¿QUIÉN ES
LUZ BELLA?

Eva Morgado Flores


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SEGUNDA EDICIÓN


Mayo 2018

Editado por Aguja Literaria

Valdepeñas 752

Las Condes - Santiago - Chile

Fono fijo: +56 227896753

E-Mail: contacto@agujaliteraria.com

Sitio web: www.agujaliteraria.com

Página facebook: Aguja Literaria


ISBN: 978-956-6039-05-1


DERECHOS RESERVADOS

Nº INSCRIPCIÓN: 213.014

Eva Morgado F.

¿Quién es Luz Bella?

Queda rigurosamente prohibida sin la autorización escrita del autor, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.


TAPAS

Imagen de Portada: Andrey Besarab

Diseño de Tapas: Josefina Gaete Silva

AGRADECIMIENTOS


Agradezco a muchas personas y acontecimientos que, en mi deambular por esta vida, me han inspirado y dado fuerza para vivir y escribir.
A mi madre y mi padre, quienes fueron una gran influencia en mi vocación de escrito-ra. Él, incluso me regaló su máquina de escribir, uno de sus más preciados tesoros.
A mis hermanos:
Alonso, quien siempre luchó por inculcarme su interés por la literatura.
Leonardo, que partió antes de tiempo de este mundo. Percibo el gran orgullo que sen-tiría al verme terminar esta obra.
Patricia, que mezclando un amor filial con mucho de materno, produjo una unión irrompible de amor.
Adrián, hermano inseparable.
Enrique, que busca incansablemente cada libro que me interesa leer.
María Elena, una compañera de vida fundamental en los momentos difíciles.
Agradezco también, profundamente, al milagro de la vida representado en mis hijos, mis máximos orgullos:
Javiera, cuya lucha incansable como psicóloga, por erradicar la violencia, el abuso de niños y todo tipo de flagelos que impidan a los futuros hombres y mujeres crecer seguros y libres, son para mí un gran ejemplo de vida.
Alonso, un músico cuya entrega y creatividad en sus composiciones, son una razón más para aplicarme en el desarrollo de mi gran pasión.
Antonio, un matemático responsable y serio, que me sorprende y emociona con sus intricados cálculos, que parecen imposibles de resolver.
A mi gran amigo Alejandro Duque, a su cariño y motivación en mi afán de publicar este libro.
A mi gran amor, mi nieta Catalina, una inspiración máxima para vivir con fortaleza, cada día.
Vaya también mi agradecimiento de manera muy especial a la Agencia Aguja Literaria por su valioso apoyo en todo momento, particularmente a sus editores.
Por último, a dos grandiosos autores y a la maravillosa sincronía de esta vida, que cruzó nuestros caminos.
A Alfredo Gaete Briseño, a quien considero mi Maestro y admiro como escritor, por ser la persona que introdujo en mí el interés por superarme como escritora.
Al escritor Francisco Javier Alcalde, mi profesor de literatura y un hombre admirable, quien en su sabiduría y “Elefantástica Memoria”, guarda acontecimientos y fechas con inexplicable exactitud, las que trasmite en cada encuentro.
 

DEDICATORIA



Dedico este libro a una humanidad que, en la búsqueda desenfrenada por recuperar un pa-raíso perdido, ha creado un infierno, en el más bello planeta del Universo. También a la consciencia de los humanos que lo habitan y en especial a la vida misma plasmada en mis hijos, a los cuales nunca pretendí traer a ver miseria humana, sino lo más hermoso de la vida.
También lo dedico a la suerte de haber nacido en una familia que me dio libertad de expre-sión y de credo. Padres y hermanos que libres de prejuicios, inspiraron un escrito que pu-diendo parecer profano, encierra la divina intención de liberarnos de miedos impuestos y comenzar a temer a nuestras propias acciones y a las responsabilidades que estas tengan sobre nuestros semejantes y toda forma de vida.
Lo dedico a la vida misma y al deseo de un mundo perfecto. 
En resumen, a quienes quedarán cuando me haya ido. 

PRÓLOGO



Ha comenzado el juego final. En conocer la verdad, está el secreto del triunfo de la humani-dad; sin embargo, romper con las creencias impuestas será el desafío que los llevará a ganar o perder.
De ganar, la existencia humana tomará un nuevo rumbo hacia la perfección; de per-der, se eliminará de este bello planeta la única especie que nunca logró adaptarse.
Es un juego peligroso, emocionante y lleno de desafíos que al final activarán las fa-cultades dormidas de este gran ser, que se perdió en medio de la confusión. 
No depende de Dios ni del ángel que un día cayó en esta tierra. Solo depende de ti.

I
Un ángel, una misión



Esa interrogante en cuestión, los humanos casi no la hacen, temen hasta preguntarse quién es ese al que han llamado El Ángel Caído… El Diablo, como muchos de ustedes me conocen… ¿Y de dónde caí? Sé que les encantaría saber de dónde vine y cuál es mi verdadera historia; sin embargo, la respuesta podría llenarlos de terror, no por el infierno, que es una creación humana bastante potente y fuerte de imaginar, sino precisamente, por lo contrario. Algunos, acaso, ¿no temerían más que respondiera que todas esas leyendas y mitos creados en torno a mi presencia, no son reales? Que no soy el Diablo al que temen tanto, que sigo siendo el bello y amado hijo de Dios, que soy un ángel cualquiera y todo lo que se ha escrito sobre mí no es más que un invento humano para justificar sus propios errores.
¿No sería esta realidad mucho más preocupante y aterradora que seguir culpando al Diablo de todo lo malo, y justificando los errores humanos a través de tentaciones provocadas por aquel ángel que desobedeció a Dios y los obliga a cometer grandes atrocidades, tentándolos? ¿No sería de verdad terrible que, en lugar de esta creencia, se enteraran de que mi Padre me ama y mi misión es juzgar los llamados pecados de esta humanidad? ¡O peor!, ¿no sería verdaderamente aterrador enterarse de que el Trono de la Tierra, es decir, el ángel dueño de este planeta y custodio del mismo, soy yo? ¿Cómo reaccionarían si les dijera que están habitando mi planeta, y todo el daño que en él se ocasiona, soy yo quien lo juzgará?
Díganme, ¿por qué me temen tanto? ¿Es cierto que soy su enemigo? ¿Es verdad que hice un infierno para quemar a las criaturas que mi Padre creó con tanto amor? Lo es, y a la vez, no.
Para entender las razones por las cuales han nacido tantos mitos en torno a mi presencia, tendrían que conocer mi verdad, los acontecimientos que me llevaron a despreciar y ser tan intolerante con la raza humana. Tendríamos que remontarnos a los principios de la humanidad, al momento en el cual mi Padre decidió poblar este pequeño planeta perdido en el espacio, tan diminuto, que no es perceptible en el universo.
Espero que conocer la verdadera historia de mi vida pueda tocar en algo su endurecido corazón y sean capaces de meditar sobre toda su existencia, y cuando no les quede a quién culpar de sus propios errores, recapaciten y logren enmendarlos, ya que no falta mucho para que el planeta, del cual les encargaron su cuidado, sufra las consecuencias de su irresponsabilidad y descuido.
¿Existe el infierno? Esta sería la primera pregunta que me harían al enterarse de la verdad. No, aún no, pero muchos de ustedes, en distintas formas, deben haber oído hablar o quizá leyeron sobre la existencia de un laboratorio angelical que está en el centro de la Tierra; tal vez se enteraron del escalofriante hallazgo de ciertos sonidos que parecían voces humanas, provenientes de allí, ¿verdad? No teman, son solo los ecos de lamentos y expresiones orales de ustedes mismos. La Tierra absorbe constantemente toda la energía procedente de la vida en ella; sin embargo, durante los largos milenios en que la han habitado y producto de todas sus invenciones, ha comenzado a tomar forma y vida el experimento al cual tanto temieron.
¡El infierno está naciendo! ¿Lo he creado yo? ¡No, ustedes mismos lo han hecho! El poder de su extravagante y tortuosa imaginación le dio vida a su propio terrible castigo, pero así y todo, aún no deben temer. No es fácil llegar a él como tampoco lo es salvarse. ¿Qué es el infierno, en realidad? Es una creación humana, producto del atormentado delirio que los llevó a inventar distintas formas de pagar todo el mal existente. Los admiro, a mí no se me hubiera ocurrido tan terrible creación; bueno, los ángeles no solemos pensar en esa forma de tortura. En este punto de mi narración, podría decir: “Mis queridos Seres de Luz”, como suelen llamarlos mis hermanos. ¡Creo que están en problemas!; y hay algo cierto: no los quiero. Guardo en mi alma angelical un dolor gigante que, con los millones de años terrestres, se ha transformado en un profundo rencor y por qué no decirlo, en odio. ¿Los ángeles odian? No, existen para amar, apoyar, crear, estar con toda la creación universal… pero mi historia es diferente. Fui ángel, un hermoso ángel; no obstante, las patrañas e historias mal contadas se fueron mezclando con la verdad. ¡Sí, era el más bello y perfecto de todos los ángeles! ¡El hijo pródigo de mi Padre, su orgullo, su máxima creación! Eso es real, es verdad… ¿Vanidoso? ¡Sí, por supuesto, muy vanidoso! ¿Orgulloso? Sí, muy orgulloso.
Ustedes dicen conocer a mi creador. ¿De verdad creen que mi propio Padre me condenaría a la fealdad? ¿Consideran a Dios capaz de desfigurar a su hijo por ser vanidoso, por sentirse orgulloso? Si lo creen, significa que no lo conocen. Se sentía tan orgulloso de mí como yo. ¿Existe la envidia en los ángeles? Existe, pero no es igual a la humana; sin embargo, le reprocharon a mi Padre lo perfecto de mi creación. ¿Cómo se llama eso?
Mi belleza y cientos de cualidades terminaron por aislarme de mis propios hermanos, y me hicieron un ángel solitario y ermitaño. No era que no me amaran ni que me odiaran, era la sensación de culpa que se generaba en mi alma por saberme el mejor de todos. Nosotros, los ángeles, tenemos cosas en común con ustedes, hay muchos sentimientos que compartimos.
Pregunta: ¿Por qué? Porque somos lo mismo. Lo entenderán a medida que continúen leyendo, les tendré que pasar muchísimos secretos guardados bajo llaves perdidas en el tiempo. Sabrán quiénes son, también quién soy. ¿Por qué revelaría ahora una verdad oculta durante tantos milenios? Porque justo ahora se hace urgente saber la verdad; justo ahora su obra está completada, su propio infierno está creado, y es más, se hace urgente seleccionar a quiénes tendrán que poner en este. El Laboratorio Angelical ha dado su mayor resultado. ¡El experimento es un rotundo éxito, los felicito, terminado justo a tiempo! Río a carcajadas, igual que en las representaciones de las películas fantásticas que han creado. Río al ver que su terrible infierno es lo único que podrá salvarlos y llevarlos a vivir en ese paraíso que tanto sueñan. ¡El Paraíso...! ¿Existió realmente? ¡Claro que sí! Existió, y era maravilloso. Perfecto como las dos criaturas que mi Padre puso sobre él; corrijo, solo puso una, eso también es real. Necesitarán usar toda su inteligencia y su criterio para entender lo complejo de la misión para la cual fueron plantados aquí. Necesitarán romper viejas creencias y casi volver a nacer para entender los intrincados caminos que recorren su existencia terrena. ¡Empecemos!
Fui creado por mi Padre. No lo puedo definir claramente, tal vez, en aquel instante estaba especialmente inspirado; quizá no estaba satisfecho con los logros alcanzados hasta ese momento. No lo sé; no obstante, su creación escapó a todo lo hecho antes, Él mismo hizo un gesto y de su existencia salió una enorme exclamación: ¡Perfecto! Los ángeles no poseíamos espejos, pero sí la capacidad de vernos a nosotros mismos. Por supuesto, mis exclamaciones fueron iguales a las de mi Padre, y no podía ser de otra manera: era perfecto, una de las creaciones más perfectas.
Como mencioné, no tardaron en aparecer las reacciones de mis hermanos. “¿Cómo es posible que nuestro Padre haya puesto más empeño en uno de sus hijos?”. Este hecho implicó ciertas conductas en ellos, que terminaron por hacer nacer en mi interior un sentimiento de aislamiento. Cuando alguien es mejor que sus semejantes, lejos de generar una reacción de soberbia, provoca un sentido de no correspondencia con ellos. Deseaban ser yo, y en muchas ocasiones sentí que mi perfección estaba generando un sentimiento de soledad y exclusión. Deseaba no ser perfecto, quería pertenecer al grupo. Sé que este sinsabor lo comparten todos aquellos humanos que, sea por su belleza o su inteligencia, sienten un aislamiento del resto, pero no confundan la envidia humana con la angelical. No me entenderían si la definiera. Los milenios de compartir la vida en la Tierra con ustedes, me han hecho confundir, ¡incluso a mí!, esta diferencia. El momento en que fueron creados no podría compararse con este tiempo, era radicalmente diferente.
Tomé una costumbre: acostumbraba a alejarme del grupo, dejar a ratos mis deberes para sentarme solo a contemplar el vasto universo. Solía sentir eso que ustedes llaman tristeza. En la melancolía de aquellos momentos, recorría con la mirada ese gigantesco montón de diminutos puntos brillantes que conformaban la creación; no era fácil distinguir algo, era globalmente una gigantesca masa flotante de energía, total oscuridad mezclada con la luz proveniente de aquellos astros iluminados por misteriosas fuerzas de relampagueante resplandor. Sin embargo, entre todo lo que me rodeaba, había un minúsculo punto azul perdido entre los millones de aquel espacio, que llamaba misteriosamente mi atención; ejercía un magnetismo inexplicable en mí, tal vez era el color que emanaba de él. No podía definir claramente el sentimiento que despertaba en mi interior, pero hoy sí. Mi Padre había observado este hecho, pues nada escapa al poder de su mirada. Conocía los sentimientos de todo lo creado.
Como dije, me volví ermitaño y apático. Fue entonces que deseé con mi angelical alma no poseer don otorgado alguno; mi forma mutó, mis cualidades comenzaron a desaparecer, los que antes me admiraban y envidiaban empezaron a rechazarme producto de lo deplorable de mi condición: no era propio de un ángel perder sus dones. En eso siempre nos pareceremos: si eres perfecto, es demasiado; si eres imperfecto, te juzgan. Como tal, me aislé cada vez más, mis sentimientos cambiaron, el ángel orgulloso sintió el peso de la humildad que lo aplastaba hasta hundirlo, cada vez permanecía más tiempo aislado mirando el universo, y se perpetuó en mí la obsesión por aquel punto azul. Mi Padre sufría frente a este hecho y sé que a veces se sentía culpable. Mi condición lo desmotivaba y trataba en vano de animarme, de infundir el orgullo perdido. Entre las muchas ideas que había diseñado para devolver mi ser al estado en que se originó, surgió una especial.
―¿Lo quieres para ti? ―preguntó cierto día.
Mi ser completo se encendió ante la idea, y recién noté que lo que había llamado mi atención era parte de mi destino.
―¡Sí, lo quiero para mí, Padre! He engendrado en mí un sentimiento de muchos sueños para ese planeta. Me marcho, necesito muchos elementales, muchos ángeles. Tengo la idea de un destino totalmente distinto al propósito para el cual me concebiste. No seguiré tus reglas, quiero mi propia creación, soy el más parecido a ti. Quiero crear, quiero vida para ese planeta, vida que será originada por mí. Te mostraré un nuevo dios, tu hijo será un nuevo dios. ¡Ideaste un dios! 
Por supuesto, es irrisorio pensar en ser un dios, mi Padre creó el universo y le dio vida. Yo solo probaría mi poder con un diminuto punto en el espacio, debe haber reído cuando vio la comparación, pero por algo uno tiene que empezar, con la experiencia y la práctica agrandar sus creaciones… ¿Ustedes nunca han deseado ser Dios? No imaginan cuánto más hubiera podido crear, de no ser por los acontecimientos que se originaron a partir de mi decisión de viajar hasta ahí para empezar mi obra. Así fue que partí rumbo al diminuto planeta de color azul. Sabía que mi trabajo sería arduo y de un sacrificio más allá de lo que mis hermanos podían calcular. Una misión que ningún otro osaría tomar.
No todos los humanos tienen el feo defecto de la envidia, bueno, no todos los ángeles tuvieron el mismo sentimiento hacia mí. Estaban los que se sentían molestos con mi presencia y los que me adoraban como si el hecho de no ser igual me transformara en su ídolo y los llevara al plano de casi esclavos de su admiración, así que se ofrecieron para apoyarme en mi loca aventura.
El viaje desde el lugar donde se encuentra mi Padre hasta los planetas es realmente duro. Les advierto que es mucho más rápido y menos sacrificado viajar a su infierno, que ir al lugar tan anhelado donde se encuentra la Tierra; la fricción del recorrido comienza a quemar en lo profundo la forma angelical, es decir, lo que equivaldría a sus cuerpos. La fricción es casi inaguantable, y eso que yo entonces era un ángel, no un humano, como soy hoy. Sí, dije humano; ¿un ángel humano? Sí, criaturas, soy un ángel humano, y a medida que lean mi historia podrán enterarse de cómo me transformé y el dolor que me han causado los millones de años de existencia entre ustedes. ¡Miserables!

II
El viaje rumbo a un sueño



Viajé a través del tiempo y el espacio. No puedo expresárselos en cifras humanas. Les falta evolución para entender lo que dura ese recorrido, y no es mi intención entregarles conocimientos que deben descubrir ustedes. No niego que sean inteligentes, y bastante; a pesar de eso, no han logrado medir lo acelerado de la evolución que han obtenido en este último tiempo, pero no es obra solamente de su reencarnación actual, ¡no! Los códigos y libros que dejaron a través de su existencia, hoy los pueden descifrar, pero lo dejaré para más adelante. Es mi historia la que quiero que conozcan. Si adelanto todo esto, es solo porque a la vez me han convencido de que a lo mejor merecen una nueva oportunidad. Hay, entre ustedes, humanos muy evolucionados que podrían revertir los procesos de su autodestrucción. Como el ángel que un día fui, voto porque se salven, pero el humano en el cual me trasformé y por los hechos que me llenaron de miserable dolor, votaría feliz para que los sacaran de mi planeta y los exterminaran. Hay en mi mente una mezcla de sentimientos que me mantiene en ascuas con relación a su destino final. Lo bueno es que no depende de mí la decisión que les toca tomar sobre el camino a seguir.
Llegué al planeta azul, mi cuerpo venía prácticamente en llamas; a medida que me aproximaba iba variando su anatomía, se adaptaba al medio por donde tenía que pasar durante el viaje. ¡Qué dolor! Cada astro requiere una morfología para adaptarse a su acercamiento, pero entrar en la atmósfera de este planeta, como ustedes la nombran, fue lo máximo en agonía, sentí cómo el roce me quemaba cada vez más fuerte; no era humano, pero en cada transformación la metamorfosis de mi cuerpo angelical provocaba dolores realmente irresistibles. Ustedes lo han vivido, pero no lo recuerdan. Mi Padre, además, los ve como criaturas débiles e indefensas, por lo que les da bastante más protección que a nosotros.
Mi cuerpo en llamas cayó sorpresivamente al mar, fue como lanzar un metal incandescente al agua. El efecto del cambio brusco de temperatura retorció todo mi ser como si fuera hierro forjado. Permanecí en el líquido elemento, no sé durante cuánto tiempo, aún calculaba en medida angelical. Tenía que penetrar el núcleo de la Tierra… ¿Tierra? Aún no lo habían bautizado, no tenía nombre, era un astro azul producto de las masas de agua que lo envolvían. Hacía millones y millones de años terrestres, se había producido el Big-Bang con el que mi Padre ordenó este vasto universo. Vi que mi cuerpo estaba de un color rojo intenso, todo quemado. Seguro que, por este hecho, es que ustedes me pintan rojo, rojo y con cachos. ¡Pero no, humanos, jamás he tenido cachos! Eran protuberancias producto de los millones de años que permanecí bajo el suelo que hoy pisan, en medio de la lava; sin embargo, en ese instante aún no entraba en el núcleo terrestre, estaba quemado por la fricción. Después les contaré todas las veces que he estado quemado, sea por mi labor o por la maldad de ustedes.
Pude contemplar la belleza de la creación de mi Padre, pero era vida lo que yo anhelaba forjar; para eso tenía que utilizar primero a los elementales, pero las condiciones aún no se daban para ordenarles venir. Era urgente encontrar una entrada hacia el centro de este planeta, la cual estaba, lógicamente, en los polos. ¿Sabían que su planeta es hueco y tiene entradas hacia el centro? Seguro que sí. En la maravillosa imaginación, un escritor lo visualizó: Viaje al Centro de la Tierra