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Primera edición digital: febrero 2018
Ilustración de la cubierta: Pablo Morales de los Ríos
Diseño de la colección: Jorge Chamorro
Edición: Juan Francisco Gordo
Revisión: David García

Versión digital realizada por Libros.com

© 2018 Pablo Morales de los Ríos
© 2018 Libros.com

editorial@libros.com

ISBN digital: 978-84-17236-41-0

Pablo Morales de los Ríos

Caricaturas de grandes creadores: Músicos clásicos

Este libro está dedicado a todos los mecenas que lo hicieron posible.

¿Quién lo diría? Yo pensaba que se habían extinguido en el Renacimiento…

¡Pero me equivoqué!

Índice

 

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Título y autor
  4. Dedicatoria
  5. La caricatura: humor a tomar en serio
  6. ¡Aviso previo!
  7. Cómo «LEER» estas CARICATURAS
  8. Índice de compositores
  9. Glosario de términos musicales
  10. Bibliografía selecta
  11. Mecenas
  12. Contraportada

La caricatura: humor a tomar en serio

 

Hay géneros artísticos que parecen estar destinados únicamente al entretenimiento y se cree insostenible que puedan tener mayor relevancia. Dentro de este ámbito, la caricatura sobresale por su fácil lectura y su inmediatez, para lo que nadie niega que hay que tener un talento peculiar. Sin embargo, lejos de ennoblecer la técnica, es objeto de comicidad rápida y fugaz olvido. La caricatura se asocia con el consumo infantil, el turismo, los parques temáticos y los souvenirs, y en el mejor de los casos, con las páginas de chistes gráficos de un periódico: una imagen que cambia rápidamente su capacidad de información y burla por la digestión instantánea, ilustraciones bobas de usar y tirar. La caricatura rara vez ocupa galerías de arte o museos, y cuando lo hace es casi una rareza excéntrica. Nadie se toma este gran género del humor en serio.

Caricatura puede significar burla gráfica fácil, para todos, sin complicaciones. Pero lo cierto es que, en manos de verdaderos maestros, puede trascender, convertirse en un híbrido genial entre arte y periodismo, llegar incluso a enseñar por la vía más directa lo que una pintura, una fotografía o una obra audiovisual no consiguen hacer sin ciertas nociones aprendidas. Más allá de la deformación y exageración sistemática de los rasgos de una persona, la que considero la parte efectista y más hipnótica pero la menos importante, una buena caricatura puede mostrar con divertida imaginación el mundo interior del retratado, subrayar su condición y circunstancias personales e incluso dar cuenta de ciertos acontecimientos históricos ligados a este. El género está encadenado a la política y la sociedad hasta el punto de que nada importante ocurre ya en el planeta sin que alguna caricatura surja de esta colisión. Muchos recuerdan cómo las teorías evolutivas de Darwin le jugaron en su tiempo una mala pasada, convirtiéndole a él mismo en un mono, o cómo Hitler, prototipo de dictador con aires de grandeza, acabó convirtiéndose en un dibujo animado odiado por el Pato Donald bajo la batuta de un Walt Disney para adultos. Lo mismo hizo Chaplin en El gran dictador sin necesidad de dibujar un solo trazo, lo que demuestra que la caricatura pertenece al árbol genealógico de la parodia, como también dejó claro Cervantes, quien no necesitó ilustrar su Don Quijote para exagerar el alma de sus protagonistas y mofarse del mundo a través de estos.

La caricatura, como se ve, es bufonada, pero también puede ser astuta e intelectual, el espejo deformante del que hablaba Valle-Inclán y del que ningún ser humano está libre de reflejarse. Grandes artistas de todos los tiempos empaparon sus pinceles en esta técnica fantástica que exige los mejores ojos de los mejores maestros: Leonardo da Vinci, promotor y pionero de esta ciencia-arte, seguía a sus víctimas a escondidas y durante horas con tal de captar labios desproporcionados y narices gigantescas; Miguel Ángel no dudó siquiera en esconder falos colosales y connotaciones sexuales en algunos de sus grotescos perfiles; El Bosco, cuya obra es tan rica en sátira e ingenio, es la culminación de la caricatura social, a menudo encriptada por una simbología caleidoscópica; Goya está condicionado por la exageración gestual y física hasta el punto de que sus pinturas negras representan lo más oscuro del género; Monet, el impulsor del impresionismo, tan distante a estos trabajos, comenzó su carrera como genial caricaturista; Toulouse-Lautrec crea escuela a expensas de ello; Munch cruza con el expresionismo el puente caricaturesco entre lo amorfo y lo visceral; incluso el cubismo de Picasso y el surrealismo de Dalí tienen cierta deuda con la caricatura. Independientemente de los devaneos de estos célebres artistas con la técnica, otros lograron otorgarle una calidad monumental, centrando en ella parte de sus carreras: es el caso de los británicos William Hogarth, James Gillray o John Tenniel, o de los franceses Honoré Daumier, Gustave Doré y Grandville, verdaderos impulsores y principal influencia de la caricatura politico-social en el siglo XX.

Independientemente de tener a sus espaldas una historia plagada de triunfos y hallazgos estilísticos, y de que esta esté firmada por tantísimos autores de genio, las caricaturas siguen siendo menospreciadas en el sector artístico, puesto que parecen carecer del poder necesario por sí mismas para llegar más lejos y servir para algo más que hacer gracia. Creo que a través de la caricatura lo pesado se hace digerible, y que enseñar a través del humor, de forma divertida pero perspicaz, es la perfecta manera de hacerlo.

Uno de mis muchos proyectos, y hasta la fecha el más duradero en el tiempo, es la creación de una enciclopedia de Caricaturas de grandes creadores, concepto para el que he dibujado de manera intermitente, pero siempre sin pausa, a cientos de personalidades de todas las culturas y todas las épocas. Son el trabajo de más de 15 años de dibujo y ardua documentación, y que hasta ahora no se había publicado. ¿Por qué? Porque se trata, a fin de cuentas, de caricaturas, y todo el mundo sabe que la caricatura no es cosa seria. Poco importa que el total sume ya más de 600 y que ese número siga aumentando. O que sea una obra enciclopédica pensada para ser dividida en diferentes volúmenes según los diferentes medios de expresión: músicos, cineastas, fotógrafos, escritores y filósofos, pintores, arquitectos, escultores, historietistas…

Sin embargo, la caricatura está pisoteada por la consideración de los editores, que se suman a la lista de aquellos que menosprecian su verdadera función, su poder didáctico y su dinámica forma de enseñar una realidad alternativa. Abogo por unas caricaturas cargadas de simbolismo, inteligentes y trabajadas, muy lejos de quedar sólo en mero entretenimiento. Porque el humor es una vía fácil para enseñar, y lo que es divertido se aprende sin esfuerzo. Esfuerzo y obligación son poco didácticos, un espíritu contrario al del arte de la caricatura, que tiene una virtud que sobrevuela al resto de las diferentes formas de expresión artística: puede ser intelectual sin caer en lo pedante; ser mundana sin dejar de ser universal; ser cómica sin volverse idiotizante; ser satírica sin caer en lo malicioso; y ser seria, sí, sin dejar de hacer reír.

Aunque, como siempre, hay quien confunde las cosas y arregla sus estropicios mentales volando las mentes de otros. La guerra entre libertad de expresión e intolerancia se libra ahora también en el frente del dibujante. ¿No es eso una gran caricatura de los miedos y fobias del ser humano? El humor, aunque importante, no debería ser tomado tan en serio.

 

Pablo Morales de los Ríos
28 de enero de 2015

¡Aviso previo!

 

Antes de que el lector se indigeste con las tramas de bolígrafo y las fechas históricas, creo que es conveniente aclarar ciertos puntos respecto a la selección de los personajes caricaturizados en este volumen. Nadar por el vasto océano de los músicos que nos ha brindado la historia puede ser como morir ahogado. Creo imposible hacer una selección totalmente fiable de nada. Siempre faltará algo, nunca llueve a gusto de todos y el tiempo cambia a su antojo la importancia de las cosas: el músico más relevante del ayer tal vez no tenga importancia bajo nuestra exigente mirada consumista; el compositor que más emociona a una persona tal vez sea el más odiado por otra. Partiendo de esta base, este compendio intenta ser al menos magnánimo y dar una idea general de la evolución de la música clásica occidental desde el medievo hasta nuestros días. Pretender aunar en una misma enciclopedia a músicos de Oriente y de Occidente sería como mezclar el agua y el aceite, los siglos les han hecho bailar al son de diferentes métricas y pertenecen a sistemas tonales distintos. Hasta diría que a sistemas solares diferentes.

Definir la música «clásica» es ahogarse de nuevo. Es un adjetivo poco concreto, que tiende a confundir y que se expande hacia todos los puntos cardinales. ¿Acaso no es clásica la música tradicional hindú? ¿El hougaku japonés? ¿El Abbey Road de The Beatles? Y no olvidemos que, según Nina Simone, el jazz es la música clásica afroamericana… La vida de la música es una constante mutación sonora, una persistente demostración de que lo clásico es enmendado fugazmente y con ingeniosa modernidad. Sería correcto decir que la música clásica era la que se interpretaba en la cultura clásica, en la vieja sociedad grecolatina. Ni siquiera la palabra «clasicismo», que define el periodo de Haydn o Mozart, está rigurosamente bien empleada. La música clásica, para más inri, en un intento desesperado por separarse de la contagiosa música popular, ha sido bautizada también como música «culta». El mar de las palabras vuelve a ahogar a la realidad. ¿Es que Jethro Tull no hacía música culta? ¿Es que los Strauss no hacían música popular? Y más sabiendo que Frank Zappa dirigió orquestas, Paul McCartney ha compuesto música sacra y el sueño de Freddy Mercury era cantar en una ópera. La delgada frontera de las definiciones cede ante las olas de la creatividad.

Esta guerra entre lo culto y lo popular, entre lo inculto y lo impopular, raya con la verdad desde hace demasiado: que la música vive mejor en los oídos de los que la escuchan sin prejuicios. Lo antiguo también fue moderno, lo contemporáneo también pasará de moda. También hubo viciosas estrellas del rock en otros tiempos: Mozart, que bebió más que ningún punk y vivió más rápido que nadie, compuso un canon dedicado al culo; Beethoven, que se enfrentó a todo lo establecido y estuvo entre rejas por vagabundo, tocaba tan fuerte sus pianos que siempre se los cargaba. Y mejor no hablemos de Gesualdo, que además de adelantarse casi trescientos años a todos los músicos, troceó a su mujer con un hacha… La música clásica se ha vestido tantas veces con sus mejores galas que ahora se la ve encorsetada, almidonada y estricta. Pero muchos de los más grandes innovadores, antiacadémicos y vanguardistas creadores de todos los tiempos se han formado con la música clásica o están ligados a ella como en una maldición de cuento. Y si no, que le pregunten a Varèse, que musicalizó el ruido, o a Cage, que «compuso» una obra en la que nadie interpreta nada, o a Stock­hausen, que hizo tocar a un cuarteto de cuerdas subido a cuatro helicópteros.

Por motivos obvios, me he visto obligado a no incluir en este volumen a muchos grandes compositores de un solo estilo, sencillamente porque todas las épocas tienen a sus autores estelares y, por ello, deben estar bien retratadas. Para mi pena, muchos creadores que adoro se han debido quedar en el tintero para ceder su trono a otros. Es importante que no sólo los talentos esperados saluden a la vuelta de cada página, ya que hay una enorme lista de genios más desconocidos que contribuyeron de alguna manera al desarrollo de la historia musical y que conviene rescatar del olvido inmediatamente. Unos marcaron un antes y un después de forma radical; otros hicieron poco, pero lo que hicieron fue mucho; algunos se lo ganaron a pulso pero fueron olvidados a pisotones. Aunque sea por un grupo selecto y breve de caras, todos los tiempos y géneros deberían estar representados. Por desgracia, los libros deben tener un límite de páginas, guillotinas de papel para muchos maestros que no merecen decapitación y olvido.

Tristemente, el arte de aunar sonidos con gracia no tuvo la misma suerte que la pintura, la literatura o la escultura: la música anterior a la escrita vive en el limbo de los misterios y, antes de la aparición del monje medieval que decidió ponerle tinta a las notas, sólo hay conjeturas. Las grandes civilizaciones remotas fueron musicalmente fascinantes, como demostraron genios como el griego Aristógenes de Tarento. Pero de la música del Antiguo Egipto, Babilonia, Grecia o Roma apenas nos han llegado algunos instrumentos pintados en paredes desconchadas y papiros roídos. Además de esto, casi no existen retratos de los músicos imprescindibles, casi no existen datos… ¿Cómo hacer caricaturas de genios sin rostro, sin nombre y sin obra? Así que el pistoletazo de salida del compendio lo da merecidamente Guido de Arezzo, el teórico musical que dejó atrás la notación neumática gregoriana e inventó el tetragrama —tatarabuelo directo del pentagrama actual—. Desde finales del siglo X hasta la actualidad, el libro abarca más de mil años de compositores, corriendo unas 130 caricaturas sin obstáculos en apenas 300 páginas lisas: Edad Media, Renacimiento, Barroco, Clasicismo —de nuevo esa palabra fea—, Romanticismo y los Nacionalismos del siglo XIX… Y con el desmadrado siglo XX en el horizonte, empiezan las vanguardias y los ismos: Impresionismo, Neoclasicismo —la palabra fea se moderniza—, Dodecafonismo, Serialismo, Atonalismo, Minimalismo y un largo etcétera. Para poner punto y final a la lista de elegidos de honor, aparecen caricaturizados algunos de los más relevantes compositores de bandas sonoras de la historia del cine, como Bernard Herrmann, Ennio Morricone, John Williams o Danny Elfman, entre otros. Como se entiende, la selección se centra en los autores y no en los intérpretes, independientemente de que Paganini fuese el más grande de los violinistas, Chopin el mejor de los pianistas, o Leonard Bernstein uno de los mejores directores de orquesta que han existido. La gran mayoría de los compositores tocaba bien algún instrumento, pero no todos los intérpretes han sido buenos compositores. Y como se comprenderá, el blues, el jazz, el rock, el pop, el folk, el metal o la electrónica son demasiada música para tan poco espacio y, además, otro cantar. Hay cientos de caricaturas esperando en el cajón, pero todo eso merece otro volumen. Con intención de servir didácticamente además de entretener, las caricaturas de este libro van acompañadas de una biografía breve, un listado de sus obras más importantes y una cita del personaje en cuestión.

Ya por último, he de admitir que una de las cosas que más admiro de la música contemporánea es que ha sabido dar a la mujer, al fin, el sitio de honor que se merece. Ellas han estado ligadas a la música desde que la humanidad empezó a hacer de las suyas, pero apenas han firmado una obra y, cuando lo han hecho, el acto ha sido tomado como una excentricidad frívola, como una fisura de la mal cosida sociedad patriarcal. Las mujeres mejor educadas debían saber tocar el virginal, y luego el clave, y luego el piano. Hoy en día tocan lo que les da la gana y siguen cantando mejor que los hombres. Pero por desgracia, en los últimos mil años las mujeres compositoras no abundan, y están a la sombra de varoniles gigantes del solfeo como Felix Mendelssohn —que tenía una hermana que tocaba el piano como un ángel— o como Robert Schumann —que tenía una esposa que tocaba el piano como un demonio—. Hoy en día, las mujeres se han ganado el respeto y, aunque en la música clásica abundan más como intérpretes que como compositoras, aquí encontrarás caricaturas y menciones de autoras tan dispares en tiempo y obra como Hildegard von Bingen, Clara Schumann, Alma Mahler o Sofiya Gubaidúlina. Faltan bastantes, pero no sobra ni una.

En un intento por luchar contra la frialdad con la que el gran público recibe a la tradición clásica, y contra la seriedad que el mundillo clásico impone al gran público, la caricatura se extiende más allá del dibujo, dejando claro que, ante todo, esto es una ópera bufa muy del estilo de Rossini. Muchos aún deben encontrar el lado divertido de Palestrina, Wagner o Schönberg. Si no lo consiguen escuchando sus obras, tal vez lo consigan viendo sus caras. Ni siquiera los genios pueden escapar a la sedienta pluma de un caricaturista obcecado. Ni siquiera los dioses. Ni siquiera Bach.

 

Pablo Morales de los Ríos
15 de marzo de 2017

Cómo «LEER» estas CARICATURAS

El barroquismo y el detalle de estas ilustraciones obligarán al curioso a detenerse y «leer entre líneas». Y es que si de algo no carecen estos dibujos es precisamente de líneas. Pero este horror vacui no debe espantar a nadie. Más allá de ellas, tras el bolígrafo, justo antes de llegar al blanco del papel, se esconden decenas de gags gráficos y cientos de guiños simbólicos. Y sólo hay una llave para abrir esta caja de Pandora: el disfrute…

 

1. EL NOMBRE. Bien grande y bien negro, para que en todo momento tengamos claro de quién se habla. Aquí se trata de uno de los muchos Strauss del libro, Johann Strauss II. A menudo el nombre de un autor puede encontrarse escrito de diversas formas, como es el caso de muchos rusos como Chaikovski, más conocido internacionalmente por Tchaikovsky. Normalmente, aquí se utiliza la última opción, más universal.

 

2. LAS PARTITURAS. Teniendo en cuenta que hablamos de compositores, es normal toparse con pentagramas y notas por doquier. La mayor parte de las veces son composiciones reales, o al menos parte de las melodías más célebres de los músicos retratados. En este caso, las partituras representan el vals El bello Danubio Azul y la Marcha Radetzky, interpretadas siempre en el Concierto de Año Nuevo, en Viena.

 

3. EL HOMENAJEADO. No lo dudes, si buscas al compositor estrella, es siempre el de la cabeza más grande. Para realizar estas caricaturas normalmente utilicé el retrato que más se ajustaba a mis maquiavélicos planes de artista satírico. Las exageraciones físicas, a veces, ahondan también en la psicología del músico. Es indudable que Strauss II estará eternamente ligado a su mostacho casi tanto como al Danubio. Por si hay dudas, hay un cartelito en el río-bigote que lo deja claro (Donau).

 

4. LOS INVITADOS. No es extraño encontrar a compositores acompañados de otros personajes con los que colaboraron, como directores de cine para los que compusieron sus bandas sonoras o cantantes para los que escribieron sus óperas. En este caso, los colaboradores son otros Strauss de la dinastía de Johann: Josef y Eduard Strauss, sus hermanos, que también compusieron y dirigieron valses, a la deriva aguas abajo; y Johann Strauss I, su padre, que con su estandarte musical sube cabeza arriba y trata de competir contra la brillante música de su hijo.

 

5. LOS DETALLES. Pero es en lo insignificante donde se encierran a menudo grandes historias, muy ligadas a las vidas de los retratados. El cartel de «Austrian property» deja claro que los Strauss fueron imparcialmente austríacos, símbolos del auge musical de una Viena en la que se dieron varios puntos cardinales del firmamento sonoro: Haydn, Mozart, Beethoven, Schubert… Y allí mismo harían de las suyas después Schönberg, Webern o Berg. Los guiños llenos de significado siguen: una pareja sale en bote a navegar por las aguas, algo habitual en el famoso río ya entonces. La nota tragicómica la pone el pescado muerto, que no es casual: en esos tiempos aquellas aguas comenzaban a estar contaminadas, algo que pudo haber ocasionado el final de Beethoven y su envenenamiento por causa del plomo, puesto que adoraba comer pescado del Danubio…

Cómo «LEER» estas CARICATURAS

«No podemos aspirar a tener siempre a nuestra disposición para cualquier canto no conocido la voz de un hombre o sonido del instrumento, de igual manera que, como los ciegos, no podremos nunca caminar sin guía; pero debemos ser capaces de fijar en la memoria las diferencias y las propiedades de cada sonido y de ejecutarlos en sus movimientos ascendentes y descendentes».

 

GUIDO de Arezzo (c. 991 - d. 1033)

Monje benedictino italiano, compositor, teórico musical y figura central de la música de la Edad Media. Aunque no se conservan sus composiciones, fue el gran reformador del sistema de notación musical al percatarse de la dificultad de los cantantes para recordar los cantos gregorianos. Esto le llevó a inventar un método de aprendizaje que se hizo célebre en todo el norte de Italia.

A él debemos el concepto de entonación actual, el solfeo, cuya nomenclatura (ut o do, re, mi, fa, sol, la) extrajo de las sílabas iniciales de cada verso del himno de San Juan Ut queant laxis, muy popular entonces. Los países adonde no llegaron los músicos latinos siguieron con el antiguo sistema del alfabeto (A, B, C, D, E, F, G). En su estancia en Arezzo ideó la escala diatónica y desarrolló la nueva técnica del tetragrama, pauta musical de cuatro líneas precursora del pentagrama de cinco líneas usado hoy día. De esta manera acabó con la obsoleta notación neumática, basada en una serie de signos escritos sobre un texto y que representaban uno o varios sonidos, sin especificar su ritmo o aclarar la entonación si no se conocía la melodía previamente. Además, modernizó la fórmula que el teórico Hucbaldo había propuesto un siglo antes, que trataba de diferenciar las notas, escritas sobre dos líneas, con color rojo y amarillo. También se le atribuye la creación de la mano guidoniana, utilizada en el medievo para ayudar a los cantantes a leer a primera vista los tonos y semitonos.

Pensador indiscutible, también es el responsable de la calva guidoniana, sistema de brillantez mental y física adoptado por geniales compositores de todas las épocas y lugares, desde el renacentista Orlando di Lasso hasta el actual Arvo Pärt.

Obra destacada (como teórico)

• Micrologus de Disciplina Artis Musicae (Tratado sobre el canto gregoriano y la polifonía).

• El tetragrama (precedente del pentagrama actual).

• La escala diatónica y la solmisación (es decir, el solfeo). ¡Todos los que siguen le deben algo!

 

GUIDO de Arezzo (c. 991 - d. 1033)

«Oh frágil ser humano, ceniza de cenizas y podredumbre de podredumbre: habla y escribe lo que ves y escuchas».

 

HILDEGARD von Bingen (1098-1179)

Abadesa y líder monacal alemana de la Baja Edad Media, mística, profetisa, médica, compositora, pintora y escritora adelantada totalmente a su tiempo. Con el título de Doctora de la Iglesia desde el año 2012, es también conocida como la «Profetisa Teutónica» y la «Sibila del Rin», una rebelde que consiguió fundar su propio monasterio para mujeres.

Nació en Bermersheim, actual Renania-Palatinado, en Alemania. Debido a que fue la última de diez hermanos, fue consagrada a la religión desde su nacimiento como diezmo a Dios. Una de las personalidades más influyentes, cultas, fascinantes y polifacéticas del Occidente europeo, es la compositora y escritora de mayor producción del medievo. Sus intervenciones políticas fueron muy influyentes en la reforma de la Iglesia y es quizá la que mejor ejemplificó el ideal benedictino. Compuso unas 80 obras musicales, entre las que se cuentan antífonas, responsorios, himnos y la creación del primer oratorio de la historia. Maestra de la técnica monofónica y del melisma, su estilo pionero se diferencia por los cambios de tempo y el uso de amplios rangos tonales e intervalos de cuarta y quinta, cuando el canto de su época rara vez pasaba de terceras.

Como escritora, realizó tratados teológicos, epistolares, hagiográficos, médicos y ecologistas, y destacan sus obras visionarias y un lenguaje artificial que inventó. Además, su obra científica abarca la medicina, la botánica, la zoología, la geología y otras ramas del conocimiento. Por si fuera poco, es posiblemente la primera sexóloga de la historia, ya que habló sin tapujos, en pleno medievo, sobre la potencia sexual o el orgasmo femenino. No conocemos, sin embargo, si su rostro estaba o no desproporcionado, puesto que todo son conjeturas mal documentadas. Quedémonos con su cerebro, por si acaso.

Obra destacada (como compositora)

• Ordo Virtutum (Auto sacramental sobre las virtudes).

• Symphonia Armonie Celestium Revelationum (Agrupación de 78 obras musicales, entre las que se cuentan antífonas, responsorios, himnos y el primer oratorio de la historia).

 

HILDEGARD von Bingen (1098-1179)

«Los hombres de armas, amantes, las damas y sus caballeros, clérigos, músicos, aquellos que escriben en francés, todos los pensadores, poetas, y todos los que cantáis en armonía con voz melodiosa y apreciáis el dulce arte de la música, dad toda sensación de saciedad a la pena que le corresponde, y lamentad la muerte de Machaut, el bardo más noble».

Anónimo

 

MACHAUT, Guillaume de (c. 1300-1377)

Clérigo, compositor y poeta francés de finales de la Edad Media, el más importante exponente del Ars Nova, que revolucionó el estilo Ars Antiqua de viejos maestros de la Escuela de París como Léonin o Pérotin. Es el músico mejor documentado de su era, y uno de los supervivientes de la peste negra, que en el siglo XIV aniquiló a un tercio de Europa.

Nació posiblemente en Machault, ciudad cercana a Reims de la que tomó el nombre. Capellán y secretario de Juan de Luxemburgo, rey de Bohemia, también sirvió a la duquesa de Normandía y a Carlos V de Navarra, y fue canónigo de la catedral de Reims. Destacado pionero musical, algunos de sus motetes, escritos en latín o francés, poseen estructuras tripartitas y complejas texturas rítmicas y melódicas. A menudo usaba isorritmias, ciclos melódicos y rítmicos independientes que se solapan. Su Messe de Notre Dame a cuatro voces, cargada de austeras disonancias, es la primera partitura completa de misa polifónica escrita por un solo compositor que ha llegado hasta nuestros días. Además, sus poemas líricos más breves contribuyeron a crear la balada, el rondeau, el lai y el virelai, formas poéticas populares vigentes durante más de un siglo, base de un nuevo estilo europeo de canto con una melodía aguda acompañada por dos partes instrumentales más graves.

Si nos fiamos de los pocos datos que han llegado hasta nosotros, sus largos poemas narrativos y didácticos son buen reflejo del ambiente de la corte de aquella época, y su barbilla una muestra fiel de su estilo monumental.

Obra destacada (como compositor)

• Messe de Notre Dame a cuatro voces.

• Joie, plaisance, et douce norriture (Chant royal).

• Douce dame jolie (Virelai).

• Liement me deport (Virelai).

• Je vivroie liement (Virelai).

• J’aim sans penser laidure (Virelai).

• Dame, vostre dous viaire (Virelai).

• Le lay de la fonteinne (Lai).

• Fons totius superbie / O livoris / Fera (Motete).

• Felix virgo / Inviolata genitrix / Ad te (Motete).

• Honte, paour, doubtance de meffaire (Balada).

• Je ne cuit pas (Balada).

• De toutes flours (Balada).

• Puisqu’en oubli (Rondeau).

• Tels rit au main (Complainte).

 

MACHAUT, Guillaume de (c. 1300-1377)

«Conocedor del secreto de las estrellas».

Antiguo epitafio

«Príncipe de la música, matemático y astrónomo».

Actual epitafio

 

DUNSTABLE, John (c. 1390-1453)

Compositor británico de la Baja Edad Media y principios del Renacimiento, el más activo y transgresor de su generación, fue también un destacado matemático del Quadrivium, concepto medieval que agrupaba la astronomía, la aritmética, la geometría y la música.

La información sobre él es escasa, pero se cree que nació en Dunstable, Bedfordshire, en Inglaterra. Seguramente estuvo al servicio del duque de Bedford, la reina Juana de Navarra y el duque de Gloucester, viajando a menudo y llevando una vida económicamente notable. De esta manera, pudo influenciar a otros compositores continentales. Esencialmente sacra, su obra destaca por sus motetes, misas, villancicos ingleses y posiblemente dos de las primeras misas cíclicas, en las que cada movimiento está basado en el mismo material temático. Algunos de sus recursos musicales son el canto llano y el isorritmo, consistente en disimular la repetición de estructuras rítmicas y melódicas. Sobresalen igualmente por su dulzura y frescura, y por su estilo eufónico y enarmónico, a veces basado en la relación de varias notas de diferente nombre pero similar entonación. Fue pionero en el uso del cantus firmus, melodía previa que sirve de base a la polifonía. El contenido de gran parte de la música del manuscrito Old Hall, fuente principal de su obra conocida, y que incluye la de su contemporáneo Leonel Power, muestra el énfasis dado a terceras y sextas, a las melodías triádicas y a las armonías consonantes.

Dunstable fue muy elogiado en vida y tuvo gran influencia sobre los primeros compositores renacentistas y ante todo sobre la llamada Escuela de Borgoña. Su nariz, alabada por ser astronómicamente grande y matemáticamente imposible, posee un tabique isorrítmico y una armonía desconcertante. Más de un musicólogo, buscando datos biográficos, se perdió para siempre en sus fosas nasales.

Obra destacada

• Missa Rex seculorum (Misa cíclica).

• Missa da gaudiorum premia (Misa cíclica).

• Veni, Sancte Spiritus / Veni Creator (Motete).

• Alma redemptoris Mater (Motete).

• Salve Regina Mater misericordiae (Motete).

• Quam pulcra es (Motete).

 

DUNSTABLE, John (c. 1390-1453)

«Las obras de Egidius Binchois y Gillermus Dufay infunden tanta dulzura que a mi juicio deben ser tomados no como hombres o héroes, sino como dioses inmortales…».

Johannes Tinctoris

 

DUFAY, Guillaume (c. 1397-1474)

Compositor franco-flamenco del primer Renacimiento, uno de los maestros pioneros del contrapunto, decisivo en el estilo armónico surgido al final del Gótico. Fue además la figura central de la Escuela borgoñona de mediados del siglo XV.

Se desconoce con exactitud dónde nació, aunque se cree que en Bélgica. Vivió la mayor parte de su vida en Cambrai, hoy norte de Francia. Estudió con Nicolas Malin y siendo aún niño, su talento hizo que las autoridades le ofrecieran una copia del Doctrinale de Villedieu, un tratado de gramática. En su juventud sirvió a diferentes personalidades de Italia y Francia, como a la familia Malatesta, al cardenal Luis Alemán, a los papas Martín V y Eugenio IV o al duque Amadeo VIII, y más adelante a la familia Este en Ferrara y a los Médicis en Florencia. Estos viajes le garantizaron fama y un amplio aprendizaje de corrientes y estilos. Fue el primero en componer un requiem, hoy perdido, y en basar sus misas en melodías seculares. Estableció la técnica del fauxbourdon (falso bajo) y ayudó a imponer las triadas armónicas, alejándose del austero lenguaje predominante de cuartas y quintas. El motete Nuper rosarum flores, compuesto en honor al Duomo de Florencia, basa su estructura en las proporciones de su cúpula, diseñada por Brunelleschi. Además de compositor, fue diácono y sacerdote, y cantor en la capilla papal de Roma en tiempos del Concilio de Basilea. En 1436 fue nombrado canónigo de la catedral de Cambrai. Allí fallecería, no sin antes convertir la localidad en un indispensable centro musical.

Dicen que un cuadro del pintor Jan van Eyck podría ser en realidad un retrato del compositor. En ese caso, y conociendo el impecable talento del retratista flamenco, podríamos deducir que Dufay, además de genial, era feo.

Obra destacada

• Nuper rosarum flores (Motete).

• Ave regina caelorum (Motete).

• Alma redemptoris mater (Motete).

• Missa L’homme armé.

• Missa Se la face ay pale.

• Missa Ecce ancilla domini.

• Resvellies vous et faites chiere lye (Balada).

 

DUFAY, Guillaume (c. 1397-1474)

«Binchois es uno de los más grandes compositores de canciones de todos los tiempos».

Björn Schmelzer

 

BINCHOIS, Gilles (c. 1400-1460)

Compositor franco-flamenco, es, junto al inglés John Dunstable y el borgoñón Guillaume Dufay, uno de los más importantes de la primera mitad del siglo XV.

Nació seguramente en Mons, en las proximidades de Binche, donde tal vez se formó como cantor de coro. Desempeñó varios cargos en la capilla de la corte del duque Felipe el Bueno, trabajando en la corte borgoñona durante tres décadas en una época en que la música era muy necesaria para contrarrestar la crueldad de unos tiempos cargados de muerte y epidemias. Aunque a menudo suele ser menos considerado que sus contemporáneos Dufay y Dunstable, estudios recientes indican que su influencia fue mayor, puesto que sus obras fueron plagiadas y reutilizadas frecuentemente como material sobre el que partir para la composición y arreglos de otras piezas. Su fama queda documentada por obras escritas en su honor por otros compositores: En triunphant de cruel dueil de Guillaume Dufay y Mort tu as navré de ton dart de Johannes Ockeghem. Compuso varios movimientos del ordinario de la misa, salmos, antífonas e himnos, motetes, decenas de rondós, baladas y canciones de amor y caballerías. Retirado a mediados de siglo en Soignies, región valona de Bélgica, decidieron obsequiarle con una merecida pensión.

Aunque utilizaba estructuras muy sencillas y sus trabajos carecen de diversidad en el estilo, fue uno de los mejores melodistas y tal vez el más inspirado creador de canciones del siglo XV. Especular sobre sus pómulos podría ser un error, puesto que como referencia a su fisonomía hemos de fiarnos de una miniatura pintada por algún monje hace siglos. En todo caso, el retratado y el retratista explotaron bien su vena artística.

Obra destacada

• Missa Ferialis.

• Magnificat tertii toni.

• Nove cantum melodie (Motete).

• Ave Regina caelorum (Antífona).

• Vostre tres doulx regart plaisant (Rondeau).

• Triste plaisir et doulereuse joie (Rondeau).

• Se la belle n’a le voloir (Rondeau).

• De plus en plus se renouvelle (Rondeau).

• Adieu mon amoureuse joye (Balada).

 

BINCHOIS, Gilles (c. 1400-1460)

«Fue una gran pena que un compositor de su talento debiera morir antes de cumplir 100 años».

Guillaume Crétin

 

OCKEGHEM, Johannes (c. 1410-1497)

Compositor flamenco de origen belga, el más destacado de la segunda generación de la Escuela holandesa dominante a principios del Renacimiento.

Nacido en Saint-Ghislain, Bélgica, de niño formó parte del coro de la catedral de Amberes y luego del de la capilla del duque de Borbón. Parece que fue discípulo del compositor Gilles Binchois, y sirvió a tres reyes franceses: Carlos VII, Luis XI y Carlos VIII. El primero de los tres pudo nombrarle tesorero de la Iglesia en 1459. También fue canónigo de Notre Dame de París. Josquin des Prez fue a su vez su discípulo más célebre. Curiosamente, en 1470 viajó desde Tours a España participando en una misión que hubiese podido cambiar la Historia. Si hubiera tenido éxito, Isabel la Católica se hubiese casado con Carlos, duque de Guyena y hermano del rey de Francia Luis XI; Castilla y Aragón no se hubieran unido por el matrimonio de los dos monarcas, la España cristiana no se hubiese aliado y tal vez la conquista de Granada en 1492 no hubiese sido una realidad; y si la Reconquista no hubiera tenido éxito, la reina Isabel no hubiese financiado el viaje de Cristóbal Colón que cambió la historia de España y del mundo. Murió en Tours, Francia.

Con habilidad para usar recursos técnicos muy complejos sin afectar a la belleza de sus obras, fue un genio del canon y el contrapunto, basados en la imitación melódica, y cimentaría las bases de la polifonía. Su Missa pro defunctis es el primer requiem llegado hasta nuestros días, ya que no se conserva uno anterior de Dufay. Muy respetado, a menudo se le rindieron homenajes a través de la música y la poesía, lo que deja claro su estatus como creador. Sin embargo, a nadie se le ocurrió componer una misa en nombre de su peculiar quijada, algo que aún sorprende a musicólogos y fisonomistas.

Obra destacada

• Missa pro defunctis (Requiem).

• Missa L’homme armé.

• Missa Caput.

• Missa Mi-Mi.

• Missa prolationum.

• Mort tu as navré / Miserere (Motete-chanson en honor a Binchois).

• L’autre d’antan (Chanson).

• Ma bouche rit (Chanson).

 

OCKEGHEM, Johannes (c. 1410-1497)