LoQueNoExiste y ASEME (www.aseme.es) en colaboración con Medialuna

Edita © LoQueNoExiste (www.loquenoexiste.es)

C/ Padilla, 6. 28006. Madrid. Teléfono: 91 567 01 72

ISBN: 978-84-935779-6-4

Idea original, Coordinación, Comunicación y Relaciones Públicas: Medialuna (www.medialunacom.es)

Coordinación y edición: LoQueNoExiste

Diseño de portada: LoQueNoExiste

Composición ePub: Publidisa

Índice

Créditos

Prólogo

Diez años creciendo con Internet

La vida conectada

El truco: escuchar al mercado

Creador de ilusión

La humanización a través de la tecnología

Quod erat demonstrandum: Los extremos se tocan

Mi vida TIC como estudiante

Cooperaciones en red

Me enamoré de Internet en 1983

Tiro parabólico

Nota de un nativo digital

Hacia una ciudadanía digital

«Yo no me encuentro a mí mismo donde me busco. Me encuentro por sorpresa cuando menos lo espero»

MICHEL DE MONTAIGNE

Los Ensayos (según la edición de 1595 de Marie de Gournay)

Acantilado. Barcelona 2007

Este libro integra los relatos de diez personas que se atrevieron a estrenar empresa y profesión en un terreno -el de las Tecnologías de la Información y la Comunicación- virgen entonces.

Prólogo

Apasionados y emprendedores digitales

Viví el nacimiento, y diría que también la decadencia, del fax como un acontecimiento. Lo asocio a finales de la década de los ochenta, cuando ninguno de nosotros sospechábamos que ir a la compra dejando el móvil olvidado en casa pudiera suponer un pequeño drama cotidiano. Recuerdo bien la presentación de la primera fotocopiadora, en la feria del SIMO, y las ventajas que aportaba a las empresas: cuando teníamos que hacer −por ejemplo− una certificación de obra, necesitábamos siete copias, y hacerlas en la vieja máquina de escribir resultaba complicado. De forma sorprendente y en menos de una década −de finales de los ochenta a finales de los noventa−, el mundo, nuestro mundo profesional, había ganado algo que parecía significar el no va más de la rentabilidad y la eficacia: tiempo, inmediatez.

Este libro era necesario, sin duda. Porque la memoria, el repaso, la reflexión, son compañeras valiosas; aunque requieran de ese tiempo que atenta contra la prisa que todos −especialmente en el mundo de los negocios− tenemos. En las páginas de esta obra, los primeros entusiastas de las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) tuvieron la valentía de estrenar empresas y poner en marcha negocios, en los que no había ni pasado, ni experiencia previa, ni referencia de éxito o fracaso en España. Por eso merecían ser preguntados. Fueron, estos que representan bien a la primera generación TIC, verdaderos aventureros que marcaron un hito en la historia empresarial española. Se atrevieron a hacer lo que antes nunca se había hecho, para ofrecer, a través de Internet, servicios y productos útiles a los nuevos ciudadanos que empezábamos a despertar en la onda digital; algunos como yo a regañadientes.

Como presidenta de una organización de empresarias tengo que felicitarles; por su atrevimiento y su capacidad de innovación. También este es el espíritu de este libro: la innovación. Cuando Mercedes Pescador, directora general de Medialuna, me propuso colaboración, no lo dudé un momento. Es una obra que aporta conocimiento y entusiasmo, valores más que necesarios en tiempos de crisis económica y desánimo empresarial. A través de la experiencia tan generosa y enriquecedora que aportan los autores, otros puedan, tal vez, tomar ideas a la hora de arrancar un nuevo proyecto empresarial o descubrir las claves del éxito en cualquier negocio que deseen emprender.

Este es el segundo proyecto editorial en el que trabajo con Mercedes Pescador, amiga querida y colaboradora. El primero fue Cien Empresarias, en 2003, donde logramos que un centenar de mujeres narraran cómo habían alcanzado el éxito en sus empresas. También ahora pretendemos estimular la iniciativa empresarial, a través de las ideas, del conocimiento; de las visiones y experiencias de otros; con una perspectiva, eso sí, más digital del mundo. Me pregunta Mercedes −en alguna de las muchas reuniones que hemos mantenido en el proceso de elaboración de este libro− si creo que desaparecerán los libros. Le digo de inmediato que no, que sigo creyendo en el papel. Más que eso, soy una amante de los libros. Necesito manosearlos, tenerlos junto a mí, en la mesita de noche. Puede que pronto la plataforma mayoritaria en la que estén introducidas las palabras y el conocimiento sea otra, una pequeña pantalla, pero debemos hacer lo posible entre todos por preservar el libro de papel, por seguir hojeando, tocando, disfrutándolo como lo que es, un producto maravilloso.

Cuando murió mi padre quise quedarme con sus libros.

Este libro es un regalo. Me consta que desde Medialuna han dedicado muchas horas de trabajo y recursos para lanzarlo al mercado con un único objetivo: aportar conocimiento, compartir historias, saber más. Enhorabuena por ello.

Así como soy una apasionada de las nuevas tecnologías y de lo mucho que han mejorado nuestras vidas y nos han permitido crecer (un ejemplo cotidiano lo encuentro en nuestra propia web −www.aseme.es− como plataforma de conocimiento al empresariado femenino), siento también preocupación por el uso inconsciente que las nuevas generaciones puedan estar haciendo de ellas. Me refiero a la amenaza que representa para muchos niños y adolescentes Internet sin control.

Existe sin duda un vacío legal que conviene atajar cuanto antes para que las futuras generaciones sepan protegerse de esta gran pantalla en la que todo queda al descubierto y cualquiera puede acceder a información perjudicial y dañina para los menores. El profesor de la Universidad de Navarra, Ramón Salaverría, advierte con maestría al final de este libro sobre este asunto, que conviene tener en consideración.

A todos los autores mi felicitación; a Mercedes Pescador, mi agradecimiento por habernos hecho partícipes de su idea llevada a cabo con la perseverancia que suele caracterizarla. Cederemos los posibles beneficios que obtengamos de los derechos de autor de la obra a Cáritas, una organización que desde hace muchos años se ocupa de los que, probablemente, no echen de menos Internet, sino un buen filete al mediodía.

Ojalá esta idea y este libro, tan lleno de anécdotas, humanidad y esfuerzo, estén en las estanterías de muchas casas con esta bonita portada de Madrid como panorámica.

INMACULADA ÁLVAREZ

Presidenta de ASEME

“Diez años creciendo con Internet”

JESÚS ENCINAR

Fundador y presidente de idealista.com, el portal inmobiliario líder en España. Estudió Administración de Empresas en la Universidad Pontificia de Comillas (ICADE). Ha trabajado en la consultora Mitchell Madison Group y en Wolff Olins, destacada empresa en creación y estrategia de marca.

Si hace diez años me hubieran ofrecido la posibilidad de saber cómo sería mi vida hoy, estoy convencido de que no habría creído la mitad de las cosas que me hubieran mostrado. En tan sólo una década, el mundo ha cambiado a mi alrededor y de qué manera: hace apenas unos años nos comunicamos, relacionamos y conocemos el mundo de otra forma, intentamos entender lo que pasa a nuestro alrededor con herramientas que parecían ciencia ficción y que ahora ya nos parecen de lo más normal. Móvil, Internet, redes sociales, inmediatez, acceso en tiempo real a lo que está sucediendo, ya no a nuestro lado, sino en la otra punta del mundo. Y todo gracias al desarrollo, a la explosión que ha supuesto el uso de la tecnología, especialmente Internet. Apasionante.

Tuve mi primer contacto con Internet cuando estudiaba en Estados Unidos. Mi primera cuenta de correo electrónico fue de America Online (AOL) y el primer e-mail que recibí fue de su presidente. Me pareció normal que me escribiese porque apenas había unos pocos usuarios, así que ¿por qué no iba a escribirme? En España, Internet era una rareza a la que tenían acceso unos pocos usuarios que se conectaban a través de módem y pagaban por tiempo de uso. Aún hoy no puedo comprender cómo, de una forma absolutamente irracional, desde el principio entendí que el futuro tendría que ver con lo que en esos momentos comenzaba a desperezarse; que todo, de una u otra manera, pasaría por la red.

En estos diez últimos años han ocurrido tres acontecimientos fundamentales que han hecho que mi vida sea tal y como es hoy: el auge y explosivo crecimiento de Internet en España; la expansión internacional de idealista; y el boom inmobiliario. Como fundador de un portal inmobiliario, en menos de una década me han estallado dos burbujas: la del portal (la explosión de la burbuja tecnológica, a comienzos de siglo) y ahora la inmobiliaria. De la primera aprendimos a ser más fuertes, a valorar más lo que teníamos y a dar importancia a retener el talento creando una compañía para personas; de la que ahora estamos sufriendo, la inmobiliaria, creo que puede ser más dañina por ser más profunda y afectar a toda la sociedad en su conjunto, además no se están tomando las medidas correctas para salir pronto y rápido de la crisis.

En estos años lo que he aprendido es que lo que un día fue revolucionario ahora es común. Basta pensar cómo nos comunicábamos hace diez años y cómo lo hacemos ahora; cómo felicitábamos la Navidad y cómo lo hacemos ahora; o, simplemente, cómo buscamos casa o leemos el periódico. Ya en muchos casos ni siquiera es frente a un ordenador sino con un smartphone, en el tren, en casa o desde la cama. En el sector inmobiliario, en concreto, hace diez años tuvimos que hacer desde idealista.com una labor de apostolado durante mucho tiempo para convencer a miles de profesionales inmobiliarios de que efectivamente Internet había venido para quedarse y de que la gente acabaría buscando casa usando un ordenador. La de miradas suspicaces que vi, la de comentarios que escuché. Hoy es impensable no utilizar Internet para comprar o alquilar una casa, y lo que funcionó durante décadas –los clasificados inmobiliarios, patearse la calle, cartelitos en las farolas o ventanas…-ya no sirve.

Emprender: saltando sin red

Sin ninguna duda, el momento más duro que he tenido en mi vida de emprendedor fue justo hace diez años, en el verano de 1999. Fue cuando reconocí que la idea que llevaba barruntando varias semanas se iba a transformar en algo real y tangible. Ocurrió a la vuelta de un viaje de trabajo como consultor. Volviendo de Varsovia, en el avión decidí que iba a lanzarme a montar, como fuese, lo que hoy es idealista.com. Un momento nada fácil. Fue una decisión en completa soledad. Sentí un enorme peso en el estómago, incluso me temblaron las manos cuando me di cuenta del riesgo que iba a correr. Sin dinero, sin socios, sin una idea clara y con mucho que perder. Hoy creo que si me hubiese parado a pensar fríamente, considerando los pros y los contras, los costes y el sufrimiento, la decisión más racional, aquella como resultado de un desapasionado análisis de posibilidades, riesgos y beneficios, habría continuado mi carrera como consultor.

Emprender es, salvando las distancias, como jugar a la ruleta rusa. Hay decisiones en la vida que pueden salir muy bien. Sin embargo, si consideras los riesgos que asumiste, fueron tal vez decisiones mal tomadas. Si juegas a la ruleta rusa lo más probable es que salgas ileso, pero la probabilidad de que el cargador contenga una bala hace que la decisión, no importe cual sea el premio, esté mal tomada. El hecho de que una decisión te reporte un beneficio no significa que esté bien tomada.

Creo que la acción de emprender es una pulsión humana irracional. La fuerza o esencia animal que llevamos dentro, el instinto de supervivencia y el optimismo ciego sin base en hechos constatados nos lleva a la creación de nuevas empresas, de nuevos retos, sin reparar en los riesgos.

Quizá en esto radica el principal desafío para todo emprendedor: lanzarse a montar una empresa suele ser, a menudo, una decisión personal de tal riesgo que resulta difícil justificarla de modo racional. Sólo desde un punto de vista irracional puede llegar a entenderse por qué muchos nos lanzamos a montar una empresa a sabiendas de los riesgos que corremos. La gente racional y sensata, la que echa bien los números, no suele ser la que crea nuevas empresas. Sus padres, novios, hermanos y compañeros le quitan la idea de la cabeza con la mejor voluntad. Por eso un buen número de grandes empresas fueron montadas por gente sin educación ni trabajo, con una mano delante y otra detrás. Gente con una carretilla. Para ellos era más fácil: no tenían nada que perder. También con esto se explica el elevado número de fracasos empresariales de la gente que emprende un negocio. Una de las preguntas más interesantes es por qué la gente emprendedora lo es, incluso a sabiendas de los enormes riesgos a los que se enfrentan.

Antes de estudiar Finanzas y Empresariales mucha gente puede tener la autoconfianza suficiente para arriesgarse y tratar de comerse el mundo. Después de años de estudio y esfuerzo para conseguir un puesto directivo bien remunerado, cada vez es más y más difícil recuperar la libertad y la inocencia de tirarse al monte a montar algo. Los riesgos de repente se hacen mucho más visibles. Aunque los conocimientos y la preparación aumenten, el riesgo de perder lo conseguido hace difícil el cambio de rumbo.

La frustración de una mudanza

La vuelta de Estados Unidos trajo consigo importantes cambios en mi vida. Empecé por un cambio de casa. Nunca pensé que el hecho de tener que recorrer la ciudad buscando calle por calle podría producirme tanta frustración. Y es que hasta comienzos de esta década comprar casa era una pesadilla. Sólo el hecho de recabar la información necesaria suponía acudir a numerosas fuentes, no siempre eficaces. Adquirir un piso en cualquier ciudad de España exigía armarse de paciencia, recorrer decenas de kilómetros en busca de cartelitos en farolas o aprender el particular lenguaje de los anuncios clasificados en papel: esos breves poemas sobre los que decidir si encerraban la que sería tu nueva casa, tu nuevo hogar.

A pesar de que en el año 1999 había algunos proyectos inmobiliarios españoles en Internet, ninguno ofrecía información de manera clara, con mapas, fotos y bien documentada. Así que sobre la base de la frustración que supuso para mí tener que buscar vivienda, creamos una empresa para ayudar a superar la ansiedad de los que buscan casa. Ése ha sido el objetivo de idealista: ayudar a encontrar la mejor información inmobiliaria.

De esta manera apareció idealista.com en el año 2000, un proyecto basado en una forma diferente de hacer las cosas y en un equipo humano altamente preparado, más que en una estructura fuertemente jerarquizada. De hecho, al poner nombre a la compañía decidimos no utilizar ninguna palabra que lo relacionara con el sector inmobiliario.

Nos llamamos idealista porque queríamos que nuestra marca hablase más del equipo y una forma de trabajo que del producto. Creemos que la búsqueda de una casa es un proceso que está lleno de penumbra y de falta de transparencia. Nosotros hemos querido aportar luz y claridad a esa oscuridad, hacer nuestro trabajo apoyados en los valores de la compañía: confianza, claridad, optimismo y transparencia.

La base del éxito de idealista es, sin duda, el respeto. Respeto al usuario, ofreciéndole toda la información que necesita de una manera clara y transparente; y respeto a los clientes, dándoles herramientas de gestión y ofreciéndoles una ventana a miles de compradores. Para nosotros es fundamental la calidad del servicio, la no duplicidad de anuncios, la veracidad de la información, la facilidad de navegación y el contenido gráfico.

Esto parece fácil, es aparentemente simple. Pero crear una aplicación que ofrezca gran cantidad de información, que pese poco y descargue rápido no es algo que se logre de un día para otro. Es necesario un gran equipo de profesionales que den forma a un proyecto para provocar la evolución de los anuncios clasificados en nuestro país.

Cambiando la forma de buscar casa

El ejemplo en el que teníamos que mirarnos era Estados Unidos, donde desde mediados de los años noventa el uso de Internet estaba creciendo de manera exponencial. El acceso a una red con unos costes mínimos y con una velocidad media que ahora estamos empezando a descubrir en España permitió un desarrollo muy rápido de páginas web en las que se comenzó a ofrecer información inmobiliaria parametrizada, organizada por criterios objetivos y que aprovechaban al máximo las posibilidades de Internet en lo que se refiere a los contenidos. Al no tener las limitaciones del papel, en la red se podían ofrecer datos que antes hubiera sido imposible encontrar en los tradicionales clasificados: mapas, fotos, visitas virtuales, vídeos... Todo aquello que nos ofrece información básica de una vivienda y que hasta hace sólo unos pocos años nos parecía normal no tener.

La aparición de Internet y de los portales inmobiliarios en España a partir del año 2000 supone un cambio radical en la búsqueda de información inmobiliaria, en el proceso de compraventa de viviendas; un cambio de rumbo al que todos – compradores, vendedores particulares y agencias profesionales– nos hemos acostumbrado de un modo natural. La siguiente generación no entenderá cómo era posible que para comprar casa leyésemos cientos de pequeños poemas que definían una vivienda como “luminosa, buen portal, parquet, mejor ver”. Hoy día es impensable no ver fotos, vídeos, visitas virtuales, mapas, información del barrio… La grandeza de Internet es que permite unir muchas fuentes de información distinta alrededor de un mismo objeto de interés: una casa.

Pero todo esto no era tan fácil de percibir hace unos cuantos años y, además, muchos se sintieron amenazados. Cuando comenzaron a aparecer los primeros portales inmobiliarios fueron muchas las voces que se alzaron pronosticando la desaparición de todos los profesionales del sector, ya que si existía la alternativa en la red de manera gratuita no tenía sentido la existencia de colectivos profesionales que cobraran por ello. El tiempo ha demostrado que estas proyecciones estaban completamente erradas, alejadas de la realidad: en los años en que los portales inmobiliarios se han desarrollado como la mejor fuente de información inmobiliaria, el número de profesionales ha crecido espectacularmente. En realidad, la competencia de las agencias no ha sido Internet ni los portales, la verdadera competencia de los profesionales inmobiliarios son los porteros que cobran a los propietarios por enseñar los edificios.

Los anuncios clasificados llevaban mucho tiempo siendo un maná para los medios de comunicación escritos, pero es sorprendente cómo en menos de cinco años este continuo flujo de dinero desapareció. Incluso el propio Rupert Murdoch lo anunció hace algún tiempo a los ejecutivos de su empresa, News Corporation: “Los anuncios clasificados fueron ríos de oro pero a veces los ríos se secan. No conozco a nadie por debajo de los 30 años que haya leído un clasificado en un periódico”. El futuro está en Internet.

Todavía no hemos alcanzado los niveles de penetración de Internet de Estados Unidos o algunos países de Europa, donde la primera opción para más del 90% de las personas que realizan una búsqueda inmobiliaria es Internet. La utilización de Internet se ha multiplicado por seis en los últimos diez años. En el año 2000 había en España cuatro millones de usuarios que se conectaban a través de módem, mientras que hoy son ya veinticuatro millones, de los que la inmensa mayoría utiliza banda ancha, ya sea por cable o ADSL.

En nuestro país los portales inmobiliarios como idealista. com han supuesto una revolución silenciosa para el sector, que llevaba utilizando las mismas técnicas de venta durante décadas y se resistía a la evolución. En la actualidad, la búsqueda de vivienda ha pasado de exigir un actor completamente activo a que éste pueda ser pasivo; es decir, el futuro comprador indica sus preferencias de vivienda y son los portales inmobiliarios quienes le envían recurrentemente los productos que se ajustan a sus necesidades. Se acabó el patear las calles o leer carteles.

Otro de los aspectos que han supuesto un enorme paso hacia delante ha sido la incorporación de grandes dosis de información al producto. Esto ha llevado a tener un consumidor que puede planificar sus movimientos con mucho más conocimiento de todos los factores que afectan a su compra: conoce mejor las características técnicas y formales del inmueble, conoce si su precio se ajusta a la realidad de ese mercado local concreto, o la evolución de los precios en la zona en los últimos años.

En los primeros pasos de Internet la baja velocidad de transmisión de datos sólo permitía la inclusión de poco material gráfico (algunas fotografías de baja calidad). Pero la llegada de la banda ancha a la mayoría de hogares ha traído consigo la incorporación de nuevas maneras de mostrar una vivienda que hace sólo algunos años nos hubieran parecido de ciencia ficción: visitas virtuales, paseos fotográficos de 360 grados que muestran las viviendas desde diferentes puntos, y el vídeo. Con estas tecnologías el posible comprador no sólo ha tenido acceso a más información, si tenemos en cuenta las pocas palabras que caben en un clasificado. Además, ha conseguido lo que hace tan sólo unos años parecía un sueño: visitar la casa por dentro sin necesidad de ir a verla. Hoy es una práctica habitual.

Gran parte del éxito de estas iniciativas inmobiliarias en Internet, así como de otros muchos servicios que han triunfado en la red, es el enorme ahorro de tiempo que suponen para el usuario. Parece una obviedad, pero el filtrado de los inmuebles que se realiza en Internet (zona geográfica, precio, número de habitaciones, precio por metro cuadrado, etc.) permite al usuario acceder únicamente al producto que le interesa, por lo que finalmente logra una lista reducida de inmuebles que inicialmente cumplen sus expectativas y que podrá visitar antes de formalizar la operación. Algunos cálculos estiman que recopilar toda la información que está disponible en idealista. com en una determinada zona costaría entre doscientas cincuenta y trescientas horas. Trescientas horas que el usuario se ahorra.

La aplicación de nuevas tecnologías ha supuesto también un cambio revolucionario para los profesionales del sector. En el mercado inmobiliario hay un antes y un después de la expansión de la red y la conexión a ella de millones de usuarios. Hoy es simplemente imposible que una agencia o promotora venda una casa como lo hacían hace cinco años. El profesional inmobiliario ya no puede plantearse si utiliza o no Internet. Quien no lo haga está fuera de juego y con un futuro nada prometedor. Una agencia sencillamente no puede pensar en comercializar actualmente su cartera de productos sin Internet. Sería como si pretendiese trabajar sin teléfono.

¿Significa esta revolución que Internet acabará con las agencias inmobiliarias? No, de ningún modo. Un profesional inmobiliario siempre será necesario para muchos vendedores o compradores. En definitiva, siempre será necesario que alguien abra la puerta de la casa para enseñarla al comprador final.

Publicidad y retorno de la inversión

Anunciarse en un portal inmobiliario es barato. Es muy barato si se compara con cualquier otro soporte. Y cuando se observan con detalle las ventas realizadas por diferentes canales, constatamos que la red se ha convertido en la inversión más rentable, sin duda. La posibilidad de medición que están permitiendo los portales inmobiliarios está educando a los anunciantes, que ya no aceptan los argumentos de las centrales y agencias a la hora de justificar los ingentes presupuestos publicitarios de otros soportes, como la televisión, la radio y medios tradicionales. En Internet, un anunciante puede medir matemáticamente cuánto retorno económico obtiene de cada euro que invierte en un portal inmobiliario. Para desgracia de otros soportes, esta experiencia está rápidamente convirtiendo a antiguos descreídos en auténticos apóstoles de la red. Y en los próximos años las ventajas competitivas de la red afectarán aún más a la manera en que tradicionalmente se gestionaba la publicidad en cualquier soporte.