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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2002 Janece O. Hudson

© 2017 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Rendición total, n.º 1144 - julio 2017

Título original: Wild About a Texan

Publicada originalmente por Silhouette® Books.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-9170-047-0

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Prólogo

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Capítulo Catorce

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Prólogo

 

Se despertó repentinamente, con el corazón golpeando sus costillas. Alargó la mano para tocarla, pero el sitio estaba vacío. Algo le dijo que se había marchado hacía rato, pero se levantó de la cama gritando su nombre. El único signo de que había estado allí, la copa de champán en la mesilla de noche.

Maldiciendo entre dientes, Jackson tomó el teléfono y llamó a recepción.

–La señorita Emory se ha marchado del hotel –le dijeron.

–¿Que se ha ido? ¿Cuándo?

–No lo sé. ¿Quiere que lo compruebe en el ordenador?

–Sí.

Jackson maldijo un poco más mientras esperaba y de nuevo cuando le dijeron que se había marchado a las nueve de la mañana, con lo cual le llevaba tres horas de ventaja.

¿Eran las doce?

Él nunca se levantaba tarde… pero aquella noche apenas había dormido. No se cansaba de ella. Jamás había conocido a nadie como Olivia, nunca había tenido tal conexión con una mujer. Desde que la vio en la cena la noche antes de la boda supo que era alguien muy especial.

Y todo el mundo se dio cuenta de la química que existía entre la dama de honor de Irish Ellison y el padrino de Kyle Rutledge.

El problema era que siempre estaban rodeados de gente, como ella deseaba. Incluso le había dicho que se perdiera cuando la tomó del brazo para salir al jardín. Pero Jackson no se rindió. Dios no le había dado mucho cerebro, pero sí suerte y determinación. Y estaba decidido a conseguir a Olivia Emory como fuera.

Jackson se puso los pantalones del esmoquin y las botas vaqueras y empezó a lanzar maldiciones al no encontrar la camisa. A toda prisa, se puso una sudadera de los Cowboys de Dallas que sacó del cajón y entró en el ascensor.

Cuando salió del hotel estaba nevando. El taxista se ganó una propina por ahorrarle unos minutos, pero cuando llegó al aeropuerto de Akron descubrió que el vuelo de Olivia había salido dos horas antes y que, en ese momento, las pistas estaban cerradas por la nieve hasta que pasara la tormenta.

Mientras volvía al hotel, Jackson se sentía como un hombre roto. Estaba colado por Olivia Emory. Colado como nunca.

Era raro que se hubiera fijado en ella, por guapa que fuera. Olivia era una chica muy brillante y él, más tonto que Abundio. Y nunca le habían gustado las mujeres que se hacen las duras. Conocía demasiadas con ganas de juerga como para perder el tiempo.

Pero ella era especial. Lo supo desde el principio.

Había estado observándola durante todo el fin de semana en la boda de su primo Kyle porque, a pesar de lo que dijera, tenía la impresión de que también ella se sentía atraída. Aun así, no lo dejaba apretarla en la pista de baile y se portaba como una maestra de escuela.

Hasta que, de repente, se aplastó contra su pecho.

–Llévame bailando hasta la salida –le dijo al oído–. Y vámonos de aquí.

–¿Estás enferma?

Olivia negó con la cabeza.

Jackson no cuestionó el repentino cambio de opinión, achacándolo a su proverbial buena suerte… o a sus encantos masculinos. Salieron del hotel y fueron a un pequeño restaurante, donde tomaron champán y hablaron hasta las tantas.

Y se rieron. Se rieron mucho. Le gustaba su risa, sexy como el demonio. Jackson le contó un montón de chistes solo para verla reír.

De vuelta en el hotel, la besó en el ascensor. Y cuando se abrieron las puertas, entraron en su suite como si fuera lo más natural del mundo. Hacer el amor con Olivia había sido increíble. Más de lo que nunca hubiera imaginado.

Y por la mañana ella había desaparecido. Jackson tenía el corazón roto… y estaba helado.

Solo entonces se dio cuenta de que no llevaba abrigo. Aquella mujer lo había vuelto majareta.

Cuando estaba pidiendo la llave de su habitación, el recepcionista le dio un sobre.

–¿Qué es esto?

–Un mensaje para usted, señor.

Jackson abrió el sobre y leyó la nota, incrédulo. Después, hizo una bola con el papel y entró de dos zancadas en el ascensor.

Pensaba ir a Washington aunque tuviera que hacerlo en una máquina quitanieves.

Capítulo Uno

 

Aquello era un error, pensó Olivia, sentada en el banco de una iglesia de Dallas.

No debería haberse dejado convencer por su amiga Irish para ir a la boda de su hermana. Las bodas dan mala suerte. Si hubiera seguido hasta Austin sin pararse en casa de Irish, no estaría metida en aquel lío. Pero lo estaba.

En cuanto lo vio esperando en el altar con su hermano y los demás, supo que llevaba un año y medio mintiéndose a sí misma. Los sentimientos seguían allí. Solo con verlo su corazón se encogía como una pasa.

De repente, el aroma de las flores le dio náuseas. Y su instinto de supervivencia le dijo que saliera corriendo.

Pero cuando iba a levantarse empezó a sonar la música y la primera dama de honor apareció en el pasillo.

Notaba la mirada del hombre clavada en ella e intentó no mirar. Pero no pudo hacerlo. Y cuando sus ojos se encontraron, la música y la gente desaparecieron. El tiempo quedó suspendido.

Olivia maldijo su estupidez por estar allí. Otra persona podía esconderse en excusas, pero ella no. Ella era psicóloga. Como la proverbial polilla a la luz, había acudido a Dallas para ver a Jackson de nuevo.

Con un tremendo esfuerzo, se obligó a sí misma a observar la ceremonia. Eve Ellison, la hermana de Irish, estaba guapísima con un sencillo vestido de raso color marfil. Matt Crow, el hermano de Jackson, miraba a su novia con los ojos llenos de amor. Irish, embarazada, era una de las damas de honor y Kyle Rutledge, su marido, uno de los testigos.

A pesar de sus esfuerzos, Olivia apenas oía nada. Solo podía mirar a Jackson y… la puerta de la iglesia. Pero no quería levantarse en medio de la ceremonia y tampoco quería enfrentarse con él.

En cuanto pudiera, saldría corriendo de la iglesia, tomaría un taxi e iría a casa de Irish…

¡Maldición! No tenía llave de la puerta.

–Puede besar a la novia.

Olivia levantó los ojos y vio a los novios besándose. Y a Jackson mirándola. Nerviosa, sujetó el bolso con las dos manos, como si no fuera con ella.

Los novios empezaron a caminar por el pasillo, con Jackson y Irish detrás. Cuando pasaban a su lado, ella se quedó mirando una vidriera como si fuera la obra de arte más interesante del mundo.

Esperó hasta que habían salido todos los invitados y después abrió una puertecita lateral.

Allí, apoyado en la pared, estaba Jackson Crow.

–¿Ibas a alguna parte?

–Yo… estaba buscando el servicio de señoras.

–¿En una iglesia?

–Ah, no. Es verdad, qué tonta.

–Pues has tenido suerte porque en esta hay uno. Por esa puerta –dijo Jackson–. Te espero.

–No hace falta, gracias. Tú tienes que hacerte fotografías con los novios…

–Te espero.

Olivia se tomó su tiempo, arreglando su maquillaje, pasándose el peine… Y, por fin, con la cabeza bien alta, abrió la puerta.

Jackson sonrió.

–Por fin. ¿Sabes cuánto tiempo estuve buscándote cuando desapareciste de Akron?

–Me marché a Washington.

–Después de eso. Yo llegué a Washington a medianoche, pero ya te habías marchado. Menos usar a los perros hice de todo para encontrarte.

–Fui a casa de una amiga en Colorado… aunque no es cosa tuya.

–Claro que es cosa mía. Después de aquella noche…

–Prefiero olvidar esa noche, Jackson –lo interrumpió ella–. No sé… no sé qué me poseyó. Debió ser el champán. Yo no bebo mucho y… en fin, preferiría que fueras un caballero y te olvidaras de lo que pasó entre nosotros.

Jackson tenía una sonrisa en los labios. Unos labios que habían plagado sus sueños durante un año y medio. Recordaba su sabor…

–Me temo que no lo he olvidado, preciosa –dijo él entonces, levantando su barbilla con un dedo–. Aunque mi madre intentó convertirme en un caballero, tengo buena memoria.

Aunque el roce la turbó, Olivia dio un paso atrás. No había sitio para un hombre en su vida. Y mucho menos un hombre como Jackson Crow.

Si no se hubiera quedado aterrorizada al ver a su ex marido en la pista de baile, no se habría ido con él aquella noche. Pero la asustó tanto que Thomas la hubiese encontrado que su único pensamiento era escapar.

–Tienes que olvidarlo porque no volverá a repetirse –le espetó–. Y ahora, si me perdonas… –Olivia intentó pasar a su lado, pero él se lo impidió.

–No tan rápido. Ahora que has vuelto, no pienso dejarte ir.

Una puerta se abrió al otro lado del pasillo y el abuelo de Jackson asomó la cabeza.

–Jackson… debería haber imaginado que estabas con una chica guapa. Perdone, señorita… Jackson, ven ahora mismo o tu madre de despellejará vivo.

–Voy enseguida, abuelo.

–Por favor, ve –dijo Olivia.

–Si me voy, saldrás corriendo.

El abuelo de Jackson, conocido por todo el mundo como Cherokee Pete, se acercó. Tenía el pelo gris y llevaba dos trenzas, al estilo indio. Desde luego, era un tipo peculiar.

–Pero si es Olivia Emory. ¿Cómo estás, guapa?

Ella sonrió.

–Olivia Moore. Y estoy bien, señor Beamon.

–¿Moore? ¿Te has casado? –preguntó Jackson.

–No me llames señor Beamon –le dijo el abuelo–. Sigo siendo Cherokee Pete. Ve con tu madre, Jackson. Yo me encargo de Olivia hasta que terminéis con las fotos.

Jackson no se movió.

–¿Te has casado?

Mentir hubiera resuelto multitud de problemas, pero no podía hacerlo.

–No.

–¿Entonces?

–Es una historia muy larga.

–Tengo tiempo.

–No es verdad –intervino su abuelo–. Ya hablarás con ella más tarde –añadió, empujándolo sin miramientos–. ¿Quieres venir conmigo en la limusina, Olivia? Seré la envidia de todo el mundo si aparezco en el banquete con una chica tan guapa del brazo.

–De acuerdo –sonrió ella–. Eres un donjuán, Pete. Ahora veo de dónde han sacado el encanto tus nietos.

Él le guiñó un ojo.

–Les he enseñado todo lo que sé. En marcha, Olivia. Mientras vamos a ese restaurante tan cursi, puedes contarme por qué ahora te llamas Moore. ¿Dices que no te has casado?

–No. Llevo tres años divorciada y he decidido recuperar mi apellido de soltera –contestó ella. No era toda la verdad, pero decidió que era la mejor explicación.

En realidad, Moore era un apellido que había sacado de la guía telefónica en Durango. Su verdadero apellido de soltera era Emory. El de casada, Fairchild.

Pete asintió.

–¿Querías borrar el apellido del canalla que te quitaste de encima?

–¿Cómo sabes que mi ex marido era un canalla?

–Si no lo fuera, seguiría casado contigo. En mi opinión, debía ser un completo idiota para dejar que se le escapara una mujer como tú.

Ojalá la hubiera dejado escapar, pensó Olivia mientras entraban en la limusina.

–Pero me alegro de que sigas soltera –siguió Pete–. Parece que a Jackson le gustas mucho y yo tengo que hacerte una proposición.

–¿Una proposición?

–Sí. Siempre he querido que mis nietos encontrasen una buena esposa. Me sentí muy feliz cuando Kyle se casó con Irish y ahora que Matt se ha casado con Eve. Pero me quedan dos más. Y creo que es hora de que Jackson, el mayor, siente la cabeza con la chica que lo tiene loco.

–¿Ah, sí? –murmuró ella, poniéndose como un tomate–. ¿Quién es esa chica?

–Tú –contestó Pete.

–¿Yo?

–Sé que mi nieto está colado por ti. Se puso como un oso con la pata en un cepo cuando no pudo encontrarte. Te buscó por todas partes, ¿eh? Durante muchos meses. Yo creo que eso te convierte en una chica muy especial. Y ahora, voy a hacerte una proposición: si te casas con Jackson, el día de la boda te daré dos millones de dólares.

Olivia se quedó mirándolo, atónita. Sabía que Cherokee Pete, a pesar de las coletas y la actitud rústica, era multimillonario. Pero no podía creer que estuviera haciéndole esa oferta.

–¿Dos millones de dólares? –consiguió decir–. ¿Casarme con Jackson? Lo dirás de broma.

–No. Lo digo muy en serio. Acabo de darle a Eve sus dos millones por casarse con Matt.

–¡Pero eso es absurdo! Yo no me casaría con tu nieto por dos millones de dólares.

El hombre dejó escapar un suspiro.

–La verdad es que Jackson no sería fácil para ninguna mujer… no le falta carácter, ya me entiendes. Es un buen chico. Pero es el mayor de mis nietos y creo que ya es hora de que deje de andar de flor en flor y forme una familia.

–¿Qué?

–Tú eres psicóloga, Olivia. Y me parece que eres la persona adecuada para domarlo. Además, Iris me ha dicho que eres muy lista.

–Demasiado lista como para casarme con Jackson. No estoy interesada en domarlo, Pete. Ni estoy buscando marido.

–No hace falta que te decidas ahora mismo. Tómate tu tiempo. Pero sería muy importante para mí ver feliz a mi nieto. Mira… incluso aumentaría la cantidad hasta cinco millones de dólares.