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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

N.º 413 - junio 2019

 

© 2012 Maya Banks

El beso de la inocencia

Título original: Tempted by Her Innocent Kiss

 

© 2011 Tessa Radley

Solo mía

Título original: Reclaiming His Pregnant Widow

 

© 2010 Robyn Grady

La fantasía de toda chica

Título original: Every Girl’s Secret Fantasy

Publicadas originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Estos títulos fueron publicados originalmente en español en 2012

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiale s, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1328-349-4

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

El beso de la inocencia

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Solo mía

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Capítulo Catorce

La fantasía de toda chica

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Capítulo Catorce

Si te ha gustado este libro…

Capítulo Uno

 

 

 

 

 

Llegaba un momento en la vida de todo hombre en el que sabía que había sido cazado. Devon Carter se quedó mirando la sortija de diamantes y supo que el suyo había llegado. Cerró la tapa y guardó el estuche de terciopelo en el bolsillo de su chaqueta.

Tenía dos opciones. Podía casarse con Ashley Copeland y conseguir su objetivo de fusionar su compañía con Hoteles Copeland para crear la mayor y más exclusiva cadena de hoteles del mundo, o podía negarse y perderlo todo. Teniendo en cuenta las circunstancias, sólo podía hacer una cosa.

El portero de su edificio en Manhattan se apresuró a abrirle la puerta mientras Devon se dirigía hacia la calle, donde le esperaba su conductor. Respiró hondo antes de meterse en el coche, y el conductor arrancó.

Esa iba a ser la noche. Era el resultado del cortejo, de incontables cenas y besos que se habían ido volviendo más apasionados. Esa noche, culminaría la conquista de Ashley Copeland, y entonces le pediría que se casara con él.

Sacudió la cabeza al reparar una vez más en lo absurdo de la situación. Personalmente creía que William Copeland estaba loco por obligar a su hija a caer en las fauces de Devon. Había intentado hacer cambiar de opinión al viejo sobre su propósito de que su hija se casara con él.

Ashley era una muchacha muy dulce, pero Devon no tenía interés en casarse. Todavía no. Quizá en cinco años. Entonces, elegiría una esposa y tendría hijos.

William tenía otros planes. Desde el momento en el que Devon se le había acercado, William había mostrado un brillo calculador en sus ojos. Ella era demasiado blanda, demasiado inocente, demasiado… todo, como para ocuparse de los negocios familiares. Estaba convencido de que cualquier hombre que mostrara interés por ella, lo haría para congraciarse con el clan Copeland y su fortuna. William quería que cuidasen a su hija y, por la razón que fuera, estaba convencido de que Devon era la mejor opción.

Así que había incluido a Ashley como parte del acuerdo. ¿La condición? Que Ashley no se enterara de ello. El viejo estaba dispuesto a entregar a su hija, pero no quería que lo supiera. Lo cual quería decir que a Devon no le quedaba más remedio que seguirle aquel estúpido juego. Recordó las cosas que había dicho y la paciencia que había tenido cortejando a Ashley. Era una persona directa y todo aquel asunto le incomodaba.

Ashley iba a pensar que hacían una pareja perfecta. Era una mujer de buen corazón que prefería pasar el tiempo en su fundación para la protección de animales que en los consejos de administración de Hoteles Copeland. Si alguna vez descubría la verdad, no se lo tomaría bien. Y no podía culparla. Devon odiaba la manipulación, y se enfadaría mucho si alguien le hiciera lo que él iba a hacerle.

–Viejo estúpido –murmuró.

El conductor se detuvo frente a un edificio de apartamentos, en el que vivía todo el clan Copeland. William y su esposa ocupaban el ático y Ashley se había mudado a un apartamento más pequeño en otro piso. Entre medias vivían otros miembros de la familia, desde primos a tíos.

La familia Copeland le resultaba extraña a Devon. Se había independizado al cumplir dieciocho años y lo único que recordaba de sus padres era la advertencia de que no se metiera en líos.

Toda la devoción que William mostraba por sus hijos le resultaba rara y le incomodaba. Sobre todo desde que William decidiera tratar a Devon como a un hijo, ahora que iba a casarse con Ashley.

Devon empezó a salir cuando vio a Ashley corriendo hacia la puerta, con una amplia sonrisa en los labios y su mirada encendida al verlo. Él se apresuró para llegar junto a ella.

–Ashley, deberías haberte quedado dentro –dijo frunciendo el ceño.

Ella rio en respuesta. Sus carcajadas sonaron frescas en mitad del sonido del tráfico. Llevaba su melena rubia suelta, sin la horquilla que solía llevar. Tomó sus manos y las apretó mientras le sonreía.

–Vamos, Devon, ¿qué puede ocurrirme? Alex está aquí y está más pendiente de mí que mi propio padre.

Alex, el portero, sonrió a Ashley. Devon suspiró y rodeó a Ashley por la cintura.

–Deberías esperarme dentro y dejar que fuera yo el que te buscara. Alex no puede cuidar de ti. Tiene otros deberes.

–Para eso estás tú, tonto. No imagino que nadie pudiera hacerme daño estando a tu lado.

Antes de que él pudiera responder, unió sus labios a los de él. Aquella mujer no sabía controlarse. Estaba montando un espectáculo.

Aun así, su cuerpo reaccionó a la pasión de su beso. Sabía dulce y resultaba inocente. Se sentía como un ogro por la farsa en la que estaba participando. Pero entonces recordó que Hoteles Copeland sería por fin suyo.

Lentamente, se apartó.

–Este no es sitio, Ashley –la reprendió–. Tenemos que irnos. Carl nos está esperando.

Se quedó seria y durante unos segundos su expresión se tornó triste, pero enseguida volvió a animarse, mostrando una alegre sonrisa en su rostro.

Devon se acomodó en el asiento trasero junto a Ashley y ella enseguida se acurrucó a su lado.

–¿Dónde vamos a cenar hoy? –preguntó ella.

–He preparado algo especial.

–¿El qué? –preguntó, abalanzándose sobre él.

–Ya lo verás.

Oyó su suspiro de desesperación y la sonrisa de Devon se ensanchó. Una cosa a favor de Ashley era que era muy fácil de contentar. Estaba acostumbrado a mujeres que protestaban cuando no se cumplían sus expectativas. Por desgracia, las mujeres con las que solía estar tenían altas y caras expectativas. Ashley parecía contentarse con cualquier cosa. Estaba seguro de que el anillo que había elegido le gustaría.

Ella se acomodó a su lado y apoyó la cabeza en su hombro. Sus espontáneas muestras de afecto seguían incomodándolo. No estaba acostumbrado a gente tan abierta. Cuando se casaran, le diría que contuviera un poco su entusiasmo.

Unos minutos más tarde, Carl se detuvo en el edificio de Devon y salió para abrir la puerta. Devon salió y le ofreció la mano a Ashley para ayudarla.

–Esta es tu casa –comentó ella, enarcando una ceja.

–Así es. Venga, la cena nos está esperando.

Pasó junto a ella por la puerta y se dirigieron al ascensor. Subieron y la puerta se abrió al vestíbulo de su apartamento. Para su satisfacción, todo estaba como lo había planeado.

La iluminación era tenue y romántica. Sonaba jazz de fondo y la mesa estaba dispuesta junto a la ventana, mirando hacia la ciudad.

–¡Oh, Devon! Esto es perfecto.

Una vez más se arrojó a sus brazos y lo abrazó. Cada vez que lo abrazaba, sentía una extraña sensación en su pecho. Se soltó de su abrazo y la llevó hasta la mesa. Le apartó la silla y luego abrió la botella de vino y sirvió dos copas.

–¡La comida sigue caliente! –exclamó ella, tocando su plato–. ¿Cómo lo has conseguido?

–Con mis superpoderes –contestó él sonriendo.

–Me gusta la idea de un hombre con superpoderes para cocinar.

–Alguien me ha ayudado mientras iba a recogerte.

Ella arrugó la nariz.

–Eres muy antiguo, Devon. No había motivo para que fueras a buscarme si íbamos a pasar la noche en tu apartamento. Podía haber tomado un taxi o haberle pedido al chófer de mi padre que me trajera.

Devon parpadeó sorprendido. ¿Antiguo? Lo habían llamado muchas cosas, pero nunca antiguo.

–Un hombre ha de estar pendiente de las necesidades de su chica. Ha sido un placer ir a buscarte.

Ella se sonrojó y le brillaron los ojos.

–¿Lo soy?

–¿Que si eres qué? –preguntó él, ladeando la cabeza mientras dejaba en la mesa la copa de vino.

–Tu chica.

Nunca se había considerado un hombre posesivo, pero ahora que había decidido que se convirtiera en su esposa, había descubierto que lo era.

–Sí, y antes de que acabe la noche, no te quedará ninguna duda de que me perteneces.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo a Ashley. ¿Cómo iba a concentrarse en la cena después de semejante afirmación? Devon se quedó mirándola desde el otro lado de la mesa como si fuera a saltar en cualquier comento.

Se sentía como una presa. Era una sensación deliciosa, en absoluto amenazante. Estaba deseando que llegara el momento en el que Devon diera un paso adelante en su relación.

Lo deseaba, a la vez que lo temía. ¿Cómo estar a la altura de un hombre que era capaz de seducir a una mujer con tan sólo un roce y una mirada? Había sido todo un caballero durante el tiempo que llevaban saliendo. Al principio, sólo le había dado besos inocentes, pero con el tiempo se habían vuelto más apasionados.

Otro escalofrío la recorrió por culpa de aquellos pensamientos. ¿Tendría planeado hacerla suya esa noche?

–¿No vas a comer? –le preguntó Devon.

De nuevo, se quedó mirando el plato. Sentía la boca seca y se estremeció expectante. Movió la gamba con el tenedor para mojarla en la salsa, y lentamente se la llevó a los labios.

–¿No eres vegetariana, verdad?

Ella sonrió al ver su expresión, como si la idea acabara de ocurrírsele. Se metió la gamba en la boca y masticó mientras volvía a dejar el tenedor. Después de tragársela, le tomó la mano.

–Te preocupas demasiado. Si fuera vegetariana, ya te lo habría dicho. Mucha gente cree que no como carne por mi vinculación con la asociación de protección de animales –dijo ella y al ver la expresión de alivio de Devon, sonrió de nuevo–. Como pollo y pescado. No me gusta demasiado el cerdo y menos aún la ternera, el foie gras y cosas por el estilo. La idea de comer hígado de pato me revuelve el estómago.

–Tendré en cuenta tus preferencias culinarias para no servírtelas –dijo él con solemnidad.

–¿Sabes una cosa, Devon? –dijo sonriendo–. No eres tan estirado como la gente piensa. Lo cierto es que tienes un gran sentido del humor.

–¿Estirado? –preguntó, levantando una ceja–. ¿Quién piensa que soy un estirado?

Consciente de que había metido la pata, se metió otra gamba en la boca.

–Nadie. Olvídalo.

–¿Alguien te ha prevenido contra mí?

La repentina tensión en su tono de voz hizo que se sintiera incómoda.

–Mi familia se preocupa por mí –contestó Ashley–. Son muy protectores, demasiado –concluyó.

–¿Tu familia te ha dicho que tengas cuidado conmigo?

–Bueno, no exactamente. Desde luego que mi padre no. Él cree que puedes tocar la luna. Mi madre también está de acuerdo con la relación, pero creo que es porque mi padre la aprueba.

Devon se relajó en su asiento.

–Entonces, ¿quién?

–Mi hermano quiere que tenga cuidado, pero has de entender que siempre que he salido con alguien me ha dicho lo mismo.

De nuevo, Devon arqueó una ceja mientras se llevaba la copa de vino a la boca.

–Ya.

–Sí, ya sabes, eres un mujeriego. Tienes una mujer diferente cada semana. Piensa que lo único que quieres es llevarme a la cama.

Ashley sintió que las mejillas le ardían e inclinó la cabeza.

–Parece el típico hermano mayor –dijo Devon–. Y tiene razón en una cosa: quiero meterte en mi cama. La diferencia es que una vez te tenga en ella, vas a quedarte ahí.

Ashley se quedó sorprendida. Él sonrió con aplomo.

–Acaba de comer. Quiero que disfrutes la cena. Más tarde, disfrutaremos el uno del otro.

Siguió comiendo mecánicamente, sin reparar en el sabor. ¿Qué hacían las mujeres en situaciones como aquella? Estaba con un hombre decidido a llevársela a la cama. ¿Debería mostrarse fría o ponerse a la defensiva?

Contuvo la risa. Estaba empezando a perder la cabeza.

Unas manos fuertes la tomaron por los hombros. Ashley echó hacia atrás la cabeza y vio a Devon a su espalda. ¿Cómo había llegado hasta allí?

–Relájate, Ashley –dijo suavemente–. Estás muy tensa. Ven aquí.

Con piernas temblorosas, se puso de pie. Él le acarició la mejilla con un dedo y luego le apartó un mechón de pelo de la frente. Por último, dibujó una línea por su cara hasta llegar a los labios mientras acercaba su cuerpo al de ella.

La rodeó por la cintura con un brazo y con la otra mano la tomó por la nuca. Esa vez, cuando la besó, no hubo la contención que había visto otras veces. El beso fue ardiente y arrollador. ¿Cómo podía un beso provocarle aquel efecto?

Con la lengua rozó los labios de Ashley, suavemente al principio y con más fuerza después, haciendo presión para que abriera la boca. Ella se relajó y se dejó llevar por su abrazo. Oía sus latidos en las sienes, en el cuello y en lo más profundo de su cuerpo. Deseaba a aquel hombre. A veces le daba la sensación de que llevaba toda la vida esperándolo. Era perfecto.

–Devon –susurró–. Hay algo que tengo que decirte, algo que debes saber.

Él frunció el ceño y buscó sus ojos.

–Adelante, cuéntame lo que quieras.

Ashley tragó saliva, pero sintió que el nudo de su garganta había crecido. Nunca había imaginado que fuera tan difícil decirlo y se sintió como una tonta. Quizá no debería decir nada y dejar que las cosas ocurrieran. Pero, no, aquella iba a ser una noche especial y Devon debía saberlo.

–Yo… Nunca he hecho esto –dijo nerviosa, aferrándose a su brazo–. Lo que quiero decir es que nunca he hecho el amor con un hombre. Eres el primero.

Algo oscuro y primitivo brilló en sus ojos. Al principio no dijo nada. Luego, la besó con ansia, devorando sus labios. A continuación se apartó y una expresión de satisfacción asomó a su rostro.

–Me alegro. Después de esta noche serás mía, Ashley. Me alegro de ser el primero.

–Yo también –murmuró ella.

La intensidad de su expresión se suavizó. Se inclinó hacia delante y la besó en la ceja. Se quedó así durante largos segundos antes de tomarla por los hombros.

–No quiero que tengas miedo. Seré muy suave contigo, cariño. Quiero que disfrutes cada momento.

Ella se puso de puntillas y lo rodeó por el cuello.

–Entonces, hazme el amor, Devon. Llevo mucho tiempo esperando por ti.

 

 

Ashley se quedó mirando a Devon, sin saber qué hacer. Él no tenía ese problema. Le dio otro beso en la frente antes de tomarla en sus brazos y llevarla hasta el dormitorio principal del apartamento. Ella suspiró y apoyó la cabeza en su hombro.

–Siempre soñé con que me llevaran en brazos a la cama cuando llegara el momento. Seguramente parezco tonta.

–Me alegro de poder cumplir tus fantasías antes incluso de desnudarte.

Ella se sonrojó ante la idea de que la desnudara.

Después de escuchar a muchas chicas en el instituto y en la universidad hablar sobre lo mediocre que habían sido sus primeras veces, Ashley se había prometido que su experiencia sería diferente. Quizá al final había sido demasiado quisquillosa, pero se había empeñado en elegir el momento y el hombre adecuado. Así que estaba contenta porque no podía ser alguien más perfecto que Devon Carter.

La dejó junto a la puerta y ella miró nerviosa a su alrededor. El dormitorio era grande. La cama era enorme también. Parecía hecha a medida. ¿Quién necesitaba una cama tan grande?

–Voy a desnudarte, cariño –dijo él con voz sensual–. Lo haré lentamente. Si te sientes incómoda en algún momento, detenme. Tenemos toda la noche. No hay ninguna prisa.

Su corazón se derritió ante la dulzura de su voz. Parecía paciente y aunque lo agradecía, estaba deseando que se diera prisa.

«Sólo hay una primera vez», se dijo reprendiéndose.

–Date la vuelta para que pueda quitarte el vestido.

Lentamente se dio la vuelta y cerró los ojos, mientras él le apartaba el pelo hacia un lado para abrirle la cremallera. Unos segundos después, el sonido de la cremallera al bajar fue lo único que se escuchó en la habitación.

Ashley se sujetó el vestido sin tirantes justo antes de que cayera. Devon la tomó por los hombros desnudos y la besó en el cuello.

–Relájate.

Era fácil para él decirlo. Seguramente lo había hecho cientos de veces. Aquella idea no le agradaba y se prometió no pensar en cuántas amantes habría tenido.

Devon la hizo girarse y esbozó una sonrisa que la derritió por dentro. Lentamente la hizo soltar el vestido hasta que cayó al suelo, dejándola en bragas.

Se sonrojó. ¿Por qué no se había puesto un sujetador sin tirantes? Se sentía como una fresca por no llevar nada, pero tampoco tenía tanto pecho y el vestido le sentaba como un guante.

Tampoco sabía que la iba a seducir esa noche. Lo había deseado todas las veces que Devon la había invitado a salir, pero había dejado de predecir cuándo llegaría ese momento.

–Muy sexy –dijo recorriéndola con la mirada de arriba abajo.

Por suerte se había puesto unas bragas sexys de encaje y no las blancas de algodón blanco que solía llevar.

–Estás muy guapa.

Su temblor se atenuó, absorbida por la expresión de su mirada. Los ojos no mentían y podía ver la excitación y el deseo en los suyos.

Devon la tomó por los hombros y suavemente tiró de ella para volver a besarla de nuevo. En segundos, el beso pasó de ser feroz a tierno, como si le estuviera diciendo que no iba a abrumarla.

Aunque fuera virgen, el deseo y la excitación no le eran desconocidos. Devon, con una intensidad que rayaba la obsesión, se había convertido en una fantasía que no la dejaba dormir por las noches.

Ya había sido tentada en el pasado. Otros hombres la habían cortejado. Por algunos no había sentido ningún deseo, pero por otros había experimentado interés y se había preguntado si aquello conduciría a una relación sexual. Al final, nunca había estado segura y se había negado a dar el paso.

Con Devon, eso no le había pasado. Desde el primer momento en el que se había presentado con su voz sensual y profunda, había sabido que estaba perdida. Había pasado las últimas semanas deseando que llegara aquella noche. Ahora que había llegado, todo su cuerpo deseaba que la hiciera suya.

Él se separó un momento y ella se quedó mirándolo con ojos vidriosos. Devon le acarició una mejilla con un dedo. Luego, volvió a besarla una y otra vez. Sus besos eran ardientes. Deslizó la lengua entre sus labios y jugueteó con la suya. Su sabor era cálido y exquisito, haciéndola desear más. Devon dejó escapar un gemido y suspiró junto a su rostro.

–Me vuelves loco.

Ella sonrió y su nerviosismo se calmó. El hecho de que provocara aquel efecto en un hombre tan guapo y atractivo, aumentaba su autoestima.

Continuó besándola por el cuello. Un escalofrío de placer le recorrió los hombros. Sus labios continuaron bajando por la curva de sus hombros hacia el pecho.

Se puso de rodillas frente a ella y su boca quedó a la altura del pezón. Ashley contuvo la respiración, deseando que la acariciara. Le daba igual si era con la boca, los labios o la lengua.

Él bajó la cabeza y la besó en el ombligo. Luego subió unos centímetros y continuó el recorrido entre sus pechos hasta que finalmente la besó encima del corazón.

Una sonrisa se dibujó en los labios de Devon.

–Tu corazón late deprisa –murmuró.

Ella continuó en silencio. No hacía falta decir nada. El corazón estaba a punto de salírsele del pecho. Pero sus manos no podían estarse quietas. Tenía los dedos hundidos en los mechones de su pelo castaño. Según la luz, sus ojos se veían ámbar, dorados, marrones…

Acarició su pelo. Lo llevaba algo revuelto. Prestaba tan poca atención a su pelo como lo hacía a otras cosas que consideraba sin importancia.

Devon levantó la mirada.

–¿Estás asustada?

–Aterrada –admitió.

Su mirada se dulcificó y la rodeó con los brazos, atrayéndola hacia él. La sensación de su cuerpo desnudo contra el suyo vestido, hizo que sintiera un estremecimiento.

–Estaría menos asustada si estuvieras desnudo.

Él parpadeó sorprendido y luego rió, echando la cabeza hacia atrás.

–Está bien –dijo poniéndose de pie ante ella–. Me alegra complacerte.

Ella se pasó la lengua por los labios húmedos, mientras él se apartaba y empezaba a desabrocharse la camisa. Luego, se quitó los gemelos antes de sacarse las mangas.

Ella permaneció quieta, disfrutando. Estaba en buena condición física, pero sin que su musculatura resultara excesiva. Un racimo de rizos salpicaba su pecho y una suave línea de vello bajaba por su abdomen y desaparecía bajo la cintura de los pantalones.

Deseaba acariciarlo, tenía que acariciarlo. Cerró los puños y frunció el ceño. No había reglas en la seducción, ¿no? Podía tocar. No había ninguna razón para permanecer quieta como una estatua mientras él hacía todo el trabajo.

Estaba empezando a desabrocharse los pantalones cuando ella deslizó las manos por su pecho y sus hombros. Él se quedó quieto y por unos instantes cerró los ojos.

Su respuesta la fascinó. ¿Le producían sus caricias tanto placer como a ella las suyas? Una sensación de poder la invadió. Se acercó aún más, deseando sentir su piel desnuda junto a la suya. Dejó escapar un gemido cuando sus senos rozaron su pecho. Fue una sensación eléctrica que la hizo desear más, mucho más.

–¿Qué estás haciendo? –preguntó con voz quebrada.

–Pasármelo bien.

Él sonrió y permaneció quieto, con las manos en la cremallera del pantalón. Ashley le acarició con las manos abiertas el pecho, explorando cada músculo y disfrutando del contraste de la fortaleza de Devon y de la delicadeza de su propio cuerpo.

–Quítatelos –susurró.

–¿Acaso la tímida virgen se ha vuelto toda una seductora?

Justo en aquel instante se sonrojó y entonces él sonrió y soltó sus pantalones para tomar su rostro entre las manos. Luego la besó, tirando con fuerza de sus labios.

El repentino nerviosismo hizo que sus manos se movieran con torpeza, mientras buscaba sus pantalones. Él permaneció paciente, acariciando su rostro, con los ojos fijos en los de ella mientras Ashley le bajaba los pantalones.

Tragó saliva y se aventuró a mirar allí donde su erección se adivinaba bajo los calzoncillos. Eran unos sencillos calzoncillos bóxers. Se había imaginado algo más… Bueno, no se lo había imaginado con unos calzoncillos tan sencillos, claro que no era un hombre que se complicara la vida. Sí, llevaba ropa cara, pero era ropa cómoda. Sólo se sabía que era cara al ver la etiqueta.

Dicho de otra manera, Devon Carter era un hombre que había hecho dinero, pero que no se preocupaba en aparentarlo. En público, solía estar a la defensiva, como si quisiera guardar las distancias. Le entusiasmaba que confiara en ella lo suficiente como para mostrarle su lado más íntimo.

–Acaríciame –dijo en aquel tono sensual que la hacía derretirse.

A tientas, metió la mano bajo la cintura de su ropa interior y siguió bajando hasta que se encontró con la aterciopelada dureza de su erección. Animada por la expresión de deseo de sus ojos, rodeó con sus dedos la base y lentamente los deslizó hacia arriba, recorriendo su longitud.

Devon soltó su rostro e impacientemente se bajó los calzoncillos hasta quedar completamente desnudo, mientras ella continuaba acariciándolo suavemente. Aunque no tenía nada con lo que compararlo salvo algunas fotos que había visto, parecía tener un tamaño adecuado. Al menos, no parecía tan grande como para temer un problema de compatibilidades.

La tomó de las muñecas y le apartó las manos de su erección, aprisionándoselas contra el pecho.

–Cariño, me estás volviendo loco. Se supone que era yo el que iba a seducirte y sin embargo eres tú la que me esclaviza con cada caricia.

Ella se sonrojó de placer. La besó de nuevo y la abrazó, haciéndola caminar de vuelta a la cama. La detuvo cuando sus piernas estuvieron a punto de rozar la colcha. Luego, la rodeó por la cintura y la echó hacia atrás hasta tumbarla en el colchón.

La expresión de Devon se tornó seria. Con suavidad, le apartó un mechón de pelo de la frente con un movimiento suave.

–Si en algún momento hago algo que te asuste, dímelo y me pararé. Si quieres que vaya más despacio, dímelo también.

–¡Oh! –exclamó, incapaz de decir nada por el nudo que se le había formado en la garganta.

Tiró de él para que la besara. Se sentía torpe, pero no parecía importarle. Le habría gustado mostrarse más desinhibida, pero no tenía experiencia y no se arrepentía de haber esperado hasta ese momento.

–Te quiero –susurró Ashley, incapaz de contener por más tiempo aquellas palabras. Devon se quedó inmóvil y, por un momento, Ashley temió haber roto la magia del momento. Se apartó con los ojos abiertos como platos, buscando en su rostro alguna reacción, alguna indicación de que había traspasado alguna barrera prohibida.

Estaba convencida de que había echado a perder el momento más excitante y maravilloso de su vida por ser una bocazas. Nunca había sido capaz de contenerse.

–¿Devon?

Le temblaron los labios y empezó a apartarse, sintiéndose avergonzada.

En vez de contestarla, Devon se echó sobre ella y comenzó a devorarle los labios. Luego, metió la lengua en su boca y empezó a jugar con la suya.

Su cuerpo volvió a la vida y se arqueó contra él. Ashley lo rodeó por el cuello mientras Devon la estrechaba contra él. Sus cuerpos estaban tan ardientes como su boca. Entre sus piernas, Ashley sintió su erección.

Devon agitó las caderas, como si fuera incapaz de contener el deseo de hundirse en ella. Ashley jadeó excitada, llevada por el miedo y la excitación. Su boca y sus manos estaban por todas partes. Era un asalto sensual a sus sentidos. Las suaves caricias se mezclaban con toques más firmes. Tiró de ella hacia abajo hasta que pudo tomar uno de sus pezones en la boca. Luego, lo acarició con la punta de la lengua.

Ashley dejó escapar un grito, llevada por el efecto de aquel simple roce. El placer la invadía y se estremeció con violencia, clavándole las uñas.

No satisfecho con la intensidad de su reacción, volvió a tomar su pezón en la boca y lo chupó con fuerza.

Ashley sintió que la visión se le nublaba. Respiró hondo, pero no parecía capaz de llenar de aire sus pulmones. Aquello era el paraíso. Ni siquiera encontraba las palabras para describir aquella increíble sensación que le provocaba su boca lamiéndole el pecho.

Entonces, Devon deslizó una mano entre ellos, por su ombligo y más abajo.

Ashley contuvo la respiración mientras sus dedos acariciaban sus pliegues hasta dar con el centro de su placer. Sabía mejor que ella cómo satisfacerla, dónde y cómo tocarla. Cada caricia la elevaba a nuevas alturas. Entonces, Devon cerró los ojos y empujó con sus caderas, hundiéndose en ella centímetro a centímetro. En un momento dado se detuvo y ella se agitó, protestando.

–Calla –murmuró, y la besó en la comisura de los labios–. Dame un momento. No quiero hacerte daño. Es mejor acabar con ello cuanto antes.

Ashley asintió, mientras él se separaba para volver a hundirse de nuevo.

Abrió los ojos como platos y un grito ahogado escapó de su garganta. Estaba intentando controlar los sentimientos contradictorios que la embargaban.

Podía sentirlo en su interior. Lo tenía sujeto. No podía distinguir si la sensación ardiente de su interior era de placer o de dolor. Quería más, necesitaba más.

Gimió suavemente y se agitó. Quería algo que no sabía describir.

–Despacio.

La besó, acariciando su lengua con la suya, y el beso se volvió más apasionado. Levantó su cuerpo separándolo del de ella y arqueó las caderas antes de embestirla de nuevo.

Luego volvió a bajar, apoyándose en los codos, sin apartar la mirada de la suya.

–¿Estás bien?

–Muy bien –contestó ella sonriendo.

–Eres preciosa, inocente, perfecta… Toda mía.

El tono posesivo en su voz la hizo estremecer y otra sacudida de placer recorrió su cuerpo.

–Sí, toda tuya –susurró.

–Dime si te queda mucho. Quiero que nos corramos a la vez. No puedo esperar mucho más.

–Entonces no lo hagas.

Su voz tembló. Apenas podía pensar, mucho menos hablar. Tenía el cuerpo rígido. Sus sentidos estaban alterados y estaba a punto de dejarse llevar. Un solo roce, una caricia más y…

La abrazó y volvió a hundirse en ella. La obligó a separar los muslos un poco más, se hundió más profundamente y Ashley perdió el control. Era la sensación más bonita y espectacular que podía haber imaginado. Superaba con creces sus fantasías eróticas.

Cuando volvió a recobrar la cordura, estaba rodeada por los brazos de Devon, que la besaba suavemente en el cuello. Estaba encima de él. Tenía el pelo hacia un lado mientras él acariciaba la curva del hombro.

Ashley levantó la cabeza para mirarlo, sintiéndose algo aturdida.

–¿Cómo he acabado aquí?

Él sonrió y deslizó las manos por el cuerpo desnudo de Ashley, hasta detenerse en su trasero.

–Yo te puse ahí. Me gusta tenerte encima. Creo que podría acostumbrarme.

–¡Oh!

–¿Te has quedado sin palabras? ¿Tú?

Lo miró contrariada, pero no pudo replicar nada. Era demasiado evidente que se había quedado muda.

Devon sonrió y tiró de ella. Ashley se colocó sobre él y disfrutó de sus caricias en la espalda.

–¿Te he hecho daño?

Ella sonrió al percibir preocupación en su tono de voz.

–No, ha sido perfecto, Devon, tan perfecto que no encuentro palabras para describirlo. Gracias.

Le apartó un mechón de pelo y jugueteó con él entre sus dedos.

–¿Gracias? Creo que ninguna mujer me había dado las gracias después de tener sexo.

–Has hecho que mi primera vez fuera especial.

–Me alegro –dijo, y la besó en la cabeza.

Ella bostezó y se acomodó a su lado.

–Duérmete –susurró él–. Quiero que duermas aquí esta noche.

Le pesaban los ojos y estaba durmiéndose cuando reparó en lo que le acababa de decir.

–Yo también quiero dormir aquí.

Sus dedos se quedaron quietos entre su melena y luego empezó a acariciarle el cuerpo de un modo posesivo.

–Eso está bien, Ashley, porque de ahora en adelante dormirás cada noche en mi cama.

Capítulo Dos

 

 

 

 

 

Devon se despertó con la extraña sensación del cuerpo de una mujer junto al suyo. No sólo a su lado, sino completamente rodeándolo.

Ashley estaba aferrada a él, con las piernas entrelazadas con las suyas. Sus senos descansaban sobre su pecho, tenía un brazo atravesando su cuerpo y el rostro hundido en su cuello.

Le gustaba.

Permaneció tumbado mientras observaba el subir y bajar de su cuerpo, al compás de su respiración. Su belleza radicaba en su sencillez. Se la podía distinguir entre una multitud. Era extremadamente natural. Quizá demasiado exuberante y desenfrenada, pero con el tiempo y la orientación adecuada, podía llegar a ser una esposa y madre excelentes.

Acarició con la punta de los dedos su brazo. Estaba pálida, pero no tanto como para parecer enferma. Era evidente que no se exponía al sol y aunque se ponía maquillaje cuando salían, no se ponía tanto como para transformarse en alguien diferente. Un poco de pintalabios y un toque de rímel para alargar las pestañas parecía ser todo lo que usaba, claro que tampoco era un experto en asuntos femeninos.

Le gustaba que no fuera cómplice del ridículo plan de su padre, aunque él pensaba que lo mejor para todas las partes involucradas era conocer la historia completa desde el principio.

A su parte canalla le gustaba que sintiera afecto por él, que sus sentimientos estuvieran libres de maquinaciones. Si las palabras que había dicho Ashley la noche anterior no eran el resultado de sentirse abrumada por la situación, «afecto» era un término equivocado. Había dicho que lo quería. Eso complicaba el asunto y le daba cierta dosis de satisfacción.

Mientras que para él el matrimonio era un asunto de necesidad, conveniencia y una oportunidad de conseguir una exitosa fusión empresarial, la idea de que ella accediera a casarse por las mismas razones lo incomodaba inmensamente. Aunque lo convertía en un hipócrita, le gustaba que quisiera casarse con él porque lo deseaba e incluso porque lo quería.

Antes, tenía que acabar con los preliminares. Uno de ellos era hacer oficial su compromiso. Ella no lo sabía todavía, pero en breve se convertiría en la señora de Devon Carter.

Con cuidado, se soltó de sus brazos y piernas. Estaba profundamente dormida, así que no tenía de qué preocuparse.

Se levantó, se puso un albornoz y miró hacia la cama. Por unos segundos, se quedó paralizado ante su imagen. El sol entraba por la ventana y la bañaba con sus rayos. Tenía la melena rubia revuelta y extendida sobre la almohada. Uno de sus brazos impedía la visión completa de sus pechos, pero justo por debajo del codo asomaba un pezón. La sábana llegaba hasta sus nalgas, dejando ver el hoyuelo del final de su espalda. Sin ninguna duda, era muy hermosa. Y ahora era suya.

Metió la mano en el bolsillo de la chaqueta que se había puesto la noche anterior y, antes de salir de la habitación, sacó el estuche con el anillo. Cuando se despertara, llevaría a cabo la siguiente parte del plan que cuidadosamente había orquestado.

 

 

Ashley se estiró y la luz del sol la cegó durante unos instantes. Mantuvo los ojos cerrados unos segundos, disfrutando de la calidez y bienestar que le proporcionaba aquella suntuosa cama, la de Devon.

Suspiró alegre. Había perdido su virginidad de la manera más maravillosa. Era imposible que todo hubiera ido mejor. Había sido una noche increíble: cena romántica para dos, Devon comiéndosela con aquella mirada mágica y murmurando que iba a hacerla suya. Sí, una noche perfecta.

Entonces se dio cuenta de que ya no estaba en la cama con ella y frunció el ceño. Lo vio de pie al otro lado de la habitación, observándola. Llevaba un albornoz que dejaba ver su pecho desnudo. Estaba apoyado en el marco de la puerta del baño y la miraba. Por alguna razón, eso la hizo estremecerse.

Algo de color le llamó la atención y al bajar la vista vio una rosa roja sobre la sábana, a su lado. Pero fue la pequeña tarjeta junto a un espectacular anillo de diamantes lo que la dejó sin aliento.

Sintió que la sangre se le subía a la cabeza y se quedó mirando boquiabierta. Se apoyó en un codo para levantarse y tomó el anillo. Le temblaban las manos tanto que a punto estuvo de dejar caer el estuche de terciopelo.

Volvió a mirar la nota y después a él, como si temiera que se hubiera ido y todo hubiera sido producto de su imaginación. Pero seguía allí, con su sonrisa iluminando sus rasgos.

–¿De verdad? –preguntó Ashley susurrando.

Él asintió y su sonrisa se amplió aún más.

–De verdad.

Dejó la rosa, el anillo y la nota y saltó de la cama para lanzarse a sus brazos. Devon dio un paso atrás y rió mientras ella lo besaba por la cara hasta terminar en sus labios.

–Sí, oh Dios mío, claro que sí.

La sujetó por detrás antes de que pudiera tirarle y caer al suelo. Luego la levantó y sus ojos quedaron a la misma altura.

–Ya sabes que es tradición poner el anillo.

Ashley miró hacia la cama.

–Oh, Dios mío, ¿dónde está?

Devon la llevó hasta la cama y la dejó al borde mientras tomaba el anillo. Unos segundos después, le tomó la mano y le puso el anillo en el dedo. Ella contuvo la respiración al ver el diamante brillando bajo la luz del sol.

–Oh, Devon, es precioso.

Lanzó los brazos alrededor de su cuello y lo abrazó con fuerza.

–Te quiero mucho. No puedo creer que tuvieras todo esto planeado.

–No quiero un noviazgo largo.

–Yo tampoco.

–De hecho, quiero que nos casemos enseguida –añadió sin dejar de mirarla.

Ella frunció el ceño y se mordió el labio inferior.

–No me importaría. Quiero decir si dependiera de mí, pero no sé cómo va a tomárselo mi familia. Mi madre querrá una gran boda. Soy su única hija.

Devon le acarició la mejilla.

–Deja que me encargue de tu familia. Te aseguro que estarán de acuerdo conmigo. Tendremos una gran boda y tu madre se sentirá satisfecha. Ya verás cómo les parecerán bien nuestros planes.

Estaba tan contenta que apenas podía estarse quieta.

–¡Estoy deseando contárselo a todo el mundo! ¿No es increíble? Todo el mundo se alegrará por mí. Sé que papá estaba deseando que encontrara al hombre ideal y sentara la cabeza. Siempre dice que soy muy inquieta, pero es que soy joven.

–¿Estás diciendo que no quieres casarte?

Ashley se quedó mirándolo sorprendida.

–¡No! Eso no es lo que estaba diciendo. Iba a decir que estaba esperando al hombre perfecto, a ti.

–Eso es lo que quería oír –murmuró él.

Devon la besó.

–¿Qué te parece si te das un baño para recuperarte de toda la actividad de anoche y luego desayunamos juntos?

Ashley se puso roja, pero asintió deseando hablar de su futuro. La señora de Devon Carter. Le gustaba cómo sonaba. Y el anillo… Bajó la mirada, paralizada por la belleza del diamante que le adornaba el dedo.

–¿Te gusta? –preguntó Devon en tono burlón.

Ella levantó la mirada y lo miró seria.

–Me encanta, Devon. Es precioso. Pero no tenías que haberme regalado algo tan caro. Me hubiera gustado cualquier cosa viniendo de ti.

Él sonrió.

–Lo sé, pero quería que fuera algo especial.

Ashley sintió que el corazón le daba un vuelco.

–Gracias. Es perfecto, todo es perfecto.

Volvió a besarla apasionadamente y cuando volvió a abrir los ojos, su mirada brillaba de deseo.

–Vete al baño antes de que me olvide del desayuno y te vuelva a hacer el amor. Ahora, saca tu bonito trasero de la cama y vete al baño. Desayunaremos en cuarenta y cinco minutos. Tienes tiempo para relajarte en la bañera.

 

 

–Bueno, por fin vas a dar el paso –dijo Cameron Hollingsworth mirando desde el otro lado de la habitación hacia donde estaba Ashley con otras mujeres.

Devon dio un sorbo a su vino, pero apenas notó su sabor. Seguía distraído. Aun así, se obligó a beber, confiando en tranquilizarse. Él mismo iba a hacer el anuncio oficial en unos minutos. El padre de Ashley había querido hacer los honores, pero Devon prefería hacerlo él. William Copeland ya había participado mucho orquestando la relación de Devon con Ashley. En adelante, las cosas se harían a su manera.

Aunque todos los asistentes eran conscientes de que habían sido invitados a una fiesta de compromiso, Ashley había insistido en esperar a que llegaran todos los invitados para anunciar el compromiso.

–¿Te estás arrepintiendo? –preguntó Cameron–. Apenas has hablado desde que he llegado.

–No, ya está todo decidido. No hay marcha atrás. Lo único que queda es que Copeland firme el acuerdo. Después de la ceremonia, enviará los últimos documentos y llevaremos a cabo la fusión. Quiero reunirme con Ryan, Rafe y contigo en cuanto vuelva de la luna de miel.

Cameron arqueó una ceja.

–¿Luna de miel? ¿De verdad te vas a ir de luna de miel?

–Sólo porque este matrimonio sea parte de un acuerdo no significa que Ashley no vaya a tener una gran boda o una luna de miel.

Cameron se encogió de hombros.

–Buena idea. Hazla feliz. Si ella es feliz, su padre también. Ya sabes lo que dicen de las hijas de papá.

–No seas imbécil –dijo Devon frunciendo el ceño–. Ella…

–¿Ella qué?

–Escucha, no tiene ni idea de lo que va a hacer su padre. Cree que ha sido un cortejo romántico que ha terminado en una proposición de matrimonio también muy romántica. Si no la llevo de luna de miel, va a parecer raro.

–Esto no puede terminar bien. Recuerda mis palabras. Algo saldrá mal, amigo mío.

–¿Alguien te ha dicho alguna vez que eres un aguafiestas?

Cameron levantó las manos, rindiéndose.

–Tan sólo quiero advertirte. Deberías contarle la verdad. A ninguna mujer le gusta que la engañen.

–¿Y que me mande al infierno con mi proposición matrimonial?

Devon suspiró y sacudió la cabeza. Sabía que Cameron las había pasado canutas. No podía culpar a su amigo por su ironía. Pero no estaba de humor para escucharlo en aquel momento.

–Este acuerdo es muy importante para todos nosotros, no sólo para mí –continuó al ver que Cameron permanecía callado–. Hubiera preferido no tenerme que casar, pero Ashley es una buena chica. Será una buena esposa y una buena madre. Todo el mundo conseguirá lo que quiere. Ryan, Rafe, tú y yo, además de Ashley y su padre. Todo el mundo estará feliz.

–Como quieras. Ya sabes que te apoyo. Pero recuerda esto: no hace falta que te cases para que esto funcione. Podemos encontrar otra compañía. Ya hemos tenido contratiempos antes. Ninguno queremos que te conviertas en un mártir por la causa.

–Estoy bien, Cameron. No hay amor en mi vida, ni ninguna otra mujer en escena. No hay nadie con quién quisiera casarme. Estaré bien con Ashley, deja de preocuparte.

Cameron miró su reloj.

–Tu novia está mirando hacia aquí. Creo que ha llegado el momento.

Devon miró hacia donde estaba Ashley rodeada de amigos y familiares. Era incapaz de saber quién era quién ya que eran muchos. Ella sonrió y le saludó con la mano antes de indicarle que se acercara.

Devon le dio su copa de vino a Cameron y atravesó varios grupos hasta llegar junto a Ashley.

Estaba radiante esa noche. Lucía una sonrisa cautivadora.

Tan pronto como se acercó, ella le tomó de la mano y lo integró en su círculo. Sonrió a cada una de las mujeres, pero sus nombres y rostros se mezclaron. Después de unos minutos, se inclinó y le habló a Ashley al oído.

–Ha llegado el momento, ¿no te parece?

Ella se estremeció de la emoción. Sus ojos se iluminaron y le apretó la mano mientras le sonreía.

–Disculpen, señoras –dijo llevándose a Ashley hacia donde estaba Cameron.

No había nadie cerca de Cameron. Provocaba ese efecto en la gente. Era el sitio perfecto para reclamar atención y anunciar el compromiso.

–Hola, Cameron –dijo Ashley una vez llegaron junto a su amigo.

Soltó la mano de Devon y lanzó los brazos alrededor del cuello de Cameron, que sonrió y sacudió la cabeza, tentado de librarse de su abrazo.

–Hola, Ashley –dijo antes de darle un beso en la mejilla–. Quédate a mi lado mientras Devon hace el ridículo.

Devon miró a Cameron antes de tomar de la mano a Ashley y acercarla a su lado.

–¿Estás de broma? –preguntó Devon–. ¿Quieres que golpee la copa de vino para llamar la atención?

Cameron se encogió de hombros y guardó la cuchara. Luego se llevó el dedo a los labios y chistó.

–Escuchadme todos, prestadme atención. Devon tiene que anunciarnos algo.

–Gracias, Cameron –dijo Devon.

Luego se giró hacia los amigos y familiares de Ashley. Todos se quedaron mirándolo a la expectativa. Carraspeó y confió en hablar con claridad y no meter la pata.

–Ashley y yo os hemos invitado esta noche para celebrar una ocasión muy especial –dijo mirándola y apretándole la mano–. Ashley me ha hecho el hombre más feliz del mundo al aceptar casarse conmigo.

Los asistentes rompieron en gritos y aplausos. A la derecha, los padres de Ashley sonreían junto a su hijo menor. William hizo una inclinación de cabeza hacia Devon y la madre de Ashley se secó los ojos mientras sonreía a su hija.

–Es nuestro deseo que asistáis a la boda que se celebrará dentro de cuatro semanas.

Devon alzo su copa y se giró hacia Ashley, cuyo rostro mostraba una arrebatadora sonrisa.