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Dirección de Ignacio Arellano
(Universidad de Navarra, Pamplona)

con la colaboración de Christoph Strosetzki
(Westfälische Wilhelms-Universität, Münster)

y Marc Vitse
(Université de Toulouse Le Mirail/Toulouse II)

Subdirección:
Juan M. Escudero
(Universidad de Navarra, Pamplona)

Consejo asesor:

Patrizia Botta
Università La Sapienza, Roma

José María Díez Borque
Universidad Complutense, Madrid

Ruth Fine
The Hebrew University of Jerusalem

Edward Friedman
Vanderbilt University, Nashville

Aurelio González
El Colegio de México

Joan Oleza
Universidad de Valencia

Felipe Pedraza
Universidad de Castilla-La Mancha, Ciudad Real

Antonio Sánchez Jiménez
Université de Neuchâtel

Juan Luis Suárez
The University of Western Ontario, London

Edwin Williamson
University of Oxford

Biblioteca Áurea Hispánica, 110

LOS CIGARRALES DE LA PRIVANZA Y MECENAZGO EN TIRSO DE MOLINA

JUAN PABLO GIL-OSLE

Universidad de Navarra • Iberoamericana • Vervuert • 2016

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ISBN 978-84-8489-945-7 (Iberoamericana)
ISBN 978-3-95487-480-4 (Vervuert)
ISBN 978-3-95487-881-9 (e-book)

Cubierta: Carlos Zamora

ÍNDICE

Agradecimientos

Introducción

CAPÍTULO 1: Análisis de una portada: emblemática y mecenazgo en Cigarrales de Toledo

CAPÍTULO 2: El Parnaso literario y las justas náuticas

CAPÍTULO 3: Los señores de Sena: del funcionario filipino al marchante de arte cortesano

CAPÍTULO 4:Teatro del secretariado, la amistad y la privanza

CONCLUSIÓN

ANEXO DOCUMENTAL

BIBLIOGRAFÍA

ÍNDICE ONOMÁSTICO Y CONCEPTUAL

GENEALOGÍA DE LOS SEÑORES DE SENA

AGRADECIMIENTOS

Desde los inicios de mi interés por la relación entre los Cigarrales de Toledo y su dedicatario don Luis Suero de Quiñones en el año 2005, numerosas personas e instituciones me han ayudado en la confección de este libro con tiempo libre, recursos e ideas. Aquí quiero agradecer varias de estas colaboraciones, pero soy consciente de que el número de personas con las que este libro tiene una deuda es grande y temo que mi memoria sea corta. Agradezco a mis entrañables Kimberly C. Borchard, Antonia de Oñate y Manolo Corroza su apoyo en diferentes momentos del viaje intelectual y físico que estos Cigarrales del mecenazgo han supuesto.

Este monográfico no habría sido posible sin el sabático y ayuda económica de la School of International Letters and Cultures en Arizona State University, Tempe, en 2013, durante el cual investigué en los archivos madrileños y en la Biblioteca Nacional. Agradezco, asimismo, la ayuda financiera que Arkansas State University me dio durante el verano del 2009 para continuar con la investigación sobre los Señores de Sena en la Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional, en Toledo.

También quedo muy agradecido a Alice Shreyer de Special Collections de la Universidad de Chicago y a Frederick de Armas, Andrew Mellon Professor de la Universidad de Chicago, quienes hicieron las gestiones necesarias para la compra del libro del licenciado Miguel Andrés Álvarez de Velasco, titulado Por don Pedro Zúñiga Dávila y Quiñones, marqués de Mirabel, conde de Brantivilla. Con don Gabriel Saabedra Quiñones Pimentel y Serna. Sobre sucesión del mayorazgo... del Lugar y Concejo de Sena, que se publicó en Valladolid, 1714.

No quiero olvidarme de mencionar a Sarah Schroth, Nancy Hanks Senior Curator, del Nasher Museum of Art at Duke University, quien graciosamente me facilitó información sobre el contexto social de la pinacoteca de don Luis Suero de Quiñones. Agradezco a Frank Domínguez su presentación en la Universidad de Chicago, y una posterior conversación, sobre los Pimenteles en el reinado de Felipe IV, en 2007. Agradezco a Luis Vázquez la amable e informativa conversación que mantuvimos sobre las diferencias entre las dos portadas de los Cigarrales de Toledo, ambas de 1624, reproducidas en su edición, durante el Coloquio Internacional «Tirso de Molina, su época y sus influencias», University of Copenhaguen, 2006.

Por último quisiera indicar que Carmen Fernández Cuervo, directora del Archivo Histórico Provincial de León, me ayudó y animó amablemente en los meros comienzos de mi investigación archivística, en León, en 2006. Este libro, de hecho, empezó y terminó en los archivos españoles. Sus inicios se dieron cuando vi ante mis ojos el expedientillo de nobleza que se conserva en el Archivo Histórico Nacional, Madrid. Aquello significaba que don Luis Suero fue una realidad y que no sabía a dónde iba a llevarme aquella pista de nombres, fechas y datos. Llegaba a mis conclusiones, cuando en un pupitre de la Sala Cervantes de la Biblioteca Nacional, otro archivero me presentó el «desaparecido» testamento de don Luis Suero de Quiñones y Acuña, testando a favor de María Antonia de Monsalve y sus hijos naturales —don Diego de Quiñones, y otro póstumo—. Por todo ello, agradezco a todos los archiveros y funcionarios que me han ayudado en mis periplos por el bello mundo de los archivos españoles.

Y visto que en el futuro van a salir a la luz más documentos sobre los señores de Sena, que no se han podido incluir, quisiera decir que este monográfico no pretende ser exhaustivo. Por ejemplo, mientras se editan las últimas galeradas de este libro, desde la Biblioteca Nacional de Madrid, me llega la noticia de que han aflorado otros documentos de 1612 que hablan del matrimonio de don Luis Suero con una tal doña Mariana Grillo y hablan también de la muerte de una hija llamada doña Leonor María. Sin duda habrá otros documentos por venir, por tanto quisiera añadir que veré con placer, en tiempos venideros, cómo otros investigadores completan y enmiendan mis impresiones y conclusiones sobre los señores de Sena y Tirso de Molina.

INTRODUCCIÓN

Sabed que al que es cortesano
le dan, al darle la mano,
para muchas cosas pie.

(Tirso de Molina,
El vergonzoso en palacio).

LA ANSIEDAD DEL MECENAZGO EN LOS CIGARRALES DE TOLEDO

Los conceptos de fidelidad, amistad, favor, servicio, y valimiento aparecían constantemente en la literatura de los Siglos de Oro. En cierta forma creaban un código lingüístico que todo el mundo conocía, y que además reflejaba los deberes e intereses personales y grupales, a la vez que dejaba espacio a los sentimientos. Los lenguajes de la amistad, del servicio y de la privanza conformaban un entramado conceptual, y retórico, que adquiría todo su sentido en el sistema económico del mecenazgo, que también se ha dado en llamar clientelismo. Una forma extrema de clientelismo fue el valimiento de la primera mitad del siglo XVII. Este sistema de la privanza tomó una presencia crítica durante la época de los grandes validos, el duque de Lerma y el conde-duque de Olivares1. Los Cigarrales de Toledo son un producto cultural de los últimos años de la privanza de Lerma y de los primeros de la de Olivares. Años en los que se escribió, aprobó y publicó esta miscelánea.

Los grupos clientelares aparecen en ocasiones trasladados a un retrato literario. Algunos escritores que usaron estos modos de representación son Tirso de Molina y Miguel de Cervantes. El caso cervantino en La Galatea, ya se ha analizado en unas cuantas ocasiones2. El mundo veraniego tirsiano en Cigarrales de Toledo (1624), se ha estudiado relativamente, y aquí se va a construir sobre esos análisis previos, centrándonos en la privanza, el mecenazgo y el mecenas al que se dedica el volumen.

Don Suero de Quiñones y Acuña (h. 1586-1648), al que se dedica el conjunto de los Cigarrales de Toledo, aparece en el frontispicio de la edición prínceps como una alegoría del «favor»3. Pero la adecuación del señor de Sena, don Luis Suero, a la función de mecenas se puede poner en duda. La razón es que ningún otro contemporáneo de Tirso le dedicó una obra a don Luis Suero de Quiñones y Acuña, y que el mismo Tirso ya no volvió a dedicarle nada. Además, en 1631, la segunda edición de los Cigarrales de Toledo apareció en el mercado sin el escudo de los Quiñones y sin los retratos de Tirso de Molina y de don Suero de Quiñones y Acuña, que lucía la edición de 1624.

Como consecuencia, don Luis Suero de Quiñones parece desaparecer del mundo del mecenazgo literario tras la fugacidad de un relumbrón. De hecho, más allá de su nombre es un perfecto desconocido en la historia de la literatura. Pero no todas las disciplinas lo han ignorado tanto. Es en la historia del arte donde su presencia es relativamente mayor, gracias al libro sobre pintura de Vicente Carducho y a ciertas cartas de un embajador británico, además de a algún vejamen poético. En la literatura genealógica también se menciona su nombre como miembro de la baja nobleza y deudo de la casa de Luna. En estudios sobre la administración de los Habsburgo también surge su nombre, ya que su abuelo fue muy activo en la administración de Felipe II. Otros motivos que explican su presencia son que, tal vez, don Luis Suero llegó a ser una hechura del duque de Lerma y, en menor medida, que como parte del mayorazgo de Sena ostentaba el puesto de alférez mayor de León. Pese a todo ello, en los estudios sobre los Siglos de Oro los datos sobre este señor de Sena, don Luis Suero de Quiñones y Acuña, son someros.

En la documentación de archivo, la situación es la contraria. Existen numerosos documentos relativos a don Luis Suero de Quiñones y Acuña y a su mayorazgo, el señorío de Sena. Por tanto, una porción importante de este libro se basa en investigación de archivo, ya que así se comprende mejor quién es don Luis Suero de Quiñones de Acuña y de aquí se infiere la calidad de su relación con Tirso de Molina. No es solo que de esta forma se haga una semblanza del señor de Sena y su familia, sino que el conocimiento sobre don Luis Suero puede arrojar luz sobre la compleja conexión entre los Cigarrales de Toledo, la carrera literaria de Tirso y el mundo material del mecenazgo en el siglo XVII.

Para calibrar esta complejidad, téngase en cuenta que, a la luz de los documentos de archivo, este señor de Sena es un personaje de relativa solvencia económica, pero no la suficiente como para mantener el estilo de vida con el que aparece en las páginas de Cigarrales de Toledo. Además las opiniones sobre sus actividades en el mundo del arte madrileño son siempre contradictorias. Aunque caballero, se encuentra inmerso en el mercado de la corte, para unos en calidad de hidalgo, para otros como marchante de arte. Pero lo importante es que don Luis disfraza bajo el manto de la generosidad principesca de un noble las actividades comerciales de su pinacoteca y, seguramente, su inversión en la publicación de Cigarrales de Toledo. Esta fusión de lenguajes comerciales y simbólicos, con sus intercambios de favores y servicios, lleva a contemporáneos de don Luis a criticarle y a no comprender muy bien qué pretende mostrar con sus actos.

Es en estas ambigüedades donde se puede encontrar una explicación a la fugacidad de la dedicatoria de Tirso. Esta dedicatoria «única», sin repetición, refleja un cambio de opinión en Tirso; lo cual encaja con la perplejidad de otros agentes que interactuaron con don Luis Suero. Seguramente, Tirso se encontró con que don Luis Suero de Quiñones y Acuña no favoreció ni su libro ni su carrera literaria, al menos como él esperaba. Otros, como un embajador inglés, escribieron sobre sus decepcionantes relaciones con don Luis. Sir Arthur Hopton, un diplomático en Madrid, se encontró en un brete cuando informó a Londres de que los cuadros que don Suero decía querer regalar al príncipe del Reino Unido, habían sido vendidos a otro cliente. Por tanto, no solo Tirso se encontró decepcionado.

Respecto a la valía de la pinacoteca de don Luis también hay testimonios divergentes. Vicente Carducho expresa opiniones muy favorables sobre la pinacoteca de don Luis Suero. En cambio, un vejamen escrito por un paniaguado del conde-duque de Olivares desdice esta buena fama. Si Carducho encumbra esta colección de pinturas como una de las mejores pinacotecas de la corte, otros la vejan como cueva de traficantes, ladrones y falsificadores. Por tanto, durante el reinado de Felipe IV, sobre este mecenas literario y marchante de arte se acumulan opiniones encontradas, que no pueden más que alentar indagación en el tirsianismo.

Más aún, debido a la curiosidad que despierta la dedicatoria de Tirso a la luz de la variopinta fama de don Luis Suero de Quiñones, los Cigarrales de Toledo son una obra importante para la comprensión de las prácticas del mecenazgo y de las dedicatorias en la temprana modernidad. La elección del patrón puede convertirse en un acierto o un error en la carrera literaria de un autor. La ansiedad que produce esta incertidumbre explica la creación de interminables redes de referencia donde el autor es o bien el centro —así lo hizo Cervantes en La Galatea—, o bien un participante de importancia, como Tirso en los Cigarrales de Toledo. Esta «ansiedad del mecenazgo» se refleja en la reproducción de una serie de círculos dónde se encontrarían posibles candidatos a apoyar la obra y a financiar el anhelado otium. El escritor resulta estar ofreciendo constantemente una imagen de fidelidad y servicio por medio de su pluma. Se propone en este libro que el conjunto de los Cigarrales de Toledo tiene un eje fundamental en las expresiones de la cultura material del mecenazgo que son las retóricas de la fidelidad y el servicio, las cuales a su vez reflejan una inevitable ansiedad. Es desde este punto de vista donde el tono y contenido de la obra se llenan de sentido empezando desde el frontispicio de la edición de 1624 y culminando en los comentarios metaliterarios en el cierre del libro.

ESTRUCTURA DE CIGARRALES DE LA PRIVANZA Y MECENAZGO

Cigarrales de la privanza y mecenazgo se divide en cuatro capítulos y un anexo documental. En el primer capítulo, titulado «Análisis de una portada: emblemática y mecenazgo en Cigarrales de Toledo», se estudia cómo Tirso de Molina, al igual que numerosos escritores de la época, expresan con abundancia su preocupación por la recepción de sus obras, y por la necesaria ayuda de algún poderoso dentro de un sistema económico dominado por el mecenazgo para la publicación de su libro. La primera obra publicada por Tirso también refleja desde un primer momento estas preocupaciones. Para solventar los problemas que los malintencionados, murmuradores y envidiosos puedan crear a su obra y a su fama, Tirso propone varias soluciones, una de ellas es confiar en los lectores bienintencionados, y otra encontrar el amparo de un mecenas. Este segundo, la sombra de un poderoso, es el método más efectivo para asegurar que el hijo de su ingenio salga a la luz y que tenga una buena recepción. Sin embargo, la búsqueda del protector más ventajoso no resultaba ser tarea sencilla, a juzgar por los cambios de mecenas que se observan a lo largo de la carrera literaria de Tirso, al igual que en muchos otros escritores de la época.

Durante toda su carrera literaria, Tirso de Molina expresa una profunda preocupación por encontrar un mecenas y por poder mantener los favores de este. Si, en 1636, su Quinta parte necesita la «afable caricia / del conde [de Sástago]», ya en 1624, los Cigarrales de Toledo necesitan un patrón virtuoso que «a la sombra de su amparo» les proteja de la maledicencia y la envidia. En 1624, el valedor del ingenio de Tirso y de su producción todavía no va a ser un conde como el de Sástago —que le protegió durante varios años, hasta su defunción—, sino don Suero de Quiñones y Acuña, un miembro de la baja nobleza urbana de León, afincado en Madrid. Esta ansiedad por el mecenazgo no solo se expresa en la portada y en las dedicatorias, sino que esta inquietud impregna todo el libro.

El capítulo segundo muestra las relaciones de los paratextos y de la portada con la ficción de los Cigarrales de Toledo. Don Suero y Tirso reaparecen en la ficción dentro de unas justas acuáticas organizadas alrededor de un desfile de barcas alegóricas. El despliegue simbólico de las barcas tiene conexiones con la literatura, los emblemas y el mecenazgo. Tirso y don Suero se complementan, una vez más, como poetas —uno bueno y otro malo— además de dar sentido al «Parnaso crítico» que se representa en medio de esta procesión emblemática.

En el tercer capítulo, una vez mostrado que existe una continuidad desde los paratextos y la portada hasta la ficción, se hace una semblanza de la vida de don Luis Suero de Quiñones y Acuña, a quien la pluma de Tirso le retrata como el perfecto cortesano. Un individuo que goza de tal crédito que se encuentra protegido de la maledicencia y la traición en la «confusa universidad» que es la corte. Como se ve en este libro, nada está más alejado de la realidad. Don Suero recibió tanto alabanzas, como críticas y reveses de importancia, dentro de la sociedad cortesana de los Felipes III y IV, hasta el punto de que es difícil hacerse una idea cabal de cómo era este hombre. Además, su familia inmediata no era un gran grupo nobiliario dentro de la corte que se encontrara al abrigo de los cambios de fortuna —si es que alguno podía tener esa seguridad—. No obstante, en su laudatio, Tirso afirma que el crédito personal de don Suero llega a tal punto, que su sombra protectora disuadirá a los malintencionados que quieran dañar el honroso nombre de Tirso de Molina y la buena recepción de los Cigarrales de Toledo. Además, la portada de la edición príncipe es un complejo compendio de símbolos del mecenazgo y la amistad entre el «Favor» y el «Ingenio», siendo el ingenio el propio Tirso y el favor don Luis Suero. Los gestos de las manos de estos alegóricos escritor y mecenas se conectan en sus intenciones de favorecer y laborar para alcanzar la corona de la fortuna. Pese a estas alabanzas de don Suero de Quiñones y Acuña como mecenas y amigo, no se han publicado suficientes datos históricos que le conciernan, como para poder evaluar su contenido.

Debido a esta falta de información histórica, en el capítulo tercero, titulado «Los señores de Sena: del funcionariado filipino al marchante de arte», se hace un retrato de la familia de los Quiñones señores de Sena y de la vida de don Luis Suero, además de un análisis del contenido de este mayorazgo y de su importancia. Que don Suero de Quiñones fuese un candidato atractivo para dedicarle un libro es obvio, puesto que uno de los más importantes protagonistas de la escena cultural del siglo XVII no solo le dedica su primer libro, sino que lo incluye varias veces en la trama. Sin embargo, esto no significa que fuese una decisión que Tirso de Molina deseaba retomar en sus posteriores publicaciones. Por tanto, esta semblanza de los Quiñones de Sena puede ayudar a desentrañar las razones por las que este mercedario no le dedicó nada más que su primer libro.

A un Pimentel le ofrece su primera dedicatoria. Si se considera que los señores de Sena pertenecían a una red de grupos nobiliarios que van a acceder al poder a partir de 1621 con ocasión del cambio de reinado entre Felipe III y su hijo Felipe IV, Tirso iba bien encaminado al dirigirse a un miembro del clan de los Pimenteles4. No obstante, es muy posible que don Suero fuera considerado una hechura de Lerma y que la caída de este, y el cambio de reinado no le hubieran favorecido, y que por tanto tampoco pudiera favorecer la obra de Tirso de Molina.

Otra posible explicación de esta dedicatoria es que don Luis Suero no fue solamente un noble representado en los Cigarrales de Toledo, sino que era un intermediario entre artistas y consumidores, ya que uno de sus oficios fue el de marchante de arte en la corte de Madrid. Sin embargo, don Suero, pese a su crédito social, fue y sigue siendo un personaje polémico. Por ejemplo, de las noticias de sus actividades mercantiles, se desprende que regía una de las mejores pinacotecas de Madrid y que disfrazaba su comercio con una pose de generosidad caballeresca. Pero también se infiere que, para algunos, se trataba de un hombre oportunista, rumboso y sin escrúpulos.

La controversia en el siglo XVII sobre don Luis Suero tiene un cierto eco en la controversia entre historiadores de arte hoy día. Unos lo denuestan y otros no, sin tener en realidad demasiados datos históricos sobre el personaje, salvo información de segunda mano producida por algunos contemporáneos, como Vicente Carducho, miembros de la diplomacia británica, poetas paniaguados, etc. Para profundizar en la realidad histórica de don Luis Suero, en el segundo capítulo de Cigarrales del mecenazgo, se aúnan numerosas informaciones de archivo —totalmente inéditas—, con las ya conocidas que provienen de pintores, poetas y diplomáticos, más las de historiadores del arte. El objetivo es completar los retratos que de don Luis Suero se ofrecen en los Cigarrales de Toledo.

Como se ve en el cuarto capítulo, titulado «Teatro del secretariado, la amistad y la privanza», se ha considerado que los Cigarrales de Toledo adolecen de ser una miscelánea de partes inconexas. En concreto, se juzga que las obras de teatro incluidas en Cigarrales de Toledo son un añadido que no vendría demasiado al caso. Hasta el punto de que El vergonzoso en palacio se publica, edita, lee y estudia por separado las más de las veces. Cierto es que El vergonzoso en palacio, al igual que Cómo han de ser los amigos y El celoso prudente, es una obra teatral autónoma, pero cuando el maestro Tirso de Molina la inserta y publica en una elaborada colección de novelas, resulta difícil creer a pies juntillas que no exista relación entre el resto de la colección y esta comedia. Bien es cierto, sin embargo, que los Cigarrales de Toledo son una miscelánea de diferentes géneros y que sus partes fueron compuestas en diferentes épocas. Pero, con el uso de los símbolos y del lenguaje de la retórica del mecenazgo, de la amistad, y de la fidelidad, que adquieren un nivel creciente dentro de las tres obras de teatro insertadas en los entretenimientos de la aristocracia en sus casas de placer en Toledo, el libro adquiere una notoria unidad.

Son las temáticas del favor aristocrático, del servicio del vasallo y de la fidelidad entre mecenas y cliente, las que aúnan estas tres comedias —El vergonzoso en palacio, Cómo han de ser los amigos y El celoso prudente— en los Cigarrales de Toledo y que cohesionan el conjunto del libro. Primeramente, los personajes de estas comedias viven para el amor y consumidos por el amor, lo cual conecta con otras partes de Cigarrales de Toledo —el constante discutir sobre amor en el marco de los Cigarrales de Toledo—. Segundo, los temas prominentes de cada comedia son, respectivamente, el favor del mecenazgo, la amistad perfecta y la fidelidad en las relaciones. Los tres temas forman parte de los pilares que sostienen una economía del mecenazgo, en cuanto que articulan la sociedad en base a los presupuestos de la generosidad principesca, de la dedicación del súbdito y, por último, de la fidelidad inter pares y entre desiguales. Por tanto, la generosidad, el servicio y la fidelidad son las nociones que aquí van a analizarse bajo las tramas del secretario, de los amigos y del privado en las tres obras teatrales insertadas en Cigarrales de Toledo. Desde este punto de vista, los Cigarrales de Toledo son una obra con profundo significado para el estudio de la economía material en la producción artística de los reinados de Felipe III y Felipe IV. Esta es la noción que justifica buscar la unidad y no el desmembramiento de este libro.

En el anexo, se han incluido solamente aquellos documentos de archivo, que habiendo llegado a mi conocimiento, atañen directamente a don Luis Suero de Quiñones y Acuña. Además, por razones de economía de espacio, no todos los documentos citados que hacen referencia al mayorazgo del Señorío de Sena se incluyen en esta sección, ya que serían demasiados. Por tanto, el compendio documental del anexo no tiene pretensiones de ser exhaustivo.

En cuanto a los archivos y manuscritos concernientes a los señores de Sena, incluyo aquí una relación de los fondos consultados para este estudio, sin ánimo de hacer un inventario exhaustivo de los fondos documentales sobre esta familia. La documentación correspondiente a los Quiñones señores de Sena y de la Torre de Rabanal utilizada para este monográfico se halla en los fondos Fernán Núñez, Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional. Este fondo documental se encontraba depositado en los archivos de la familia de los duques de Fernán Núñez, quienes a finales del siglo XVIII llegaron a ser los señores de Sena o de lo que quedaba del señorío. Otros fondos que también he consultado son los de los Quiñones marqueses de Montevirgen, en el Archivo de la Diputación Provincial de León; y el de Caja España de Inversiones, León, donde se encuentra depositado el fondo archivístico de los condes de Luna, dentro del cual hay variada e importante documentación referente a algunos ancestros de don Luis Suero. En el Archivo de la Real Cancillería de Valladolid, también se encuentran documentos concernientes a esta familia. Otros documentos los he ubicado en el Archivo Histórico Nacional, Madrid. Finalmente, el testamento de don Luis Suero lo custodia la Biblioteca Nacional, Madrid.

En cuanto a la reconstrucción del árbol genealógico de los señores de Sena, me he basado en un instrumento indispensable que es el trabajo de los hermanos García Carraffa, pese a sus errores de detalle. También, he encontrado de utilidad para este fin el fondo Montevirgen; y, sin duda, los cientos de documentos conservados en la Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional, en Toledo, a partir de los cuales he completado la poca y, en ocasiones, errónea información dada por los Carraffa. También, hay un cuadro genealógico en el compendio de documentos publicado por el licenciado Álvarez de Velasco en 1714 y otros cuadros, más o menos completos, en los documentos de los Quiñones, marqueses de Montevirgen.

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Imagen 1. Portada de los Cigarrales de Toledo, 1624. Reproducida con permiso de Case Western Reserve University.

1 El tema de la privanza suscita un creciente interés entre los académicos. Ver, entre los historiadores, Maravall, 1969;Tomás y Valiente, 1982; Elliot; Schroth, 1990; Elliot y Brockliss, 1999; Feros, 2002; Escudero, 2004;Williams, 2010; Carrasco, 2009; Banner, 2009;Alvar, 2010, entre otros. En cuanto a los críticos literarios, ver Arellano, 1996, p. 43; Cauvin, 1957, p. 457; Crivellari, 2010; De Armas, 2004, pp. 9-10; Elliot, 1989, pp. 196-197; Feros, 2002, pp. 310-311; Hesse (en Tirso, El vergonzoso en palacio, ed. Hesse p. 16; MacCurdy, 1978, pp. 56-58; Peale, 2004, p. 128; Profeti, 2007, p. 136; Simerka, 2014;Weimer, 2000; Zugasti, 1998, 2001; etc.

2 Finello, 2005 y 2008; Gil-Osle, 2013.

3 Ver Cioranescu, 1981; Civil, 1998.

4 Agradezco a Frank Domínguez haber llamado mi atención sobre la ascensión de los Pimenteles y sus cadenas clientelares con la llegada de Felipe IV.

CAPÍTULO 1

ANÁLISIS DE UNA PORTADA: EMBLEMÁTICA Y MECENAZGO EN CIGARRALES DE TOLEDO

1.

Tirso de Molina, al igual que numerosos escritores de la época, expresa con abundancia su preocupación por la recepción de sus obras, y por la necesaria ayuda de algún poderoso dentro de un sistema económico dominado por el mecenazgo1. Como no dejaría de ser esperable, la primera obra publicada por Tirso refleja desde un primer momento estas preocupaciones. Para solventar los problemas que los mal intencionados, murmuradores y envidiosos puedan crear a su obra y a su fama, Tirso propone varias soluciones, una de ellas es confiar en los bien intencionados lectores, y otra encontrar el amparo de un mecenas. Este segundo es el método más efectivo para asegurar que el hijo de su ingenio salga a la luz y que tenga una buena recepción. Sin embargo, la búsqueda de un protector ventajoso no resultaba ser tarea sencilla, a juzgar por los cambios de mecenas que se observan a lo largo de la carrera literaria de Tirso, al igual que en muchos otros escritores de la época. Si Miguel de Cervantes expresa claramente su preocupación por su lugar dentro de la vida académica en La Galatea (1585), Tirso de Molina también reformula esta misma ansiedad que le producen el mecenazgo y el éxito editorial de Los cigarrales de Toledo (1624)2.

La ansiedad del mecenazgo se inscribe en varios niveles. (1) Esta miscelánea de Tirso contiene toda una serie de personajes reales en la ficción. Estos enmascaramientos creados para el entretenimiento de los lectores son un artilugio común en la época para juegos de identificación. Los personajes históricos enmascarados en Cigarrales de Toledo son de la alta clase social castellana, aragonesa, e italiana, y Tirso se incluye codeándose con ellos en unos juegos estivales. (2) Los temas escogidos para las obras teatrales también reflejan un dominio por parte de Tirso del lenguaje de la fidelidad, el servicio y la amistad absolutamente necesarios en el mercado económico y social del mecenazgo. (3) Algunos comentarios metaliterarios que acompañan a las obras de teatro en Cigarrales de Toledo también inciden en las ideologías afines a la privanza, amicitia y servicio. (4) Finalmente, la introducción de Cigarrales de Toledo y el grabado del frontispicio de la edición de 1624 forman un conjunto elocuente de cuán lejos podían llegar un escritor y un mecenas para explotar públicamente su asociación.

Todo empieza de esta forma: bajo el título «Al bien intencionado», Tirso presenta el prólogo de los Cigarrales de Toledo, donde habla de los mal intencionados murmuradores que van a leer su libro3. El propio libro como un ente animado espeta al lector, intencionadamente negativo, que incluso antes de leer el cuerpo de la obra tome conciencia de que las habladurías ya le han prejuiciado:

Anda, léeme, no se te dé nada; y haz cuenta que estoy sobrescrita: Al bien intencionado, y, en su ausencia, al malicioso; en casa de la mormuración; porte, ocho reales. Ya me has abierto, y yo sé que, en tu opinión, a título de lo segundo.

La causa de estos comentarios es que las críticas de los envidiosos «émulos» son el peso que obstaculiza y hasta impide la ascensión del ingenio. Como en el emblema de Alciato número 121 —Que la pobreza impide subir a los ingeniosos—, donde se representa a un sabio elevándose hacia los cielos con alas en su antebrazo izquierdo, mientras el peso muerto de una piedra colgando de su brazo derecho le tira hacia abajo (imagen 2)4. El resultado de estos dos contrapuestos vectores de fuerza no puede ser sino la frustración si el artista no encuentra un mecenas, ya que el sabium necesita medios económicos para aligerar el lastre de su pobreza. Necesita el favor. En el frontispicio de Cigarrales de Toledo, esta contradicción se resuelve en una muy satisfactoria relación patrónartista. Tanto el príncipe/favor como el sabio/ingenium comparten la característica de poderse elevar gracias a sus manos aladas; al mismo tiempo que están interconectados por la corona de laurel (imagen 1).

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Imagen 2. Andrea Alciato, emblema 121, Paupertatem summis. Los emblemas de Alciato traducidos en rimas españolas, trad. Bernardino Daza, Lyon, Mathia Bonhome, 1549.

Esta no es una reflexión aislada, Tirso la hace en más de una de sus obras. En los prólogos de las partes tercera, cuarta y quinta de sus obras teatrales, Tirso vuelve a pronunciarse en contra de este tipo de lector que «murmura de lo perfecto» y al que «lo hermoso le parece feo». En la «Dedicatoria» de su Parte tercera de las comedias (1634), Tirso retoma los giros latinos: «velint, nolint», refiriéndose «a que a todos les consta del caudal de su autor», pese a las «tempestades y persecuciones envidiosas»5. De grado o de fuerza, Tirso vencerá a la envidia6. En el mismo texto de los Cigarrales de Toledo, en 1624, ya había hecho otra mención del dicho «velis nolis», aquella vez se trataba de una letra escrita en un cartel que colgaba de las ropas de un Tirso ficcionalizado durante unas justas náuticas en Toledo7.

El tema es ciertamente recurrente en sus publicaciones. En la Cuarta parte de comedias (1635), dice: «Mil cosas tenía que comunicarte en puridad, y impórtame el secreto lo mismo que la fama, que se despluma con las murmuraciones»8. Además, en la Quinta parte (1636), el epigrama al conde de Sástago reza:

Ahora que en tu puericia

saliste de balbuciente

y de la estampa reciente

te expones a la noticia,

corre a la afable caricia

del conde, tu dueño caro

hallen mis burlas sus veras,

porque envidien las primeras

de las quintas el amparo9.

En su Quinta parte, necesita la «afable caricia / del conde [de Sástago]». Pero ya mucho antes, en 1624, decía que sus Cigarrales de Toledo necesitaban un patrón virtuoso que les proteja de la maledicencia y la envidia «a la sombra de su amparo»10. Como se deduce de estas citas, de 1624 a 1636, Tirso de Molina expresa su preocupación por encontrar un mecenas y por poder mantener los favores de un poderoso protector.

En 1624, el valedor del ingenio de Tirso y de su producción todavía no va a ser un conde como el de Sástago —que le protegió durante varios años, hasta morir— sino don Suero de Quiñones y Acuña, un miembro de la baja nobleza urbana. A don Suero le dedicó solo una obra, mientras que a Martín Artal de Alagón, VII conde de Sástago, le dedicó cuatro obras: las Cuarta y Quinta partes, el Panegírico a la casa de Sástago, y la Genealogía del conde Sástago. Creo que los títulos de las obras y el número de ellas dejan claro que este Martín Artal fue un mecenas decisivo en la obra del mercedario11.

No obstante, conviene matizar que entre el señor de Sena y el conde de Sástago existe una continuidad, pese a la diferencia en estatus y en poderío económico. Ambos se encuentran conectados por medio de las redes familiares de los Pimenteles, los Acuñas y los Sástagos. De hecho, los Pimenteles y los Sástagos aparecen abundantemente en los Cigarrales de Toledo, a la vez que fueron instrumentales en la protección de la carrera literaria de Tirso.

Centrándonos en el dedicatario de los Cigarrales de Toledo, don Luis Suero de Quiñones y Acuña, la pluma de Tirso lo retrata en su dedicatoria como el perfecto cortesano. Un individuo que goza de tal crédito que se encuentra protegido de la maledicencia y la traición en la «confusa universidad» que son las cortes de Felipe III y Felipe IV12. Como veremos más adelante, nada está más alejado de la realidad. Don Suero recibió tanto críticas, como alabanzas y reveses de importancia, dentro de la sociedad cortesana de Felipe IV. Hasta el punto de que es difícil hacerse una idea cabal de cómo era este hombre. Además, su familia inmediata no era un gran grupo nobiliario que se encontrara al abrigo de los cambios de fortuna dentro de la corte, si es que alguno podía tener esa seguridad.

Esta «confusa universidad» también afectaba a los mecenas, al igual que a los ingenios. Dentro de la propia familia de don Suero, existieron quejas contra el «golfo insano» de la corte13. Para Lázaro de Quiñones, el abuelo de don Luis Suero, la corte y su favoritismo eran un juego confuso y malsano. Lázaro —que fue criatura del sistema administrativo de Felipe II y de la corte de Felipe III, y fundador del mayorazgo de Sena— expresaba su malestar respecto a la fortuna cambiante en la corte con una referencia a una Babilonia apocalíptica:

perdí todo mi consuelo y todo mi contento, y así estoy tan sin él que solo le repara estar en esta Babilonia, donde ni los contentos se gozan, ni los pesares y lástimas se sienten a su medida con las ocupaciones y diversidades de cosas que hacen estar como encantados, que ni gloria ni pena se recibe de cosa. Yo estoy tan harto de ella que pienso que el deseo de salir de ella me ha de acabar en ella. Salga yo de esta corte se lo suplico a mi Dios...14

En 1599, se lamentaba de esta forma Lázaro de Quiñones en una carta a la madre de don Suero. Para la familia de don Suero, la vida cortesana también estaba llena de dificultades. Encontrar protectores para sus propios proyectos era una necesidad. En cierta forma, tanto los escritores como sus mecenas están de acuerdo en las miserias del sistema económico del mecenazgo. Para Cervantes, las cortes de Felipe II y Felipe III eran un «golfo insano» y, para Tirso, las de los Felipes III y IV fueron una «confusa universidad», donde la fama y el descrédito hacen y deshacen vidas y carreras de una forma caótica. Y, para Lázaro de Quiñones, es una «Babilonia» sin goces, abarrotada de pesares y lástimas, donde todos parecen vivir como encantados dentro de una quimera.

En esta confusa Babilonia, Tirso necesita encontrar un mecenas suficientemente bien situado en la corte de Felipe III y más tarde en la de Felipe IV para apoyar la publicación de su primer libro. En su laudatio, Tirso afirma que el crédito personal de don Suero llega a tal punto, que su sombra protectora disuadirá a los malintencionados que quieran dañar el honroso nombre de Tirso de Molina y la buena recepción de los Cigarrales de Toledo:

Mis Cigarrales, a su imitación, enmiendan defectos heredados del natural, con la participación del adoptivo. Y tengo por cierto que les ha de caber parte en la buena fama y general aceptación con que V.m. es amado en esta corte, pues a ninguno he comunicado en ella, de alto a bajo estado, rico o pobre, ignorante o discreto, que no se haga lenguas en la alabanza de su apacibilidad, cortesía, nobleza y demás cualidades con que adquiere el grado de perfecto cortesano el que cursa esta confusa universidad, sin que en esta parte haya quien fiscalice —milagro del siglo presente, con ojos para examinar faltas, sin lengua para alabar perfecciones15.

Las hipérboles de esta laudatio de Tirso son encomiables, y la fama de don Luis Suero sube hasta los cielos. Sin embargo, de don Suero de Quiñones y Acuña, lo que se ha publicado, desde el siglo XVII hasta hoy día, es poco y contradictorio. Por tanto, la evaluación de estas alabanzas queda comprometida.

En otros libros de genealogistas, historiadores y críticos literarios, la información sobre don Suero es escasa y muy parcial, en el mejor de los casos. Algunas obras de genealogistas, como las de los hermanos Alberto y Arturo García Carraffa, dan noticias someras de la existencia de este personaje histórico, al hablar de los señores de Sena, o de los Acuñas. Entre los historiadores del arte, en cambio, Vicente Carducho ya hacía referencia a su valiosa pinacoteca, aunque fuese de pasada, y sin dar noticia de sus actividades de mecenazgo literario. Jonathan Brown y otros historiadores del arte actuales también hacen someras referencias a las actividades mercantiles de don Suero, e ignoran sus gestiones de mecenazgo y vida laboral en la casa del rey. Por otro lado, escritores de vejámenes hicieron comentarios sarcásticos sobre su mercadeo con el arte, ignorando otros aspectos dignos de adulación en don Suero. En definitiva, la visión del crédito personal y comercial de este señor de Sena es tremendamente parcial, dependiendo de la fuente en que nos fijemos.

Entre los críticos literarios, vuelve a ocurrir lo mismo, ni André Nougué, ni Luis Vázquez, ni Pilar Palomo, ni Prieto, ampliaron su investigación hacia las actividades comerciales de don Suero. Además, todos ellos trabajan con muy pocos datos históricos.

Sin embargo, abunda la información sobre don Suero y los señores de Sena en los archivos españoles. Según el expendientillo número 492 de la Sección Órdenes Militares del Archivo Histórico Nacional, Suero tomó el hábito de caballero de Santiago en 161716. En este expedientillo, figura una escueta información genealógica del que se identifica como don «Luis Suero de Quiñones Brabo Acuña Luaces Lagunas»17. Esta información se puede cotejar con obras genealógicas concernientes a la aristocracia de España. En ellas también figura don Luis Suero. Por ejemplo, los hermanos Alberto y Arturo García Carraffa en su Diccionario heráldico y genealógico incluyen información que confirma el contenido del frontispicio de 1624 y que concuerda con la información del expedientillo de las órdenes militares18. Los genealogistas, además, informan de que la rama troncal de los Quiñones señores de Sena se extingue con don Suero (o por otro nombre Luis Suer); también informan de que tuvo una hermana monja en el convento del Carrizo, cerca de León. No parece que se hubiera casado, ni que hubiese tenido descendencia alguna. Estos datos, por erróneos y esquemáticos que sean, son algunos de los pocos que por ahora se han publicado sobre la vida de este primer mecenas de uno de los mayores escritores del Siglo de Oro y que sin duda tuvo un papel importante en la creación y financiación de los Cigarrales de Toledo.