UN HOMBRE MULTIFACÉTICO

Un joven científico que formó parte del Estado Mayor de Napoleón en sus últimas campañas. Un noble francés que, pese a la derrota de su emperador en Waterloo, pudo establecer rápidamente contactos en Gran Bretaña y encabezar una solvente compañía que invertiría en la minería de Chile. Un experto en la producción de cobre que se hizo millonario en nuestro país aplicando en exclusividad un método secreto para extraer metales de los relaves inservibles. Un hábil negociador que, sin ser político, ejerció cargos de representación y llegó a financiar a las tropas chilenas que expulsaron a los españoles de Chiloé. Un visionario que construyó muelles, planificó tranques, reforestó terrenos devastados por él y otros mineros, promovió la formación de técnicos en minería y trajo al país al polaco Ignacio Domeyko. Un extranjero terco que obtuvo la protección de los buques británicos de guerra para recuperar un barco confiscado por los rebeldes de La Serena en 1851. Un hombre que, al ser repudiado por la sociedad serenense luego de ese incidente, no volvió más al país. Un empresario que, aunque vivió en Chile solo entre 1825 y 1851, siguió ligado al país manejando sus inversiones desde Gales, donde consolidó su imperio minero. Un genio de los negocios que fue definido como el hombre más acaudalado del país y de Sudamérica, y que al fallecer en Gran Bretaña, a los 82 años, tenía una fortuna de 43 millones de libras esterlinas, en moneda actual.

Todos ellos fueron rasgos destacados de Charles Lambert Joachim, según su partida de nacimiento en Francia, y Carlos San Lambert, como se le conoció en Chile. Algunos rasgos eran verídicos; otros, simplemente legendarios; algunos, definitivamente falsos. Pero todos sumaron para construir la leyenda del empresario más importante de La Serena, y tal vez del país, durante gran parte del siglo XIX.

DE FRANCIA A LA “ENEMIGA” INGLATERRA

Sus padres fueron Joseph Matthieu Lambert y Charlotte Joachim, vecinos de la villa alsaciana de Lauterbourg, aunque él, Charles Joseph, el hijo mayor, nació el 31 de diciembre de 1793 en Bruchsal, un pueblo agrícola alemán cercano a Karlsruhe, en donde los esposos vivieron por corto tiempo. El padre, partidario de la Revolución Francesa, ocupó distintos cargos de representación popular luego del derrocamiento del rey Luis XVI. Fue miembro del Consejo General del Bajo Rin y, en septiembre de 1791, fue elegido diputado suplente en la Asamblea Legislativa francesa, por lo cual participó durante todo un año en el trabajo parlamentario, en París.

En 1810, a los 17 años, Charles Joseph postuló, desde Estrasburgo, a la prestigiosa Escuela Politécnica Imperial de París y fue aceptado. Ingresó a ella el 30 de octubre, y en su ficha de alumno se anotó que tenía un metro ochenta centímetros de altura, “ojos de color castaño, pelo rubio del mismo tono” y que su padre era “juez de paz en Lauterbourg”. Antecedentes tan precisos los obtuvo el doctor en Derecho Ricardo Rees Jones (abogado e historiador nacido en Chile que se desarrolló profesionalmente en México y luego en Argentina, donde reside), y los volcó en su libro “Carlos Lambert y la innovación tecnológica en la industria del cobre de Chile durante el siglo XIX” (2016).

Luego de egresar, el joven Lambert se inscribió -en agosto de 1812- en la Escuela de Minas, recién creada para ponerse a la par de lo hecho por los prusianos, que habían fundado en Dresden una institución de ese tipo. Como parte de sus estudios, Lambert permaneció en la Escuela Práctica de Montblanc, en donde recibió los conocimientos y la experiencia práctica que demostraría luego en Saboya, entre noviembre de 1812 y diciembre de 1813. Ese fue el punto final para sus estudios, pues en esa fecha las fuerzas prusianas cruzaron el Rin y entraron a Francia por las cercanías de Lauterbourg, el hogar de la familia Lambert. Los alumnos se dispersaron, incluido el joven alsaciano.

La investigación de Rees Jones rebate la versión tradicionalmente conocida de que Charles Joseph Lambert (luego Charles Saint Lambert y, con el tiempo en Chile, Carlos San Lambert) ya tenía un prestigio como mineralogista y que, como tal, había sido integrado a los Estados Mayores que acompañaban a Napoleón como consejeros en sus campañas militares y, en el caso de los científicos, en las investigaciones en los territorios conquistados. ¿Alcanzó a estar, aunque brevemente, en esos destacamentos, o fue solo una invención del francés luego súbdito británico?

Como fuera, esa versión debe haber sido conocida directamente por Benjamín Vicuña Mackenna, quien vivió algún tiempo en La Serena, donde fue el brazo derecho de José Miguel Carrera, hijo del prócer homónimo, durante la revolución de 1851 contra el gobierno de Manuel Montt. En su obra “El libro del cobre y del carbón de piedra”, Vicuña Mackenna relató que “habiendo llamado la atención de Napoleón a la salida de la Escuela Politécnica, empleólo en su Estado Mayor durante muchos años y campañas, hasta que, después de Waterloo, vino a Chile, ‘país que amó como su segunda y benéfica patria, como la amo yo mismo’, dice de él su hijo”, refiriéndose a la información que le entregara el hijo mayor de Lambert.

En 1985, una investigadora descubrió en Santiago un documento del que no se tenía ningún indicio: el diario que Carlos San Lambert había llevado en Chile entre 1825 y 1830. Los dueños del manuscrito lo vendieron al historiador británico Harold Blakemore, autor de “Gobierno chileno y salitre inglés / 1886-1896”. Después de su muerte, el diario fue publicado en los Estados Unidos e Inglaterra en 1998 con una introducción de dos historiadores expertos en temas americanos y chilenos, John Mayo y Simon Collier, quien ya había plasmado su interés por el pasado de Chile en varios libros y ensayos.

Al partir de Francia, Lambert escogió como su destino el ducado británico de Cornualles. ¿Tenía allí parientes que lo habrían recibido, como se ha dicho sobre este capítulo de la vida del alsaciano? La versión no ha sido confirmada. Pero Cornualles era una región famosa por sus minas de cobre y estaño, y allí el joven científico podría encontrar campo laboral y conexiones para sus planes empresariales.

UNA RIQUEZA “QUE TOCA EN LO INCREÍBLE”

Charles “Saint” Lambert (así se presentaba en Gran Bretaña), llegó por primera vez a Chile en 1817, mandatado por capitalistas británicos para sondear la explotación de los yacimientos que el país recién independizado podía ofrecer al mundo. El joven mineralogista se instaló primero en La Serena y recorrió la zona. Más tarde viajó a la provincia de Copiapó con el mismo objetivo. Su estada no sería muy larga. Regresó a Inglaterra y entregó su informe, pero no se quedó allí. Ya había descubierto, tal vez estupefacto, que en la extracción de cobre se acumulaba junto a los piques, en gigantescos escoriales, una gran cantidad de roca con una ley del mineral que permitía trabajarla… siempre que se contara con hornos de reverbero según el modelo galés, ya divulgado en Europa, y cuya serie de hornos de doble bóveda facilitaba la separación del metal aprovechable del verdadero desecho.

Ese adelanto era desconocido en Chile y en Sudamérica. Lambert trabajará con rapidez y determinación para regresar lo antes posible con el capital necesario para abordar esa nueva veta del procesamiento del cobre.

Pero su currículum ya había llamado la atención de las autoridades en Chile. El gobierno le encargó un informe sobre las posibilidades de la minería en la zona norte, y el joven científico la desarrolló en su “Noticia general de los minerales de las provincias del norte de Chile en su estado actual”. La entregó en octubre de 1817 y ha sido posible conocerla por su publicación en el diario “El Telégrafo”, en agosto de 1819.