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De Aristóteles a Santo Tomás

Segunda edición

De Aristóteles a Santo Tomás

Ideas políticas y jurídicasProyección en el Derecho Tributario

Segunda edición

Juan Rafael Bravo Arteaga

Mauricio A. Plazas Vega

Andrea Amatucci

Bravo Arteaga, Juan Rafael

De Aristóteles a Santo Tomás: ideas políticas y jurídicas, proyección en el derecho tributario / Juan Rafael Bravo Arteaga, Mauricio A. Plazas Vega, Andrea Amatucci. -- Segunda edición. -- Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2019.

ix, 142 páginas.

1. Aristóteles, 384-382 a.C. -- Pensamiento filosofíco 2. Tomás de Aquino, Santo, 1225?-1274 -- Pensamiento político 3. Filosofía del derecho 4. Derecho tributario 5. Derecho fiscal I. Bravo Arteaga, Rafael II. Plazas Vega, Mauricio A. III. Universidad del Rosario. IV. Título.

343.04                                                                                SCDD 20

Catalogación en la fuente – Universidad del Rosario. Biblioteca

SANN Marzo 7 de 2019

Hecho el depósito legal que marca el Decreto 460 de 1995

 

 

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Jurisprudencia

 

© Editorial Universidad del Rosario

© Universidad del Rosario

© Juan Rafael Bravo Arteaga, Mauricio A. Plazas Vega y Andrea Amatucci

 

Editorial Universidad del Rosario

Carrera 7 No. 12B-41, of. 501

Tel: 297 02 00, ext. 3112

editorial.urosario.edu.co

 

Segunda edición: Bogotá D. C., abril de 2019

Primera edición: Bogotá D. C., junio de 2015

 

ISBN: 978-958-784-216-6 (impreso)

ISBN: 978-958-784-217-3 (ePub)

ISBN: 978-958-784-218-0 (pdf)

DOI: doi.org/10.12804/tj9789587842173

 

Coordinación editorial:

Editorial Universidad del Rosario

Corrección de estilo: María José Molano Valencia

Diseño de cubierta: David Reyes-Precolombi EU.

Diagramación: Martha Echeverry

Conversión ePub: Lápiz Blanco S. A. S.

 

Hecho en Colombia

Made in Colombia

 

Los conceptos y opiniones de esta obra son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no comprometen a la Universidad ni sus políticas institucionales.

El contenido de este libro, en su primera edición, fue sometido al proceso de evaluación de pares, para garantizar los altos estándares académicos. Para conocer las políticas completas visitar: editorial.urosario.edu.co

Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida sin el permiso previo por escrito de las editoriales.

Contenido

I. Aristóteles

 Juan Rafael Bravo Arteaga

 

A. Introducción

B. Parménides, Sócrates, Platón

1. Parménides

2. Sócrates

3. Platón

C. Aristóteles

1. El científico

2. El lógico

3. El metafísico

4. El moralista

5. El político

D. Conclusiones

Bibliografía

 

II. El pensamiento político y jurídico de Santo Tomás de Aquino

Mauricio A. Plazas Vega

 

A. La Escolástica y el método escolástico

B. El pensamiento político y jurídico de Tomás de Aquino

1. El origen de la autoridad y del poder político

2. El bien común y la justicia

3. Las formas de gobierno y la teoría del régimen mixto en el pensamiento de Tomás de Aquino: sus preferencias por la monarquía, pero sin perjuicio de la estructura mixta del gobierno

4. Definición de la ley según Santo Tomás de Aquino

5. Clases de leyes

6. La esclavitud, según Tomás de Aquino

7. El enfático respaldo de Tomás de Aquino a la persecución de los herejes o infieles – Las bases filosóficas y teológicas de la Inquisición

8. La preeminencia del poder eclesial sobre el poder secular

9. Implicaciones políticas del realismo moderado de Santo Tomás – De la sociabilidad natural aristotélico– tomista al contractualismo de la Segunda Escolástica

A. Proyección del pensamiento de Tomás de Aquino:  Tomás de Aquino, la Escuela de Salamanca y la generación precursora en América Latina.  El tomismo de Rafael María Carrasquilla y la Escuela del Rosario

1. Tomás de Aquino y la Escuela de Salamanca

2. La encíclica Aeterni Patris, de León XIII – El retorno a Tomás de Aquino

3. El tomismo en Colombia – El pensamiento y la obra de Rafael María Carrasquilla y el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario

Bibliografía

 

III. Los fundamentos del principio de capacidad contributiva en el pensamiento de Santo Tomás de Aquino

Andrea Amatucci

 

A. La aplicación del método causal aristotélico al concepto de tributo en los escolásticos, en Alberto Magno y en Santo Tomás de Aquino.  El Aquinate, pionero de un estudio de tipo científico

B. El contenido de las causas del tributo en Santo Tomás

1. La causa final: el bien común

2. La causa formal: el deber tributario según la igualdad de proporción y las posibilidades de cada uno

3. La causa eficiente: la ley

4. La causa material: la distinción del presupuesto respecto a las otras concausas

C. La causa del tributo consiste en la síntesis de todas las causas

D. La interpretación de la ley tributaria.  El estudio de la doctrina tomista enriquece el actual principio de capacidad contributiva

Bibliografía

I. Aristóteles

Juan Rafael Bravo Arteaga

Profesor emérito de la Universidad del Rosario

A. Introducción

Ortega y Gasset dice que “un pensamiento separado de la ruta mental que a él lleva, isleño o abrupto, es una abstracción, en el peor sentido de la palabra, y es, por lo mismo, ininteligible”.1

Conforme a esta indicación magistral, para analizar un tema filosófico es preciso comenzar por los antecedentes históricos que contribuyeron a la formación del pensamiento de que se trata, pues toda formulación filosófica aparece en el pensamiento como el desarrollo de una teoría que la precedió o como la antítesis de una doctrina que se refuta.

Además, es preciso recordar lo que dice Julián Marías sobre la filosofía: “Por filosofía se han entendido principalmente dos cosas: una ciencia y un modo de vida. La palabra filósofo ha envuelto en sí dos significaciones distintas del hombre que posee cierto saber y del hombre que vive y se comporta de un modo peculiar”.2

Por lo tanto se puede decir que el conocimiento filosófico no simplemente es un saber intelectual, sino también una forma de conducir la vida humana. Ahora bien: no puede desconocerse que la vida humana se desarrolla dentro de una comunidad formada por otros seres humanos, por lo cual el saber filosófico también lleva a un discurrir sobre la vida de la comunidad, y esto conduce a ocuparse del derecho y de la política.

En el caso de Aristóteles, es preciso comenzar por recordar la teoría de Parménides sobre el ser, ya que Aristóteles desarrolla ese pensamiento. También es preciso recordar a Sócrates por la excelsitud de sus virtudes intelectuales y morales y, finalmente, es necesario compenetrarse con el pensamiento de Platón, ya que Aristóteles, aunque respeta a su maestro, se aparta radicalmente de sus tesis.

 

B. Parménides, Sócrates, Platón

1. Parménides

Parménides nació en Elea (Italia), en el siglo VI a. C. (año 540) visitó a Atenas y allí tuvo relación con Sócrates.3 Hasta Parménides, los pensadores griegos se habían ocupado del mundo físico y su principal preocupación consistía en descubrir los elementos que conformaban al mundo exterior. Parménides comienza diciendo que todo cuanto existe es ser y que lo que no es ser no existe. En esta forma el pensamiento griego deja de ocuparse de lo físico para tratar de lo metafísico. Parménides se ocupa fundamentalmente del ser en cuanto tal, como bien lo anota Julián Marías:

Con Parménides, la filosofía adquiere su verdadera jerarquía y se constituye en forma rigurosa. Hasta entonces la especulación griega había sido cosmológica, física, con un propósito y un método filosófico, pero es Parménides quien descubre el tema propio de la filosofía y el método con el cual se puede abordar. En sus manos la filosofía llega a ser metafísica y ontológica; no va a versar sobre las cosas, sino sobre las cosas en cuanto son, es decir como entes. El ente es el gran descubrimiento de Parménides.4

Esta nueva doctrina de la filosofía griega antigua enseña que hay una distinción radical entre el conocimiento sensible de las cosas y el conocimiento intelectual, ya que el primero solo percibe su apariencia, en tanto que el segundo capta su ser, esto es, su verdad.5

Dos siglos después, Aristóteles, enfrentando las teorías de Platón, también dirá que en las cosas hay algo que las hace ser lo que son, su esencia, y que esta es percibida por la mente humana como una universalidad.

2. Sócrates

La figura de Sócrates (470-400 a. C.) se destaca en la historia de la filosofía como la de un hombre humilde que desea hacerse partícipe del pensamiento y de las inquietudes del común de sus contemporáneos, para ascender desde allí al descubrimiento de las ideas que, según su pensamiento, se encuentran a la disposición de la inteligencia humana y solo es preciso descubrirlas. Apoyaba tal teoría en la observación de la enseñanza de la geometría a los niños, pues para ellos solo era necesario mostrarles el camino para desarrollar ordenadamente su pensamiento sobre las diferentes figuras geométricas.

Pero no sobresale Sócrates en la historia de la filosofía por sus aportes a la ontología y a la metafísica, sino por la radicalidad de su vida entera, hasta el punto de sacrificarla por el bien de su ciudad. Respecto de sus enseñanzas morales, el filósofo Jaime Balmes dice: “los que se burlaban de Dios, de la religión y de la moral, encontraron un freno en la doctrina de Sócrates, que, apartando las consideraciones de los demás, ponía la perfección de la filosofía en el conocimiento y culto de la divinidad, en el arreglo de la conducta, y en prepararse para recibir en la otra vida el premio de las buenas acciones”.6

3. Platón

El más importante de los discípulos de Sócrates fue Platón, nacido en el año 427 a. C. en Atenas, y muerto en el año 347 a. C. Sus escritos más importantes son Los diálogos, en los cuales el principal protagonista es Sócrates, sin que por ello pueda decirse que lo expresado por dicho interlocutor corresponda al pensamiento del maestro, sino más bien a las concepciones del propio Platón.

Se cuenta que Platón, después de su estancia inicial en Atenas, viajó por el sur de Italia donde tomó contacto con la escuela de los pitagóricos, que habían desarrollado grandes conocimientos matemáticos relacionados con la astronomía y la geometría, hasta el punto de que, según algunos autores, Pitágoras había descubierto el doble movimiento de la tierra, la rotación y la traslación.7 En la filosofía de Platón, a semejanza de lo que ocurre en la geometría, la formulación de los teoremas y su demostración preceden a la experiencia. Esto es que la experiencia confirma la teoría abstracta. No en vano se cuenta que, en la Academia fundada por Platón en Atenas para la enseñanza de su filosofía, un letrero decía: “no entre aquí el que ignore la Geometría”.8

Para explicar el estado del hombre frente al mundo exterior, Platón desarrolla el mito de “Fedro”, que Julián Marías describe así:

[…] el alma, en su situación originaria, puede compararse a un carro tirado por dos caballos alados, uno dócil y de buena raza, y el otro díscolo (los instintos sensuales y las pasiones), dirigido por un auriga (la razón) que se esfuerza por conducirlos bien. Este carro en un lugar supraceleste, circula por el mundo de las ideas, porque el alma las contempla, pero no sin dificultad. Las dificultades para guiar el tiro de los dos caballos hacen que el alma caiga: los caballos pierden las alas y el alma queda encarnada en su cuerpo. Si el alma ha visto, aunque sea muy poco, las ideas, ese cuerpo sería humano, y no animal.9

Conforme al mito de “Fedro”, las ideas están en el interior del hombre como un recuerdo, y las cosas exteriores al hombre tienen la función de generar reminiscencias de la vida anterior, colmada por las ideas. Por ello se puede decir que, según Platón, el conocimiento no consiste en captar el ser que está en las cosas, sino en descubrir la idea que habita en el interior del hombre.

Para dar una mayor explicación de su pensamiento, Platón recurre al mito de “La caverna” que expone en su libro La República: en la caverna están encadenados los hombres y solo pueden contemplar el fondo oscuro del lugar, donde aparecen sombras de diversos objetos. Frente a la boca de la caverna existe un gran fuego, que proyecta una poderosa luz. Entre el fuego y la boca de la caverna hay un camino, por donde pasan seres llevando sobre sus hombros objetos diversos, cuyas sombras, proyectadas por el fuego, se contemplan por los hombres encadenados en la parte interior de la caverna. Conforme a esta descripción, las ideas son los objetos que van sobre los hombros de quienes transitan por el camino y las sombras proyectadas sobre el fondo de la caverna son los objetos del mundo exterior al hombre. Por lo tanto, la realidad verdadera está en las ideas, que son exteriores al hombre, y los objetos del mundo exterior son solo las sombras de las ideas proyectadas por la luz de la verdad.

El mito de “Fedro” parte de la premisa de la inmortalidad del alma humana, ya que, si existe antes de encarnarse en un cuerpo humano, también existirá cuando el cuerpo muera y comience su descomposición. De tal pensamiento nace la necesidad de ocuparse de la Ética, como ciencia del comportamiento individual, y de la Política, como ciencia de la comunidad que habita en la ciudad (polis, en griego).

Según Platón, el alma tiene tres partes: una concupiscible, que tiende al placer; otra irascible, que actúa por impulsos pasionales; y otra racional, que se desarrolla en el mundo de las ideas. Ahora bien, la ciencia de la Ética se ocupa de la forma de conducir estas tendencias del alma para el mejor desarrollo de la vida humana. La parte concupiscible requiere de la templanza, que es la moderación de los placeres; la parte irascible conduce a la fortaleza, que es la persistencia en el bien; y la parte racional necesita de la prudencia, que consiste en la conducción adecuada de la vitalidad. Finalmente, la aplicación equilibrada de las distintas virtudes requiere de la justicia. Estas son las virtudes que en la teología moral cristiana se conocen con el nombre de virtudes cardinales: templanza, fortaleza, prudencia y justicia.

En su libro La República, Platón se ocupa de la vida humana en la ciudad (polis). A semejanza de lo dicho sobre el alma humana, hace una división tripartita de la sociedad en: el pueblo, compuesto por agricultores, industriales y comerciantes; los vigilantes, compuestos por los guerreros que cuidan el orden interno y la defensa exterior; y los gobernantes, que son los intelectuales y los sabios. Cada una de estas clases también tiene la virtud que es determinante de su buen desempeño: los trabajadores (o el pueblo) en las diferentes actividades deben cuidar de la templanza, que les permite moderar sus apetitos; los vigilantes deben cuidar de la fortaleza, que los lleva a ser eficaces en sus labores de defensa de la comunidad y a guardar del orden interno; y los gobernantes deben procurar la virtud de la prudencia, que les permite aplicar con sabiduría y eficacia las leyes que gobiernan la sociedad. Por encima de esas tres virtudes está la justicia, que regula y modela las buenas relaciones de los individuos entre sí, y en relación con los gobernantes. Nuevamente Platón hace referencia a las cuatro virtudes que la teología moral cristiana denomina cardinales: templanza, fortaleza, prudencia y justicia.

Platón sostiene que la propiedad privada solo debe existir para los agricultores, industriales y comerciantes, más no para los vigilantes ni los gobernantes, los cuales deben subordinarlo todo al servicio de la ciudad (la polis). Para estos dos últimos debe haber un régimen de comunidad total: por los bienes, las mujeres y los hijos.

No es de extrañar que Platón hubiera sido considerado por los primeros padres de la Iglesia como el filósofo griego más próximo a la doctrina cristiana, por la formulación a su manera de dogmas fundamentales como: el del pecado original, a través del mito de “Fedro”; el de la inmortalidad del alma humana; y el de la importancia para la vida personal y social de las cuatro virtudes cardinales.

 

C. Aristóteles

1. El científico

Aristóteles nació en Estagira (por eso se le llama “el estagirita”), ciudad de Macedonia, ubicada a trescientos kilómetros al norte de Atenas, en el año 284 a. C. A diferencia de Platón, quien tuvo una formación como matemático en razón de su comunicación con los pitagóricos, Aristóteles, quien era hijo de un médico, tuvo una formación como científico, pues inicialmente parece haber estudiado la medicina y después fue un estudioso de la física, la botánica y la zoología. Se cuenta que Alejandro Magno, como discípulo de Aristóteles, ordenó a los jardineros, cazadores y pescadores a su servicio que recolectaran todas las especies vegetales y animales que resultaran novedosas en los distintos lugares, con el fin de hacerlas llegar a Aristóteles para su observación y eventual conservación en los jardines del Liceo, lugar donde enseñaba Aristóteles a sus discípulos. También se dice que, por petición de Aristóteles, Alejandro Magno organizó una expedición al África con el objeto de investigar sobre los orígenes y operatividad de las crecientes del Nilo.10

Se dice que Aristóteles escribió de cuatrocientos a mil libros sobre observaciones científicas, los cuales se perdieron casi en su totalidad. Se tiene conocimiento de que escribió obras como: La física, Del cielo, La generación y la concepción, Meteorología, Historia natural, De las partes de los animales, Del movimiento de los animales y De la generación de los animales.11

Aristóteles solo disponía de dos instrumentos para sus observaciones científicas: el metro y el compás. Carecía de los instrumentos posteriormente inventados, como el reloj, el termómetro, el telescopio y el barómetro. Por tal razón se dice que sus comentarios son elementales y muchas veces equivocados,12 pero claramente demuestran que su filosofía parte de la observación del mundo exterior, a diferencia de su maestro Platón, quien tenía una formación matemática y partía en sus disquisiciones filosóficas de mitos creados por su imaginación poética.

Por tal razón se dice que Platón —refiriéndose a su discípulo Aristóteles— dijo que le “había dado un puntapié, como un potro le da una coz a su madre”.13

2. El lógico

A Aristóteles le corresponde la gloria de haber fundado la ciencia de la lógica. Aunque el pensamiento humano se ciña en su desarrollo a principios y normas que intuye naturalmente, Aristóteles, fiel en su modo de pensar y de actuar, dedicó una parte de su genio filosófico a formular y organizar la ciencia de la lógica, que corresponde a la forma de razonar para que, partiendo ya de conceptos generales o ya de observaciones particulares, la mente humana pueda llegar a conclusiones ya particulares, ya generales.

Las obras referentes al estudio de la lógica que escribió Aristóteles fueron principalmente las “Analíticas”. Will Durant en su Historia de la filosofía, pone de presente que la obra de Aristóteles sobre la lógica permaneció prácticamente desconocida durante mil años, pues fue gracias a la traducción que hizo Boecio (470-525 d. C.) al latín, que se dio a conocer al mundo occidental la obra del estagirita en esta materia.14

El pensamiento de Aristóteles sobre la lógica es fundamental para conocer las reglas y los contenidos del pensamiento humano. Así por ejemplo dice:

a) Sobre los límites del pensamiento:

Es imposible que haya demostración absolutamente de todas las cosas porque entonces se procedería hasta el infinito, de suerte que ni así habría una demostración (Metafísica, IV 4).15

b) Sobre el principio de contradicción:

Es imposible que la misma cosa convenga y no convenga a lo mismo y en el mismo sentido. Es imposible que ninguno suponga que la misma es y no es.16

c) Sobre la deducción y la inducción:

Ambas clases de razonamientos (la que utiliza los silogismos y la que utiliza la inducción) instruyen mediante cosas conocidas de antemano: los unos recibiendo como de los que más saben; los otros demostrando lo universal mediante la evidencia de lo individual. Del mismo modo persuaden también los retóricos: o por medio de ejemplos en lo que respecta a la inducción, o por medio de entimemas, en lo que consiste el silogismo (Analíticos, post. II-20).17

d) Sobre los conceptos universales e individuales:

Unas cosas son universales y otras individuales; llamo universal a lo que puede predicarse de muchos; e individual a lo que no puede predicarse de muchos (Analíticos, post. I, 1).18

e) Sobre la definición, tema que fue fundamental para Sócrates, el maestro, de su maestro, Platón, dice Aristóteles:

La definición consta de género y diferencias (Top I, 8). Hay que separar en efecto, el género de los demás y la diferencia de cualquier otra cosa de las que pertenecen al mismo género (Top I, 3). El que define debe definir mediante el género y las diferencias, pues éstas son absolutamente más cognoscibles que la forma y anteriores a ella (Top VI, 4).19

3. El metafísico

“Hay una ciencia que toma el ente o ser en cuanto ente y los atributos que tiene por sí”, dice Aristóteles.20 En esta forma la metafísica se distingue de las otras ciencias que estudian un determinado atributo del ser, como es el caso de las matemáticas, por ejemplo, que estudia el ser en cuanto cantidad, pero no en cuanto ser. De esta forma se pone de presente una íntima conexión entre Parménides y Aristóteles, pues los dos concretan su pensamiento en cuanto al ser como tal.

Dice Aristóteles que “el ente se toma en muchas aceptaciones, pero siempre es una relación a una sola y misma naturaleza”. No se trata de una simple homonimia, como ocurre, por ejemplo, con la palabra “gato” que puede designar ya un animal, ya un aparato; sino de una analogía por virtud de la cual las múltiples utilizaciones de una palabra hacen siempre relación a un concepto que les es común. “Del mismo modo que llamamos sano a todo lo que se refiere a la salud, una cosa porque la conserva, otra porque la produce, otra porque es señal de salud y otra porque es capaz de recibirla”, dice Aristóteles.21 En el caso del ente o del ser, dice Aristóteles que “unas cosas se llaman seres porque son sustancias, otras porque son afecciones de la sustancia, otras porque conducen a la sustancia o son al contrario concepciones de la sustancia, o son causas eficientes o productoras, ya sea de una sustancia, ya de lo que es dicho con referencia a una sustancia, o negaciones de la misma sustancia”.22

La sustancia es lo que está en el fondo de las cosas, que existe por sí y no en otro, como el caballo que soporta el color alazán o bayo; a diferencia de los accidentes que siempre están en otro ser. De esta forma, es preciso distinguir entre la sustancia y los accidentes, pues aquella soporta a estos, de manera que la sustancia responde a la pregunta: ¿qué es esto?, al tiempo que los accidentes responden a las preguntas: ¿cómo es esto?, ¿dónde está esto?, ¿de quién es esto?, ¿qué hace esto?, etc. Aristóteles clasificó los diversos modos de ser así: sustancia (¿qué es esto?), cantidad (¿cuánto mide esto?); cualidad (¿qué color tiene esto?); relación (¿a quién pertenece esto?); lugar (¿dónde encuentro esto?); tiempo (¿cuánto dura esto?); posición (¿está visible esto?); estado (¿está dañado esto?); acción (¿está funcionando esto?), y pasión (¿a quién pertenece esto?).

Según Aristóteles hay dos clases de sustancias: las individuales y las universales. Las primeras corresponden a las distintas cosas del mundo real: los árboles, los animales, los hombres, etc. En cambio, los universales, que equivalen a las ideas de Platón, son las esencias que corresponden a todas las cosas del mismo género y que permiten afirmar que muchas cosas individuales son una determinada cosa genérica. Aquí se encuentra la diferencia fundamental entre la teoría platónica y la aristotélica, pues mientras Platón afirmaba la existencia real y autónoma de las ideas o las esencias, Aristóteles sostenía que las esencias están en las cosas en forma inmanente a ellas.

En este punto se encuentra la teoría fundamental de Aristóteles, llamada el hilemorfismo. La manifestación de la sustancia como ente individual y como ente universal es posible por su composición ontológica, ya que comprende la “materia” y la “forma”. La materia es aquello de que está hecha la cosa y la forma es aquello que hace que la cosa sea lo que es. De otra parte, la materia y la forma siempre están unidas, la una no puede existir sin la otra. La materia es el principio que le da individualidad a la sustancia y, en cambio, la forma es el principio que le da universalidad. La materia es ininteligible, al tiempo que la forma es lo inteligible de las sustancias.