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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2014 Harlequin Books S.A.

© 2016 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Pasión desbordante, n.º 125 - enero 2016

Título original: Lured by the Rich Rancher

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-687-7802-2

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Si te ha gustado este libro…

Capítulo Uno

 

A la hora señalada del Cuatro de Julio, Chance Lassiter y su hermanastra, Hannah Armstrong, se dirigieron hacia la puerta del gran salón del rancho Big Blue.

–Qué extraño, ¿verdad? Solo hace dos meses que descubrí que tenía una hermana y ahora estoy a punto de entregarte en matrimonio.

–Y qué lo digas –respondió ella con una sonrisa–. Pero Logan y tú sois tan buenos amigos que seguiremos viéndonos muy a menudo.

–Eso por supuesto –corroboró él, y miró con cariño a su sobrina de cinco años, que esperaba con la cesta de pétalos para precederlos por el pasillo–. Le he dicho a Cassie que me la traeré a Cheyenne a tomar helados al menos una vez a la semana. Y no voy a defraudarla.

–La mimas demasiado –se quejó Hannah en broma.

Él se encogió de hombros, sonriendo.

–¿Y qué esperabas? Soy su tío favorito.

–Eres su único tío. ¿Cómo no vas a ser su favorito?

Al descubrir que tenía una hermanastra, resultado de la aventura extraconyugal que su difunto padre había tenido treinta años antes, Chance había experimentado emociones muy diversas. En primer lugar había albergado un profundo resentimiento hacia su padre, al que siempre había considerado un ejemplo de rectitud e integridad moral, por haber engañado a su madre. Posteriormente descubrió que Marlene Lassiter había sabido que su marido tenía una hija y su decepción aumentó porque tampoco ella le había dicho nada. Su madre sabía lo mucho que le hubiera gustado tener hermanos y lo había privado de una posible relación fraternal.

Pero en los dos meses transcurridos desde que conoció a Hannah y a su adorable sobrina, Chance había hecho todo lo posible por compensar el tiempo perdido.

Apretó la mano de Hannah contra su brazo.

–Independientemente de los helados, sabes que lo único que tenéis que hacer es llamarme por teléfono e iré enseguida a por vosotras.

–Tu madre y tú habéis sido muy buenos con nosotras –las lágrimas afluyeron a los bonitos ojos de Hannah, del mismo color verde esmeralda que los de Chance–. No sé cómo daros los gracias por vuestro amor y acogida. Significa muchísimo para mí.

Él sacudió la cabeza.

–No tienes que agradecernos nada. Eso es lo bonito de la familia. A ti y a Cassie os queremos y aceptamos incondicionalmente, no importa el tiempo que hayamos tardado en encontraros.

Echaron a andar por el pasillo que dejaban las sillas dispuestas para la boda. Chance mantuvo la mirada fija en la pequeña pelirroja que caminaba delante de ellos. Los rizos de Cassie se agitaban mientras brincaba por el pasillo arrojando pétalos de su cestita blanca a diestro y siniestro. Como buen tío orgulloso, Chance pensaba que la niña era un portento en todo, pero no había duda de que con un brazo como el suyo podría jugar en la liga de béisbol profesional si se lo propusiera.

Al acercarse al novio, apostado junto al cura delante de la chimenea, Chance esperó la señal antes de colocar la mano de su hermana en la suya. Logan Whittaker besó a Hannah en la mejilla y le sonrió a su amigo mientras este ocupaba el lugar que le correspondía como padrino.

–Cuida de ella y de Cassie –le advirtió en voz baja–. De lo contrario, ya sabes bien lo que te espera.

Logan sonrió y asintió.

–Que me darás una paliza, ¿no?

–Sin dudarlo –le prometió Chance.

–No tienes de qué preocuparte –lo tranquilizó Logan, y se llevó la mano de Hannah a los labios mientras ambos se giraban hacia el cura.

Cuando el reverendo, con gafas, empezó a hablar, Chance miró a los invitados. Estaba el clan de los Lassiter al completo, salvo Dylan y Jenna. La ausencia de su primo y su nueva novia estaba sobradamente justificada, pues habían celebrado su boda una semana antes y estaban de luna de miel en París.

Al pasar la mirada sobre la multitud observó que su prima Angelica se había sentado al fondo del salón, separada del resto de la familia. Aún seguía muy disgustada por el testamento de su padre y se negaba a aceptar que J.D. Lassiter le hubiera dejado el control de Lassiter Media a su exnovio, Evan McCain.

Chance no se imaginaba por qué el viejo había hecho algo así, pero confiaba en el criterio de su tío y sabía que siempre tenía una buena razón para todo. Por desgracia, Angelica no lo veía igual.

Devolvió la atención a la ceremonia cuando llegó el momento de pronunciar los votos. Sacó del bolsillo de la chaqueta el anillo que su amigo le había confiado antes y se lo tendió al que estaba a punto de convertirse en su cuñado. No pudo evitar una sonrisa al ver cómo Logan deslizaba el anillo de diamante en el dedo de Hannah. Él no tenía ninguna intención de seguir sus pasos, pero le gustaba que los demás se unieran en matrimonio cuando estaban hechos el uno para el otro, como Hannah y Logan.

–Por el poder que me confiere el Estado de Wyoming, yo os declaro marido y mujer –declaró alegremente el cura–. Logan, puedes besar a la novia.

Chance esperó a que Logan besara a Hannah y los recién casados echaran a andar por el pasillo con la pequeña Cassie trotando tras ellos antes de ofrecerle el brazo a la dama de honor. Mientras seguían a la feliz pareja hacia la puerta, se fijó en una mujer rubia sentada junto a su primo Sage y su novia, Colleen.

Con sus cabellos dorados y una piel que parecía besada por el sol, era sin lugar a dudas la mujer más hermosa que había tenido el privilegio de admirar en su vida. Pero cuando ella lo miró con sus radiantes ojos azules y sus labios de coral se curvaron en una suave sonrisa, Chance sintió como si alguien lo hubiera golpeado en el estómago, y tuvo que hacer un enorme esfuerzo para seguir caminando.

No tenía ni idea de quién era aquella mujer, pero estaba dispuesto a averiguarlo lo antes posible.

 

 

Felicity Sinclar sintió que el destino le sonreía cuando levantó la mirada y vio al padrino mirándola fijamente mientras él y la dama de honor seguían a la pareja de recién casados. Podría describirse con una sola palabra: perfecto.

Vestido con una camisa blanca, chaqueta deportiva negra, vaqueros azul marino y sombrero de vaquero, era todo lo que Felicity había estado buscando y mucho más. Era alto, ancho de espaldas, de aspecto duro y atractivo. Pero sobre todo era un hombre que inspiraba confianza por la arrebatadora seguridad que irradiaba. Para poder usarlo en su campaña de relaciones públicas, sin embargo, tenía que saber si estaba emparentado con los Lassiter.

Él y la dama de honor siguieron caminando y Fee se volvió hacia la pareja sentada a su lado.

–Sage, ¿por casualidad sabes el nombre del padrino?

–Es mi primo Chance –respondió Sage Lassiter, sonriendo mientras se levantaban junto al resto de invitados–. La mayor parte del Big Blue es ahora suya.

El padrino era un miembro de la familia Lassiter…

Excitada, Fee siguió a Sage y a Colleen al patio donde tendría lugar el banquete. Se preguntó por qué no lo había conocido en la inauguración del restaurante Lassiter Grill, pero tenía tantas ideas en la cabeza que no le dio más importancia. Su objetivo era la campaña de promoción que le habían asignado. El rancho Big Blue sería el perfecto telón de fondo para lo que tenía pensado, y aquel apuesto vaquero encajaría como anillo al dedo.

Cuando su jefe, Evan McCain, el nuevo presidente de Lassiter Media, la envió a Cheyenne para publicitar el nuevo restaurante, pensó que estaría de regreso en Los Ángeles al cabo de dos semanas. Pero había hecho un trabajo tan admirable que su estancia en Wyoming se había prolongado.

Dos días antes había recibido una llamada encargándole una campaña de relaciones públicas para recuperar la buena imagen de la familia Lassiter, y Fee sabía que tendría que empeñarse a fondo. Los rumores de que Angelica Lassiter pretendía impugnar el testamento de su padre y su reciente amistad con el infame tiburón Jack Reed se habían propagado como la pólvora y habían enturbiado la imagen familiar de la empresa, creando no poca inquietud en muchos de los accionistas.

Al colgar el teléfono Fee ya estaba barajando varias ideas para volver a hacer de Lassiter Media una de las compañías más sólidas y respetables de todo el país. Lo único que necesitaba era la persona adecuada en el entorno adecuado. Y parecía que acababa de encontrar las dos cosas…

Tendría que hablar con Chance y convencerlo para que apareciera en los anuncios y spots que había preparado, pero estaba segura de conseguirlo. Le habían hablado de lo importante que era la familia para los Lassiter. Cuando le expusiera a Chance por qué había prolongado su estancia en Cheyenne y lo importante que era limpiar el buen nombre de los Lassiter, él estaría encantado de ayudarla.

Se sentó en una de las mesas que habían sido dispuestas en el patio y sacó el móvil del bolso para tomar algunas notas. Las ideas la desbordaban y no podía arriesgarse a olvidarlas.

–¿Te importa si me siento contigo, querida?

Fee levantó la mirada y vio a una mujer mayor con el cabello corto y castaño.

–Siéntese, por favor –le ofreció con una sonrisa–. Soy Fee Sinclair.

–Y yo, Marlene Lassiter. ¿Eres amiga de la novia?

–No, no. Trabajo en el Departamento de Relaciones Públicas de Lassiter Media en Los Ángeles.

–Creo recordar que Dylan comentó que alguien de Los Ángeles se estaba ocupando de la publicidad de la inauguración del restaurante Lassiter Grill en Cheyenne –hizo una breve pausa y añadió en voz baja–: Y cuando hablé con Sage ayer, me dijo que ibas a preparar una campaña o algo parecido para cambiar la mala imagen que están provocando las amenazas de Angelica y su aparente amistad con un tipejo como Jack Reed.

–Así es –admitió Fee, preguntándose cuánto sabría aquella mujer sobre las inquietudes de la junta directiva. Algo le decía que a Marlene Lassiter no se le pasaba por alto nada relacionado con la familia–. Voy a lanzar una campaña de promoción para demostrar que Lassiter Media sigue siendo la empresa sólida y familiar que siempre ha sido.

–Estupendo –dijo la mujer en tono convencido–. Puede que tengamos nuestras diferencias, pero estamos muy unidos.

Las dos miraron a la mujer morena que hablaba acaloradamente con Sage. Era evidente que no estaba nada contenta.

–Ya sé que a muchos les costará creerlo en estos momentos, pero Angelica es una joven maravillosa y todos la queremos muchísimo –dijo Marlene mientras la mujer se alejaba de su hermano con gran enojo e indignación–. Angelica aún no ha superado la muerte de su padre, lo que, unido a la profunda decepción que le provocó su testamento hace que esté pasando por unos momentos realmente difíciles.

Fee sintió el impulso de consolarla y le puso una mano sobre la suya.

–Debe de haber sido un golpe durísimo, sobre todo después de haber trabajado tanto por la empresa. Todo el mundo pensaba que algún día sería suya.

–Cuando J.D. empezó a delegar responsabilidades, Angelica y todos los demás pensamos que estaba preparándola para sucederle –corroboró Marlene–. Te podrás imaginar su reacción cuando solo le dejó un insignificante diez por ciento de las acciones y nombró a Evan McCain director general.

–Solo han pasado unos meses desde la muerte del señor Lassiter –dijo Fee amablemente–. Angelica acabará sobreponiéndose.

–Eso espero –Marlene sacudió la cabeza–. Para un hijo no siempre es fácil entender los motivos de su padre para tomar una decisión. Pero siempre intentamos hacer lo mejor para nuestros hijos.

Fee no sabía a quién se refería Marlene, pero tuvo la impresión de que podría haber más desavenencias en la familia.

–Yo no tengo hijos, pero imagino lo terriblemente difícil que debe ser –decidió cambiar de tema y señaló la mesa de la novia–. No sé quién se ha encargado de la decoración del banquete, pero ha hecho un trabajo increíble.

Todas las mesas estaban cubiertas con manteles de lino blanco y decoradas con rosas rojas, blancas y azules. La mesa del séquito nupcial, sin embargo, estaba engalanada con una guirnalda de gipsófilas y ramilletes de flores rojas y azules.

–Gracias –dijo Marlene, sonriendo–. Hannah me dejó a mí la decoración de las mesas y pensé que el rojo, el blanco y el azul serían los colores más apropiados. Al fin y al cabo es Cuatro de Julio… Cuando oscurezca tendremos fuegos artificiales.

–Abuela Marlene, ¿puedo sentarme contigo para cenar? –preguntó la encantadora niña pelirroja, colocándose entre Fee y Marlene.

–Por supuesto, Cassie, si a tu madre le parece bien.

–Dice que sí, pero que tenía que preguntártelo a ti antes –respondió Cassie. Asintió categóricamente y se fijó en Fee–. Soy Cassie. Desde hoy tengo un nuevo papá.

–Ya lo he visto –dijo Fee. La niña era sencillamente adorable–. Es muy emocionante, ¿verdad?

Cassie sonrió.

–Sí, pero el tío Chance dice que sigo siendo su chica, aunque Logan sea mi nuevo papá.

–Seguro que sí –afirmó Fee.

La niña se sentó al lado de su abuela y Fee se sintió más animada. No sabía que había estado hablando con la madre y con la sobrina de su nuevo portavoz. Si Marlene sabía lo de la campaña de relaciones públicas y estaba de acuerdo, a su hijo también le parecería una buena idea. Con un poco de suerte podría persuadirlo para que protagonizara la publicidad con la que Fee tenía pensado limpiar el buen nombre de los Lassiter.

 

 

Sentado junto a su nuevo cuñado, Chance se sentía tan incómodo como un cotizado soltero en una convención de solteronas. No le gustaba ser el centro de las miradas, y cada vez que levantaba la vista del plato veía a alguien sonriéndole, saludándolo con la mano o simplemente mirándolo. Suficiente para que las suculentas costillas de primera calidad le supieran a cuero.

Desistió de terminarse la comida y esperó a que le llegara el turno para brindar por los novios. En cuanto hubiera pronunciado su pequeño discurso, habría cumplido con su papel de padrino y podría relajarse y disfrutar de la fiesta. Al menos Logan había decidido que vistieran de manera informal, con vaqueros y chaquetas informales, en vez de con trajes o esmóquines.

Recorrió la multitud con la mirada, buscando a la mujer bajita y rubia que le había llamado la atención en la ceremonia. Confió en que se hubiera quedado al banquete, porque era alguien a quien quería conocer mejor.

Estaba convencido de que no era de la zona. No conocía a ninguna mujer que vistiese como ella. Por su impecable aspecto, desde su estiloso peinado hasta los tacones de aguja, resultaba evidente que era una chica de ciudad, y Chance apostaría toda su fortuna a que su vestido rojo sin tirantes llevaba el nombre de un famoso diseñador en la etiqueta. Procedía de un mundo completamente distinto al suyo, pero no le importaba. Él no estaba buscando nada permanente con nadie. Lo único que quería era divertirse un poco mientras pudieran verse.

Cuando finalmente la localizó no pudo reprimir un gemido. Ella y su madre parecían sumidas en una profunda conversación, lo que no permitía presagiar nada bueno. Desde que su madre había descubierto lo que era ser abuela con Cassie había comentado en varias ocasiones que no le importaría tener uno o dos nietos en un futuro cercano.

Era del todo imposible, absolutamente impensable que su madre se lo imaginara como marido y padre.

Frunció el ceño. La idea no era tan disparatada...

Un par de meses antes su madre lo había dejado atónito al admitir que sabía lo de la infidelidad cometida por su difunto padre treinta años atrás. Y luego lo había sorprendido aún más al confesarle que era ella quien había pagado la pensión a la madre de Hannah después de la muerte de su padre.

Los secretos de su madre habían supuesto un desengaño tan grande que solo en las últimas semanas habían empezado a retomar el contacto. No podía arriesgarse a crear más problemas entre ellos.