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Este libro (y esta colección)

Introducción

1. La filosofía de Maria Montessori en su contexto

I. Maria Montessori, una mujer decididamente moderna en un contexto pedagógico nuevo

II. Maria Montessori y su visión de la educación como herramienta para la paz

2. Una nueva percepción de niños y niñas

I. Las tendencias humanas y los estadios de desarrollo del niño

II. De la mente absorbente a la mente razonadora del niño

III. Los períodos sensibles del niño: del nacimiento a los 6-7 años

IV. Las necesidades del niño

3. Una propuesta pedagógica alternativa y revolucionaria: la pedagogía científica

I. La postura y la función del adulto

II. El entorno preparado

III. Material pedagógico específico

Conclusión

Anexo

Bibliografía

Charlotte Poussin

la pedagogía montessori

Una introducción al método que revolucionó la enseñanza

Traducción de
Margarita Polo

Poussin, Charlotte

© Que sais-je? / Humensis 2017 (1re édition: 2017, août)

© 2019, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

Este libro (y esta colección)

No me sigan a mí, sigan al niño.

Maria Montessori

A principios del siglo XX, la médica italiana Maria Montessori comenzaba a desarrollar una pedagogía propia que formó parte del gran movimiento de la Escuela Nueva, inspirado en valores humanistas y basado en la importancia de ayudar a los niños y las niñas a crecer en libertad y con confianza en sí mismos. La paz y el bienestar del mundo −sostenía Montessori− dependen de cómo eduquemos hoy a las futuras generaciones. Y para eso tenemos que ser capaces de generar entornos que fomenten la autonomía y la motivación intrínseca por el aprendizaje y el trabajo.

Hoy, poco más de un siglo después, sus ideas no podrían estar más vigentes.

En este libro Charlotte Poussin, educadora especialista en el método Montessori y referente internacional en el tema, nos introduce con claridad y sencillez en los fundamentos teóricos y en los aspectos prácticos de esta pedagogía, teniendo en cuenta su aplicación en la escuela, en espacios de educación informal y también en casa, en familia. Está pensado para quienes quieren aprender más sobre un método que se ha expandido con mucho éxito en todo el mundo, así como para aquellos que buscan inspiración e ideas para renovar sus prácticas en educación y crianza con estrategias bien fundamentadas.

El libro comienza con un recorrido por la vida de Maria Montessori, incluyendo su trabajo pionero con niños con necesidades educativas especiales (considerados “de mente simple”) y la creación de la Casa dei Bambini (la Casa de los Niños), su primera escuela, que fue modelo para lo que se convertiría en una extensa red de instituciones educativas y generaría luego un fenómeno que rápidamente se convirtió en global.

En una época en que los niños y los jóvenes eran considerados seres débiles y con defectos por corregir, Montessori propone métodos revolucionarios que los sitúan en el centro de la escena, como protagonistas del aprendizaje. Y para eso se vale de un proceso científico de observación, prueba y rediseño, vinculando la teoría con la práctica educativa de modo permanente.

Propone, entonces, generar ambientes propicios para el desarrollo de niños y niñas, que estimulen el apetito por aprender y disfrutar del trabajo, acompañados de adultos que cuidan y orientan el proceso en un clima de respeto y escucha atenta, que guían sin exigirles que quepan en un molde. Esos espacios conjugan un entorno ordenado y previsible con libertad para que los niños planifiquen juego y trabajo, solos o en colaboración con otros, aprovechando objetos cotidianos y otros materiales especialmente diseñados.

Así, trabajar con manipulables que presentan desafíos ayuda a que los chicos aprendan a resolver problemas, desarrollen su motricidad y sentido estético. Involucrarlos en las tareas de la vida cotidiana, como cocinar, cuidar animales, trabajar en una huerta u ordenar los elementos que usaron para jugar, resulta una oportunidad para fortalecer la autonomía y la concentración.

Además, la visión emancipadora de la educación Montessori hace necesaria una revisión profunda del rol de los docentes. En su método, por tanto, se incluyen instancias de formación profesional que buscan que los educadores modifiquen algunas de sus creencias más arraigadas acerca del aprendizaje. Lejos de ser una acumulación de conocimientos, el aprendizaje se convierte en una preparación integral para la vida, ya que asigna la misma importancia al desarrollo de las facultades intelectuales, manuales, físicas, artísticas y sociales.

Hoy, tal vez más que nunca, estamos en épocas de cambio que nos impulsan a recuperar el gran sentido de la escuela y a imaginar y ensayar otros modos de enseñar y aprender. Pero las grandes transformaciones en educación no implican inventar todo desde cero. Por el contrario, requieren que podamos pararnos sobre los hombros de gigantes, buscar las raíces, recuperar esas experiencias pioneras que encontraron modos creativos y rigurosos de situar a los niños, las niñas y los jóvenes como grandes protagonistas de una vida de aprendizaje. En esa búsqueda, el trabajo de Maria Montessori es una referencia como pocas, que nutre e invita a seguir avanzando hacia nuevos horizontes.

Este libro forma parte de la colección “Educación que Aprende”, pensada para todos aquellos involucrados en la fascinante tarea de educar. Confluyen aquí reflexiones teóricas y aportes de la investigación pero también ejemplos y orientaciones para guiar la práctica. Porque la educación ha sido, desde sus inicios, un terreno de exploración y búsqueda permanente que se renueva con cada generación de educadores, niños y jóvenes. Y porque, para educar, tenemos que seguir aprendiendo siempre.

Melina Furman

Introducción

Las pedagogías llamadas “alternativas” han cobrado auge desde comienzos del siglo XXI. Los resultados de las pruebas PISA, que lleva adelante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)[1] con la finalidad de evaluar y comparar los sistemas educativos de más de setenta países,[2] revelan que el sistema escolar “clásico” ya no es tan eficaz como antes; así, tanto en los ámbitos académicos como en otros, comenzó a cuestionarse la confianza inquebrantable de la que gozaban esos sistemas. Por un lado, los resultados de la evaluación PIRLS[3] realizada en unos sesenta países por la Universidad de Boston en colaboración con la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Escolar (AIE) muestran que la clasificación de muchos países, basada en el criterio de la comprensión lectora, ha caído de forma considerable y continua a lo largo de diez años a principios del siglo XXI. Por otro lado, varias investigaciones en neurociencias afectivas y cognitivas destacan la importancia del bienestar para el desarrollo personal, lo que hasta entonces no se privilegiaba en la escuela tradicional.

A partir de esta doble toma de conciencia, se vuelve la mirada a otras pedagogías, que suelen llamarse “nuevas”, aunque algunas daten de más de un siglo. Un ejemplo de ellas es la pedagogía Montessori, que suscita un particular entusiasmo en todo el mundo.

¿Montessori? ¿Qué significa este nombre propio que se ha vuelto tan usual que a veces se lo emplea como adjetivo calificativo? ¿Qué designa? ¿Una pedagogía? ¿Una filosofía? Ambas, quizá. Hay quienes cuestionan la pertinencia del término “método” para referirse a Montessori. En su etimología, el vocablo “método” viene del griego[4] y remite a un camino racional, a la búsqueda de una vía que permita alcanzar una meta, es decir, a una manera de proceder. En ese sentido, puede decirse que Montessori es un método, una búsqueda para actuar de la mejor manera con los niños y las niñas. Y ese proceder de Maria Montessori, quien dio su nombre al método, estableció además un conjunto de principios propios para facilitar el aprendizaje y el desarrollo armonioso de los niños. Por lo tanto, se trata también de un método pedagógico. Lo que algunos señalan respecto del término “método” es el supuesto, erróneo, según el cual Montessori sería una receta establecida, una técnica que, con su sola aplicación, bastaría para que los niños y las niñas aprendieran de forma precoz y efectiva. Según esta acepción, no se trata entonces de un método, sino más bien de un estado de ánimo, una predisposición mental capaz de revelar “un nuevo niño”, como decía la propia Maria. Con esa expresión no designaba al niño “normado” –que hubiera incorporado normas–, sino al niño “normal”, es decir, al que disfruta de aprender y trabaja espontáneamente, el niño libre y abierto. Luego de “descubrir” a ese niño, el trabajo de Maria Montessori fue dotar a la educación, mediante la investigación y observación, de una base rigurosa, de una “pedagogía científica” que describiera el ámbito propicio para que niñas y niños se realicen gracias a un proceso experimental que relacione teoría y práctica de modo permanente. Desde ese punto de vista, puede decirse que adoptó un método científico para definir un método pedagógico: un conjunto de principios, consejos y etapas, ordenados y lógicos, que constituyen un medio para llegar a un resultado, en particular, la realización de los niños y, a través de ellos, la realización de toda la humanidad.

En efecto, según esta nueva visión montessoriana, el niño es el constructor del adulto en que se convertirá. Como escribió en Educación y paz (L’éducation et la paix), el principal de los quince libros que integran su obra, nuestra forma de ayudar al niño a revelarse y a convertirse en sí mismo debe desprenderse de su propia psicología. Maria Montessori pensaba que el niño –en general considerado “un hombre sin derechos”–,[5] al que se recibía con torpeza desde los primeros instantes de vida y al que se le imponían demasiadas restricciones, debía, por el contrario, ser atendido con precisión. Para ella, la infancia es “la parte más importante de la vida del adulto”,[6] período crucial en el que la persona debe ser plenamente respetada y apoyada con suma delicadeza para que puedan brotar su personalidad y sus cualidades, así como sus vocaciones íntimas. Revolucionaria, en una época en que los más pequeños a menudo eran percibidos como seres débiles con defectos por corregir, esta visión del niño como “constructor del hombre”, actor de su propio desarrollo, da lugar a una nueva propuesta de educación, pensada al servicio de la paz universal y del progreso de la humanidad.

Esta pedagogía −ciencia de la educación− se basa en tres pilares: una actitud del educador de profundo respeto hacia cada niño; un entorno preparado y adaptado por completo a los niños según sus necesidades y etapas de desarrollo; por último, un elemento importante de este entorno: un material pedagógico específico, elaborado y elegido con el mayor de los cuidados. La pedagogía Montessori es mucho más que una técnica: es una predisposición mental que supone una manera de ser.

Este enfoque no se limita a una franja de edad ni a la escuela. Propugna una educación sensorial, una visión de la libertad y de la disciplina que no pueden comprenderse por separado, ya que, para Maria Montessori, ser disciplinado significa tener el dominio de uno mismo. La autodisciplina es la condición de la realización y del respeto de la personalidad de cada niño, que deberá descubrir su verdadera misión al servicio de su comunidad. El objetivo es la realización personal de cada niño, lo que a la vez propiciará el desarrollo de toda la sociedad, ya que cada uno es muy consciente de la parte que le toca en la realización de los demás.

Maria Montessori dedicó su vida a invitar a todos los adultos para que reconsideren a los niños y adopten una nueva mirada para percibirlos. Este cambio de paradigma implica una conversión interna por parte de los adultos, que deben trabajar para ser más humildes en su tarea educativa. Sin embargo, no por eso deben renunciar a transmitir; por el contrario, se trata de hacerlo de forma indirecta y sutil, a través del ejemplo y sin recurrir a la coerción. La propia Montessori considera que no ha creado nada, tan solo destaca lo que niñas y niños le enseñaron. A lo largo de su recorrido, se esforzó por divulgar las necesidades psíquicas y las leyes naturales del buen desarrollo del niño. Afirmó que el hecho de tomar en cuenta a los niños y respetarlos es la condición sine qua non de toda educación digna de ese nombre. Consideraba la educación como una “ayuda para la vida”, una “herramienta de paz”, un medio para poner fin a los conflictos entre generaciones y, por esa misma vía, entre las naciones.

[1] Se conoce con la sigla inglesa PISA el Programa Internacional para la Evaluación de Alumnos. Esta evaluación se realiza cada tres años desde 2000, entre jóvenes de 15 años que están terminando el ciclo escolar obligatorio.

[2] Se trata de los países miembros y de unos treinta países asociados.

[3] El Programa Internacional de Investigación en Lectura Escolar (Progress in International Reading Literacy Study PIRLS) es un estudio que, desde 2001, evalúa cada cuatro años el nivel de lectura de los alumnos al final del cuarto año de escolaridad.

[4] En griego: μετ (met-), de μετά “que está más allá, que viene después, que sigue”, y ὁδός (hodós), “camino, vía, medio”.

[5] M. Montessori, L’éducation et la paix [1932-1935], trad. de M. Valois, París, Desclée De Brouwer, 2001 [ed. cast.: Educación y paz, Buenos Aires, Longseller, 2003].

[6] Íd.

1. La filosofía de Maria Montessori en su contexto