericanas contemporáneas. Las posibilidades de diálogo con este texto “clásico” son múltiples, sobre todo ahora, cuando el mundo de la prisión desafortunadamente se encuentra en plena y constante expansión.

[1] Profesor titular ordinario de Sociología y Criminología y director de la maestría en Criminología de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral.

[2] Gresham Sykes y David Matza, “Técnicas de neutralización: una teoría de la delincuencia”, Delito y Sociedad, 20, 2004, pp. 127-136; “Valores subterráneos y delincuencia juvenil”, Delito y Sociedad, 38, 2014, pp. 119-129. Véase Ben Crewe, “Gresham Sykes”, en K. Hayward, S. Maruna y J. Mooney, Fifty Key Thinkers in Criminology, Routledge, Londres, 2010, pp. 134-139.

[3] Véase, al respecto, Erving Goffman, Internados. Ensayo sobre la situación social de los enfermos mentales, Buenos Aires, Amorrortu, 2001, pp. 27, 53, 61, 118, 127, 260.

[4] También podría citarse, en este mismo sentido, Vigilar y castigar. El libro de Foucault tuvo una influencia aún mayor que las obras de Sykes y Goffman, pues no sólo afectó la manera de entender el mundo de la prisión, sino también sus efectos sociales y políticos extramuros. Además, en términos más amplios, influyó decididamente sobre las maneras de pensar las relaciones entre poder, saber y sujeto en las sociedades contemporáneas. Foucault no generó diálogos explícitos con Sykes ni con Goffman, aunque hizo referencia al pasar a este último en otros textos.

[5] Ben Crewe, “The Sociology of Imprisonment”, en Y. Jewkes (ed.), Handbook on Prisons, Collumpton, Willian, 2007, pp. 123-151. Véase también la Introducción de Bruce Western a esta edición.

[6] Jonathan Simon, “The ‘Society of Captives’ in the Era of Hyper-Incarceration”, Theoretical Criminology, 4(3), 2000, pp. 285-308; Bruce Arrigo y Dragan Milovanovic, Revolution in Penology. Rethinking the Society of Captives, Nueva York, Rowman and Littlefield, 2009. Véase también la Introducción de Bruce Western a la edición clásica de Princeton.

[7] En efecto, en momentos precisos del texto aparecen referencias a la “virtud femenina” o bien a la homosexualidad como desviación que son tributarias de marcos valorativos y sistemas de prejuicios que pueden resultar retrógrados, para los lectores de hoy, pero que no afectan medularmente los conceptos y argumentos centrales de Sykes acerca del mundo de la prisión.

[8] Véanse, al respecto, entre otros, Francesca Cerbini, La casa de jabón. Etnografía de una cárcel boliviana, Barcelona, Bellaterra, 2012; Rodolfo Luis Brardinelli y Joaquín Algranti, La reinvención religiosa del encierro, Buenos Aires, UNQ–CCC, 2013; Camila Nunes Dias y Sacha Drake, “From Dispersed to Monopolized Violence: Expansion and Consolidation of the Primeiro Comando da Capital’s Hegemony in São Paulo’s Prisons”, Crime, Law and Social Change, 65(3), pp. 213-225; Manuel Iturralde, “Colombian Prisons as a Core Institution of Authoritarian Liberalism”, ibíd., pp. 137-162; Andrés Antillano y otros, “The Venezuela Prison: From Neoliberalism to Bolivarian Revolution”, ibíd., pp. 195-211; Chloé Constant (ed.), Pensar las cárceles en América Latina, Lima, IFEA - PUCP - IEP, 2016.