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Presentación. El discreto encanto del toma y daca (Claudio E. Benzecry)

Introducción. ¿Qué es un armador político?

Parte I. El oficio de armador político: Trayectorias y saberes prácticos de los políticos delante y detrás de escena

1. ¿Cómo se fabrica un político? Vías de acceso, mentores, carreras y aprendizajes

Ciclos de politización y entradas en política: de comienzos tempranos y enmarcados en grandes sucesos históricos

Espacios plurales de socialización y redes de pertenencia

Tipos de reclutamiento en un ministerio sin outsiders

A modo de cierre: procesos de aprendizaje de la política como oficio y como profesión

2. De las trayectorias a las prácticas. Recursos, destrezas y códigos en el mundo político

Las credenciales en movimiento: recursos y destrezas del trabajo político

En torno a los “códigos”. Fronteras simbólicas entre políticos y amateurs

La división del trabajo político: distribución de tareas y parámetros de evaluación

A modo de cierre: códigos compartidos y escalas de evaluación múltiples. Sobre las formas de hacer política en democracia

Parte II. El ministerio en acción desde la vuelta de la democracia: El trabajo político ante la incertidumbre

3. Armadores políticos en la transición democrática (1983-1989)

Ministros políticos alfonsinistas: de la primavera democrática a la realpolitik

Dilemas y armados en la transición democrática

4. Los armadores políticos y el andamiaje del peronismo neoliberal (1989-1999)

El giro menemista y los ministros operadores: las gestiones de Eduardo Bauzá, Julio Mera Figueroa y José Luis Manzano

Escándalos políticos y ensayo anticorrupción: la gestión de Gustavo Beliz

El “superministro” político: la gestión de Carlos Corach

Expansión del ministerio político y condiciones de eficacia de sus armadores

5. Ministros políticos de la Alianza. Sospechas cruzadas y debilitamiento de la cartera (1999-2001)

Coalición heterogénea, ministerio atomizado: la gestión de Federico Storani

Espiral de crisis y administración del ajuste: la gestión de Ramón Mestre

Armadores desarmados

6. Los armadores, del estallido a la reconstrucción política (2001-2007)

Ministros de la crisis de 2001: la política en tiempos de excepción

Los años de Kirchner: poder y disputa entre carteras políticas

A modo de cierre: pericia y circulación de los armadores políticos

Conclusiones generales. Las múltiples caras del trabajo político

Epílogo. Los armadores políticos en tiempos de ¿cambio?

Agradecimientos

Referencias

Mariana Gené

LA ROSCA POLÍTICA

El oficio de los armadores delante y detrás de escena (o el discreto encanto del toma y daca)

Gené, Mariana

© 2019, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

Presentación

El discreto encanto del toma y daca

Claudio E. Benzecry[1]

Hace algunos años Steven Spielberg nos deleitó con su versión de la vida de Abraham Lincoln, centrada en los debates por la decimotercera enmienda de la Constitución estadounidense, nada menos que aquella por la cual se abolía de iure la esclavitud en los estados en los que aún imperaba. La película fue celebrada por sus virtudes cinematográficas, así como por mostrar las capacidades de liderazgo y templanza del bueno de Abe. Muchos críticos magnificaron los conflictos interpersonales del presidente republicano y su mujer como consecuencia del peso de esa enmienda, que ponía en juego el capital político de Lincoln antes de las elecciones. Algunos comentaristas políticos remarcaron sus capacidades de negociador y se maravillaron frente a la sobriedad con que la película muestra la trastienda de la que tal vez sea la decisión más importante en la historia de los Estados Unidos. En este sentido, hay que destacar algo que puede no parecer medular pero cuya relevancia para pensar la política moderna resulta insoslayable: para que la esclavitud fuera abolida Lincoln tuvo que negociar con los representantes de pequeños estados provinciales, a los que les dio concesiones de distinta magnitud. En algunos casos se trató de puestos en secretarías –repartidos a futuro y escalonadamente para no llamar la atención–; en otras ocasiones, de subsidios a industrias provinciales, además de nombramientos directos en cargos de gobierno.

El personaje de Lincoln tiene como contraparte dramático y aliado político al líder de la facción de los republicanos “radicalizados”, Thaddeus Stevens, quien fuera entonces el presidente del House Committee on Ways and Means, algo así como quien tenía “la caja” desde donde se repartían recursos en la Cámara de Representantes. Stevens era un ferviente abolicionista –mucho más que Lincoln–, virtuoso en sus definiciones públicas acerca de la esclavitud, y al mismo tiempo quien negoció muchos de los últimos votos que garantizaron que la enmienda se ratificara. En una escena próxima al final, ese personaje, encarnado por el actor Tommy Lee Jones, le presenta la enmienda a su esposa afrodescendiente como si fuera una ofrenda o un regalo, y le dice: “He aquí la más importante medida del siglo XIX. Aprobada gracias a la corrupción; ayudada e instigada por el hombre más puro de los Estados Unidos”.

Aquello que los norteamericanos llaman “pork and barrel politics” (algo así como la política del toma y daca) fue de importancia mayúscula para conseguir la declaración de la decimotercera enmienda. Y probablemente haya estado detrás de muchas de las medidas que consideramos fundacionales, ya por fuera de los Estados Unidos y del siglo XIX, y que surgieron de una combinación de principios políticos cuasi absolutos (al borde de la pureza) con políticas que se basan en la negociación y que a menudo se piensan como espurias. Más aún, uno no puede más que subir la apuesta y decir entonces que quizás haya otras virtudes políticas tan importantes como las celebradas por los críticos en el párrafo primero (templanza, convicción, valor), aunque públicamente más denostadas, como la capacidad de calcular, de negociar, de comprometer (y comprometerse).

Empecé este texto con una semblanza que está a considerable distancia de lo que estudia este libro porque, si en lugar de Lincoln y Stevens, hubiera hablado de entrada de Corach, Nosiglia o Bauzá, tal vez habría causado cierto escozor, cierta perplejidad. Este libro interroga el “cómo” y, de la mano de eso, el “por qué” la política de negociaciones y compromisos es posible. Mira la gobernabilidad de la frágil pero sostenida democracia argentina a través del prisma de una historia sociológica del Ministerio del Interior. La decisión de desplegar el detrás de escena no aparece, como en el caso del periodismo, con valor de denuncia, sino para ayudarnos a comprender lo que sucede in situ, en contexto y restableciendo su profundidad. Tampoco aparece –a diferencia de los análisis de los cientistas políticos sobre la reforma constitucional de 1994– para hablar de “pactos de elites”. Se enfoca en el carácter sistémico, sistemático y cotidiano que hace posibles estos intercambios, y en el hecho de que no son excepcionales sino diarios y constitutivos de la posibilidad misma de gobernar.

Aunque esperamos que las lectoras y los lectores saquen sus propias conclusiones, me permito señalar aquí una serie de razones que explican la importancia intelectual, política y sociológica de este libro. Primero, La rosca política nos ayuda a pensar la política no solo como el lugar de los valores en abstracto, de las grandes consignas y convicciones, sino también como el espacio de articulación de intereses parciales. En sociedades complejas, con conflictos estructurales entre grupos, formaciones partidarias que intentan darles sentido a esos conflictos y una serie de actores que tallan en el sistema político, contar con herramientas para entender esta paradójica estructuración agónica y cooperativa es ya de por sí un logro.

Por añadidura, al explicar cómo los actores articulan exitosamente estos intereses parciales, administrando grados de conflicto y de cooperación, el libro nos da dos lecciones sociológicas. Una, sobre la importancia de entender los lazos transaccionales en un continuo con otras formas de intercambios y relaciones que pensamos como “desinteresados”. En esto el libro mueve el foco hacia actores distintos de aquellos (punteros, clientes, piqueteros) que la sociología reciente ha estudiado para desarmar la conceptualización de lo que se lee desde afuera como “clientelismo político” o políticas electoralistas, pero mantiene el espíritu de mostrar cómo nuestros presupuestos cotidianos al respecto estaban errados, y aparecían como suposiciones que agitaban denuncias crispadas sobre intercambios poco virtuosos en vez de redes llenas de sentido que organizan la acción política de manera inteligible. La otra lección se refiere a que esos intereses parciales no son algo ya preconstituido, fijo, dado, una fórmula del estilo “he aquí un grupo social, he allí un partido, una organización empresarial: miremos cómo cada uno hace su juego”, sino que se forman y modelan en la propia dinámica de la acción. Por eso es importante comprender las biografías, las trayectorias y los escenarios en que los ministros se fueron “haciendo”, es decir, reconocer que su llegada a ese rol es producto de un proceso o recorrido previo y analizar luego cómo desempeñaron ese papel mejor y peor y bajo qué marcos evaluativos puede establecerse una comparación.

Es precisamente este punto –cómo los ministros son evaluados por sus pares– otro de los hallazgos de este libro. La rosca política muestra la tensión entre múltiples regímenes de evaluación. Allí donde la ciudadanía ve una prebenda o a un ministro deleznable, los actores del drama político ven, en cambio, a un negociador virtuoso, que maneja los tiempos de la acción política y tiene que ponerse distintas camisetas de acuerdo con los distintos públicos (y amos) a los que debe servir: el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo, los medios y la opinión pública.

Espero que esta mirada detrás de escena haga su contribución específica en este momento de crispación en la política global, cuando estamos rodeados de regímenes que tienden a la autocracia, y de llamamientos antipolíticos en espejo que denuncian por formalista a la democracia “realmente existente”. Hoy más que nunca importa comprender la relevancia de estos armadores, especialmente en contextos de relativa debilidad institucional. En vez de replicar la visión de la política solo como antagonismo o arena de convicciones irreconciliables, La rosca política nos muestra la necesidad de encontrar formas comunes de resolver, aunque sea transitoriamente, los conflictos. Estas formas son por supuesto imperfectas y bastante alejadas de la pureza que les reclamamos moralmente a los actores políticos. No obstante, son las que sostienen la mínima posibilidad de cooperación y construcción en una sociedad compleja y diversa como la nuestra. En este momento de Trumps, Bolsonaros, Orbans y otros tantos, no es poco…

Como editor de la serie Nueva Sociología Argentina, es también un gusto presentar este cuarto libro que encarna en cierto modo una segunda camada de autores. Si hasta ahora publicamos el trabajo de quienes escribieron sus primeros libros en el exterior, o de quienes consolidaron su formación gracias al restablecimiento del Conicet y la extensión de las ciencias sociales en las universidades del conurbano bonaerense, Mariana Gené es fruto de un segundo momento, ya de institucionalización y sedimentación de las ciencias sociales en la Argentina, en el comienzo de la década del 2010. Gené fue discípula de aquellos que, a pesar de su relativa juventud, fueron modernizando y de a poco ocupando lugares de liderazgo en la sociología argentina. Así, esta colección, orientada a la publicación de primeras obras, reúne ahora tanto a quienes son hoy líderes de la disciplina como a sus discípulos y nuevos compañeros de ruta.

¡Vaya este fantástico libro como el comienzo de un segundo aire para esta nueva –y ya no tan nueva– serie de sociología argentina!

Barcelona,

julio de 2019

[1] Profesor Asociado de Comunicación y Sociología, Universidad Northwestern, Chicago.