Otros títulos de Intermedio Editores

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Salud Hernández-Mora

Viajes a la Colombia profunda

15 x 23 cm

ISBN: 978-958-757-432-6

Viajes a la Colombia profunda es una recopilación de crónicas de Salud Hernández-Mora. Escritas en un lenguaje controversial y sin embargo muy diferente al de sus columnas de opinión, estas crónicas son producto de los viajes realizados por la periodista, a partir de 2008.

Las historias contadas en este libro hablan, entre otros temas, de la realidad de Aracataca, más allá de ser la cuna de Gabriel García Márquez, con sus problemas de salubridad por falta de agua potable; de la violencia infantil y el maltrato, que se ha vuelto imperceptible por la fuerza de la inercia... Estos escritos, más allá de contar una historia, son un llamado a la conciencia social.

Sobre la autora…

Nací en Madrid, España, hace muchos años. Estudié Periodismo y lo ejercí a los dos lados de la barrera, como reportera y como asesora de comunicaciones. Aterricé en Colombia un martes de febrero de 1998.  Empecé a trabajar para El Mundo de España en enero del 99, el mismo año en que comencé una columna de opinión en El Tiempo. Soy miembro de la Fundación País Libre desde hace tres lustros.

En 2002 adquirí la nacionalidad colombiana, que comparto con la española.

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Selección de
Juan Esteban Constaín

Crónicas El Tiempo

17 x 24 cm

ISBN: 978-958-757-453-1

Este libro contiene una compilación de crónicas, ensayos, reportajes y perfiles que a lo largo de 2014 ocuparon un espacio en las páginas de El Tiempo, pero que no son escritos de un día, como suelen ser los que se publican en un diario, sino que trascienden el momento y la noticia para tocar lo profundo de cada personaje o situación y convertirse así en historias sin tiempo, dignas de ser releídas y entregadas en un libro. De esta manera, periodistas, aunque también algunos humanistas, escritores, hombres de ciencia o de las artes, dejan en este libro distintas miradas del país y el mundo de los últimos 365 días, a través de narraciones memorables.

Ya en 2013 se hizo un primer experimento al reunir las mejores crónicas publicadas durante el año y el éxito en ventas habló por sí solo del interés de los lectores por conservar en las páginas de un libro esas crónicas que, a pasos largos, avanzan más allá del género periodístico para entrar en los terrenos de lo literario. Así pues, de la mano de Juan Esteban Constaín, columnista, historiador, escritor y periodista, colaborador de El Tiempo Casa Editorial y quien se encargó de la selección de esta antología, se hizo esta segunda entrega de Crónicas El Tiempo.

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Martha Soto

El renacimiento de
Natalia Ponce de León

15 x 23 cm

ISBN: 978-958-757-489-0

A las cinco y veinte de la tarde del jueves 27 de marzo de 2014 una sombra pasó por la vida de Natalia Ponce de León, queriéndole arrebatar su brillo y borrar su belleza. El país entero lo recuerda, pues Natalia sufrió ese día a esa hora el ataque con ácido más violento de los últimos tiempos en Colombia. La oscuridad cubrió su vida y la de su familia y amigos, el ácido los salpicó a todos. Pero pronto pequeñas luces se fueron encendiendo alrededor de Natalia, formando un cerco de amor, y, uno a uno, fueron apareciendo los ángeles que la han ayudado a sobreponerse al horror de la agresión, al dolor, las cirugías y los tropiezos que en Colombia enfrentan las personas que sufren este tipo de quemaduras, y, lo más importante, a recobrar la fe y las ganas de vivir. Natalia renació después del ataque y actualmente está entregada con disciplina a su rehabilitación. Sin embargo, más allá de su recuperación personal, su lucha es por todas las personas quemadas con químicos, por ello creó y preside la fundación que lleva su nombre.

Martha Soto , investigadora y directora de la Unidad Investigativa de El Tiempo, reconstruyó paso por paso el itinerario de Natalia desde el momento mismo del ataque hasta hoy. Examinó expedientes judiciales, historias clínicas y leyes, entrevistó a la familia y amigos de Natalia, a sus cirujanos y terapeutas, a su abogado y a todos aquellos que la han rodeado y apoyado, para entregarnos este impactante y aleccionador testimonio.

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Jineth Bedoya Lima

Las batallas
de Jineth Bedoya

15 x 23 cm

ISBN: 978-958-757-436-4

El conflicto interno colombiano ha dejado millones de víctimas, entre muertos, desplazados, secuestrados, desaparecidos y mujeres violentadas, así como profundas heridas que no han permitido superar este capítulo de la historia del país. El fin de esta situación de violencia y la reparación de sus profundos daños no depende, sin embargo, exclusivamente del gobierno y los actores de la guerra, sino que es un compromiso de toda la sociedad y, en este sentido, el papel de los periodistas es fundamental.

Jineth Bedoya Lima es una de las periodistas colombianas más comprometidas con este tema, pues ha documentado fielmente todas las caras de esta guerra. Ha relatado las historias que nacen en los mismos frentes de batalla, en las filas paramilitares y guerrilleras, en las entrañas del narcotráfico o en las operaciones militares del Ejército y la Policía, pero también ha visibilizado los rostros de centenares de víctimas de todos los tipos de violencia que vive el país. Este libro recopila una selección de estas historias, cada una de las cuales trasciende la labor periodística y se convierte para ella en una batalla personal, pues es importante anotar que ella también es una víctima, ya que el 25 de mayo de 2000, en el transcurso de una de sus investigaciones, fue secuestrada y sometida a toda suerte de vejámenes y abusos por parte de miembros de un grupo paramilitar.

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Gabriel García Márquez

Gabo contesta

13 x 16,5 cm

ISBN 978-958-757-483-8

Una mirada a la intimidad de su oficio como escritor: eso es lo que permiten los textos acá publicados, las respuestas que Gabo diera a sus lectores sobre diversos aspectos de su obra narrativa y periodística, que nos permiten asomarnos, como por el ojo de una cerradura, al estudio del Premio Nobel, al escritorio sobre el que reposa la máquina de escribir en la que «con dos dedos» dio vida no solo a sus entrañables personajes, tanto de las novelas como de los cuentos, sino también a las circunstancias de la vida cotidiana, que bajo su pluma maestra adquirieron visos nuevos.

Esta selección de la columna «Gabo contesta», publicada en la revista Cambio, constituye un acervo más, junto con su obra y su vida siempre coherente, del legado que nos dejara García Márquez, el «colombiano más grande de todos los tiempos».

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Jineth Bedoya Lima

Blanco neutralizado

15 x 23 cm

ISBN: 978-958-757-266-7

El narcotráfico creó una forma de vida con consecuencias nefastas en las nuevas generaciones, sin dimensionar el daño colateral que generaron los carteles, los capos y la mafia. Veinte años después de la muerte de Pablo Emilio Escobar, el Patrón, Jineth Bedoya, junto con el equipo de investigación de el diario El Tiempo, cuentan cómo funcionaba el país, el por qué del éxito del narcotráfico durante tantas décadas y cómo se ha ido desmantelando este fenómeno desde el 2 de diciembre de1993 hasta hoy.

Jineth Bedoya Periodista egresada de la Universidad Centralde Colombia. Ha logrado varios reconocimientos, entre ellos el Premio Internacional a la Libertadde Prensa (Canadá, 2000) y el Premio Mundial al Coraje Periodístico, otorgado por la International Woman Media Foundation (NuevaYork, 2001). Ha publicado los libros Los patios del infierno, Diario de un combate y En las trincheras del Plan Patriota.

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Ya estás tejiendo la red
© 2015, Julio César Guzmán
© 2015, Intermedio Editores S.A.S.

Imagen de portada
Alexander Cuéllar Burgos

Foto de portada
Shutterstock

Imágenes
Archivo El Tiempo
Archivo personal del autor

ISBN: 978-958-757-555-2

 

Diseño de ePub
Hipertexto

CONTENIDO

Introducción

Internet era un Aleph

Cuando el nombre de Pablo Escobar empujó a Colombia hacia Internet

La recta final en pos de la conexión

Servicios «prehistóricos»

El Día de la «inauguración oficial» de internet... se cayó

¡A beber todos del chorro!

Internet hasta para un bebé

Otras empresas cercanas

Así nació El Tiempo en Internet

Víctimas de su propio éxito

Crece la presencia periodística

Los negocios se mudan a la web

Problemas con la farándula

Con acento paisa

Y la burbuja de Internet creció y Creció

Danza de los millones

El comercio electrónico al desnudo

Bajos instintos

Frutillas de exportación

Y a usted, ¿cómo le cambió la vida Internet?

También cambió las causas sociales

Amor a primera (página) vista

Del autor

INTRODUCCIÓN

Una mañana cualquiera, de mediados de 1998, el entonces subdirector del periódico El Tiempo, Enrique Santos Calderón, llegó presuroso a mi escritorio, en la redacción digital de ese diario, para ordenarme que respondiera por él una llamada urgente desde La Habana. Mientras recorríamos los veinte metros que nos separaban de su oficina, me contó, con el ceño fruncido, que su amigo Gabriel García Márquez necesitaba hablar con el encargado de nuestro sitio web.

Ya en su despacho, y a puerta cerrada, me pasó el teléfono y al otro lado pude escuchar una voz inconfundible, con su marcado acento caribeño:

—Hola, ¿tú eres el responsable de Eureka?

Con algo de sorpresa y mucha reverencia, asentí y le dije que era un honor para nosotros tenerlo como usuario. A renglón seguido improvisé el comienzo de un discurso corporativo para explicarle las bondades de la comunidad digital que él había mencionado (Eureka), pensada como una sombrilla para cobijar marcas como El Tiempo, Portafolio y las revistas de esta casa editorial. Pero sin dejarme avanzar, García Márquez me interrumpió y me disparó:

—No, mira, lo que quiero decirte es que esa Eureka es una mierda…

Y como si tuviera su propio discurso preparado, enumeró los problemas que había encontrado en esta especie de portal (antes de que se crearan los portales) que habían lanzado El Tiempo, El Colombiano y El País, en su afán de asemejarse a comunidades como Pathfinder, la marca que había creado la empresa Time Warner, en Estados Unidos, para reunir el contenido de medios como las revistas Time, People, Fortune, Sports Illustrated, la cadena CNN y otros medios.

Mientras el hombre más famoso del país se despachaba contra este pobre periodista, por no haber podido leer ni imprimir en Cuba las noticias que le interesaban, Santos Calderón me indagaba con gestos faciales sobre lo que me decía Gabo, pero yo fingía que todo estaba bien y levantaba mi pulgar derecho para tranquilizarlo.

Esta historia, en apariencia irrelevante, es para mí toda una metáfora de lo que representaron los últimos cinco años del siglo pasado, en los que la palabra Internet, de ser un término de la jerga de los ingenieros de sistemas, pasó a formar parte de la vida diaria, y una necesidad vital hasta para el más grande de los escritores colombianos. Pero, además, es una anécdota inédita que me recuerda el privilegio que tuve de ser, a la vez, notario y partícipe de un momento clave para la historia del país, del que poco se ha escrito, como si siempre hubiera estado entre nosotros: la llegada de Internet a Colombia.

A esa situación afortunada llegué hace poco más de dos décadas, el 13 de marzo de 1995, cuando entré a trabajar en El Tiempo, como coordinador de la sección de Computadores. Por una decisión que para mí terminó siendo providencial, el editor de la sección Ciencia y Salud, Guillermo Franco, insistió en contratarme para que aprendiera del hasta entonces coordinador, Javier Méndez, todos los trucos que permitían publicar cada lunes hasta veinte páginas sobre el mundo de la informática.

Ellos se convirtieron en mis amigos y mentores, y me empujaron a adentrarme en la red, sin sospechar que al doblar la página del siglo XX, Internet se tornaría un insumo imprescindible para el mundo actual, como la luz eléctrica o los vehículos automotores. Hasta entonces, mi contacto con las redes mundiales de información había sido precario. Cuatro años atrás, como director de una pequeña revista universitaria llamada Ciencia y futuro, dirigida a los estudiantes de sistemas, de ingeniería electrónica y a gomosos de la tecnología, había conocido la red Bitnet por medio de artículos que los profesores de las universidades de los Andes, Nacional, Distrital y del instituto de investigación ITEC, perteneciente a la Empresa Nacional de Telecomunicaciones, Telecom, me escribían sin ninguna remuneración, por el simple gusto de difundir estos avances.

Ya en El Tiempo, con Guillermo, con Javier, con Guillermo Santos, así como con Jaime Dueñas, Víctor Solano, Alejandro González y otros colegas que fueron llegando, asistimos entusiastas a la irrupción explosiva de los primeros proveedores de acceso a la web, a la creación de los emprendimientos pioneros, a los comienzos del periodismo en línea, y cuando llegaron al país los ecos de la burbuja de Internet, que amenazó tomarse la economía mundial, participamos activamente como «evangelizadores» de esa nueva religión. No solo con nuestro trabajo periodístico, sino con charlas, conferencias, clases y seminarios sobre cómo amoldarse a las nuevas reglas del mundo digital y no morir en el intento.

Hace unos años, cuando regresé a la docencia, encontré que no era fácil hallar textos sobre esa época y los comienzos de Internet en el país. Hay toneladas de sitios web dedicados a contar la historia de la revolución digital en Estados Unidos o en Europa, pero muy pocos con ingredientes colombianos, y la mayoría de ellos de carácter técnico. Por ello me lancé a escribir, no un vademécum de protocolos de conexión ni una compilación de tecnicismos difíciles de comprender, sino un libro de historias: las de quienes pavimentaron la autopista de la información en el país, que no han trascendido, y esa sola razón justifica que se publiquen estas páginas.

Aquí están algunos de ellos, entrevistados en el curso de más de un año de investigación, en su mayoría, cara a cara. Pero también por medio de la tecnología que conocimos gracias a su trabajo: conferencias por Skype, búsquedas en LinkedIn, consultas a través de WhatsApp, contactos en Twitter y en Facebook, documentos creados en Acrobat. Alrededor de treinta personas orientaron mis pesquisas y quiero mencionarlas con nombre propio: Hugo Sin, Gonzalo Ulloa, Jorge Silva Luján, Édgar Prieto, Gonzalo Romero, Maryori Vivas, Luis Fernando Santos, Martín Giraldo, Juan Felipe Castaño, Ricardo Pombo, Juliana Restrepo, Vladdo, Fernando Chaparro, Miguel Marcial, Ninfa Sandoval, Juan Pablo Rey, Gabriel Vargas, José Vicente Serrano, Clemente Forero, Jaime Tabares, María Emilia Correa, Andrés Saldarriaga, María Eugenia García de Gutiérrez, Javier Méndez, Guillermo Santos, Nibaldo Toledo, Ricardo Hoyos, Juan José García, Juan Pablo Aguirre, Pablo Zapata, Cristian Cipriani, Juan Bustos y Julián Casasbuenas, más los recuerdos y enseñanzas que me ha dejado el ejercicio profesional por más de cinco lustros.

A quienes no están en estas líneas los aliento a aportar sus historias, con la actualización digital del libro, disponible en el sitio web JulioCesarGuzman.co. Finalmente, no hubiera sido posible la edición de este documento sin la colaboración de personas como Guillermo Franco, Nubia Barrera, Danilo Pizarro, Orlando López, Emilce Méndez y todos los antes mencionados, entre otros. Y naturalmente, sin Ángela Constanza Jerez, quien soportó con coraje las trasnochadas y los madrugones por culpa de Internet durante los últimos veinte años, incluidos sus últimos días de embarazo y los catorce febriles meses en los que actualicé seis veces por semana el blog más visto del país en los albores de la blogósfera de El Tiempo. Gracias a ella y al trabajo conjunto, Fernando y Alejandro, nuestros hijos, se mueven alegremente por las aguas de Internet, con una naturalidad que a veces me preocupa.

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INTERNET ERA UN ALEPH

 

«En 1941, en el sótano de una vieja casona de la calle Garay, en Buenos Aires, Jorge Luis Borges se asomó a un Aleph. Era, según consignó el escritor, un punto del espacio que permitía observar todo cuanto existe en el orbe a un mismo tiempo». De esta manera comenzaba una nota del chileno Gabriel Vergara, publicada en el periódico El Mercurio y reproducida por su homólogo El Tiempo, hace poco más de veinte años, el 24 de abril de 1995. Pero no era un artículo literario: era una reseña de la sección de Computadores, que describía, de la mejor manera posible, el nuevo fenómeno de masas llamado Internet.

Para entonces yo llevaba 42 días trabajando en El Tiempo y tuve que editar esta nota, con el sobrecogedor presentimiento de que, como les sucedió a Borges y a su amigo Carlos Argentino Daneri en el citado cuento «El Aleph», me estaba asomando a algo asombroso: el mundo del ciberespacio, que era vastamente desconocido en Colombia y se acercaba ya al punto de ebullición para revolcar por completo el planeta, como hoy lo conocemos.

Para saciar mi curiosidad tuve que acudir al texto original de Borges, escrito cincuenta años atrás, y allí encontré su descripción de un Aleph, que luego se convirtió en la más bella forma de aludir a la red mundial de computadores: «El lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos».

Hasta ese momento, las referencias a Internet eran básicamente académicas: según el archivo digital de El Tiempo, la palabra Internet apenas se había publicado ochenta veces en sus páginas durante el año 1994, la mayoría de ellas en artículos traducidos del New York Times y Los Ángeles Times. Menos de dos referencias por semana eran, sin embargo, un gran avance frente a las nueve veces que se mencionó esa palabra en todo 1993. Pero, en cambio, 1995 fue el año de la revolución: durante esos frenéticos doce meses, pude ser testigo de cómo proliferaron los primeros proveedores comerciales de acceso a Internet, de cómo los medios de comunicación despertaron a esta realidad y se fue imponiendo la moda que, poco a poco, nuestros artículos fueron creando. Ese año, El Tiempo publicó 433 referencias a Internet.