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ÍNDICE

PARA COMENZAR

1. EL GÉNERO

La perspectiva de género; La perspectiva sintetizadora de género; La organización patriarcal del mundo; Las relaciones de poder intergenéricas e intragenéricas

2. EL PARADIGMA DEL DESARROLLO HUMANO

El paradigma del desarrollo humano y la perspectiva de género; El desarrollo humano, las mujeres y la perspectiva de género; Ejes metodológicos del desarrollo con perspectiva de género; Modernidad, género y desarrollo; La situación de las mujeres contemporáneas

3. DEMOCRACIA GENÉRICA

Democracia genérica; La ciudadanía y el empoderamiento; Equidad, igualdad, justicia y libertad

BIBLIOGRAFÍA

sociología
y
política

GÉNERO Y FEMINISMO

Desarrollo humano y democracia

por

MARCELA LAGARDE
Y DE LOS RÍOS

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siglo xxi editores, méxico
CERRO DEL AGUA 248, ROMERO DE TERREROS, 04310 MÉXICO, DF
www.sigloxxieditores.com.mx

siglo xxi editores, argentina
GUATEMALA 4824, C1425BUP, BUENOS AIRES, ARGENTINA
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anthropos editorial
LEPANT 241-243, 08013 BARCELONA, ESPAÑA
www.anthropos-editorial.com

HQ1154

L34

2018     Lagarde, Marcela, 1948-

Género y feminismo: desarrollo humano y democracia / por Marcela Lagarde y de los Ríos — Ciudad de México: Siglo XXI Editores, 2018.

269 p. – Sociología y política

e-ISBN: 978-607-03-0963-2

1. Mujeres – Historia y condición de la mujer. 2. Feminismo. 3. Roles sexuales I. t. II. ser

primera edición, 2018

DR© 2018 siglo xxi editores, s.a. de c.v.

e-ISBN: 978-607-03-0963-2

derechos reservados conforme a la ley

A las milenarias, con sororidad.

PARA COMENZAR

Género y feminismo. Desarrollo humano y democracia es una aproximación feminista a la problemática de las mujeres en el mundo contemporáneo.

En este libro se puntualizan los desafíos que las necesidades, los intereses y las alternativas de las mujeres ofrecen a la construcción de nuevos paradigmas. La perspectiva de género es hoy una de las fórmulas sintéticas de avance de las concepciones feministas acerca de la relación entre mujeres, hombres, desarrollo y democracia. Forma parte de la confluencia de una gama de paradigmas particulares en el paradigma del desarrollo humano. Esos paradigmas particulares han sido creados en procesos específicos, en lenguajes y con ritmos y propuestas ceñidos a sus circunstancias, por diversos sujetos históricos cuya exclusión de los beneficios de la modernidad ha sido soporte del desarrollo desigual a la vez entre regiones del mundo, países, pueblos, comunidades y personas.

Han sido los sujetos sometidos a formas peculiares de explotación, opresión y marginación quienes, al recrear sus historias e identidades particulares, realizan la crítica a la modernidad y a su más valiosa promesa: el desarrollo.

Los nuevos sujetos, con sus antiguas y nuevas historias, y con sus rostros cambiantes, develan las variadas formas de la enajenación y luchan por eliminar las prácticas, las relaciones y la cultura que generan opresión y miseria. Enfrentan de manera dramática la adversidad y destinan enormes esfuerzos vitales para convencer, ser escuchados y dialogar. Es notable que, a pesar de las normas y de los pactos de poder que los excluyen o subordinan, esos nuevos sujetos han alcanzado logros enormes aunque todavía sean insuficientes.

En busca de la definición y del ejercicio de sus derechos, los sujetos de la diversidad han reconocido que el modelo de modernidad neoliberal, globalizadora, homogeneizante y profundamente injusta, no les ofrece perspectivas de mejoría ni siquiera para enfrentar las enormes privaciones seculares y vigentes. Por el contrario, la modernidad neoliberal ofrece a inmensas mayorías en cada país un horizonte de privación humana y de depredación del mundo, y un camino de desarrollo inhumano.

Las mujeres, los pueblos indígenas, los trabajadores urbanos y rurales, la ciudadanía, los ambientalistas y ecologistas, han dicho basta. Basta al etnocidio, al racismo, al clasismo y al sexismo, así como a la devastación del medio ambiente y del capital cultural. Han dicho basta, como lo hacen cada día de manera creciente, quienes son diferentes y, por serlo, son oprimidos debido a su nacionalidad, su clase, su etnia, su lengua, sus creencias, su estado de vida, su sexualidad. Todos coinciden en reivindicar su derecho a la diversidad y no reconocen la unicidad del sujeto histórico ni aceptan la existencia de nada con ese nombre.

Así, la crítica a la modernidad en el fin del segundo milenio se define por la diversidad frente a la exclusión. Encuentra su sentido profundo en tanto crítica a la democracia moderna, con la participación directa de los sujetos, diversos y complejos, en los asuntos comunes.

Frente a las sofisticadas mediaciones en la representación política, cada sujeto se plantea hoy hacer uso de su propia voz, su acción y su compromiso directo en los asuntos de la sociedad.

La crítica a la modernidad es también el extrañamiento frente a la miseria, la pobreza y la carencia inhumanas, así como a la opulencia y el despilfarro, igualmente inhumanos.

El desarrollo humano sustentable es el paradigma que abreva de esas fuentes. El cambio de siglo y de milenio está marcado por la confrontación de dos mundos: uno que ofrece más esfuerzos a cambio de menos satisfactores, más violencia y enajenación. Su perversidad se encuentra en el sacrificio vital de millones de personas, en la muerte de sociedades y en la pérdida irreparable de culturas. Pero si se logra entrever un nuevo bloque histórico mundial, nacional y local en torno al paradigma del desarrollo humano, puede vislumbrarse la posibilidad de sumar esfuerzos para encontrar vías reales de desarrollo para todos.

La viabilidad de construir el desarrollo humano no radica sólo en coincidir para enfrentar la privación humana y la depredación social, cultural y ambiental, en el sentido de mejorar la calidad de vida y acceder a posibilidades abiertas de desarrollo personal y comunitario. Esa coincidencia no es suficiente. Se precisa, además y como nunca antes, que quienes confluyen en esta alternativa reconozcan y preserven su diversidad.

El paradigma en gestación encuentra su fundamento más firme en una eticidad que reclama el fin de la intolerancia y la construcción de la mutua aceptación basada en el reconocimiento de la equivalencia humana.

Las mujeres, en particular las creadoras de la cultura feminista, han reivindicado desde hace, cuando menos, dos siglos esa visión y se han afanado en construirla. Hoy, como antaño, plantean al mundo que el desarrollo humano no puede darse sin ellas, y que la democracia implica en primer término la democracia genérica.

En este tercer milenio la conciencia de más y más mujeres y su fuerza conforman potenciales irrenunciables para la construcción de la humanidad de cada mujer y de todas, y también para la humanización democrática de los hombres.

La enajenación entre las mujeres y los hombres no está en el equipaje de las feministas contemporáneas.

El tercer milenio no debe recrear el patriarcalismo. Por el contrario, el capital material y simbólico del feminismo puede constituirse en estos procesos de compromiso y convergencia, de una vez por todas, en patrimonio de la humanidad.

Basta con reconocer en la humanidad la posibilidad del encuentro en igualdad entre mujeres y hombres. La igualdad entre los únicos seres equiparables: las humanas y los humanos.

1. EL GÉNERO

LA PERSPECTIVA DE GÉNERO

La perspectiva de género1 está basada en la teoría de género y se inscribe en el paradigma teórico histórico-crítico2 y en el paradigma cultural del feminismo.

El feminismo del siglo XX, nuevo episodio de una historia ya larga, presenta la especificidad de haber producido, además de efectos políticos y sociales, efectos en el campo del conocimiento, efectos que se señalan o incluso se institucionalizan bajo la fórmula estudios feministas (pero también estudios sobre las mujeres, estudios femeninos, estudios de género).3

El análisis de género es la síntesis entre la teoría de género y la llamada perspectiva de género derivada de la concepción feminista del mundo y de la vida. Esta perspectiva se estructura a partir de la ética y conduce a una filosofía poshumanista, por su crítica de la concepción y androcéntrica de humanidad que dejó fuera a la mitad del género humano: las mujeres. Y, a pesar de existir en el mundo patriarcal, las mujeres han sido realmente existentes. Es notable que el humanismo no las haya advertido. La perspectiva de género tiene como uno de sus fines contribuir a la construcción subjetiva y social de una nueva configuración a partir de la resignificación de la historia, la sociedad, la cultura y la política desde las mujeres y con las mujeres.

Esta perspectiva reconoce la diversidad de géneros y la existencia de las mujeres y los hombres, como un principio esencial en la construcción de una humanidad diversa y democrática. Sin embargo, plantea que la dominación de género produce la opresión de género y ambas obstaculizan esa posibilidad. Una humanidad diversa y democrática requiere que mujeres y hombres seamos diferentes de quienes hemos sido, para ser reconocidos en la diversidad y vivir en la democracia genérica.

Desde un análisis antropológico de la cultura es importante reconocer que todas las culturas elaboran cosmovisiones sobre los géneros y, en ese sentido, cada sociedad, cada pueblo, cada grupo y todas las personas, tienen una particular concepción de género, basada en la de su propia cultura. Su fuerza radica en que es parte de su visión del mundo, de su historia y sus tradiciones nacionales, populares, comunitarias, generacionales y familiares. Forma parte de concepciones sobre la nación y del nacionalismo; cada etnia tiene su particular cosmovisión de género y la incorpora además a la identidad cultural y a la etnicidad, de la misma manera que sucede en otras configuraciones culturales. Por eso, además de contener ideas, prejuicios, valores, interpretaciones, normas, deberes y prohibiciones sobre la vida de las mujeres y los hombres, la cosmovisión de género propia, particular, es marcadamente etnocentrista. Cada quien aprende a identificarse con la cosmovisión de género de su mundo y hasta hay quienes creen que la suya es universal. Como es evidente, la cosmovisión de género es desde luego parte estructurante y contenido de la autoidentidad de cada persona.

Es factible también que en una persona converjan cosmovisiones de género diversas y que, por ejemplo, algunas de sus concepciones, valores y juicios provengan de fuentes tradicionales religiosas de origen milenario, otras sean producto de sólo hace doscientos años, y otras franjas de su cosmovisión de género provengan del racionalismo científico y su origen se remonte a sólo 50 años. Con esta metodología es posible hacer el mapa histórico-temporal de la cosmovisión de género hasta agotar sus reductos y comprobar que la cultura como vivencia social y la subjetividad de cada quien, están organizadas de manera sincrética: en ambas coexisten con mayor o menor tensión y conflicto aspectos eclécticos de diversas cosmovisiones.4

Es importante identificar las diversas cosmovisiones de género que coexisten en cada sociedad, cada comunidad y cada persona. Es posible que una persona a lo largo de su vida modifique su cosmovisión de género simplemente al vivir, porque cambia la persona, porque cambia la sociedad y con ella pueden transformarse valores, normas y maneras de juzgar los hechos.

En la academia, en los movimientos y organizaciones feministas, y ahora en los ámbitos de las políticas públicas, se ha desarrollado una visión crítica, explicativa, y alternativa de lo que acontece en el orden de géneros. Se conoce como perspectiva de género a esta visión científica, analítica y política creada desde el feminismo. Ya es aceptado que cuando se usa el concepto perspectiva de género se hace referencia a la concepción académica, ilustrada y científica, que sintetiza la teoría y la filosofía liberadora, creadas por las mujeres y que forma parte de la cultura feminista.

La perspectiva de género permite analizar y comprender las características que definen a las mujeres y a los hombres de manera específica, así como sus semejanzas y diferencias. Analiza las posibilidades vitales de las mujeres y los hombres: el sentido de sus vidas, sus expectativas y oportunidades, las complejas y diversas relaciones sociales que se dan entre ambos géneros, así como los conflictos institucionales y cotidianos que deben enfrentar y las maneras en que lo hacen. Contabilizar los recursos y la capacidad de acción con que cuentan mujeres y hombres para enfrentar las dificultades de la vida y la realización de los propósitos es uno de los objetivos de este examen.

Las preguntas sustantivas que se plantean en este campo del conocimiento son: ¿en qué medida la organización patriarcal del mundo y sus correlativas condiciones femenina y masculina facilitan e impiden a las mujeres y a los hombres la satisfacción de las necesidades vitales y la realización de sus aspiraciones y del sentido de la vida? En cuanto a la comparación entre ambas condiciones de género, ¿cuál es la distancia entre las mujeres y los hombres en cuanto a su desarrollo personal y social? ¿Cuál es la relación entre el desarrollo y el avance de los hombres respecto de las mujeres y de las mujeres respecto de los hombres? ¿Es posible que las relaciones entre los géneros, marcadas por el dominio y la opresión, y las formas de ser mujer y ser hombre en las condiciones patriarcales favorezcan el desarrollo social, la realización de los derechos humanos y el mejoramiento de la calidad de vida?5

La visión de género feminista permite establecer correlaciones entre las posibilidades de vida de mujeres y hombres y los tipos de sociedad, las épocas históricas, la diversidad cultural y los modelos de desarrollo que habitan. Por su historicidad, es utilizable para analizar también sus procesos originarios en sociedades desaparecidas y contemporáneas de culturas diferentes: es posible analizar las condiciones de género de las mujeres y los hombres de etnias, religiones, costumbres y tradiciones diversas. Es decir, la perspectiva de género feminista no se limita a universos occidentales y urbanos. Basada como está en una teoría compleja, es útil en el análisis de cualquier sociedad organizada en torno a géneros.

El análisis de género feminista es detractor del orden patriarcal, contiene de manera explícita una crítica a los aspectos nocivos, destructivos, opresivos y enajenantes que se producen por la organización social fundada en la desigualdad, la injusticia y la jerarquización política de las personas basada en el género.

La crítica de género y el extrañamiento de las mujeres en relación con el sentido y el orden del mundo y los contenidos asignados a sus vidas, han sido móvil fundamental del avance de este enfoque. Sus aportes en el mundo contemporáneo son incontables y sorprendentes; cabe destacar la creación de conocimientos nuevos sobre viejos temas, circunstancias y problemas, así como la creación de argumentos e ideas demostrativos, recursos de explicación y desde luego, de legitimidad de las particulares concepciones de millones de mujeres movilizadas en el mundo con el objetivo de enfrentar ese orden.

El enriquecimiento de la perspectiva de género se ha dado como un proceso abierto de creación teórico-metodológica, de construcción de conocimientos e interpretaciones y prácticas sociales y políticas. Década a década, año tras año, mujeres de una gran diversidad de países, culturas, instituciones, organizaciones y movimientos, se han identificado entre sí y han contribuido a plantear problemas antes inimaginados. Han propuesto conceptos, categorías e interpretaciones y las han convertido en una lingua franca entre quienes hoy asumen la democracia de género como su propia causa. Esta lingua franca no es cerrada, sigue en movimiento y se ha nutrido significativamente con la experiencia de las mujeres al abordar problemáticas particulares y compartir vivencias, conocimientos e interpretaciones.

La reunión de las mujeres para pensar el mundo, entenderlo, criticarlo e incidir en su transformación lleva ya dos siglos. En la actualidad prevalece ese encuentro, en espacios que abarcan una gama que va de la academia a las ONG, los organismos internacionales, las instituciones gubernamentales, los pequeños grupos, las cooperativas, los centros y sus grupos dentro de sindicatos, partidos, iglesias. Entre ellas han establecido redes de comunicación, aprendizaje, investigación y, desde luego, de participación pública y de acción política.

La diversidad de las mujeres y de las problemáticas que les han interesado ha encontrado en la perspectiva de género una vía para hacer avanzar sus propuestas y ellas han creado mecanismos institucionales, redes y encuentros, espacios, foros, congresos y asambleas; han producido investigaciones y han inventado alternativas y las han difundido en libros, revistas, folletos, videos y películas, cintas, discos y todo tipo de creaciones estéticas. A través de estos encuentros y comunicaciones, pero sobre todo mediante la producción, se procesa y difunde lo que las mujeres diseñan, elucubran e inventan desde latitudes y regiones distantes al enfrentar sus vidas. Se ha hecho evidente que sus circunstancias, en apariencia distintas, son demasiado semejantes para ser arbitrarias.

Las mujeres han compartido sus descubrimientos, comparado y sistematizado su experiencia y poco a poco han tejido consensos a las alternativas. En este ir y venir, en este fluir comunicativo de las mujeres, se han globalizado, han aprovechado los canales formales e informales creados para intercomunicar a otros sujetos e intercambiar otros bienes, y se han colocado en espacios primordiales para impulsar la causa de las mujeres y hacerla una causa social, de mujeres y hombres, de organizaciones y organismos, de Estados y de instituciones internacionales. Han aprovechado esa concatenación de espacios, fuerzas y recursos para convocar y abarcar a más y más mujeres en la acción liberadora.

La expansión de género feminista es uno de los hechos más alentadores de la globalización. A pesar de que esta última le ha implicado la expansión del sentido patriarcal y neoliberal de la vida, por los mismos canales se difunde y fortalece el feminismo de muchas maneras, entre otras, atravesando fronteras y burocracias con el nombre de perspectiva de género. Las teorías que convergen en la perspectiva de género, las políticas que se han diseñado desde esta óptica, y las experiencias, la participación y los logros en beneficio de las mujeres y en la deconstrucción6 del patriarcado, han permitido una construcción de las mujeres a contrapunto individual y colectiva, intelectual y empírica, pragmática y teórica, filosófica y siempre política: invariablemente abierta y creativa.

Pocos caminos de invención cultural han tenido el dinamismo y el concurso democrático en la construcción teórico-política que caracteriza a la perspectiva de género. Con las limitaciones evidentes originadas en las carencias y dificultades de las mujeres, la falta de recursos suficientes, la incomprensión y la hostilidad sistemática que han debido enfrentar, nunca antes habían vivido una experiencia de identidad y política tan abarcadora que incluyera a mujeres de todo el mundo y de todas las condiciones sociales, que contara con recursos de producción, difusión y puesta en práctica de alternativas concretas.

En efecto, como nunca antes sucedió en la historia de la causa de las mujeres, la perspectiva de género se disemina por el mundo y no se trata, desde luego, de un fantasma: es una parcela de la creatividad de las mujeres y, como tal, es real, tópica, existente. Hoy, la perspectiva de género es uno de los procesos socioculturales más valiosos por su capacidad de movilizar y por sus frutos. Forma parte del bagaje de la cultura feminista que es de manera contundente la gran aportación de las mujeres, como género, a la cultura.

La perspectiva de género feminista contiene también la multiplicidad de propuestas, programas y acciones alternativas a los problemas sociales contemporáneos derivados de las opresiones de género, la disparidad entre los géneros y las inequidades resultantes. Hoy, millones de personas en el mundo, sobre todo mujeres, han encontrado en la mirada de género caminos legítimos para construir alternativas a su estrechez y sus carencias, a la injusticia y la violencia, a la pobreza, la ignorancia y la insalubridad. Pero destaca por su creatividad la invención y puesta en práctica, con resultados desiguales, de opciones ideadas para las mismas mujeres. Por primera vez, en medio de incomprensión y hostilidad, incluso de acciones antiperspectiva de género recrudecidas, las políticas públicas, los procesos participativos impulsados por las mujeres, las tienen a ellas como protagonistas, destinatarias y beneficiarias.

Es éste el trastrocamiento más preciso de la perspectiva de género. En el sentido patriarcal de la vida las mujeres deben vivir de espaldas a ellas mismas, como seres-para-los-otros. La perspectiva de género expresa las aspiraciones de las mujeres y sus acciones para salir de la enajenación para actuar cada una como un ser-para-sí y, al hacerlo, enfrentar la opresión, mejorar sus condiciones de vida, ocuparse de sí misma y convertirse por esa vía en protagonista de su vida.

Las mujeres se proponen conformar su género como un sujeto social y político, y lo están haciendo al nombrar entre ellas, y frente a los otros, sus semejanzas, al reconocerse e identificarse en sus diferencias, y al apoyarse y coligarse para transformar sus opresivas condiciones colectivas de vida, pero también para compartir sus logros y los beneficios que se desprenden de su modernidad.

Al protagonizar sus propias vidas —habitadas patriarcalmente por los otros— y lograr como género el derecho a intervenir en el sentido del mundo y en la configuración democrática del orden social, las mujeres se convierten cada una y todas en sujetos históricos. Asimismo, las transformaciones de las mujeres inventadas a la luz de la perspectiva de género, con todos los obstáculos para su puesta en práctica, representan ya avances sociales, económicos, educativos, sanitarios y políticos en todas las comunidades locales o nacionales donde se ha trabajado en el tratamiento de los grandes problemas de nuestro tiempo.

La problemática de género en que estamos inmersos mujeres y hombres forma hoy parte sustantiva en la construcción de la democracia y la redefinición de los modelos de desarrollo, así como de la resignación de la vida personal y colectiva. La propuesta va de lo macro a lo micro, de la formación social a la persona, de la casa al Estado, del Estado al mundo, del género a cada quien, de cada persona a diversas organizaciones y a la sociedad civil, y pasa, por supuesto, por complejos mecanismos de mediaciones.

Aun personas e instituciones que han considerado irrelevantes los problemas de vida de las mujeres, o quienes avalan la opresión genérica, han debido discutir y dialogar con quienes impulsan la perspectiva de género y asumir su rechazo y su contribución a la opresión social. Muchos y muchas, con distintos ritmos, se han convencido y aceptan parcialmente o de fondo la propuesta.

No ha sido sencillo lograr la aceptación de la perspectiva de género, ya que hacerlo conduce a desmontar críticamente la estructura de la concepción del mundo y de la propia subjetividad. Y no es casual que así suceda. La representación del orden genérico del mundo, los estereotipos sociales y sus normas, son fundamentales en la configuración de la subjetividad de cada quien y en la cultura. Se aprenden desde el principio de la vida y no son aleatorios, son componentes del propio ser, dimensiones subjetivas arcaicas y en permanente renovación, por ello son fundantes. Están en la base de la identidad de género de cada quien y de las identidades sociales asignadas y reconocidas por el resto de las personas.

La vida cotidiana está estructurada sobre las normas de género y el desempeño de cada uno depende de su comportamiento y del manejo de esa normatividad. Si algo es indiscutible para las personas, es el significado de ser mujer o ser hombre, los contenidos de las relaciones entre mujeres y hombres y los deberes y las prohibiciones para las mujeres por ser mujeres y para los hombres por ser hombres. Cada quien, a lo largo de su vida, ha debido saber todo esto muy bien, no dudar y ser leal al orden, asumirlo, recrearlo y defenderlo.

Por eso, como la perspectiva de género está basada en otra apreciación de los mismos temas, en otros valores y en otro sentido ético, choca y se confronta con las convicciones más acendradas de las personas, con sus dogmas, sus lealtades y su sentido del deber y de lo posible. La crisis intelectual y afectiva que produce el contacto con ideas, valores y propuestas distintas a las propias es enorme.

La mirada a través de la perspectiva de género feminista nombra de otras maneras las cosas conocidas, hace evidentes hechos ocultos y les otorga otros significados. Incluye el propósito de revolucionar el orden de poderes entre los géneros y con ello la vida cotidiana, las relaciones, los papeles y los estatutos de mujeres y hombres. Abarca, de manera concomitante, cambiar la sociedad, las normas, las creencias, al Estado y, por ello, puede ocasionar malestar a las personas y a las instituciones más conservadoras y rígidas, más asimiladas y consensuadas por el orden patriarcal.

En cambio, las personas y las instituciones discordantes con ese orden aunque sea parcialmente y las que se han rebelado, están en búsqueda o desarrollan otras alternativas; encuentran en la perspectiva de género palabras para nombrar experiencias conocidas y caminos legítimos. Incluso descubren aprobación a su inconformidad y a sus hallazgos, a sus opciones inventadas sin teoría y sin ideología. Hay también quienes arriban a planteamientos cercanos desde otras concepciones como el humanismo, el populismo, el desarrollismo y otras más. Aunque no contengan una propuesta explícita de género, al mirarla a través de la realidad y encontrar en ella no sólo hombres, sino mujeres y hombres, o al toparse con las mujeres aun cuando no las buscaran, hacen lecturas adaptativas de sus principios éticos como la igualdad, la equidad, la justicia, e incluyen a las mujeres.7

Los temas que abarca el género no son externos ni indiferentes. Son aspectos de la propia vida, de la comunidad, del país, y son de la competencia entrañable de cada quien. Por eso el género no provoca indiferencia: irrita, desconcierta o produce afirmación, seguridad, y abre caminos.

La perspectiva de género exige además nuevos conocimientos. Irrita a quienes no quieren aprender, estudiar y hacer esfuerzos intelectuales, a quienes quieren todo facilito, simple y esquemático. Como exige pensar de otra manera y desarrollar comportamientos distintos y un nuevo sentido de la vida, choca también con quienes creen que es una técnica o una herramienta para hacer su trabajo, un requisito y nada más. Molesta, indudablemente, a quienes piensan que la perspectiva de género no les toca: que deben modificarse las mujeres objeto de los análisis o de las políticas. Se equivocan. Esta perspectiva exige, de mujeres y hombres, toda la puesta en movimiento y cambios personales, íntimos y vitales que no son aceptados por muchas personas que hoy usan el género como si fuera una herramienta técnica, neutra y edulcorable.

La perspectiva de género no es una ideología más, ni un análisis endosable a las concepciones previas. Si somos personas conservadoras, pone en crisis toda nuestra concepción del mundo, nuestros valores, nuestros modos de vida, y la legitimidad del mundo patriarcal. En cambio, si somos mujeres y hombres en transición, democráticos y alternativos, encontramos en esta perspectiva los argumentos y los conocimientos para convalidar discrepancias y alternativas y, además, para aprender. Las acciones y las propuestas que hoy sintetiza la perspectiva de género han hecho que biografías y etnografías no vuelvan a ser las mismas debido a su metodología deconstructiva y creativa.

¿Género igual a mujer?

La creciente utilización de la perspectiva de género en la elaboración de interpretaciones, diagnóstico y políticas públicas, ha permitido, en efecto, la visibilización de las mujeres y de la problemática que las envuelve, así como lograr avances en la emancipación femenina. Pero ha traído también cierto desgaste, debido a una tendencia reduccionista de los alcances de esta perspectiva y muchas distorsiones. A ello ha contribuido el uso unilateral de la perspectiva en el análisis exclusivo de las mujeres y en intentos de incrementar su participación, su empoderamiento, la satisfacción de algunas necesidades y el acceso a recursos.

Entre quienes trabajan y participan de manera pragmática con las mujeres se ha extendido la creencia de que el género es concepto relativo a la mujer. En el extremo se usa el concepto de género como parte de jergas especializadas pero muchas veces vaciadas de su contenido filosófico feminista y de sus contenidos teórico-políticos, así género es usado como un término técnico homologable a mujer. En ese uso es notable la mutilación teórica y filosófica de sus supuestos subversivos y transgresores al convertir esta perspectiva en algo neutro y casi caritativo. La separación del paradigma feminista es costosa.

Como esta perspectiva avanza y se difunde por canales antes cerrados y a través de instituciones nacionales e internacionales de diverso tipo, no todas las personas que la aprenden y la aplican están de acuerdo, ni siquiera están compenetradas con ella. Por el contrario, la perspectiva de género es percibida como una técnica más, el género reducido a las mujeres es conceptualizado como la variable género o el componente género. Con esa percepción y por obligación institucional mujeres y hombres conocen la perspectiva de manera superficial y disminuida.

En los últimos tiempos ha cobrado importancia la llamada capacitación en género en las oficinas gubernamentales, las organizaciones civiles, los partidos políticos, las universidades, las iglesias. Esta capacitación es verdaderamente pobre porque sin hacer una pedagogía crítica se dan elementos de manejo superficial de esta perspectiva y sólo porque casi en cada espacio hay mujeres feministas es que ha sido posible impulsar y mantener ciertos contenidos de calidad.

De tanto usar el término en la formulación de políticas públicas y debido a las formas tecnocráticas y autoritarias de ponerlas en práctica a través de mandatos institucionales, la perspectiva de género ha sido víctima de la burocratización por parte de quienes impulsan acciones que inciden en la reorganización social, la reconversión económica y política, y la aculturación de las mujeres. Sus escasos conocimientos y sus visiones —que van desde el antifeminismo consciente o ignorante soterrado, hasta el explícito y agresivo— impiden una comprensión cabal de la profundidad de los planteamientos.

Quienes así actúan casi nunca conocen de primera mano las teorías, las filosofías y los complejos históricos en que se apoya la perspectiva de género. Por el contrario, aíslan el concepto de su cuerpo teórico y lo despojan de su dimensión filosófica y de su capacidad analítica y explicativa, la fragmentan y, finalmente, la convierten en un término que hace referencia a las mujeres.

De esta manera, personas encargadas de implementar esta perspectiva creen que es posible sumarla a su concepción del mundo patriarcal y que no debe modificar sus creencias, sus valores y sus principios. En general, se asombran si al aplicar la perspectiva en sus programas y proyectos, las mujeres lo aceptan y lo llevan a la práctica y, al hacerlo, suceden procesos no previstos o conflictos. Ignorantes, se sorprenden de esos conflictos y hasta plantean que es inadecuado porque cuando las mujeres se organizan, aprenden o poseen recursos, siempre quieren algo más. Preguntan molestos ¿qué pretenden?

Más allá de tales vicisitudes, el problema consiste en que con las pérdidas en la difusión y en la aplicación de la perspectiva de género, la referencia a las mujeres con el nuevo nombre es una traducción acrítica. Se dice género y se piensa en mujer desde las concepciones patriarcales. Aunque más y más instituciones y personas usan esta perspectiva, se encuentran en foros y congresos sobre género y se hacen cargo del llamado eje, elemento o componente de género, no comparten ni las líneas ni la radicalidad en que se fundamenta. Se cree que con decir género se adquiere por arte de magia una visión particular. Incluso está en boga aplicar recetas de género a políticas institucionales, tras haberlo aprendido en capacitaciones multitudinarias de cuatro horas. En esta vía hay artífices que saben dar a sus actividades cierto toquecito de género y hasta convertirse en expertos.

Por eso, el trabajo bajo la perspectiva de género llega a ser experimentado como una concesión a las mujeres: tomarlas en cuenta, nombrarlas, gastar recursos en ellas, distraerse con ellas que no son significativas ni realmente importantes, es encomiable. El supuesto es que las mujeres no deben ser parte de los esfuerzos institucionales económicos y políticos, que el desarrollo y la democracia son asuntos masculinos.

Entre las personas, que son miles y miles, que hoy hacen trabajo con perspectiva de género, se encuentran quienes no se han sumado a los esfuerzos por eliminar la opresión genérica a partir de su experiencia y de su conciencia, sino que les ha tocado como parte de su trabajo, de su acción social o política, no elegida. No han tenido ni la convicción, ni la necesidad vital y no se identifican con la causa de las mujeres. Su trabajo es institucional y reproducen un tratamiento machista hacia las mujeres y hostilizan a las personas realmente comprometidas, boicotean sus esfuerzos o directamente se oponen. Hay también quienes con oportunismo usan la perspectiva de género porque los financiamientos públicos y privados para el desarrollo incluyen el género en sus propósitos, y hasta lo consideran como requisito para avalar proyectos y programas.

En este punto, es posible explicar el importante avance de la perspectiva de género a pesar de tanto avatar. Es un problema de las redes internacionales de desarrollo, los gobiernos y las organizaciones privadas: unos y otras funcionan a través de fondos provenientes de zonas, áreas y países en los que la perspectiva de género ha sido impulsada por los movimientos de mujeres, ha impregnado las políticas sociales y alcanza ya el ámbito de los derechos y de las políticas gubernamentales y sus agencias de desarrollo. Es uno de los fundamentos de corrientes de la cooperación internacional y gracias a ellas se ha extendido a sitios inimaginables. De ahí parte y llega a regiones, países e instituciones en los que aun cuando no se dé la suficiente fuerza social para impulsar la perspectiva, ésta se difunde con las estrategias para el desarrollo formuladas en las redes visibles e invisibles de la política globalizada.

Las múltiples distorsiones de la perspectiva de género provienen también de su uso exclusivo para analizar a las mujeres y desarrollar programas con ellas, aun cuando la teoría de género permite analizar, comprender y develar a los hombres. El contenido relacional de la teoría de género es omitido, así como su definición histórica y los contenidos de género de la sociedad, el Estado y la cultura.

Limitar la perspectiva de género a las mujeres exige una complicada transacción encubierta: si no se parte del contenido filosófico-analítico feminista y si por género se entiende mujer, se neutralizan el análisis y la comprensión de los procesos, así como la crítica, la denuncia y las propuestas feministas. Mediante estos mecanismos se adoptan menguadas ciertas reivindicaciones de las mujeres. Con la aséptica perspectiva de género se elimina la manufactura feminista para evitar la contaminación.

Por ello, personas, grupos e instituciones que tienen posturas de hostilidad y no se identifican con el feminismo, son capaces de adoptar con cinismo formas convenientes de la perspectiva de género. Son capaces también de no conectar las luchas específicas de las mujeres en ámbitos ajenos al suyo y no sentirse convocados por reivindicaciones y causas feministas. No se dan cuenta de que esa actitud es incoherente con el cobijo del género. Por eso, la ecuación género mujer desligada de la filosofía política, conlleva asumir posiciones opuestas débilmente a la opresión patriarcal y muy limitada a favor de las mujeres mismas.

Desde el enfoque aséptico de género, los temas más socorridos se refieren a la relación de las mujeres con la protección del medio ambiente, la incorporación de las mujeres a algunos procesos de producción o comercialización para hacer algo con su pobreza, la atención de aspectos inconexos de la salud de las mujeres, el impulso a la atención de las mujeres víctimas de la violencia, la inclusión de las mujeres en procesos participativos y de ciudadanización, la capacitación de mujeres en diversas habilidades y oficios, y otros.

Lo significativo son los temas, los cuales son parte de la llamada agenda feminista, y la manera de tratarlos, casi siempre superficial, fragmentados en cada mujer y en cada grupo de mujeres y limitados en tiempo y recursos. Se realizan acciones temáticas con perspectiva de género y se alejan de su propuesta al hacer programas aislados, inconexos, temporales, que sólo atienden de manera magnificada un aspecto de la vida o de la problemática social, económica, política o cultural.

Lo que no se mira es que cada mujer es una totalidad y requiere ser tratada así y que la problemática de las mujeres es compleja e integral y requiere, igualmente, acciones integrales, complejas, permanentes y de largo aliento. Cuando no es así, los resultados no son contraproducentes. Con grandes esfuerzos y escasos beneficios, las mujeres creen que ya pasaron por todo lo que significa esta perspectiva: ni la han probado en su riqueza, ni la han conocido a fondo, y es posible que queden vacunadas contra acciones específicas de mujeres, contra la causa de las mujeres y, lo que es peor, contra su propia causa vital.

Posiciones como las anteriores, son diferentes de las feministas porque, aun cuando logran visibilizar a las mujeres y descorrer algún velo de su opresión, no indagan las profundas y complejas causas ni los procesos históricos que las originan y reproducen, ni proponen modificar de fondo el orden genérico. Son tendencias mediatizadoras que buscan aminorar manifestaciones de la pobreza, la discriminación y la violencia, y ampliar un poco la participación de las mujeres. Casi siempre sin tocar las fuentes del dominio y sin plantear ni promover cambios genéricos en los hombres, en las familias, en las comunidades ni en las instituciones.

Incluso cuando hay conciencia de que los cambios en las mujeres pueden ocasionarles problemas, o que sus familiares se oponen a sus esfuerzos, hay sorpresa. Se espera que las mujeres no modifiquen sus pensamientos, sus creencias, sus costumbres y tradiciones, que con los programas de género mejoren pero que no sean radicales y no provoquen conflictos. En este aspecto es evidente que la comprensión de la perspectiva de género es distorsionada al suponer que, antes, las mujeres y su entorno estaban bien o mejor, como si su situación previa no fuese suficientemente conflictiva.

El reformismo de género tiene como límites la intocabilidad de los hombres y de los poderes institucionales. Se apoya en una visión tradicional sexista sobre las mujeres, como si sólo desarrollaran su conciencia mediante acciones institucionales de género, hasta llega a argumentarse que las mujeres no tienen esos problemas que les son creados desde afuera con ideas exóticas y extranjeras, como si por otras vías estuviesen protegidas y aceptando el orden.

El encuentro de las acciones de género con las mujeres es sólo eso: un encuentro que permite apoyar a las mujeres, pero son ellas mismas quienes hacen los cambios, se arriesgan y actúan para enfrentar condiciones insoportables o injustas, para sobrevivir, para mejorar y para construir alternativas. Los motivos de las mujeres no están en la perspectiva de género, sino en su vivencia del género.

A pesar de todos los tropiezos, la perspectiva de género avanza, se difunde, se expande. Es la materialización de una parte de la cultura feminista y una puerta de entrada a ella. Hoy la cultura feminista trasciende ámbitos y se convierte en la medida de lo posible en acciones institucionales y en la posibilidad de usar recursos para las mujeres, apoyar sus organizaciones y movimientos e impactar las políticas públicas desde las necesidades y las aspiraciones libertarias de las mujeres.

Teoría de género y perspectiva de género

El género es más que una categoría, es una teoría amplia que abarca categorías, hipótesis, interpretaciones y conocimientos relativos al conjunto de fenómenos históricos construidos en torno al sexo. El género está presente en el mundo, en las sociedades, en los sujetos sociales, en sus relaciones, en la política y en la cultura.

El género es la categoría correspondiente al orden sociocultural configurado sobre la base de la sexualidad: la sexualidad a su vez definida y significada históricamente por el orden genérico. De acuerdo con Seyla Benhabib:

Por género entiendo la construcción diferencial de los seres humanos en tipos femeninos y masculinos. El género es una categoría relacional que busca explicar una construcción de un tipo de diferencia entre los seres humanos. Las teorías feministas, ya sean psicoanalíticas, posmodernas, liberales o críticas coinciden en el supuesto de que la constitución de diferencias de género es un proceso histórico y social, y en que el género no es un hecho natural. Aún más... es necesario cuestionar la oposición misma entre sexo y género. La diferencia sexual no es meramente un hecho anatómico, pues la construcción e interpretación de la diferencia anatómica es ella misma un proceso histórico y social. Que el varón y la hembra de la especie difieren es un hecho, pero es un hecho también siempre construido socialmente. La identidad sexual es un aspecto de la identidad de género. El sexo y el género no se relacionan entre sí como lo hacen la naturaleza y la cultura pues la sexualidad misma es una diferencia construida culturalmente.8

Cada mujer y cada hombre sintetizan y concretan en la experiencia de sus propias vidas el proceso sociocultural e histórico que los hace ser precisamente ese hombre y esa mujer: sujetos de su propia sociedad, vivientes a través de su cultura, cobijados por tradiciones religiosas o filosóficas de su grupo familiar y su generación, hablantes de su idioma, ubicados en la nación y en la clase en que han nacido o en las que han transitado, envueltos en la circunstancia y los procesos históricos de los momentos y de los lugares en que su vida se desarrolla.

El mecanismo cultural de asignación de género sucede en el ritual del parto: al nacer la criatura, con la sola mirada de sus genitales, la partera o el partero dice y nombra a la vez: “es niña” o “es niño”. La palabra, el lenguaje, es la marca que significa el sexo e inaugura el género. El resto de la vida, de manera casi imperceptible, se repite el ritual: cada persona reconoce a otra a través de la mirada de su cuerpo, de la escucha de su voz y constata que es una mujer o un hombre. Además lo certifica en las acciones, los comportamientos, las actitudes, las maneras de actuar y de relacionarse, y por el conjunto de cosas que esa persona puede o no hacer, decir, pensar. Es decir, por los límites impuestos a su ser-en-el-mundo por esa construcción que es el género.

A partir del momento de ser nombrado, el cuerpo recibe una significación sexual que lo define como referencia normativa inmediata para la construcción en cada sujeto de su masculinidad o de su feminidad, y perdura como norma permanente en el desarrol1o de su historia personal, que es siempre historia social. El género es una construcción simbólica y contiene el conjunto de atributos asignados a las personas a partir del sexo.9 Se trata de características biológicas, físicas, económicas, sociales, psicológicas, eróticas, jurídicas, políticas y culturales. El género implica:

Las actividades y las creaciones del sujeto, el hacer del sujeto en el mundo.

La intelectualidad y la afectividad, los lenguajes, las concepciones, los valores, el imaginario y las fantasías; el deseo del sujeto, la subjetividad del sujeto.

La identidad del sujeto o autoidentidad en tanto ser de género: percepción de sí, de su corporalidad, de sus acciones, sentido del Yo, sentido de pertenencia, de semejanza, de diferencia, de unicidad, estado de la existencia en el mundo.

Los bienes del sujeto: materiales y simbólicos, recursos vitales, espacio y lugar en el mundo.

El poder del sujeto (capacidad para vivir, relación con otros, posición jerárquica: prestigio y estatus), condición política, estado de las relaciones de poder del sujeto, oportunidades.

El sentido de la vida y los límites del sujeto.

El género asentado en el cuerpo, lo está en el cuerpo histórico, y cada quien existe en un cuerpo-vivido.10

La sexualidad es el referente de la organización genérica de la sociedad y constituye el punto de partida de los caminos trazados con antelación para la construcción de caminos de vida tan definidos, que es de sentido común atribuirlos a un supuesto destino. No hay tal. La sexualidad, materia del género, es el conjunto de experiencias humanas atribuidas al sexo y definidas por la diferencia sexual y la significación que de ella se hace. Constituye a las personas y las adscribe a grupos bio-socio-psico-culturales genéricos y a condiciones de vida predeterminadas que a su vez condicionan sus posibilidades y sus potencialidades vitales. La sexualidad, condensada en el género, define:

Los grupos genéricos.

Los sujetos particulares: las mujeres y los hombres.

Las relaciones sociales definidas en torno al sexo por edades; es decir, las relaciones de género concebidas también de propiedad de bienes y recursos y de la riqueza.

Las instituciones privadas y públicas, económicas y sociales, jurídicas y políticas.

La cultura: los símbolos y las representaciones, el imaginario y las fantasías, las concepciones del mundo y de la vida, de cada acontecer; las maneras de pensar y los pensamientos, así como la afectividad: los lenguajes corporales, verbales, escritos y sus correspondientes sustratos, la gestualidad, la palabra y la voz, la escritura, el arte y todas las creaciones efímeras de la vida cotidiana, así como las creaciones materiales más perdurables; valores circunscritos en una eticidad y, desde luego, dimensiones variadas del sentido de la vida. Las identidades personales y grupales, así como las mentalidades individuales y colectivas.

La vida de principio a fin de cada persona.11

El orden fundado sobre la sexualidad es desde luego un orden de poder. En conjunto es un complejo mosaico de generación y reparto de poderes que se concretan en maneras de vivir y en oportunidades y restricciones diferenciales.

La sociedad y el Estado tienen un conjunto de objetivos ligados al control y al ordenamiento y sanción de la sexualidad. Son funciones estatales ligadas al sentido de su acción social y del desarrollo vigilar que se cumpla la organización social genérica: la división del trabajo y de la vida, controlar la subjetividad y los cuerpos de las y los habitantes y de las ciudadanas y los ciudadanos, así como lograr el consenso para ese orden social y para el modo de vida que produce. La normatividad de la sexualidad tiene además múltiples mecanismos pedagógicos, coercitivos, correctivos, que a su vez son mecanismos de poder de dominio que aseguran mayores posibilidades de desarrollo a algunos sujetos de género frente a otros que, por su género y su situación vital, tienen oportunidades reducidas.

Las normas, las creencias, las costumbres y las acciones, así como las relaciones basadas en la sexualidad, son a su vez espacios de construcción de poderes de desarrollo, de creación de oportunidades y de alternativas al orden imperante en cada círculo particular. El habitus es un espacio de encuentro complejo de diversas normatividades, asignaciones y posibilidades genéricas para cada persona. De acuerdo con la relación entre lo opresivo y lo emancipatorio, las personas tienen mayor o menor posibilidad de intervenir activamente.

La categoría de género es adecuada para analizar y comprender la condición femenina y la situación de las mujeres, y lo es también para analizar la condición masculina y la situación vital de los hombres. Es decir, el género permite comprender a cualquier sujeto socialsujetos de género