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Este libro (y esta colección)

Introducción

1. La bola de nieve

De dónde venimos y hacia dónde vamos

Por qué contar no es fácil

¡Un psicólogo aquí, por favor!

Proyectar y meter mano

¿Qué queda en la tienda del demógrafo?

2. Morimos menos que ayer y más que mañana

La sociedad inmortal

De regreso al pandemónium

Cuánto vivimos (la edad promedio de la muerte)

El elixir de la eterna juventud

Brechas abiertas y grandes interrogantes

El hombre inmortal

3. La descendencia

Poder, tener y desear

Ahora menos que antes, a pesar de todo

¿Demasiado o demasiado poco?

¿Y los hombres, dónde están?

Decisiones en el borde

Creced y multiplicaos, pero… ¿a qué velocidad?

Paradojas para pensar

4. Haciendo camino al andar

La generación hippie

Envejecimiento

Población y recursos

Familias de series y familias fuera de serie

Migraciones y movilidad residencial

El mismo producto, nuevos envases

Terminamos como empezamos: con números

Epílogo. El contador de gente

Bibliografía comentada

Agradecimientos

Acerca del autor

Jorge Paz

¡7500 MILLONES DE PERSONAS!

Qué es y para qué sirve la demografía

Paz, Jorge

© 2018, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

Este libro (y esta colección)

Lo malo es que la gente se la pasa todo el tiempo naciendo. O sea que va a llegar un momento en que ya no vamos a caber. Y cuando esto suceda, ¿qué vamos a hacer los que salimos sobrando? Claro que los que salimos sobrando somos los pobres, porque a los ricos casi no les da por nacer. Y es que los papás de los ricos tienen otras maneras de divertirse.

Roberto Gómez Bolaños (Chespirito)

Cuando el humanito número 7000 millones nació allá por 2011, varios recordamos lo que dijo un tal Darwin hace muchos años: la humanidad tiende a incrementarse a una tasa mayor que sus medios de subsistencia. ¿Habrá que preocuparse, entonces? ¿Estamos creciendo a costa de desaparecer? Otros son aún más pesimistas, como el escritor Arthur Clarke cuando afirmó que “la inteligencia del planeta es constante, y la población sigue aumentando”.

Como sea, para cálculos pesimistas u optimistas, hay que saber medir. Y no se trata de ir casa por casa contando a la tía, la tortuga y los mellizos, sino de una ciencia que, básicamente, cuenta gente, pero también sus historias, sus esperanzas, sus movimientos, sus éxitos y desastres. Es la demografía, que nos llena las pantallas de números y gráficos, subidas y bajadas; que, en el fondo, habla de nosotros, los humanos, y de cómo nos las arreglamos para llenar el mundo sin medir las consecuencias.

Sin duda son números bastante estremecedores: de los 7500 millones que somos hoy en día (millón más, millón menos), andaremos por los 9600 millones en 2050 –pasado mañana– y por los 10 900 en 2100 –pasado pasado mañana–-. Gran parte de este crecimiento se producirá en las zonas menos desarrolladas del planeta, como el África subsahariana. Esto tiene que ver, claro, con los bebés, que siguen floreciendo en algunas regiones y no tanto en otras, fenómeno quizá relacionado con planeamiento familiar, las políticas de población o, simplemente, con las ganas de no lidiar con tantos hijos y nietos en los almuerzos de los domingos. A ver, si cada pareja tiene 2 hijos (o 2,1… diría un estadístico, sin explicar muy bien a qué se refiere con el 0,1 de hijo), la población se mantendrá estable; cualquier cambio brusco hacia arriba o hacia abajo desbalancea la ecuación. Pero no es necesario un baby boom para esto: puede bastar con grandes migraciones no planificadas que modifiquen las cifras y le den dolores de cabeza al demógrafo en su laberinto. Lo mismo vale para la expectativa de vida, que se espera llegue a 80 y algo de años (en promedio) hacia el final del siglo. Y eso es mucho.

Las consecuencias son enormes, y están en todos lados. Si seguimos creciendo y consumiendo sin límites, los efectos del cambio climático que ya estamos viviendo se van a ir a las nubes. Una vacuna muy efectiva es la educación: el nivel escolar predice la cantidad de hijos (un estudio indica que el promedio de hijos de mujeres sin alfabetización es de 4,5, que decae a 3 con algo de educación primaria y a 1,9 con algo de educación secundaria). Y si logramos mayor igualdad en el plano laboral, la incidencia sobre el crecimiento poblacional puede ser directa e inmediata. Claro que aún falta la otra parte de la historia: un consumo razonable y sustentable, acompañado de una redistribución más equitativa de la riqueza.

La demografía tiene también predicciones curiosas, como cuenta este libro lleno de datos de esos que tenemos que leer tres veces antes de asimilarlos y contárselos a los amigotes en el bar como una obvia verdad. Por ejemplo, que puede suceder que el crecimiento poblacional nos sorprenda y alcance un pico hacia fines del siglo XXI, para decrecer un poco y estabilizarse en el siglo XXII. Pero, como bien nos advierte el autor, el demógrafo no sólo debe sacar fotos, sino filmar películas que pueden ir variando a medida que se las filma, a veces con cambios difíciles de prever.

Como sea, la demografía ha vuelto, desde sus orígenes malthusianos (véase más sobre este personaje Malthus en la páginas que siguen) hasta un presente en que la ciencia de la población es tan necesaria como inevitable. Luego del temor por la “bomba poblacional” viene el hilado fino: no sólo cuántos somos sino de qué edades, dónde nos distribuimos, cuántas son nuestras ganas y posibilidades de tener hijos, qué y cuánto consumimos, hasta cuándo podremos exprimir el planeta para seguir aquí. Las respuestas son sorprendentes: pasen, lean y reflexionen.

Cuando terminen de leer este libro habrá entre 50 000 y 100 000 personas más en el mundo.[1] Córranse un poco hacia el interior que hay lugar. Por ahora.

Esta colección de divulgación científica está escrita por científicos que creen que ya es hora de asomar la cabeza por fuera del laboratorio y contar las maravillas, grandezas y miserias de la profesión. Porque de eso se trata: de contar, de compartir un saber que, si sigue encerrado, puede volverse inútil.

Ciencia que ladra… no muerde, sólo da señales de que cabalga.

Diego Golombek

[1] Por supuesto, esto depende de la velocidad de lectura... Si calculamos unos 15 000 nacimientos por hora y leen el libro en varias tandas (no de corrido), podríamos decir que van a tardar entre tres y seis horas, de ahí la cantidad de bebés que aparecerán en el mundo.

Introducción

Todo fluye.

Heráclito

Una persona nace cada ocho segundos y una muere cada trece segundos. Una persona migra cada veintinueve segundos y hay una ganancia neta para el planeta de una persona cada once segundos. Así presenta el tema de la población mundial The United States Census Bureau, la oficina de censos de los Estados Unidos. También sabemos que hoy somos alrededor de 7500 millones de personas en el mundo, aunque resulte imposible fotografiar el estado de la población de cualquier país o del planeta porque todo cambia continuamente, como el río de Heráclito. No obstante, esa es una de las tareas que se propone la demografía: descubrir las leyes que rigen ese movimiento continuo que genera una multiplicidad de fotos de modo inagotable. La demografía nos adelanta que el segundero del reloj demográfico va disminuyendo su ritmo y que, en algún momento, hacia el año 2075, se detendrá y podremos hablar definitivamente de una foto y no de un film.

Este libro trata del hacedor de demografía. ¿Cuál es su tarea? El demógrafo se dedica principalmente a contar gente: le interesa el número de la población y cómo está estructurada por edad y sexo; también predice su cantidad y composición futura. La tienda del demógrafo ofrece a sus clientes conocimientos para decidir si conviene o no montar jardines para el cuidado y la educación de los niños, si se necesitarán más escuelas o, en cambio, más lugares para alojar ancianos. Para eso, se nutre de los datos recogidos por las oficinas nacionales de estadística, pero también organiza encuestas sobre temas específicos.

El demógrafo tiene, como otros colegas científicos, una tienda con los conocimientos más consolidados de la disciplina. Pero también tiene una trastienda con todas las herramientas y los saberes que están a la mitad del camino, con los proyectos que no llegaron a concretarse pero que siguen en marcha y, sobre todo, con los pasos a seguir en el futuro. ¡7500 millones de personas! trata sobre estos temas. Qué hace el especialista para saber cuántos somos y cuántos seremos, por qué importa tener este dato para nuestra vida cotidiana, de dónde salen esas cifras y cuán verídicas son todas y cada una de ellas. También se ocupa del horizonte que forma parte de la ficción demográfica.

En el pasado, no hace mucho, quizás apenas un par de siglos, las mujeres tenían seis hijos en promedio, muchos de ellos morían poco después del nacimiento o durante los primeros años de vida. Se calcula que sólo uno de cada tres llegaba vivo a la adultez. El demógrafo averiguó también que los padres tenían muchos hijos para asegurar que al menos algunos de ellos, la cantidad que efectivamente deseaban, sobrevivieran. Como morían muchos, el número de años promedio de vida de la humanidad era bajo, muy bajo, alrededor de 40 o 45 años. La foto de ese momento muestra conjuntos humanos compuestos por muchos niños, casi sin viejos y con escasas o nulas posibilidades de desplazamiento.

En la actualidad, las mujeres tienen 2,5 hijos en promedio y la mortalidad infantil es mucho menor. La muerte de un niño es un suceso poco frecuente, por lo que los padres ya no necesitan “probar” demasiado para alcanzar el número de hijos que desean. Además, disponen de medios eficaces que les permiten controlar el tamaño de la familia. Los padres eligen tener familias más pequeñas porque quieren darles a sus hijos buena nutrición, educación, salud, vivienda, capital, etc., y cuentan con recursos limitados. De ahí la preferencia por un menor número de hijos, cada uno mejor equipado para alcanzar lo que se considera un buen comienzo en la vida. Por otra parte, la gente vive en promedio más que antes. Los japoneses alcanzaron ya los 83 años de esperanza de vida y hay registros de personas que vivieron hasta más allá de los 115 años. Los conjuntos humanos de hoy están compuestos por pocos niños, muchos viejos y con más posibilidades de moverse y trasladar la residencia donde se quiera o pueda.

Aunque las mujeres nórdicas mejor educadas y con salarios más elevados están optando por niveles de fecundidad relativamente altos para ese grupo, lo cual constituye un indicio de recuperación de la gran caída en ese rubro −que lleva ya varios años consolidando la tendencia decreciente−, el demógrafo tiene razones para pensar que la fecundidad seguirá disminuyendo. También existen sólidos motivos para pensar que la esperanza de vida seguirá aumentando y que también lo hará la longevidad, esto es, la cantidad máxima posible de años que un ser humano puede vivir. Algunos de los científicos más osados, como Aubrey de Grey, de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), se animan a decir que el hombre o la mujer que vivirá mil años ya ha nacido. El demógrafo también considera alta la probabilidad de un aumento de los desplazamientos de población tanto dentro de nuestro planeta como fuera de él, las migraciones interplanetarias.

¿Cuándo sucederá todo eso? El demógrafo responde con un contundente “mañana”. Lo que no está demasiado claro es qué significa “mañana” para él. Con seguridad, no es el período que comprende las próximas veinticuatro horas. No. Es un período más prolongado en el cual todos los procesos que están en la base de los hechos demográficos se consolidarán. Ese plazo puede abarcar desde los próximos cincuenta años hasta trescientos, o más. El mañana más corto puede ser la década, o el lustro, pero no menos que eso.

Iniciemos el camino. Vamos a transitar por una ruta llena de obstáculos, pero con hallazgos y preguntas fascinantes. Como plantea Heráclito de Éfeso en uno de sus Fragmentos: “Los buscadores de oro cavan mucho y hallan poco”. Esto, que se aplica a muchas disciplinas, también le sucede a nuestro amigo demógrafo.